miércoles, 6 de agosto de 2014

El Hijo de Internet - La historia de Aaron Swartz

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Desarrollar relaciones de afinidad

"Hoy el alma se ahoga en una masa de encuentros al azar. Estamos buscando a aquell@s que aún están lo suficientemente viv@s para apoyarse un@s a otr@s más allá de esto; aquell@s que escapan de la Vida Normal.”

Against Sleep and Nightmare


Vivimos en una sociedad en la que la mayoría de nuestros encuentros han sido ya definidos en forma de roles predeterminados y relaciones en las que no tenemos nada que decir. Una aleatoriedad desprovista de sorpresa rodea el tormento programado del trabajo con un “tiempo libre” que carece del gozo, de la capacidad de asombro o de cualquier libertad real de actuar a nuestro antojo, un “tiempo libre” no muy diferente del trabajo del que se supone que es un respiro.

La explotación se hace presente en el conjunto de la existencia al estar cada una de nuestras interacciones canalizadas hacia una forma de relacionarse que ya ha sido determinada en función de las necesidades del orden dominante, con el fin de garantizar la reproducción continuada de una sociedad en la que un@s poc@s controlan las condiciones de la existencia de tod@s, y por tanto poseen nuestras vidas.

Así pues, la revuelta contra nuestra explotación no es esencialmente una lucha política o incluso económica, sino una lucha contra la totalidad de nuestra existencia actual (y por tanto contra la política y la economía), contra las actividades e interacciones cotidianas que nos son impuestas por la economía, el estado y todas las instituciones y aparatos de dominación y control que componen esta civilización. Esta lucha no se puede llevar a cabo por cualquier medio.

Requiere un método de encontrarse y actuar en el mundo en el que se manifiesten aquí y ahora nuevas relaciones, las de individu@s libres que rechazan ser explotad@s y dominad@s e igualmente rechazan dominar o explotar. En otras palabras, nuestra lucha debe ser la reapropiación inmediata de nuestras vidas, en conflicto con la actual sociedad.

Partiendo de esta base, el rechazo a la formalidad y el desarrollo de relaciones de afinidad no puede ser visto en términos meramente tácticos o estratégicos. Más bien, son el reflejo en la práctica de aquello por lo que estamos luchando si, efectivamente, estamos luchando por retomar nuestras vidas, por reapropiarnos de la capacidad de determinar las condiciones de nuestra propia existencia -es decir, la capacidad para la autoorganización.

El desarrollo de relaciones de afinidad es específicamente el desarrollo de un profundo conocimiento del otro de un modo complejo, una profunda comprensión de las ideas, sueños, deseos, pasiones, aspiraciones, capacidades, y concepciones de la lucha y de la vida, de los demás. Es por supuesto un descubrimiento de lo que se tiene en común, pero más significativamente es un descubrimiento de las diferencias, de lo que es único en cada individu@, porque es en la diferencia donde se puede descubrir realmente qué proyectos se pueden llevar a cabo con otr@s.

Dado que el desarrollo de relaciones de afinidad es en sí mismo un reflejo de nuestros objetivos como anarquistas y dado que se propone crear un conocimiento profundo y en constante expansión del/a otr@, no se puede abandonar simplemente al azar. Necesitamos crear adrede la oportunidad para los encuentros, discusiones y debates en los que nuestras ideas, aspiraciones y visiones de la lucha revolucionaria puedan ponerse en discusión, donde las afinidades reales y los conflictos reales salgan a la luz y se desarrollen-no con el objetivo de encontrar un termino medio en el que tod@s transijan por igual, sino para clarificar distinciones y así descubrir una base real para crear proyectos de acción que no sean simplemente desempeñar el papel de radical, activista o militante, sino que sean reflejos reales de los deseos, pasiones e ideas de quienes se impliquen.

Aunque las publicaciones, los tablones de discusión en Internet y la correspondencia pueden proporcionar medios para hacer esto en algunos niveles, en cuanto que son foros abiertos tienden a ser demasiado aleatorios, con el riesgo de que la discusión pierda cualquier proyectualidad y se desvía hacia el intercambio democrático de opiniones que tienen poca conexión con la propia vida.

A mi entender, las mejores y más significativas discusiones pueden tener lugar en encuentros cara a cara entre gente con alguna claridad de porqué se están reuniendo para discutir. Así pues, organizar grupos de discusión, debates, encuentros, etc. es una parte integral del desarrollo de relaciones de afinidad y por tanto de proyectos de acción.

La necesidad de perseguir el desarrollo de relaciones de afinidad de forma intencionada no significa el desarrollo de una base formal para la afinidad. La formalidad socava la posibilidad de afinidad, porque está basada por naturaleza en un espacio común predeterminado, y por tanto arbitrario. La organización formal se basa en una unidad ideológica o programática que resulta por último en adhesión a la organización como tal. Las diferencias se deben dejar a un lado por la causa de la organización, y cuando las diferencias se dejan a un lado, lo mismo ocurre con los sueños, deseos, aspiraciones y pasiones dado que éstas solo pueden pertenecer al individu@.

Pero, de hecho, la organización formal no tiene nada que ver con la intención o la proyectualidad. En realidad, al proporcionar una ideología a la que adherirse, libra al individuo de la responsabilidad de pensar por si mism@ y desarrollar su propia comprensión del mundo y de su lucha en el. Al proporcionar un programa, libra al individuo de la necesidad de actuar autónomamente y hacer análisis prácticos de las condiciones reales en las que está luchando. Por tanto, en realidad la formalidad socava la proyectualidad y la capacidad para la autoorganización y de esta forma socava el objetivo de la lucha anarquista.

Las relaciones de afinidad son la base necesaria de auto-organización en el nivel cotidiano más básico de lucha y de vida. Es el conocimiento profundo y creciente del/a otr@ lo que proporciona la base para desarrollar proyectos de revuelta que reflejen verdaderamente nuestras propias aspiraciones y sueños, para desarrollar una lucha compartida que se base en el reconocimiento y, en el mejor de los casos, el apasionado disfrute de nuestras muy reales y hermosas diferencias.

El desarrollo de la revolución social requerirá, por supuesto, una organización de la actividad más allá del ámbito de nuestras relaciones de afinidad, pero son los proyectos que desarrollamos de estas relaciones lo que nos proporcionan la capacidad para la auto-organización, la fuerza para rechazar toda formalidad y, por tanto, a todos los grupos que pretenden representar la lucha, ya se llamen partidos, sindicatos o federaciones.

En las relaciones de afinidad, empieza ya a desarrollarse una nueva forma de relacionarse libre de todos los roles y de toda relación social ya manida, y con ésta una aparente impredecibilidad que las autoridades nunca entenderán. Aquí y ahora, abrazamos un mundo de maravilla y gozo que es un arma poderosa para destruir el mundo de dominación.





Willful Disobedience Vol. 2 No. 12

Psicología al servicio del control social

antipsiquiatria


Resulta descabellado imaginar una realidad donde existan sistemas de dominación o mercantiles y estos no tuvieran a la psicología por una jugosa herramienta. ¿Qué fabulosa insania mental podría afectar a cualquier poder que no diera uso de la ciencia que trata de la conducta y de los procesos mentales de los individuos?

Evidentemente tal cosa no existe, al contrario, el sistema de dominación exprime la psicología para su beneficio con total eficiencia. La sociedad mercantil y economicista ha desvirtuado la esencia de la psicología, la ha tornado en un producto o servicio mas, mera mercancía, cuya lógica económica de perpetuación la ha aupado a la categoría de necesidad demandada por una sociedad capitalista de consumo, cuya praxis desquiciante genera la enfermedad y la cura al mismo tiempo, fuerza a sus consumidores victima a pagar por ello, ya sea con sus bienes, con su bienestar o con ambas.

El poder económico y el estado se benefician mutuamente de una sociedad medicalizada e instruida en la necesidad de enfermar, las poderosas farmacéuticas hacen su interminable agosto y los estados obtienen poblaciones tuteladas y asustadas. Las ciencias médicas, actualmente dependientes del estado para su ejercicio y de los lobbies económicos para su desarrollo, se ven sujetas de manos para intentar salirse del círculo vicioso donde han caído. Aunque en realidad, tampoco es que pretendan modificar su propia actividad ni finalidad, pues supondría cerrar el grifo del incesante goteo de pacientes, o como la nueva terminología médica privatizante usa ya con absoluto descaro: clientes.

A día de hoy, la gente, los clientes, asumen como normalidad toda la sinrazón del capitalismo, su injusticia, su desigualdad, su autoritarismo, su imposición total, siendo esta la mayor victoria del capitalismo, lograr mediante el control social que sus víctimas sean sus defensores, activos o pasivos, donde las y los profesionales de la psicología no son una excepción, así que como sucede en cualquier otra profesión, se convierten de facto en correas de transmisión de los patrones de dominación social, no necesariamente de forma consciente, pero si de forma efectiva y eficaz, pues su contribución es valiosísima, indispensable.

La maquinaria capitalista lo sabe y proyecta la sombra de la psicología haya donde puede, de forma que esta trasciende con creces el área que popularmente le tiene asociada la sociedad, el del estudio científico y la salud. Veremos psicólogos y psicólogas por solitario o en equipos multidisciplinares ejerciendo su profesión al servicio del control social, ya sea en juntas educativas planificando planes de enseñanza politizados y maniqueos, poblando los departamentos de Recursos Humanos de las empresas en una función productivista y represiva al servicio de esos psicópatas modernos llamados empresarios, o bien en comisiones de expertos que asesoran a jueces y cuerpos policiales para legitimar sus decisiones en defensa de la ley burguesa, o dando informes sobre los excluidos de la sociedad que los excluyan aun más si cabe, determinando la infame vida que padecen las personas prisioneras en instituciones penitenciarias, auténticas abominaciones humanas donde la tortura es inherente e instituida al lugar, elaborando campañas de marketing, publicitarias, creando dependencias de las personas sobre los objetos, sobre las ideas, sobre otras personas, en el diseño de las formas de propagandización política de los poseedores del poder, en definitiva todo donde su área de aplicación sea útil.

En todos estos casos, la asimilación de la psicología para beneficio del sistema ha sido total, pues su función responde a intereses específicos en el entramado transversal del sistema mismo, cuyo totum revolutum confiere a las sociedades actuales su idoneidad para ser explotadas en diversas áreas y bajo diversos mecanismos donde la psicología puede impregnar su utilidad: autoridad, economía, medicalización, estado, moral, conductismo social, sexualidad reprimida, autorepresión, adhesión acrítica, marginalización, exclusión, individualismo egoísta, insolidaridad, todo contribuye y a todo contribuye la psicología domesticada.

En conclusión, sabemos que la psicología, como herramienta, según quien la use tendrá uno u otro efecto. Es evidente que usándose de forma correcta y libre alberga una gran potencialidad positiva, pero eso no asevera que un cambio ético en el empleo de la psicología supusiera por si sólo una mejoría a nivel social en parámetros de libertad, pues en sociedades donde el poder campa a sus anchas se requieren soluciones integrales, por tanto la alteración de los patrones de empleo de la psicología, no pueden ir en solitario, no se trata de una reforma de la práctica profesional, sino que deben ir unidos a una ética global que subvierta los pilares del sistema de dominación y sirva como medio y como fin para la emancipación real de las personas, lo que supone no sólo una comprensión parcial de sus problemas, sino también y con mayor necesidad, de las relaciones sociales y políticas que los trascienden, del mundo donde vivimos en definitiva, sin velos.

Es por tanto necesaria la adquisición de una ética concienciada y comprometida entre los y las psicólogas, que si desea trastocar los tejemanejes del control social ha de adoptar valores claramente antagónicos a este, libertarios, bajo parámetros de igualdad, es decir, prescindiendo de la autoridad moral o científica que la profesión psicológica les transfiere y facilitando la autogestión generalizada de la sociedad, sin restringirse únicamente al ámbito de la salud.

Fuente: Nada

¿Realmente vivimos en una sociedad y un periodo nihilista?

Es bastante común escuchar que vivimos en una sociedad nihilista, que la gente ya no cree en nada, que hemos destruido los viejos valores y que estos no han sido sustituidos por otros, etcétera. Un tal Daniel Bermudez, profesor de filosofía de la Universidad de Córdoba, declara en un vídeo que actualmente, tal como predijo Nietzsche, vivimos en una sociedad nihilista donde todo se banaliza: el arte, la cultura, el deporte y hasta las tragedias. Si no fuese porque sabemos que nada bueno puede venir de la Universidad, estaríamos escandalizados de que un tipo con tal incapacidad para el análisis enseñe y de clase en una facultad. Cada poco tiempo aparece un artículo alertando sobre los peligros del nihilismo, de cómo este periodo histórico se caracteriza por la pérdida de la fe, el descreimiento por las instituciones, el abandono de las antiguas tradiciones… Cómo si lo que viviésemos fuese una tragedia que nos aboca al precipicio por culpa de ese nihilismo. Nada más lejos de la realidad.
La sociedad actual, tanto las nuevas generaciones como las predecesoras que cohabitan en la misma, no ha abrazado el nihilismo ni mucho menos. Al contrario. En occidente se han sustituido las antiguas creencias (mayormente religiosas) por otras igual de poderosas: el dinero, el ascenso social, el progreso, la jerarquía, el ciudadanismo, el trabajo, la democracia, los derechos, la política, etc. A diferencia de las antiguas creencias eminentemente judeocristianas, la sociedad de hoy es profundamente idealista. Ese idealismo les lleva a participar de forma más activa que sus predecesores en asuntos como la política o el arte. En ningún momento critican o rechazan, como haría un “nihilista”, las instituciones, el poder o la autoridad. El individuo actual en todo caso expresa -mayoritariamente- una queja hacia esas instituciones y esos poderes sin rechazarlos, al contrario, defendiendo su existencia y su legitimidad pero “luchando” para se estructuren o se contemplen bajo su prisma ideológico (normalmente democrático). De hecho la sociedad actual, pertenezcan sus individuos al bando ideológico que pertenezcan, legitima con sus creencias y sus anhelos (y sobre todo su participación) en la autoridad política, social, cultural y económica vigente.
El término “nihilismo” en Nietzsche es paradójico. A veces lo utiliza para describir una sociedad que ha abandonado a los antiguos dioses (esa cosmovisión, esos valores, esa moral, esa tradición) y otras para describir el camino de la transvaloración de todos los valores. Transvaloración significa, en primera instancia, eliminar los valores y los códigos morales y éticos de una sociedad dada. Esa etapa no se ha dado. Ni se dará, me arriesgo a decir. Ni siquiera existe una masa nihilista pasiva, que es a lo que normalmente se refieren esos “eruditos” cuando hablan de nihilismo (hasta el arquetipo de “nini” cree en el dinero y en la propiedad, entre otras muchas cosas). 
Históricamente -y así ha sido desde siempre- las sociedades han pasado de una forma mayoritaria de pensar a otra sin que por el camino hubiese un periodo de “vacío” o “nihilismo” (uso aquí “nihilismo” como la sociedad lo utiliza). No ha existido nunca un periodo de transición, al contrario: encontramos que las viejas y nuevas ideas en muchos casos coinciden en una sociedad y un periodo dado; en la mayoría de los casos el cambio de pensamiento no es más que un cambio de poder (de estructura, de autoridad, de mecanismos) sin un proceso ideológico profundo más allá de la forma de expresarlo. Por poner un ejemplo, el hecho de obedecer a un cacique local cuya autoridad y poder se sustentaban exclusivamente en la riqueza no difiere mucho de la sumisión al poder político actual, aunque en el aspecto formal parezcan cosas muy distintas: en los dos casos se trata de un poder político y económico que dirige y manda sobre una sociedad (un conjunto de individuos) que ha entregado su capacidad y su poder para que lo administren los de “arriba”. Obedecer, ser representado, delegar, subsidiar… Son conceptos mucho más parecidos de lo que a los demócratas les gustaría.
La sociedad de hoy cree en el Estado, en la autoridad de las fuerzas de seguridad, en las leyes dictadas por parlamentos y congresos, en la propiedad, en los medios de información, en la ética del trabajo, en el valor del dinero, en los “jefes” y en otras tantas cosas que a uno le parece imposible que a día de hoy alguien se atreva a decir que vivimos en una sociedad o un periodo nihilista. Más bien el problema es todo lo contrario: vivimos en una sociedad y en un periodo donde el Poder está tan arraigado que a veces es apenas imperceptible.

Besançon

Fuente: NADA

Manipulación, es el nombre del juego...

E.U. es un asco y una mierda, ni que dudarlo; pero de Rusia...solo hay que recordar que la lucha no es ideológica, sino económica.
 Koan

Aun Puedes Gritar...