La violencia es como la lluvia, no se puede estar a favor ni en contra, simplemente tarde o temprano llegará.
En el devenir de los años se eterniza dentro del movimiento el debate sobre el uso de la violencia. Argumentos a favor y en contra los hay de diferentes formas, tamaños y colores, a gusto del consumidor, pero en momentos donde la posibilidad de una insurrección generalizada toma fuerza, seguir en estos lances no lleva a ningún sitio.
Para empezar, la insurrección (si viene) viene de la desesperación, cuando la opresión, la humillación y las condiciones para una vida digna se hacen insostenibles, a veces, y por un motivo normalmente inverosímil (comparado con otros aparentemente más graves) estalla la revuelta. En estos casos la insurrección es brutal y si no se tiene cuidado y visto el nivel de conciencia que nos rodea, es fácil que se cebe con el más débil. Si nos hemos hartado de decir a todo el mundo de que la violencia es mala, de que hay que actuar con prácticas no-violentas, etc, cuando esta se desata pasa por encima nuestro como una apisonadora. Dejamos de ser un referente válido.
¿Cómo hacer un correcto análisis de las condiciones para el enfrentamiento de las masas? ¿Cómo valorar el número de individuos que están dispuestos al enfrentamiento?, es más, ¿cómo hacerlo desde el despacho de un sindicato, desde la redacción de una revista del movimiento, desde la silla de un ordenador? Aventurarse a tales especulaciones conlleva un margen de error considerable. La tibieza e indecisión del movimiento-organizaciones sindicales contestatarias en los momentos clave ha sumido a este en un letargo de décadas. La obsesión por captar adeptos o militantes, por la imagen que se da frente a la opinión pública, por ser un número cada vez mayor de militantes ha mermado la capacidad de reacción en la lucha y ha hundido el movimiento en la dictadura del número.
¿Qué hubiera pasado si en lugar de retroceder cuando se detuvo a Laura se hubieran levantado barricadas por todo Barcelona? El sistema coge un rehén y el movimiento se para. El sistema aprende, si quiero que paren, cojo uno o varios rehenes, y voilà, paran. Está claro que el discurso y la táctica cambió estando Laura en sus garras, y por eso, el sistema nos venció la mano. La partida continúa...
Por otra parte existe una violencia inherente al individuo. Esa violencia que organizada o no, surge de manera arrolladora ante el ataque del sistema sobre el individuo. La opresión, la humillación, la explotación la desatan en el momento menos esperado. Un individuo o un grupo de individuos conscientes pueden desarrollar tácticas violentas frente al ataque cotidiano del sistema. Sin vanguardias ni partidos dirigentes se organizan en la complicidad del momento, crean lazos que se hacen y deshacen según las necesidades y el ánimo puntuales. Esa violencia consciente, espontánea y difusa crea un clima de lucha que no se puede ni se debe focalizar sobre ningún grupo. Esta violencia debe ser reproducible a fin de crear complicidades en el resto de individuos que sufriendo la explotación y humillación cotidianas no saben cómo o no se deciden a responder a tales agresiones. Este tipo de violencia debe distinguirse de la insurrección generalizada. Cómo ya he dicho, la insurrección viene de la desesperación y normalmente pilla en bragas a líderes de movimientos sociales y dirigentes sindicales. Como se vio en Londres en el 2011 la insurrección pasa por encima de estrategias movimentistas, se desata, golpea todo lo que se le pone a mano, no es controlable a menos de que previamente se haya hecho un laborioso trabajo de base. Es por eso que la difusión de textos y la participación en las asambleas es importante. Es fundamental marcar muy claramente a los culpables de nuestra situación para que quede grabado a fuego en el subconsciente colectivo, a modo de que para cuando estalle la violencia generalizada no se desate sobre el inmigrante, el badulake del barrio o la verdulería de la esquina, sino que sea canalizada de manera consciente hacia los verdaderos merecedores de nuestra ira, bancos, multinacionales, empresarios, etc.
Por el mismo motivo es importante no hacer una demagógica defensa de la no-violencia, cuando se ataca la violencia por sistema te quedas sin discurso ni argumentos para, más tarde, cuando la insurrección violenta sea inevitable, poder hacer nada al respecto.
Otro punto que no quiero dejar de tratar aquí es la puta manía de atribuir la represión del sistema a la acción de grupos o individuos violentos. Es tremendamente estúpido atribuir la culpa de una oleada represiva a la acción de tal o cual grupo, o a la quema de unos contenedores y una cafetería en una mani, o a acciones generalizadas durante la noche contra los intereses del capital, etc. La represión es única y exclusivamente culpa del sistema y de sus gestores. Son ellos quienes deciden cuándo y dónde golpear, a quien reprimir y a quien dejar pasar, y todo esto en función de lo avanzada que está la lucha, del calado que esté teniendo en el grueso de la masa social y en la posibilidad de un crecimiento y radicalización de esta, es decir, que cuanto más cerca estemos de nuestro objetivo de derrocar el status quo dominante, más dura será la represión, sin embargo, si nos dedicamos a una protesta domesticada, sin incidencias reales en el derrocamiento del orden establecido, pidiendo de forma correcta y ordenada mejoras que hagan más soportable la agonía, entonces no hay represión pues aún con caceroladas y performances, seremos dóciles e inofensivos para ellos.
El cambio social deseado pasa inevitablemente (por desgracia) por un enfrentamiento violento, muy violento, y lamentablemente injusto y cruel, pero es así. Cualquier otra consideración son falsas ilusiones. Crear pequeños triunfos aparentes hacen más soportable la agonía del orden social en el que vivimos, y por tanto lo eterniza en el tiempo. Los gestores de esta mierda de realidad que nos asfixia y humilla cotidianamente no se dejarán arrebatar el poder por las buenas, y cuando la policía no les sirva, como dijo el perro jefe de los mossos, vendrá el ejercito, y todo será amargamente cruel. Siempre queda esperar que la avaricia de los que nos explotan mengüe (algo harto difícil) y que la clase media occidental vuelva a ser poseída de sus privilegios (frente al resto del mundo) de sanidad, educación y consumo, sobre todo consumo, con un iPhone nuevo, dos o tres teles de LED, dos coches, y el chalecito en la playa, entonces a la mierda el 15M, y el mundo volverá a ser igual de injusto que lo era antes de esta última crisis. (No olvidemos que antes de esta archipopular crisis, para que el 20% de la población mundial gozara de sus privilegios el 80% de los habitantes del planeta estaban en crisis permanente)
Salud y anarquía.
Manufacturas Orsinihttp://manufacturas-orsini.blogspot.com.es/
En el devenir de los años se eterniza dentro del movimiento el debate sobre el uso de la violencia. Argumentos a favor y en contra los hay de diferentes formas, tamaños y colores, a gusto del consumidor, pero en momentos donde la posibilidad de una insurrección generalizada toma fuerza, seguir en estos lances no lleva a ningún sitio.
Para empezar, la insurrección (si viene) viene de la desesperación, cuando la opresión, la humillación y las condiciones para una vida digna se hacen insostenibles, a veces, y por un motivo normalmente inverosímil (comparado con otros aparentemente más graves) estalla la revuelta. En estos casos la insurrección es brutal y si no se tiene cuidado y visto el nivel de conciencia que nos rodea, es fácil que se cebe con el más débil. Si nos hemos hartado de decir a todo el mundo de que la violencia es mala, de que hay que actuar con prácticas no-violentas, etc, cuando esta se desata pasa por encima nuestro como una apisonadora. Dejamos de ser un referente válido.
¿Cómo hacer un correcto análisis de las condiciones para el enfrentamiento de las masas? ¿Cómo valorar el número de individuos que están dispuestos al enfrentamiento?, es más, ¿cómo hacerlo desde el despacho de un sindicato, desde la redacción de una revista del movimiento, desde la silla de un ordenador? Aventurarse a tales especulaciones conlleva un margen de error considerable. La tibieza e indecisión del movimiento-organizaciones sindicales contestatarias en los momentos clave ha sumido a este en un letargo de décadas. La obsesión por captar adeptos o militantes, por la imagen que se da frente a la opinión pública, por ser un número cada vez mayor de militantes ha mermado la capacidad de reacción en la lucha y ha hundido el movimiento en la dictadura del número.
¿Qué hubiera pasado si en lugar de retroceder cuando se detuvo a Laura se hubieran levantado barricadas por todo Barcelona? El sistema coge un rehén y el movimiento se para. El sistema aprende, si quiero que paren, cojo uno o varios rehenes, y voilà, paran. Está claro que el discurso y la táctica cambió estando Laura en sus garras, y por eso, el sistema nos venció la mano. La partida continúa...
Por otra parte existe una violencia inherente al individuo. Esa violencia que organizada o no, surge de manera arrolladora ante el ataque del sistema sobre el individuo. La opresión, la humillación, la explotación la desatan en el momento menos esperado. Un individuo o un grupo de individuos conscientes pueden desarrollar tácticas violentas frente al ataque cotidiano del sistema. Sin vanguardias ni partidos dirigentes se organizan en la complicidad del momento, crean lazos que se hacen y deshacen según las necesidades y el ánimo puntuales. Esa violencia consciente, espontánea y difusa crea un clima de lucha que no se puede ni se debe focalizar sobre ningún grupo. Esta violencia debe ser reproducible a fin de crear complicidades en el resto de individuos que sufriendo la explotación y humillación cotidianas no saben cómo o no se deciden a responder a tales agresiones. Este tipo de violencia debe distinguirse de la insurrección generalizada. Cómo ya he dicho, la insurrección viene de la desesperación y normalmente pilla en bragas a líderes de movimientos sociales y dirigentes sindicales. Como se vio en Londres en el 2011 la insurrección pasa por encima de estrategias movimentistas, se desata, golpea todo lo que se le pone a mano, no es controlable a menos de que previamente se haya hecho un laborioso trabajo de base. Es por eso que la difusión de textos y la participación en las asambleas es importante. Es fundamental marcar muy claramente a los culpables de nuestra situación para que quede grabado a fuego en el subconsciente colectivo, a modo de que para cuando estalle la violencia generalizada no se desate sobre el inmigrante, el badulake del barrio o la verdulería de la esquina, sino que sea canalizada de manera consciente hacia los verdaderos merecedores de nuestra ira, bancos, multinacionales, empresarios, etc.
Por el mismo motivo es importante no hacer una demagógica defensa de la no-violencia, cuando se ataca la violencia por sistema te quedas sin discurso ni argumentos para, más tarde, cuando la insurrección violenta sea inevitable, poder hacer nada al respecto.
Otro punto que no quiero dejar de tratar aquí es la puta manía de atribuir la represión del sistema a la acción de grupos o individuos violentos. Es tremendamente estúpido atribuir la culpa de una oleada represiva a la acción de tal o cual grupo, o a la quema de unos contenedores y una cafetería en una mani, o a acciones generalizadas durante la noche contra los intereses del capital, etc. La represión es única y exclusivamente culpa del sistema y de sus gestores. Son ellos quienes deciden cuándo y dónde golpear, a quien reprimir y a quien dejar pasar, y todo esto en función de lo avanzada que está la lucha, del calado que esté teniendo en el grueso de la masa social y en la posibilidad de un crecimiento y radicalización de esta, es decir, que cuanto más cerca estemos de nuestro objetivo de derrocar el status quo dominante, más dura será la represión, sin embargo, si nos dedicamos a una protesta domesticada, sin incidencias reales en el derrocamiento del orden establecido, pidiendo de forma correcta y ordenada mejoras que hagan más soportable la agonía, entonces no hay represión pues aún con caceroladas y performances, seremos dóciles e inofensivos para ellos.
El cambio social deseado pasa inevitablemente (por desgracia) por un enfrentamiento violento, muy violento, y lamentablemente injusto y cruel, pero es así. Cualquier otra consideración son falsas ilusiones. Crear pequeños triunfos aparentes hacen más soportable la agonía del orden social en el que vivimos, y por tanto lo eterniza en el tiempo. Los gestores de esta mierda de realidad que nos asfixia y humilla cotidianamente no se dejarán arrebatar el poder por las buenas, y cuando la policía no les sirva, como dijo el perro jefe de los mossos, vendrá el ejercito, y todo será amargamente cruel. Siempre queda esperar que la avaricia de los que nos explotan mengüe (algo harto difícil) y que la clase media occidental vuelva a ser poseída de sus privilegios (frente al resto del mundo) de sanidad, educación y consumo, sobre todo consumo, con un iPhone nuevo, dos o tres teles de LED, dos coches, y el chalecito en la playa, entonces a la mierda el 15M, y el mundo volverá a ser igual de injusto que lo era antes de esta última crisis. (No olvidemos que antes de esta archipopular crisis, para que el 20% de la población mundial gozara de sus privilegios el 80% de los habitantes del planeta estaban en crisis permanente)
Salud y anarquía.
Manufacturas Orsinihttp://manufacturas-orsini.blogspot.com.es/