¡WOW!...
Aquí no hay propiedades, hay unidad, hay solidaridad, hay humanismo, hay seres humanos intentando salir juntos de este fango que es el sistema que nos controla, atemoriza y confunde.
...
"Alimenta, Cuida y Ama a tu Hij@, para que el sistema pueda explotar su Cuerpo, embotar su Mente y destruir su Alma"
Koan
sábado, 12 de enero de 2013
La negatividad del anarquismo
Prólogo
Con el presente ensayo originalmente publicado en Septiembre 1977 en el número 32 de la revista “Ruta”, nos situamos dentro de una cierta heterodoxia. Nada nuevo para nosotros ya que hemos incurrido esta índole de herejías en anteriores oportunidades. Lo hacemos conscientes de que es necesario sacudir de vez en cuando los cuerpos de doctrina sociales si no queremos que se anquilosen y el anarquismo, por su condición de vanguardia permanente, esta en la obligación de ejercitarse todos los días poniendo a prueba la solidez de sus estructuras, los cimientos de su ideal, dado que frente a él se halla una sociedad cambiante, agresiva, estatófila, egoísta y suicida.
El enfoque filosófico, químicamente puro, como el ofrecido por David Thoreau Wieck en su obra “La negatividad del anarquismo” nos ha parecido oportuno darlo nuevamente a conocer.
David Wieck nació en 1921, de padres que también fueron reconocidos activistas en sus días. Escribió unas memorias inusualmente perspicaz sobre su madre, “Woman from Spillertown: A Memoir of Agnes Burns Wieck”, La mujer de Spillertown: Unas Memorias de Agnes Burns Wieck, era conocida como “la Madre Jones de Illinois” por su militancia como sindicalista. Lamentablemente éste pensador, escritor, pedagogo y activista libertario falleció el 1 de Julio 1997.
Los principios e ideas sociales de Wieck le llevaron finalmente a la cárcel durante 34 meses como objetor de conciencia durante la segunda Guerra mundial. Como bien dijo, “fue ahí donde aprendí los métodos de resistencia pacifica y... lo que significa una huelga de hambre cuando también me declaré en solidaridad con varios más objetores de conciencia durante un periodo de diez días.”
En los años 70 del siglo pasado Wieck nos advertía del “…crecimiento de interés por el anarquismo y la tendencia de algunos marxistas en revisar al marxismo encaminándolo por cauces libertarios…”. En el año 2012 dicha tendencia se repite en el mundo anglo-sajón y particularmente en Australia por organizaciones como la Internacional Socialista, la Alternativa Socialista y la Alianza Socialista. Esto nos obliga porque no podemos permanecer de brazos cruzados frente a éstas incursiones de las avanzadillas marxistas en nuestros predios anarquistas en publicar este trabajo de Wieck, que montó su guardia con su arma suprema siendo la de la negatividad: “el anarquismo puede ser considerado como procediendo de la hipótesis de que hay una tarea negativa que tiene que ser cumplida... el anarquismo nos puede decir lo que tenemos que desaprender para ser libre, pero no nos puede decir cómo utilizar esa libertad: el anarquismo no impone ningún tipo de vida sobre nosotros, nos reta a hacer una vida digna, para librarnos de todos los vestigios de la autoridad del poder, de la autoridad política.”
Por éstas mismas razones hemos creído oportuno publicar simultáneamente en castellano como en inglés (a través de los cuadernos de Libertarian Anthology) éste examen filosófico, porque leer a David Wieck es transitar por un camino nuevo del ideal libertario.
David Wieck no es ningún advenedizo en el campo de las ideas anarquistas. Fue el animador, durante varios años, de “Resistance”, una publicación libertaria estadounidense que destacaba por su seriedad y el planteamiento de los temas. Sus trabajos han sido acogidos con beneplácito en nuestras publicaciones ácratas de Inglaterra y de los Estados Unidos y su condición de estudioso está sobradamente cimentada por su tránsito en las aulas universitarias. Era estudiante fervoroso de la Columbia University de Nueva York cuando estallo la Segunda conflagración mundial y por su condición de pacifista negose a la conscripción militar obligatoria por lo que fue condenado y encarcelado durante varios años. Nos hallamos, pues, frente al hombre que ratifica con su vida lo que abraza con sus ideas, frente al que “escribe con su propia sangre”, como decía Nietzsche o, más hacia nosotros, en el tiempo, como reivindica Ernesto Sábato cuando desenmascara a los inconsecuentes de doble trayectoria según sean hechos, según sean textos: “Cada día sospecho más de los escritores que pueden ser separados de su calidad de hombre”.
Al terminar la guerra benefició de una reducción de condena y fue cuando sus escritos empezaron a difundirse entre las toldas libertarias y muy especialmente en “Resistance” de Nueva York de la que terminó siendo director.
Decidió continuar sus estudios en la Universidad de Columbia doctorándose, finalmente, en Filosofía cuya cátedra ejerce, actualmente, en Troy.
Es bajo un punto de vista filosófico que Wieck encara la negatividad del anarquismo y, dentro de este enfoque filosófico donde hay manifiestas inclinaciones individualistas, el pacifismo juega un importante papel.
El titulo del trabajo “La Negatividad del Anarquismo” contiene, con todo, la idea principal del autor. Para Wieck y de acuerdo con sus propias palabras: “hay una tarea negativa que tiene que ser cumplida antes de que podamos descubrirnos genuinamente como seres humanos y comprender nuestra relación con los demás. Por lo tanto, en todos los aspectos, el anarquismo es, considerado como idea, esencialmente negativo.”
Algunos pensaran en el “Para construir hay que destruir primero” de Bakunin mas bastará sumergirse en la lectura del ensayo de Wieck para que bien pronto nos demos cuenta que la negatividad de nuestro autor enfoca planos bien distintos a los señalados por Bakunin
En este trabajo presento una opinión sobre el anarquismo, un método para comprenderlo en términos de una base común, que espero hará evidente su importancia y su significado. Es un empeño problemático que difiere mucho del estudio del pensamiento por parte de solamente un escritor anarquista. Es una tarea que exige decisiones acerca de lo que es esencial en las diversas tradiciones anarquistas, y con un riesgo considerable de que el resultado refleje más mis propias tendencias o predilecciones que el anarquismo, pasado o actual. En consecuencia el presente ensayo es más bien la expresión de mi intuición, basada principalmente en mi experiencia personal del anarquismo, que lo que es medular en él y lo que es más meritorio en el sentido de exposición sobre la sociedad humana y sobre el ser humano. En el curso de este esfuerzo reflexivo para expresar mi intuición con la mayor precisión posible he llegado a ver cierto número de puntos fundamentales de una manera completamente nueva e instructiva para mí mismo.
Mi manera de razonar será objetiva y destinada a la especulación filosófica. No obstante, deseo que quede claro, convenido, de que lo que cada individuo piensa y afirma conocer de una manera objetiva es inseparable de sus propias convicciones y de que comparto ampliamente la actitud u orientación de lo que yo identifico como anarquista.
Como digo más adelante, la perspectiva del anarquismo, considerada como una idea viva más que una posibilidad intelectual, es una perspectiva de los hombres oprimidos a cuya cólera ante la opresión que ellos y sus compañeros sufren, el anarquismo les da una voz; el objetivo del anarquismo es servir como medio para poner fin a tal opresión. Hasta qué punto le es posible al hombre conocer a fondo el significado de las condiciones de vida que no le son propias -cuestión que ha sido planteada vigorosamente por negros y por mujeres- no estoy seguro. Sea lo que sea, estoy convencido de que el anarquismo puede ser significativo solamente si tiene un sentido concreto de la “realidad social” -temo no conocer un término más apropiado- de la que ha surgido.
I. La Idea Anarquista
Para una concepción preliminar del anarquismo y de lo que yo entiendo como base común del mismo, la comparación y contraste del papel desempeñado por las “ideas” y la “ideología” en la historia del socialismo y del anarquismo ofrece un enfoque apropiado, menos tortuoso de lo que parece a primera vista.
Al anarquismo se le denomina a menudo como ideología, y teniendo en cuenta los diversos significados de un término que cada uno define a su manera, la caracterización sería correcta aunque no muy ilustrativa. Yo prefiero definir la ideología, en el espíritu de Marx y de Mannheim, como un sistema de creencia apriorístico y racional que sirve para justificar y mixtificar en su nombre el dominio y el poder de algún grupo social o complejo institucional. (Mi definición comprende ideologías transcendentales, o sea, tanto teología como ideologías sociales). Aunque yo opino que la misma posee una utilidad teórica mucho más amplia, el lector es libre de considerar tal definición, que tendrá una función temática en mi discusión, como un medio destinado a hacer útiles distinciones para poner en claro la condición del anarquismo.
El socialismo, antes de Marx, expresaba un ideal incompletamente determinado y abstracto que se podría describir aproximadamente como la abolición de la propiedad burguesa, de la explotación económica, de la división de clases, vindicación de la dignidad del trabajo e institución de la producción para su uso. Filosóficamente y considerándolo como una ciencia social, Marx intento crear en el socialismo una teoría de método y una justificación para sus objetivos. Subsecuentemente en las variantes, históricamente importantes, del socialismo, la “teoría marxista” o, acaso más exactamente, la filosofía y metodología de Engels, convenientemente definidas, se convirtieron en una verdad doctrinal: en primer lugar en la Social-democracia alemana y en el DeLeonismo americano, y luego en el Leninismo y sus derivados. “Ortodoxia”, “desviación”, “revisionismo” y el resto de un vocabulario de un rígido sistema de estilo teológico, reforzado por un partido centralizado, serial de transición. Ésta última etapa del marxismo, estos sistemas de verdad, son plenamente ideológicos en el sentido de la definición dada más arriba.
(Que los diversos marxismos que forman parte de la escena mundial histórica son sistemas de creencia apriorísticos que reposan sobre fundamentos definitivos es un hecho ampliamente reconocido en los ejemplos leninistas. Si es menos común considerar al leninismo como justificando o mixtificando en nombre de un grupo social dominante es debido a que, bajo el punto de vista burgués, también ideológico, se parece a una fe dedicada en ganar prosélitos. Yo considero su función primordial como una justificación del dominio de los dirigentes del partido sobre sus miembros, del dominio, presente o futuro, del partido sobre las masas, y del dominio del Estado, controlado por el partido, sobre la sociedad y de la mitificación del pueblo. Es así que el marxismo leninismo resulta ser una ideología de dominio estatal que se funde -se apropia o quizás es apropiada por ellas- con las ideologías de nacionalismo. La socialdemocracia, naturalmente, se acomoda con la ideología capitalista).
En contraste, el anarquismo, aunque no enteramente libre de tendencia ideológica, nunca ha sido dominado o delimitado por las teorías de sus defensores filosóficos o científicos. Los anarquistas partidarios de una unificación doctrinal, usualmente con el tiempo se han afiliado a partidos marxistas, así como los que abogan (a menudo las mismas personas) por organizaciones, con estructuras de partidos, destinadas a guiar y dirigir los movimientos populares de la revolución social. En la creencia anarquista es fundamental que ningún individuo, ninguna teoría, ningún proceso histórico, está situado más alto que uno mismo, y que la vida no cede primacía al pensamiento abstracto de ella misma. En consecuencia el legado más significante se encuentra en ciertos valores y especialmente en principios, en la vida de personas ejemplares y heroicas y en experiencias extraordinarias. Resolución y acción, conocimiento de los propios deseos y objetivos es lo que importa; lo que significa que las acusaciones marxistas de voluntarismo no calumnian al anarquismo.
La clasificación de Mannheim acerca del anarquismo, al que califica de utópico mas que ideológico -porque el anarquismo trata de romper y no de sostener el presente social- es hasta cierto punto recomendable pero no suficientemente precisa e incluso perjudicial tanto más que para Mannheim “utópico” (lo mismo que “ideológico”) era un término de contraste a los métodos realistas del socio cientificismo liberal.
Al anarquismo, no ideológico y anterior a la filosofía y a la ciencia, se le puede calificar, aunque con algún embarazo semántica, de Idea: un lenguaje familiar a algunos anarquistas, sobre todo a los de la tradición española e italiana.
La calificación como Idea sitúa al anarquismo en esa constelación o cosmos de Ideas, semejantes en espíritu la una de la otra, aunque no del todo plenamente concordantes, que alcanzaran mayor significado en el siglo XVIII y principios del XIX en Europa y en las Américas: Ideas de socialismo, razón, libertad, igualdad, democracia, humanidad, progreso, historia, nación. Algunas de dichas ideas, tales como el anarquismo y el socialismo, expresaban directamente ideas sociales; algunas, entre ellas socialismo y la idea de nación, igualmente fatalistas, se convirtieron en la fuente de ideologías posteriores. Carecemos de un nombre concreto para tal sistema del pensamiento pre-ideológico, acaso idealístico sea el más adecuado, pero empleado en un sentido que sea pre-filosófico y discontinuo del idealismo filosófico.
(El significado de Idea en este caso no es el que Hegel le diera sino el modo de pensar posterior que él mismo intento comprender y apropiar. Hegel reprocha las ideas “abstractas” en el curso de la Revolución Francesa, sin darse cuenta o prefiriendo no ver que, aun siendo empleadas, sin duda alguna, como abstracciones manipuladas, ideológicamente, por los detentores del nuevo poder, eran bastante significativas y concretas para el pobre y el oprimido)
Una idea como el anarquismo, tal como yo lo concibo, es un pensamiento, una convicción, un deseo, un objetivo, una visión de vida, cuya naturaleza es una insistencia para que sea realizada y cuyo significado completo se pondrá de manifiesto solamente cuando se realice. El anarquismo expresa una potencialidad del ser humano, reconocible por seres humanos y digno de ser considerado como un objetivo que en conjunto se esfuerzan en consumar. El anarquismo existe en (y a título de) movimientos sociales, en movimientos intelectuales y en las vidas, acciones y experiencias de las personas. Tiene fundamento en el presente social; tiene objetividad y posible realidad como objetivo social. Aunque capaz de articulación, el anarquismo no es esencialmente conceptual y ciertamente no es racionalista. En su núcleo, como materia prima, como fuente material hallamos sentimientos - sentimientos acerca de las relaciones entre seres humanos, acerca de la identidad y del valor, acerca de los seres humanos mismos.
Con el presente ensayo originalmente publicado en Septiembre 1977 en el número 32 de la revista “Ruta”, nos situamos dentro de una cierta heterodoxia. Nada nuevo para nosotros ya que hemos incurrido esta índole de herejías en anteriores oportunidades. Lo hacemos conscientes de que es necesario sacudir de vez en cuando los cuerpos de doctrina sociales si no queremos que se anquilosen y el anarquismo, por su condición de vanguardia permanente, esta en la obligación de ejercitarse todos los días poniendo a prueba la solidez de sus estructuras, los cimientos de su ideal, dado que frente a él se halla una sociedad cambiante, agresiva, estatófila, egoísta y suicida.
El enfoque filosófico, químicamente puro, como el ofrecido por David Thoreau Wieck en su obra “La negatividad del anarquismo” nos ha parecido oportuno darlo nuevamente a conocer.
David Wieck nació en 1921, de padres que también fueron reconocidos activistas en sus días. Escribió unas memorias inusualmente perspicaz sobre su madre, “Woman from Spillertown: A Memoir of Agnes Burns Wieck”, La mujer de Spillertown: Unas Memorias de Agnes Burns Wieck, era conocida como “la Madre Jones de Illinois” por su militancia como sindicalista. Lamentablemente éste pensador, escritor, pedagogo y activista libertario falleció el 1 de Julio 1997.
Los principios e ideas sociales de Wieck le llevaron finalmente a la cárcel durante 34 meses como objetor de conciencia durante la segunda Guerra mundial. Como bien dijo, “fue ahí donde aprendí los métodos de resistencia pacifica y... lo que significa una huelga de hambre cuando también me declaré en solidaridad con varios más objetores de conciencia durante un periodo de diez días.”
En los años 70 del siglo pasado Wieck nos advertía del “…crecimiento de interés por el anarquismo y la tendencia de algunos marxistas en revisar al marxismo encaminándolo por cauces libertarios…”. En el año 2012 dicha tendencia se repite en el mundo anglo-sajón y particularmente en Australia por organizaciones como la Internacional Socialista, la Alternativa Socialista y la Alianza Socialista. Esto nos obliga porque no podemos permanecer de brazos cruzados frente a éstas incursiones de las avanzadillas marxistas en nuestros predios anarquistas en publicar este trabajo de Wieck, que montó su guardia con su arma suprema siendo la de la negatividad: “el anarquismo puede ser considerado como procediendo de la hipótesis de que hay una tarea negativa que tiene que ser cumplida... el anarquismo nos puede decir lo que tenemos que desaprender para ser libre, pero no nos puede decir cómo utilizar esa libertad: el anarquismo no impone ningún tipo de vida sobre nosotros, nos reta a hacer una vida digna, para librarnos de todos los vestigios de la autoridad del poder, de la autoridad política.”
Por éstas mismas razones hemos creído oportuno publicar simultáneamente en castellano como en inglés (a través de los cuadernos de Libertarian Anthology) éste examen filosófico, porque leer a David Wieck es transitar por un camino nuevo del ideal libertario.
desde el exilio Diciembre de 2012
Editorial de Ruta Septiembre 1977
Cuando David Thoreau Wieck, del Instituto Politécnico Rensselaer en
el Estado de Nueva York, nos mandó el trabajo que presentamos en este
número de RUTA nos señalaba que había sido escrito pensando en una
publicación filosófica y que “la traducción os podrá plantear algunos
problemas”. Traspasamos el desafió a nuestro colaborador y amigo en el
Canadá, Eduardo Vivancos (“Un Idioma para todos: el Esperanto”, RUTA No.
17) y creemos que ha salido airoso de la empresa. El lector juzgará.David Wieck no es ningún advenedizo en el campo de las ideas anarquistas. Fue el animador, durante varios años, de “Resistance”, una publicación libertaria estadounidense que destacaba por su seriedad y el planteamiento de los temas. Sus trabajos han sido acogidos con beneplácito en nuestras publicaciones ácratas de Inglaterra y de los Estados Unidos y su condición de estudioso está sobradamente cimentada por su tránsito en las aulas universitarias. Era estudiante fervoroso de la Columbia University de Nueva York cuando estallo la Segunda conflagración mundial y por su condición de pacifista negose a la conscripción militar obligatoria por lo que fue condenado y encarcelado durante varios años. Nos hallamos, pues, frente al hombre que ratifica con su vida lo que abraza con sus ideas, frente al que “escribe con su propia sangre”, como decía Nietzsche o, más hacia nosotros, en el tiempo, como reivindica Ernesto Sábato cuando desenmascara a los inconsecuentes de doble trayectoria según sean hechos, según sean textos: “Cada día sospecho más de los escritores que pueden ser separados de su calidad de hombre”.
Al terminar la guerra benefició de una reducción de condena y fue cuando sus escritos empezaron a difundirse entre las toldas libertarias y muy especialmente en “Resistance” de Nueva York de la que terminó siendo director.
Decidió continuar sus estudios en la Universidad de Columbia doctorándose, finalmente, en Filosofía cuya cátedra ejerce, actualmente, en Troy.
Es bajo un punto de vista filosófico que Wieck encara la negatividad del anarquismo y, dentro de este enfoque filosófico donde hay manifiestas inclinaciones individualistas, el pacifismo juega un importante papel.
El titulo del trabajo “La Negatividad del Anarquismo” contiene, con todo, la idea principal del autor. Para Wieck y de acuerdo con sus propias palabras: “hay una tarea negativa que tiene que ser cumplida antes de que podamos descubrirnos genuinamente como seres humanos y comprender nuestra relación con los demás. Por lo tanto, en todos los aspectos, el anarquismo es, considerado como idea, esencialmente negativo.”
Algunos pensaran en el “Para construir hay que destruir primero” de Bakunin mas bastará sumergirse en la lectura del ensayo de Wieck para que bien pronto nos demos cuenta que la negatividad de nuestro autor enfoca planos bien distintos a los señalados por Bakunin
La negatividad del anarquismo
El anarquismo es abiertamente pluralístico en el sentido de que existen muchos “filósofos” y muchas “escuelas” sin más punto común que el rechazo de la soberanía política implícito en an-arquía. Con razón el anarquismo es frecuentemente considerado como una familia de ideas relacionadas entre sí que niegan la legitimidad del Estado y que proponen su abolición. Tal punto de vista, a pesar de que muchos textos apoyándolo podrían ser citados, es estrecho, tengamos en cuenta que el anarquismo no es simplemente antiestatal; el anarquismo es, sobre todo, una idea o una teoría de la libertad. Pero las expresiones “no es simplemente” y “libertad” son indefinidas y requieren elucidación.En este trabajo presento una opinión sobre el anarquismo, un método para comprenderlo en términos de una base común, que espero hará evidente su importancia y su significado. Es un empeño problemático que difiere mucho del estudio del pensamiento por parte de solamente un escritor anarquista. Es una tarea que exige decisiones acerca de lo que es esencial en las diversas tradiciones anarquistas, y con un riesgo considerable de que el resultado refleje más mis propias tendencias o predilecciones que el anarquismo, pasado o actual. En consecuencia el presente ensayo es más bien la expresión de mi intuición, basada principalmente en mi experiencia personal del anarquismo, que lo que es medular en él y lo que es más meritorio en el sentido de exposición sobre la sociedad humana y sobre el ser humano. En el curso de este esfuerzo reflexivo para expresar mi intuición con la mayor precisión posible he llegado a ver cierto número de puntos fundamentales de una manera completamente nueva e instructiva para mí mismo.
Mi manera de razonar será objetiva y destinada a la especulación filosófica. No obstante, deseo que quede claro, convenido, de que lo que cada individuo piensa y afirma conocer de una manera objetiva es inseparable de sus propias convicciones y de que comparto ampliamente la actitud u orientación de lo que yo identifico como anarquista.
Como digo más adelante, la perspectiva del anarquismo, considerada como una idea viva más que una posibilidad intelectual, es una perspectiva de los hombres oprimidos a cuya cólera ante la opresión que ellos y sus compañeros sufren, el anarquismo les da una voz; el objetivo del anarquismo es servir como medio para poner fin a tal opresión. Hasta qué punto le es posible al hombre conocer a fondo el significado de las condiciones de vida que no le son propias -cuestión que ha sido planteada vigorosamente por negros y por mujeres- no estoy seguro. Sea lo que sea, estoy convencido de que el anarquismo puede ser significativo solamente si tiene un sentido concreto de la “realidad social” -temo no conocer un término más apropiado- de la que ha surgido.
I. La Idea Anarquista
Para una concepción preliminar del anarquismo y de lo que yo entiendo como base común del mismo, la comparación y contraste del papel desempeñado por las “ideas” y la “ideología” en la historia del socialismo y del anarquismo ofrece un enfoque apropiado, menos tortuoso de lo que parece a primera vista.
Al anarquismo se le denomina a menudo como ideología, y teniendo en cuenta los diversos significados de un término que cada uno define a su manera, la caracterización sería correcta aunque no muy ilustrativa. Yo prefiero definir la ideología, en el espíritu de Marx y de Mannheim, como un sistema de creencia apriorístico y racional que sirve para justificar y mixtificar en su nombre el dominio y el poder de algún grupo social o complejo institucional. (Mi definición comprende ideologías transcendentales, o sea, tanto teología como ideologías sociales). Aunque yo opino que la misma posee una utilidad teórica mucho más amplia, el lector es libre de considerar tal definición, que tendrá una función temática en mi discusión, como un medio destinado a hacer útiles distinciones para poner en claro la condición del anarquismo.
El socialismo, antes de Marx, expresaba un ideal incompletamente determinado y abstracto que se podría describir aproximadamente como la abolición de la propiedad burguesa, de la explotación económica, de la división de clases, vindicación de la dignidad del trabajo e institución de la producción para su uso. Filosóficamente y considerándolo como una ciencia social, Marx intento crear en el socialismo una teoría de método y una justificación para sus objetivos. Subsecuentemente en las variantes, históricamente importantes, del socialismo, la “teoría marxista” o, acaso más exactamente, la filosofía y metodología de Engels, convenientemente definidas, se convirtieron en una verdad doctrinal: en primer lugar en la Social-democracia alemana y en el DeLeonismo americano, y luego en el Leninismo y sus derivados. “Ortodoxia”, “desviación”, “revisionismo” y el resto de un vocabulario de un rígido sistema de estilo teológico, reforzado por un partido centralizado, serial de transición. Ésta última etapa del marxismo, estos sistemas de verdad, son plenamente ideológicos en el sentido de la definición dada más arriba.
(Que los diversos marxismos que forman parte de la escena mundial histórica son sistemas de creencia apriorísticos que reposan sobre fundamentos definitivos es un hecho ampliamente reconocido en los ejemplos leninistas. Si es menos común considerar al leninismo como justificando o mixtificando en nombre de un grupo social dominante es debido a que, bajo el punto de vista burgués, también ideológico, se parece a una fe dedicada en ganar prosélitos. Yo considero su función primordial como una justificación del dominio de los dirigentes del partido sobre sus miembros, del dominio, presente o futuro, del partido sobre las masas, y del dominio del Estado, controlado por el partido, sobre la sociedad y de la mitificación del pueblo. Es así que el marxismo leninismo resulta ser una ideología de dominio estatal que se funde -se apropia o quizás es apropiada por ellas- con las ideologías de nacionalismo. La socialdemocracia, naturalmente, se acomoda con la ideología capitalista).
En contraste, el anarquismo, aunque no enteramente libre de tendencia ideológica, nunca ha sido dominado o delimitado por las teorías de sus defensores filosóficos o científicos. Los anarquistas partidarios de una unificación doctrinal, usualmente con el tiempo se han afiliado a partidos marxistas, así como los que abogan (a menudo las mismas personas) por organizaciones, con estructuras de partidos, destinadas a guiar y dirigir los movimientos populares de la revolución social. En la creencia anarquista es fundamental que ningún individuo, ninguna teoría, ningún proceso histórico, está situado más alto que uno mismo, y que la vida no cede primacía al pensamiento abstracto de ella misma. En consecuencia el legado más significante se encuentra en ciertos valores y especialmente en principios, en la vida de personas ejemplares y heroicas y en experiencias extraordinarias. Resolución y acción, conocimiento de los propios deseos y objetivos es lo que importa; lo que significa que las acusaciones marxistas de voluntarismo no calumnian al anarquismo.
La clasificación de Mannheim acerca del anarquismo, al que califica de utópico mas que ideológico -porque el anarquismo trata de romper y no de sostener el presente social- es hasta cierto punto recomendable pero no suficientemente precisa e incluso perjudicial tanto más que para Mannheim “utópico” (lo mismo que “ideológico”) era un término de contraste a los métodos realistas del socio cientificismo liberal.
Al anarquismo, no ideológico y anterior a la filosofía y a la ciencia, se le puede calificar, aunque con algún embarazo semántica, de Idea: un lenguaje familiar a algunos anarquistas, sobre todo a los de la tradición española e italiana.
La calificación como Idea sitúa al anarquismo en esa constelación o cosmos de Ideas, semejantes en espíritu la una de la otra, aunque no del todo plenamente concordantes, que alcanzaran mayor significado en el siglo XVIII y principios del XIX en Europa y en las Américas: Ideas de socialismo, razón, libertad, igualdad, democracia, humanidad, progreso, historia, nación. Algunas de dichas ideas, tales como el anarquismo y el socialismo, expresaban directamente ideas sociales; algunas, entre ellas socialismo y la idea de nación, igualmente fatalistas, se convirtieron en la fuente de ideologías posteriores. Carecemos de un nombre concreto para tal sistema del pensamiento pre-ideológico, acaso idealístico sea el más adecuado, pero empleado en un sentido que sea pre-filosófico y discontinuo del idealismo filosófico.
(El significado de Idea en este caso no es el que Hegel le diera sino el modo de pensar posterior que él mismo intento comprender y apropiar. Hegel reprocha las ideas “abstractas” en el curso de la Revolución Francesa, sin darse cuenta o prefiriendo no ver que, aun siendo empleadas, sin duda alguna, como abstracciones manipuladas, ideológicamente, por los detentores del nuevo poder, eran bastante significativas y concretas para el pobre y el oprimido)
Una idea como el anarquismo, tal como yo lo concibo, es un pensamiento, una convicción, un deseo, un objetivo, una visión de vida, cuya naturaleza es una insistencia para que sea realizada y cuyo significado completo se pondrá de manifiesto solamente cuando se realice. El anarquismo expresa una potencialidad del ser humano, reconocible por seres humanos y digno de ser considerado como un objetivo que en conjunto se esfuerzan en consumar. El anarquismo existe en (y a título de) movimientos sociales, en movimientos intelectuales y en las vidas, acciones y experiencias de las personas. Tiene fundamento en el presente social; tiene objetividad y posible realidad como objetivo social. Aunque capaz de articulación, el anarquismo no es esencialmente conceptual y ciertamente no es racionalista. En su núcleo, como materia prima, como fuente material hallamos sentimientos - sentimientos acerca de las relaciones entre seres humanos, acerca de la identidad y del valor, acerca de los seres humanos mismos.
viernes, 11 de enero de 2013
Persephone
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Adiós, 2012; bienvenido, 2013
El 2012 ha sido un año difícil e intenso. Desde los tiempos de la
dictadura franquista, la burguesía clerical y criminal del estado
español nunca había mostrado tan claramente su verdadero rostro como
ahora. Ellos lo tienen claro: nosotr@s, el pueblo trabajador, somos la
chusma, somos únicamente consumidores y pagadores de impuestos, somos
víctimas, desgraciad@s, monigotes sin derechos a quiénes pueden (y
deben) exprimir hasta la muerte.
Todas las mentiras que nos han hecho creer desde hace generaciones han caído bruscamente. No hay democracia, no existe la libertad o la igualdad. Mandan los mercados, los banqueros y los grandes empresarios, a través de una casta política corrupta que inventa leyes a su medida, y a través de los cuerpos de represión del estado, que nos destruyen físicamente cuando la mentira de la ley no es suficiente.
Despertar de un sueño es difícil, pero ya no podemos permitirnos el lujo de creer en fantasías. Hay que reaccionar, hay que salir a la calle, hay que resistirse, hay que acabar con el sistema y crear un nuevo mundo, donde el concepto “democracia” no sea una palabra vacía e hipócrita, sino todo lo contrario, un concepto del que sentirse orgullos@: la mayor y mejor expresión de la igualdad, la justicia social y la solidaridad entre personas y pueblos. La única democracia posible y deseable es aquella que se consigue a través de asambleas populares, igualitarias y horizontales. Asambleas en cada barrio y centro de trabajo, en las ciudades y en los campos. Delegar responsabilidades nos ha llevado a esta situación. Es hora de superar el miedo y tomar el destino con nuestras propias manos.
Durante este 2012 hemos salido a la calle y hemos luchado. Hemos tenido nuestras pequeñas victorias y nuestras amargas derrotas. Pero hemos luchado y hemos ganado batallas: a nivel global y a nivel local, a corto plazo y a largo plazo. Luchando por destruir el sistema capitalista, pero también preocupados por el bienestar concreto y diario de las víctimas del sistema.
Podemos tomar dos caminos: el camino derrotista o el camino de la lucha. Podemos decir que todo está mal, que la gente es estúpida, que nadie quiere combatir contra el sistema, que lo tenemos peor que nunca. O podemos luchar, dejar de llorar, ver en qué nos hemos equivocado y solucionar nuestros errores.
El año 2012 ha sido un reto. Con nuestros aciertos y errores, con nuestras reducidas fuerzas y con casi todo en nuestra contra, lo hemos superado. Podemos sentirnos orgullos@s, porque no nos han domado ni doblegado. Sintámonos orgullos@s sin olvidar nunca que todavía queda mucha lucha por delante, y que la victoria final se consigue día a día. Debemos tener claro que para ganar esta asquerosa e inhumana guerra, nuestra única fuerza verdadera es la acción directa de la mayoría de la población, del pueblo trabajador y explotado, de trabajadores y trabajadoras, de nuestros mayores y de nuestra juventud. No hay otro camino, no hay otra forma.
El año 2013 será un reto mayor. No tenemos miedo. Al contrario: Ellos, nuestros amos, los privilegiados, deberían tener miedo. El 2013 será un infierno, pero también nos proporcionará muchas posibilidades de acabar, de una vez por todas, con este sistema que tanto dolor y sufrimiento nos causa.
Cada generación tiene su momento para destruir el sistema capitalista: nuestros padres y madres, durante la "transición" de los años 70; nuestr@s abuel@s, durante la guerra civil; ahora nos toca a nosotr@s. No desaprovechemos este momento con gilipolleces o serán nuestr@s hij@s los que tengan que resolvernos la papeleta. Y para mis hij@s quiero un mundo mejor, no la misma mierda que se me estoy comiendo yo, la misma mierda que se comieron mi padre y mi madre y mis abuel@s.
Juajo Muñoz
Todas las mentiras que nos han hecho creer desde hace generaciones han caído bruscamente. No hay democracia, no existe la libertad o la igualdad. Mandan los mercados, los banqueros y los grandes empresarios, a través de una casta política corrupta que inventa leyes a su medida, y a través de los cuerpos de represión del estado, que nos destruyen físicamente cuando la mentira de la ley no es suficiente.
Despertar de un sueño es difícil, pero ya no podemos permitirnos el lujo de creer en fantasías. Hay que reaccionar, hay que salir a la calle, hay que resistirse, hay que acabar con el sistema y crear un nuevo mundo, donde el concepto “democracia” no sea una palabra vacía e hipócrita, sino todo lo contrario, un concepto del que sentirse orgullos@: la mayor y mejor expresión de la igualdad, la justicia social y la solidaridad entre personas y pueblos. La única democracia posible y deseable es aquella que se consigue a través de asambleas populares, igualitarias y horizontales. Asambleas en cada barrio y centro de trabajo, en las ciudades y en los campos. Delegar responsabilidades nos ha llevado a esta situación. Es hora de superar el miedo y tomar el destino con nuestras propias manos.
Durante este 2012 hemos salido a la calle y hemos luchado. Hemos tenido nuestras pequeñas victorias y nuestras amargas derrotas. Pero hemos luchado y hemos ganado batallas: a nivel global y a nivel local, a corto plazo y a largo plazo. Luchando por destruir el sistema capitalista, pero también preocupados por el bienestar concreto y diario de las víctimas del sistema.
Podemos tomar dos caminos: el camino derrotista o el camino de la lucha. Podemos decir que todo está mal, que la gente es estúpida, que nadie quiere combatir contra el sistema, que lo tenemos peor que nunca. O podemos luchar, dejar de llorar, ver en qué nos hemos equivocado y solucionar nuestros errores.
El año 2012 ha sido un reto. Con nuestros aciertos y errores, con nuestras reducidas fuerzas y con casi todo en nuestra contra, lo hemos superado. Podemos sentirnos orgullos@s, porque no nos han domado ni doblegado. Sintámonos orgullos@s sin olvidar nunca que todavía queda mucha lucha por delante, y que la victoria final se consigue día a día. Debemos tener claro que para ganar esta asquerosa e inhumana guerra, nuestra única fuerza verdadera es la acción directa de la mayoría de la población, del pueblo trabajador y explotado, de trabajadores y trabajadoras, de nuestros mayores y de nuestra juventud. No hay otro camino, no hay otra forma.
El año 2013 será un reto mayor. No tenemos miedo. Al contrario: Ellos, nuestros amos, los privilegiados, deberían tener miedo. El 2013 será un infierno, pero también nos proporcionará muchas posibilidades de acabar, de una vez por todas, con este sistema que tanto dolor y sufrimiento nos causa.
Cada generación tiene su momento para destruir el sistema capitalista: nuestros padres y madres, durante la "transición" de los años 70; nuestr@s abuel@s, durante la guerra civil; ahora nos toca a nosotr@s. No desaprovechemos este momento con gilipolleces o serán nuestr@s hij@s los que tengan que resolvernos la papeleta. Y para mis hij@s quiero un mundo mejor, no la misma mierda que se me estoy comiendo yo, la misma mierda que se comieron mi padre y mi madre y mis abuel@s.
Juajo Muñoz
EN ESTE 2013
Iniciamos
un nuevo año y aunque sea un topicazo no podemos dejar pasar la oportunidad de
hacer balance de lo pasado y realizar una pequeña reflexión sobre lo que está
por llegar.
En definitiva, hay que ser capaces de comprender que sin esfuerzo y sacrificio (obviamente acompañado de la alegría que da el ser coherente en tu día a día). No hay verdadero cambio sin estar dispuestos a perder todo aquello que creemos poseer, sin esto no es posible la ansiada revolución.
Fuente:Quebrantando el silencio
Venimos
de un año que nos ha arrastrado un poco más hacia ese pozo sin fondo que es la
estafa capitalista de la crisis. En su nombre (el de la crisis) todos los
ámbitos de nuestra vida se han precarizado de manera radical hasta ponernos en
una situación teóricamente insostenible, digo teóricamente porque la capacidad
de aguante y la credulidad de las personas no deja de asombrarme cada día que
pasa.
Más
de once millones y medio de personas en riesgo de pobreza o exclusión social en
todo el Estado, un paro cercano a los seis millones, un 22% de los hogares
españoles (prácticamente 1 de cada 4) están por debajo del umbral de la pobreza,
la brecha económica entre ricos y pobres se agranda a cada segundo, más de
80.000 desahucios a causa de la codicia y el terrorismo bancario,…
Todo
esto acompañado por la actuación de un gobierno que al igual que su predecesor,
se ha dedicado a realizar la doble función que tiene encomendada dentro del
sistema capitalista: proteger y favorecer los intereses del capital (que al fin
y al cabo son los suyos) y fortalecer su propia estructura, esencialmente
represora. Así, venimos sufriendo la desposesión de todo derecho laboral y la
imposición de un trabajo esclavo (o lo tomas o en la calle, hay cien mil que lo
quieren, te dicen) en aras de eso que se llama competitividad y que no es otra
cosa que abaratar costes de producción (a base de bajar salarios y subir
jornadas laborales) para aumentar los beneficios empresariales. El progresivo
desmantelamiento de los servicios públicos para poder hacer negocio y sacar
beneficios de la educación y la salud de las personas; a la vez que dedicar
miles de millones que dejamos de invertir en ellos, a transferirlos a las
cuentas de resultados de los bancos. Sin olvidar una reforma educativa que
pretende envilecer más si cabe la educación dejándola al nivel del mejor
nacional catolicismo. Sin embargo, no todo lo “público” se desmantela. Hemos
visto aumentar el gasto represor (policial y militar) y durante todo el año
hemos tenido muestras de sobra sobre cómo el Estado trata a las personas que
osan enfrentarse (ni que sea mínimamente) al sistema. La represión de cualquier
tipo de protesta ha sido brutal y sin contemplaciones, palizas, agresiones,
detenciones ilegales, multas, identificaciones aleatorias, persecución y un
largo etcétera.
Esto
es sólo un breve resumen, lo malo es que el 2013 se presenta infinitamente peor que el año pasado. La
profundización en las políticas de recortes (austeridad es el término técnico)
y desposesión de derechos irán en aumento. Amparados en los dictados del
Mercado y la Troika
y en la impunidad de la que se saben dueños, gracias a esa magnífica falacia de
la representatividad de un pueblo, seguirán con la misma línea de empobrecer a
la mayoría de la población para enriquecerse más y más un pequeña minoría que
no tiene el más mínimo atisbo de remordimiento frente a la miseria y la muerte
que están causando.
No
debemos engañarnos, estamos todavía lejos de vivir un periodo revolucionario (de
hecho está más cerca uno involucionario que otra cosa). No tenemos ni la
conciencia ni la valentía suficiente (al menos de momento) para emprender ese
viaje. Esto no es razón para desfallecer, todo lo contrario, es momento de
redoblar esfuerzos y no dejarse agotar ante la abrumadora evidencia del triunfo
del sistema.
En
este 2013 debemos tener presente las dos líneas de lucha que tenemos ante
nosotros.
Por
un lado, tenemos la pelea del día a día contra la incesante pérdida de derechos
y el aumento vertiginoso de la pobreza (tanto económica como social) a nuestro
alrededor. Ahí están la lucha sindical, no necesariamente a través de
sindicatos, en la esfera laboral; también tenemos los movimientos de defensa de
los servicios públicos, la labor del activismo en defensa del derecho a la
vivienda,… Todas estas luchas y muchas otras son necesarias e imprescindibles
en estos momentos de necesidad material absoluta. Además, cumplen un propósito
secundario como puerta de acceso a la lucha social de muchas personas que hasta
la fecha vivían en la aparente tranquilidad del “Estado de bienestar” y del “Capitalismo
amable”. Sin embargo, este constante ir a contracorriente de las decisiones
políticas no puede ni debe convertirse en un fin en sí mismo, es decir, no
podemos caer en la tentación de conformarnos con quedarnos como estábamos hace
unos años. El peligro de sucumbir a los cantos de sirena lanzados tanto desde
la socialdemocracia (y desde luego no me refiero al PSOE) como desde
posiciones, apenas disimuladas, neofascistas acerca de que la gran solución
pasa por imponer una regeneración democrática (qué miedo da esta expresión) y
las oportunas regulaciones en las reglas de juego del capitalismo.
Así
pues, hay que apoyar y participar de estas luchas pero no debemos perder la
perspectiva de que hay una segunda línea de lucha, de fondo, de sacrificio,
pero que es la que verdaderamente puede ofrecernos la posibilidad de llegar a
ese cambio revolucionario tan necesario por el bien de la humanidad y del
planeta.
Esta
segunda línea parte de la conciencia de que no es posible vivir de manera digna
y libre bajo este sistema cuyos cimientos se asientan en la explotación de todo
y de todos hasta la muerte. Y sobre esta certeza y desde la que nos ofrece la
observación directa acerca de que todo Estado no es más que un aparato montado
para administrar y gestionar los asuntos e intereses comunes de la clase
dominante y, para cuando la ocasión lo requiere, reprimir sistemáticamente a la
población; debemos trabajar fuera del radio de acción y de las normas del sistema.
En
lo personal, esta línea parte de la autoformación de esa conciencia crítica. Es
imprescindible desconectarse del consumo acrítico de información y empezar a
pensar por nosotros mismos. A partir de ahí, debe ser nuestro primer objetivo
crear, apoyar y participar activamente en la creación o mantenimiento de
iniciativas-proyectos que ofrezcan alternativas. Proyectos basados en la
autogestión (es imprescindible no depender económicamente) y la horizontalidad,
en formas de trabajo cooperativas y no competitivas que busquen el bien común y
no el lucro individual. De esta forma es imprescindible el disponer de una red
de medios de comunicación e información ajenos a la lógica del capital; es
indispensable el fortalecimiento y la ampliación de las iniciativas
cooperativistas y colectivistas como alternativa a la explotación capitalista;
es necesario el empoderamiento político y social de todas las personas a través
de asambleas populares donde poder participar y decidir sobre aspectos comunes
vitales; necesitamos con urgencia la creación de un “sistema educativo” (por
llamarlo de alguna forma) que ofrezca visiones y maneras diferentes de vivir.
En definitiva, hay que ser capaces de comprender que sin esfuerzo y sacrificio (obviamente acompañado de la alegría que da el ser coherente en tu día a día). No hay verdadero cambio sin estar dispuestos a perder todo aquello que creemos poseer, sin esto no es posible la ansiada revolución.
Fuente:Quebrantando el silencio
jueves, 10 de enero de 2013
México: Logran ganancias por $78mil millones los 42 bancos en el país
El que tenga oidos que escuche, el que tenga ojos que vea, el que todavía este dormido, que despierte...el que justifique este sistema de mierda...QUE SE JODA (vaya, como de costumbre).
Koan
Aumentaron 25% ganancias de la banca de enero a noviembre de 2012
Este martes la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) presentó la información estadística de las 42 instituciones de banca múltiple en operación al cierre de noviembre de 2012. Es un reporte donde se observa que, sólo por intereses, esas instituciones se embolsaron 44 mil 400 millones de pesos, es decir, 57 por ciento de sus ganancias, con todo y las restricciones e incertidumbre provocada por la crisis financiera internacional.
Según las cifras presentadas, la cartera de crédito total se elevó a 2 billones 708 mil millones de pesos, lo que representa un crecimiento de 12.5 por ciento medido de manera anualizada (de noviembre de 2011 al mismo mes de 2012).
De esa cartera, la deuda familiar, es decir, los créditos personales y de nómina, fue la de mayor crecimiento; 50.6 y 25.6 por ciento, respectivamente. Aunque pequeño, el segmento de créditos para la adquisición de bienes muebles registró un despegue de 59.7 por ciento.
Koan
Aumentaron 25% ganancias de la banca de enero a noviembre de 2012
Entre enero y noviembre de 2012 los
42 bancos comerciales integrantes de la llamada banca múltiple que
operan en el país obtuvieron 78 mil millones de pesos en utilidades
derivadas de los servicios financieros que ofrecen, pero particularmente
por el cobro de intereses entre su clientela. Las utilidades son casi
25 por ciento superiores respecto de los 63 mil millones registrados en
noviembre de 2011.
El rendimiento obtenido equivale a que cada una de esas instituciones
financieras ganó, en promedio, más de 5.5 millones de pesos por cada
día transcurrido en el lapso que abarca el reporte, incluidos feriados,
fines de semana y vacaciones. Pero es superior, por ejemplo, a los
ingresos previstos este año para el IMSS y el Issste, que de manera
conjunta obtendrán cerca de 73 millones de pesos en todo 2013.Este martes la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) presentó la información estadística de las 42 instituciones de banca múltiple en operación al cierre de noviembre de 2012. Es un reporte donde se observa que, sólo por intereses, esas instituciones se embolsaron 44 mil 400 millones de pesos, es decir, 57 por ciento de sus ganancias, con todo y las restricciones e incertidumbre provocada por la crisis financiera internacional.
Según las cifras presentadas, la cartera de crédito total se elevó a 2 billones 708 mil millones de pesos, lo que representa un crecimiento de 12.5 por ciento medido de manera anualizada (de noviembre de 2011 al mismo mes de 2012).
De esa cartera, la deuda familiar, es decir, los créditos personales y de nómina, fue la de mayor crecimiento; 50.6 y 25.6 por ciento, respectivamente. Aunque pequeño, el segmento de créditos para la adquisición de bienes muebles registró un despegue de 59.7 por ciento.
La cartera de crédito total de los estados financieros (de la banca múltiple) presentó un incremento de 12.5 por ciento en relación con el monto observado en igual mes de 2011, para ubicar su saldo en 2 billones 708 mil millones de pesos en noviembre de 2012. La cartera a empresas creció a una tasa anual de 7.7 por ciento; la dirigida a entidades gubernamentales, 13.5; la cartera de tarjetas de crédito, 16.6 por ciento, y los créditos a la vivienda se expandieron 9.1 puntos porcentuales en el mismo periodo de 12 meses, dijo la CNBV en su reporte.
Con mayor detalle, la información del organismo regulador precisa que
los segmentos de la cartera de crédito que destacan por su crecimiento en términos porcentuales son una vez más los créditos personales, con 50.6 por ciento; los créditos de nómina, con 25.6 puntos porcentuales, y los créditos a entidades financieras, 35.5 por ciento. Por otro lado, los incrementos en términos nominales más significativos se presentan en las carteras de empresas, con un aumento de 85 mil millones de pesos a 12 meses, seguidos de las carteras de estados y municipios, con 60 mil millones, y tarjeta de crédito, con 40 mil millones de pesos.
Crece la morosidad
El reporte de la CNBV también presenta indicadores del
índice de morosidad que presentan las diferentes carteras de crédito: en
el de tarjetas de crédito si bien se observa que el índice disminuyó de
5.01 por ciento de la cartera total a 4.89, en términos nominales el
incumpliemiento pasó de 11 mil 900 millones de pesos en noviembre de
2011, a 13 mil 600 millones un año después; en créditos personales pasó
de 4 mil 400 millones, a 6 mil 500 y en créditos de nómina la mora pasó
de 2 mil 400 millones a 4 mil 200 millones.
Fuente:La Jornada
martes, 8 de enero de 2013
Guerra Social, Tensión Antisocial
Excelente, reflexivo y provocador audio. Lo recomiendo ampliamente para meditar nuestro paradigma de lucha...
Koan
Nuestra socialización capitalista, patriarcal y
autoritaria nos ha entrenado para que nosotros mismos obstacu
licemos nuestro propio camino de lucha. Una
lucha que emprendemos inevitablemente como respuesta al malestar
generado por la misma cultura.
El primero de estos obstáculos es la noviolencia y la subjetividad ciudadanista, que nos enseña a no atacar al sistema sino a buscar el diálogo con él, colaborando en sus propios mecanismos—ya sean las elecciones, la prensa u otras instituciones. Y cuando nos amenaza con intensificar nuestra precariedad, nos enseña a reivindicar las viejas formas de explotación, como el estado de bienestar, en contra de las nuevas, en vez de buscar lo que nos va bien a nosotros y no a ellos. Al final, no es ninguna sorpresa que el Estado nos adoctrine con formas de lucha que no son capaces de amenazar la base de su propio poder.
Pero una vez superados estos obstáculos, las luchas populares demuestran una tendencia tan curiosa como trágica: la autotraición. Las pocas luchas que consiguen la fuerza colectiva necesaria para derrotar el sistema acaban restaurándolo. Ésto se puede ver en ejemplos tan distintos como el intento de los bolcheviques (que incluía, desgraciadamente, a un gran número de anarco-bolcheviques) de imponer una dictadura del proletariado; el intento de la CNT en el ’36 de evitar una dictadura mediante el camino de la colaboración en un frente unido; la evolución de las cooperativas y las fábricas ocupadas—ya sea en Mondragón, en el Torino del 1919 o en la Argentina del 2002—en otro modelo de negocio capitalista que acaba enseñando a los propios capitalistas como manejar a sus empleados de manera más productiva y menos conflictiva; y en general la recuperación por parte del sistema de una gran parte de los movimientos obreros, feministas y anticoloniales, movimientos considerados revolucionarios en sus principios.
En el fondo de esta tendencia a la derrota encontramos una contradicción en la definición misma de libertad. Por un lado, tenemos la definición occidental y democrática de libertad, construida a base de un concepto del individuo racional y a través de procesos históricos como la caza de brujas, la expropiación sangrienta de los bienes comunales, la colonización, el desarrollo de la medicina occidental y el desarrollo paralelo de la tortura, la alienación de los cuerpos y la privatización de los conocimientos.
Por otro lado, hay un concepto de libertad que queda por explorar, por expresar y por poner en práctica.
Este proceso de colonizar hasta nuestro concepto de libertad tiene un impacto actual en nuestra forma de concebir la militancia, la afinidad y la estrategia. Hasta la divergencia más evidente en los últimos años entre las posturas “sociales” y “antisociales” refleja la división de algo realmente indivisible.
El primero de estos obstáculos es la noviolencia y la subjetividad ciudadanista, que nos enseña a no atacar al sistema sino a buscar el diálogo con él, colaborando en sus propios mecanismos—ya sean las elecciones, la prensa u otras instituciones. Y cuando nos amenaza con intensificar nuestra precariedad, nos enseña a reivindicar las viejas formas de explotación, como el estado de bienestar, en contra de las nuevas, en vez de buscar lo que nos va bien a nosotros y no a ellos. Al final, no es ninguna sorpresa que el Estado nos adoctrine con formas de lucha que no son capaces de amenazar la base de su propio poder.
Pero una vez superados estos obstáculos, las luchas populares demuestran una tendencia tan curiosa como trágica: la autotraición. Las pocas luchas que consiguen la fuerza colectiva necesaria para derrotar el sistema acaban restaurándolo. Ésto se puede ver en ejemplos tan distintos como el intento de los bolcheviques (que incluía, desgraciadamente, a un gran número de anarco-bolcheviques) de imponer una dictadura del proletariado; el intento de la CNT en el ’36 de evitar una dictadura mediante el camino de la colaboración en un frente unido; la evolución de las cooperativas y las fábricas ocupadas—ya sea en Mondragón, en el Torino del 1919 o en la Argentina del 2002—en otro modelo de negocio capitalista que acaba enseñando a los propios capitalistas como manejar a sus empleados de manera más productiva y menos conflictiva; y en general la recuperación por parte del sistema de una gran parte de los movimientos obreros, feministas y anticoloniales, movimientos considerados revolucionarios en sus principios.
En el fondo de esta tendencia a la derrota encontramos una contradicción en la definición misma de libertad. Por un lado, tenemos la definición occidental y democrática de libertad, construida a base de un concepto del individuo racional y a través de procesos históricos como la caza de brujas, la expropiación sangrienta de los bienes comunales, la colonización, el desarrollo de la medicina occidental y el desarrollo paralelo de la tortura, la alienación de los cuerpos y la privatización de los conocimientos.
Por otro lado, hay un concepto de libertad que queda por explorar, por expresar y por poner en práctica.
Este proceso de colonizar hasta nuestro concepto de libertad tiene un impacto actual en nuestra forma de concebir la militancia, la afinidad y la estrategia. Hasta la divergencia más evidente en los últimos años entre las posturas “sociales” y “antisociales” refleja la división de algo realmente indivisible.
domingo, 6 de enero de 2013
A los resignados
Por Joseph Albert "Libertad"
Odio a los resignados, tanto como a los inmundos, como a los poltrones.
¡Odio la resignación! Odio la inmundicia, odio la inacción.
Odio al enfermo abatido por alguna fiebre maligna; odio al enfermo imaginario que con un poco de voluntad podría ponerse en pie.
Compadezco al hombre encadenado, rodeado de guardianes, aplastado por el peso del hierro y del número.
Odio a los soldados, postrados por el peso de un galón o tres estrellas; a los trabajadores, postrados por el peso del capital.
Estimo al hombre que dice lo que siente allí donde se encuentra; odio al votante en perpetua conquista de una mayoría.
Estimo al sabio aplastado bajo el peso de la investigación científica, odio al individuo que se postra bajo el peso de una fuerza desconocida, de una X cualquiera, de un Dios.
Odio a todos aquellos que cediendo a otros, por miedo, por resignación, una parte de su fuerza de hombres, no sólo se aplastan a sí mismos, sino también a mí, a todo lo que yo amo, bajo el peso de su infame concurso o de su estúpida inercia.
Odio, sí, los odio porque lo siento, siento que no me postro ante el galón del oficial, ante la banda del alcalde, ante el oro del capitalista, ante todas sus morales y religiones; desde hace tiempo sé que todo esto no son más que fruslerías que se rompen como el cristal... Yo estoy postrado bajo el peso de la resignación de otros. Odio la resignación.
Amo la vida.
Quiero vivir, no mezquinamente como los que no satisfacen más que una parte de sus músculos, de sus nervios, sino yendo más allá, satisfaciendo tanto los músculos faciales como los de las piernas, los riñones tanto como el cerebro.
No quiero entregar una parte del ahora a cambio de una parte ficticia del mañana, no quiero ceder nada del presente a cambio del viento del porvenir.
No quiero postrar nada de mí bajo las palabras “patria, Dios, honor”. Conozco muy bien el vacío de estas palabras: fantasmas religiosos y laicos.
Me burlo de las pensiones, de los paraísos; esperanzas utilizadas por el capital y la religión para mantener la resignación.
Me río de todos los que acumulan para la vejez y se privan en la juventud; de aquellos que, para comer a los sesenta, ayunan a los veinte.
Quiero comer mientras tenga los dientes fuertes para desgarrar y triturar carnes suculentas y saludables frutas, mientras mis jugos gástricos digieran sin ningún problema; quiero saciar mi sed con líquidos refrescantes y tónicos.
Quiero amar a las mujeres, o a la mujer que más convenga a nuestros comunes deseos, y no quiero resignarme a la familia, a la ley, al Código; nadie tiene derecho sobre nuestros cuerpos. Tu quieres, yo quiero.
Burlémonos de la familia, de la ley, antiguas formas de resignación.
Pero eso no es todo: puesto que tengo ojos y oídos quiero, además de comer, beber y hacer el amor, disfrutar de otras maneras. Quiero ver hermosas esculturas, hermosas pinturas, admirar a Rodin o a Monet. Quiero escuchar las mejores óperas de Beethoven o de Wagner. Quiero conocer los clásicos de la comedia, repasar el bagaje literario y artístico que ha ligado a los hombres del pasado con los del presente; o mejor, repasar la obra por siempre inacabada de la humanidad.
Quiero gozo para mí, para la compañera que elija, para mis hijos, para mis amigos. _ Quiero una casa para descansar agradablemente los ojos una vez terminado el trabajo.Porque quiero el gozo del trabajo también, ese gozo sano, ese gozo fuerte.
Quiero que mi brazos usen la sierra, el martillo, la pala, la guadaña. Que los músculos se desarrollen, que la caja torácica ensanche con movimientos fuertes, útiles y razonados.
Quiero ser útil, quiero que seamos útiles. Quiero ser útil a mi vecino y quiero que mi vecino me sea útil a mí. Deseo que hagamos más porque mi necesidad de gozar es insaciable. Y es porque quiero gozar que no me resigno.
Sí, sí, quiero producir, pero quiero gozar; quiero amasar la harina, pero comer el mejor pan; hacer la vendimia, pero beber el mejor vino; construir una casa, pero vivir en el mejor alojamiento; construir muebles, pero poseer también lo útil, ver lo bello; quiero hacer teatros, pero tan grandes que puedan alojar a todos mis compañeros.
Quiero participar en la producción, pero también en el consumo.
Hay hombres que sueñan con producir para dejar a otros, oh ironía, la mejor parte de sus esfuerzos; yo quiero, unido libremente con otros, producir pero también consumir.
Resignados, mirad, escupo a vuestros ídolos, escupo a Dios, escupo a la Patria, escupo a Cristo, escupo a todas las banderas, escupo al capital y al Toisón de Oro, escupo a las Religiones: fruslerías, yo me mofo, me río de todas ellas...
No son nada sin vosotros, abandonadlas y se desharán como migajas.
Vosotros sois por tanto una fuerza, oh resignados, una de esas fuerzas ignoradas, pero que no por eso deja de ser fuerza, y no puedo escupir sobre vosotros, sólo puedo odiaros ... o amaros.
Por encima de todos mis deseos está el de ver sacudiros vuestra resignación en un terrible despertar de vida.
No hay ningún paraíso futuro, no hay porvenir, no hay sino presente
¡Vivamos! ¡Vivamos!
La resignación es la muerte.
La rebelión es la vida.
¡Odio la resignación! Odio la inmundicia, odio la inacción.
Odio al enfermo abatido por alguna fiebre maligna; odio al enfermo imaginario que con un poco de voluntad podría ponerse en pie.
Compadezco al hombre encadenado, rodeado de guardianes, aplastado por el peso del hierro y del número.
Odio a los soldados, postrados por el peso de un galón o tres estrellas; a los trabajadores, postrados por el peso del capital.
Estimo al hombre que dice lo que siente allí donde se encuentra; odio al votante en perpetua conquista de una mayoría.
Estimo al sabio aplastado bajo el peso de la investigación científica, odio al individuo que se postra bajo el peso de una fuerza desconocida, de una X cualquiera, de un Dios.
Odio a todos aquellos que cediendo a otros, por miedo, por resignación, una parte de su fuerza de hombres, no sólo se aplastan a sí mismos, sino también a mí, a todo lo que yo amo, bajo el peso de su infame concurso o de su estúpida inercia.
Odio, sí, los odio porque lo siento, siento que no me postro ante el galón del oficial, ante la banda del alcalde, ante el oro del capitalista, ante todas sus morales y religiones; desde hace tiempo sé que todo esto no son más que fruslerías que se rompen como el cristal... Yo estoy postrado bajo el peso de la resignación de otros. Odio la resignación.
Amo la vida.
Quiero vivir, no mezquinamente como los que no satisfacen más que una parte de sus músculos, de sus nervios, sino yendo más allá, satisfaciendo tanto los músculos faciales como los de las piernas, los riñones tanto como el cerebro.
No quiero entregar una parte del ahora a cambio de una parte ficticia del mañana, no quiero ceder nada del presente a cambio del viento del porvenir.
No quiero postrar nada de mí bajo las palabras “patria, Dios, honor”. Conozco muy bien el vacío de estas palabras: fantasmas religiosos y laicos.
Me burlo de las pensiones, de los paraísos; esperanzas utilizadas por el capital y la religión para mantener la resignación.
Me río de todos los que acumulan para la vejez y se privan en la juventud; de aquellos que, para comer a los sesenta, ayunan a los veinte.
Quiero comer mientras tenga los dientes fuertes para desgarrar y triturar carnes suculentas y saludables frutas, mientras mis jugos gástricos digieran sin ningún problema; quiero saciar mi sed con líquidos refrescantes y tónicos.
Quiero amar a las mujeres, o a la mujer que más convenga a nuestros comunes deseos, y no quiero resignarme a la familia, a la ley, al Código; nadie tiene derecho sobre nuestros cuerpos. Tu quieres, yo quiero.
Burlémonos de la familia, de la ley, antiguas formas de resignación.
Pero eso no es todo: puesto que tengo ojos y oídos quiero, además de comer, beber y hacer el amor, disfrutar de otras maneras. Quiero ver hermosas esculturas, hermosas pinturas, admirar a Rodin o a Monet. Quiero escuchar las mejores óperas de Beethoven o de Wagner. Quiero conocer los clásicos de la comedia, repasar el bagaje literario y artístico que ha ligado a los hombres del pasado con los del presente; o mejor, repasar la obra por siempre inacabada de la humanidad.
Quiero gozo para mí, para la compañera que elija, para mis hijos, para mis amigos. _ Quiero una casa para descansar agradablemente los ojos una vez terminado el trabajo.Porque quiero el gozo del trabajo también, ese gozo sano, ese gozo fuerte.
Quiero que mi brazos usen la sierra, el martillo, la pala, la guadaña. Que los músculos se desarrollen, que la caja torácica ensanche con movimientos fuertes, útiles y razonados.
Quiero ser útil, quiero que seamos útiles. Quiero ser útil a mi vecino y quiero que mi vecino me sea útil a mí. Deseo que hagamos más porque mi necesidad de gozar es insaciable. Y es porque quiero gozar que no me resigno.
Sí, sí, quiero producir, pero quiero gozar; quiero amasar la harina, pero comer el mejor pan; hacer la vendimia, pero beber el mejor vino; construir una casa, pero vivir en el mejor alojamiento; construir muebles, pero poseer también lo útil, ver lo bello; quiero hacer teatros, pero tan grandes que puedan alojar a todos mis compañeros.
Quiero participar en la producción, pero también en el consumo.
Hay hombres que sueñan con producir para dejar a otros, oh ironía, la mejor parte de sus esfuerzos; yo quiero, unido libremente con otros, producir pero también consumir.
Resignados, mirad, escupo a vuestros ídolos, escupo a Dios, escupo a la Patria, escupo a Cristo, escupo a todas las banderas, escupo al capital y al Toisón de Oro, escupo a las Religiones: fruslerías, yo me mofo, me río de todas ellas...
No son nada sin vosotros, abandonadlas y se desharán como migajas.
Vosotros sois por tanto una fuerza, oh resignados, una de esas fuerzas ignoradas, pero que no por eso deja de ser fuerza, y no puedo escupir sobre vosotros, sólo puedo odiaros ... o amaros.
Por encima de todos mis deseos está el de ver sacudiros vuestra resignación en un terrible despertar de vida.
No hay ningún paraíso futuro, no hay porvenir, no hay sino presente
¡Vivamos! ¡Vivamos!
La resignación es la muerte.
La rebelión es la vida.
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