Breve repaso.
Evolución del dinero, evolución de vida y muerte.
(L.L.M.., 4 de abril, 2007)
Desde el origen de la humanidad, tras millones de años de evolución, primate, homínido, homo sapiens, ha existido siempre una lucha por la sobrevivencia ante los elementos naturales. También, una lucha en el seno de la misma especie humana, donde alternan los paradigmas, nada fácil de combinar, entre vida, muerte y trascendencia. Experimentamos el conflicto y la resistencia, la divergencia y el aislamiento, la cooperación y el progreso, tratamos de organizarnos con todo ello en la procura de etapas menos desastrosas, más constructivas y esperanzadoras. Esta lucha ha implicado siempre esfuerzo y creatividad, logros y fracasos, alternando con momentos de recreación y procreación, más aún, de comunión con la misma naturaleza tan amiga como hostil.
En los extremos del relacionamiento humano, la historia nos muestra prácticas tan contrapuestas como el obsequio, la ofrenda, el sacrificio lindando con lo sagrado, por un lado, y por el otro, el pillaje, la conquista, la explotación del hombre por el hombre. Aprendemos que desde siempre se contrapone el don con el pillaje, y que se llega tras miles de años de ensayos al punto intermedio pero inestable del intercambio. Provecho unilateral, provecho mutuo, provecho del todo, han sido afanes con resultados hasta ahora siempre desequilibrados, fallidos muchas veces, y donde interactúan valores visibles, materiales, con aquellos invisibles, espirituales.
Sobrevivencia y progreso han implicado siempre un relacionamiento con ‘el otro, los otros’, a menudo con guerra y sometimiento, pocas veces en paz y conformidad. Para alcanzar esto último precisamos redescubrir los valores de relación, de responsabilidad, de reciprocidad y mutua obligación, el sentido de equidad y justicia, empezando por respetar y facilitar todo esfuerzo humano en pro del bien común. En la práctica, la justicia social sigue siendo un ideal sin alcanzar, vivimos en una sociedad escindida, con distanciamientos abismales entre ricos y pobres, abusivos y honestos, violentos y no violentos...
En esta ancha y larga perspectiva, el dinero ha sido un símbolo de poder que al día de hoy exhibe aberraciones sociales inaceptables, que reclaman medidas inéditas, profundas, incluso sorprendentes. Pero si ello convoca a la imaginación, al empeño y la creatividad, cabe preguntarse primero: ¿como nace y se desarrolla el dinero?
Una larga pugna entre valor y dinero, entre medio y fin.
Heródoto menciona al trueque como la práctica milenaria de los pueblos originales para intercambiar excedentes una vez satisfechas sus propias necesidades mediante el autoabasto, siendo los fenicios quienes lo practicaron con mayor extensión en la antigüedad. Con la diversificación y la expansión de la producción de los pueblos, y la multiplicación de los contactos entre ellos, el recurso al trueque no resolvía ya los intercambios necesarios. Resulta poco probable que dos ofertantes coincidan en un lugar, portando y conservando sus mercancías, se interesen reciprocamente en lo que ofertan y sus productos sean divisibles y ajustables para lograr un intercambio equitativo en términos de esfuerzo aplicado, necesidades y deseos en juego. Un artesano llevará lindas vestimentas al mercado buscando pescado, en esa ocasión los pescadores solo se interesan en frutas y verduras, los agricultores son quienes buscan la ropa del artesano, pero este no desea sus productos. No habrá, pues, condiciones para intercambiar mediante trueque.
Un elemento clave en la constitución del dinero es que este contiene o expresa información sobre valores. Esto es, cuenta con elementos y códigos de comunicación que comunican gestos, palabras, números, más allá del ser mismo para dialogar con otros seres iguales, o sometidos, en términos de vida, o muerte. Términos que implican un valor útil para el ser y el tener, el dar o el arrebatar. Así, el dinero está intimamente ligado a los medios de comunicación vigentes, por ejemplo, existe la versión de que los primeros dineros fueron las cuentas registradas en tabletas de arcilla cocida mediante la escritura cuneiforme en las culturas mesopotámicas de hace siete mil años.