Según se van acercando estas fechas inevitablemente llega el momento
de los balances y de las proyecciones a futuro. Hablaremos del estado
español en términos generales. Nuestros amigos catalanes y vascos, en
particular, echarán a faltar muchos e importantes elementos en el
análisis, con impacto mucho más allá de sus territorios, pero su
inclusión desbordaría con mucho el espacio físico destinado a esta
columna.
No podemos decir que este haya sido un año aburrido y todo indica que el próximo tampoco lo será. La derecha sin complejos, de nuevo en el gobierno, aprovecha esa trinchera privilegiada para, con la excusa de la crisis, aplicar a fondo su programa histórico. Que lo exijan los banqueros europeos es lo de menos: ellos lo hacen con toda la ilusión del mundo, al grito de “que se jodan”. La pretendida oposición que alguna vez dicen que fue socialista anda penando, desnortada, sin credibilidad ni propuestas. A su izquierda en el parlamento, demasiado seguidismo. Desde fuera Pepitos Grillos incapaces de generar dudas y desde dentro más de lo mismo, desmoralizando y despolitizando a su base social allá donde avanzan. Las excepciones que podamos tener en mente son eso, excepciones, que hoy por hoy ni pinchan ni cortan.
Eppur, si muove… La indignación social se extiende, la masividad y profundidad de los ataques que llegan desde arriba empuja a más y más sectores a dar la pelea, de momento y salvo excepciones sin mucha ligazón ni experiencia, pero con una innegable voluntad de negarse a ser devorados por el monstruo. Se sigue a la búsqueda de causas, de responsables, de soluciones.
El magma social activado con el 15-M ha sabido replegarse en el territorio y articular, por ahora localmente, respuestas a algunas de las consecuencias más trágicas de la ofensiva capitalista (como los desahucios) pero aún no termina de conectar con un sindicalismo (digno de ese nombre) disperso ni de representar un contrapoder efectivo capaz de contemplarse como alternativa al status quo.
¿Cuanto peor mejor? Podría ser cierto si existiera la fuerza capaz de capitalizar el descontento y de enfocarlo hacia salidas de dignidad y de buen vivir para el pueblo. No lo es cuando, a falta de ese bloque, cunde el desánimo y la desesperación. Que en una situación de crisis la falta de alternativa de cambio es caldo de cultivo para la reacción, eso lo vemos, lo oímos, lo palpamos a diario. Los diez millones de votos del Partido Popular son solo una muestra.
En nuestras manos, en las de las franjas más conscientes del pueblo, está construir esa alternativa. Mejor dicho: seguirla construyendo, porque por fortuna no partimos de cero. Tenemos ejes programáticos cada vez menos nuestros y más compartidos, cada vez menos difusos, más concretos. Tenemos organizaciones sociales, sindicatos, agrupaciones territoriales, que son embrión de poder popular, de fuerza arrolladora por los cambios que queremos. Organizar lo inconexo, unir lo disperso, limar asperezas. Falta mucho, pero hacia allá vamos, no nos queda otra.
Manu García Columna de opinión publicada en el periódico "CNT", diciembre de 2012
No podemos decir que este haya sido un año aburrido y todo indica que el próximo tampoco lo será. La derecha sin complejos, de nuevo en el gobierno, aprovecha esa trinchera privilegiada para, con la excusa de la crisis, aplicar a fondo su programa histórico. Que lo exijan los banqueros europeos es lo de menos: ellos lo hacen con toda la ilusión del mundo, al grito de “que se jodan”. La pretendida oposición que alguna vez dicen que fue socialista anda penando, desnortada, sin credibilidad ni propuestas. A su izquierda en el parlamento, demasiado seguidismo. Desde fuera Pepitos Grillos incapaces de generar dudas y desde dentro más de lo mismo, desmoralizando y despolitizando a su base social allá donde avanzan. Las excepciones que podamos tener en mente son eso, excepciones, que hoy por hoy ni pinchan ni cortan.
Eppur, si muove… La indignación social se extiende, la masividad y profundidad de los ataques que llegan desde arriba empuja a más y más sectores a dar la pelea, de momento y salvo excepciones sin mucha ligazón ni experiencia, pero con una innegable voluntad de negarse a ser devorados por el monstruo. Se sigue a la búsqueda de causas, de responsables, de soluciones.
El magma social activado con el 15-M ha sabido replegarse en el territorio y articular, por ahora localmente, respuestas a algunas de las consecuencias más trágicas de la ofensiva capitalista (como los desahucios) pero aún no termina de conectar con un sindicalismo (digno de ese nombre) disperso ni de representar un contrapoder efectivo capaz de contemplarse como alternativa al status quo.
¿Cuanto peor mejor? Podría ser cierto si existiera la fuerza capaz de capitalizar el descontento y de enfocarlo hacia salidas de dignidad y de buen vivir para el pueblo. No lo es cuando, a falta de ese bloque, cunde el desánimo y la desesperación. Que en una situación de crisis la falta de alternativa de cambio es caldo de cultivo para la reacción, eso lo vemos, lo oímos, lo palpamos a diario. Los diez millones de votos del Partido Popular son solo una muestra.
En nuestras manos, en las de las franjas más conscientes del pueblo, está construir esa alternativa. Mejor dicho: seguirla construyendo, porque por fortuna no partimos de cero. Tenemos ejes programáticos cada vez menos nuestros y más compartidos, cada vez menos difusos, más concretos. Tenemos organizaciones sociales, sindicatos, agrupaciones territoriales, que son embrión de poder popular, de fuerza arrolladora por los cambios que queremos. Organizar lo inconexo, unir lo disperso, limar asperezas. Falta mucho, pero hacia allá vamos, no nos queda otra.
Manu García Columna de opinión publicada en el periódico "CNT", diciembre de 2012
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