viernes, 5 de abril de 2013

La Guerra es una Estafa - Smedley D. Butler

Belleza pura de exactitud, henchido estoy de tanta contundencia en tan corto escrito...
Koan


      La Guerra es una Estafa - versión completa

La célebre obra del general Smedley Butler de la infantería de marina de los Estados Unidos

Presenta: César Vásquez Bazán


Smedley D. Butler (1881-1940) Mayor General del Cuerpo de Infantería de Marina de los Estados Unidos, condecorado con dos medallas de honor por el Congreso norteamericano y con la Medalla por Servicios Distinguidos. Butler participó en la toma por EE.UU. de Veracruz, México, en 1914 y de Ft. Riviere, Haití, en 1917.




En Connecticut, e21 de agosto de 1931, el general Butler pronunció un sorprendente discurso ante los miembros de la American Legion. Sus palabras denunciaron el carácter imperialista de las intervenciones en el extranjero de las fuerzas armadas de EE.UU.

Dijo Butler en esa ocasión: “Pasé treinta y tres años y cuatro meses en el servicio activo como miembro de la fuerza militar más ágil de nuestra nación, la Infantería de Marina. Presté mis servicios en todos los rangos de la oficialidad, desde subteniente hasta mayor general… Durante ese periodo dediqué la mayor parte de mi tiempo a ser un matón de primera categoría al servicio de las Grandes Empresas, Wall Street y los banqueros… En pocas palabras fui un extorsionador, un intimidador, un pistolero a las órdenes del capitalismo… En 1924 ayudé a hacer que México, y especialmente Tampico, estuvieran asegurados para los intereses petroleros estadounidenses. Colaboré a hacer de Haití y Cuba lugares decentes para que los muchachos del National City Bank pudieran obtener sus ingresos. Ayudé a violar a media docena de repúblicas centroamericanas en beneficio de Wall Street. La historia de intimidaciones y extorsiones es larga. Entre 1909 y 1912 ayudé a purificar Nicaragua para la firma bancaria internacional de Brown Brothers. En 1916, iluminé a la República Dominicana para los intereses azucareros estadounidenses. En 1903 ayudé a “enderezar” Honduras para las compañías fruteras estadounidenses. En 1927, en China, colaboré a que la Standard Oil obtuviera lo que deseaba sin ser molestada. Tuve… una abultada cartera de intimidaciones y extorsiones. Fuí recompensado con honores, medallas y ascensos. … Pude haberle dado algunos consejos a Al Capone. Lo mejor que él pudo hacer con sus “empresas” fue obtener dinero, intimidando en tres ciudades. Los Marines operaban en tres continentes”.
Tras analizar su propia experiencia militar, Butler denunció el enriquecimiento de los proveedores de las fuerzas armadas, tema que un cuarto de siglo después retomaría el presidente Eisenhower cuando denunció la nefasta influencia del Complejo Industrial Militar sobre el Gobierno de Washington. A la vez, Butler se convirtió en campeón del movimiento pacifista. 


War Is A Racket

En 1935, el general Butler escribió War Is A Racket (La guerra es una estafa) denunciando las guerras contemporáneas como aventuras imperialistas en beneficio de Wall Street. Propuso la idea que las fuerzas armadas deberían utilizarse preferentemente con fines de defensa. EE.UU. podría declarar guerras ofensivas sólo si hubieran sido aprobadas en plebisicitos limitados, en que únicamente votarían aquellos que pudieran ser llamados a filas. 

En el libro, Butler planteó la drástica limitación de las distancias que podrían movilizarse la marina (200 millas) y la aviación (500 millas) con respecto a la línea costera de EE.UU. De igual forma, señaló que de no contar con la aprobación del plebiscito limitado, las fuerzas de tierra no podrían abandonar el territorio estadounidense. 

El opúsculo de Butler fue publicado en Nueva York por la editorial Round Table Press Inc. Contiene cinco breves capítulos:

1.  La guerra es una estafa
2.  ¿Quién recibe las utilidades?
3.  ¿Quién paga las cuentas?
4.  ¡Cómo acabar con esta estafa!
5.  ¡Al diablo con la guerra!



LA GUERRA ES UNA ESTAFA (WAR IS A RACKET)

Smedley D. Butler

Traducción de César Vásquez Bazán



Capítulo 1 La guerra es una estafa



La guerra es una estafa. Siempre lo ha sido.



Posiblemente es el tipo de estafa más antiguo, sobradamente el más lucrativo, seguramente el más perverso. Es el único de alcance internacional. Es el único en el que las utilidades se calculan en dólares y las pérdidas en vidas humanas.



Creo que la mejor descripción de una estafa es algo que no es lo que parece ser para la mayoría de la gente. Solamente un pequeño grupo “enterado” sabe de qué se trata. Se realiza para beneficio de los muy pocos a expensas de los muchos. Gracias a la guerra un pequeño número de personas amasa fortunas enormes.



En la Primera Guerra Mundial un puñado de individuos recogió las utilidades del conflicto. Durante la [Primera] Guerra Mundial, surgieron en los Estados Unidos por lo menos veintiún mil nuevos millonarios y multimillonarios. Ése fue el número que admitió sus enormes y sangrientas ganancias en sus declaraciones juradas del Impuesto a la Renta. Nadie sabe cuántos otros millonarios, surgidos de la guerra, falsificaron sus declaraciones juradas de impuestos.



¿Cuántos de estos millonarios de la guerra portaron un fusil sobre sus hombros? ¿Cuántos de ellos cavaron una trinchera? ¿Cuántos de ellos supieron lo que significó padecer hambre en un refugio subterráneo infestado de ratas? ¿Cuántos de ellos pasaron noches de miedo y desvelo, evadiendo los bombardeos, las esquirlas y las balas de las ametralladoras? ¿Cuántos de ellos rechazaron una carga a la bayoneta del enemigo? ¿Cuántos de ellos resultaron heridos o perecieron en el campo de batalla?



Como producto de la guerra, las naciones victoriosas conquistan territorio adicional. Simplemente se apoderan de él. El territorio recién capturado es explotado prontamente por unos pocos, los mismísimos pocos que destilaron dólares a partir de la sangre vertida en la guerra. El pueblo paga la cuenta.



¿Y cuál es esta cuenta?



La cuenta traduce una contabilidad terrible. Lápidas recién colocadas. Cuerpos despedazados. Mentes destrozadas. Corazones y hogares rotos. Inestabilidad económica. Depresión y todas las amarguras relacionadas. Impuestos agobiantes por generaciones y generaciones.



Por muchos años, como soldado, tuve la sospecha que la guerra era una estafa. Sólo cuando me retiré a la vida civil pude darme cuenta de ello cabalmente. Hoy en día, cuando veo nuevamente poblarse el firmamento con las nubes de la guerra internacional, debo encararla y hablar claro.



Otra vez [las naciones] están alineándose. Francia y Rusia se reunieron y acordaron mantenerse juntas. Apuradas, Italia y Austria llegaron a similar acuerdo. Polonia y Alemania se miraron con ojos de cordero y olvidaron por el momento su disputa sobre el Corredor Polaco. El asesinato del rey Alejandro de Yugoslavia complicó las cosas. Yugoslavia y Hungría, por mucho tiempo enemigos acérrimos, estuvieron a punto de agredirse. Italia estaba lista para intervenir. Francia esperaba. Igual hacía Checoslovaquia. Todas estas naciones están previendo la guerra. No la gente –no los que luchan y pagan y mueren–; sólo aquellos que promueven las guerras y permanecen en la seguridad de sus casas a la espera de recibir las utilidades.



En el mundo de hoy existen cuarenta millones de hombres en armas y nuestros estadistas y diplomáticos tienen la temeridad de decir que no se prepara una guerra.



¡Campanas que anuncian el infierno! ¿Estos cuarenta millones de hombres están entrenándose para ser bailarines?



De seguro, no en Italia. El Primer Ministro, Mussolini, sabe para lo que se les está entrenando. Él, al menos, es suficientemente franco y habla claro. Hace pocos días, Il Duce escribió en Internacional Conciliation, publicación de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional:



“Y sobre todo, el fascismo, cuanto más considera y observa el futuro y el desarrollo de la humanidad, aparte de las consideraciones políticas del momento, no cree en la posibilidad de la utilidad de la paz perpetua… Sólo la guerra eleva toda la energía humana hasta alcanzar su tensión más alta y coloca el sello de la nobleza sobre los pueblos que tienen el coraje de practicarla”.



Sin duda, Mussolini quiere decir exactamente lo que dice. Su bien entrenado ejército, su gran escuadra aérea e, incluso, su marina están listos para la guerra; al parecer están ansiosos por ella. Así lo demuestra su reciente toma de posición, al lado de Hungría, en el conflicto de ésta con Yugoslavia. Así lo evidencia también la apurada movilización de sus tropas en la frontera austriaca tras el asesinato de Dollfuss.



Hay otros, también en Europa, cuyos sonidos de sables presagian guerra, tarde o temprano.



Herr Hitler, con su rearme alemán y sus constantes demandas por más y más armamento es una amenaza similar, si no mayor, a la paz. Hace muy poco tiempo, Francia aumentó el período del servicio militar para su juventud de un año a dieciocho meses.



Sí, en todo lugar, las naciones viven en armas. Los perros rabiosos de Europa andan sueltos.



Las maniobras son más hábiles en el Oriente. En 1904, cuando pelearon Rusia y Japón, aplicamos un puntapié a nuestros antiguos amigos los rusos y apoyamos a Japón. En ese entonces nuestros muy generosos banqueros internacionales estaban financiando a Japón. Ahora la tendencia es a envenenarnos [la mente] contra los japoneses. ¿Qué significa para nosotros la política de “puertas abiertas” con China? Nuestro comercio con China es de noventa millones de dólares anuales, aproximadamente. ¿Y las Filipinas? En treinta y cinco años hemos gastado cerca de seiscientos millones de dólares en las Filipinas y tenemos allí inversiones privadas–mejor dicho, nuestros banqueros, industriales y especuladores– por menos de doscientos millones de dólares.



Para salvar ese comercio de cerca de noventa millones de dólares con China, o para proteger esas inversiones privadas de menos de doscientos millones de dólares en las Filipinas, debemos instigar el odio contra Japón e ir a la guerra, una guerra que bien pudiera costarnos decenas de billones de dólares, centenares de miles de vidas de estadounidenses, y muchos más centenares de millares de hombres físicamente mutilados y mentalmente desequilibrados.



Por supuesto, habría una utilidad que compensaría esta pérdida: las fortunas que serían amasadas. Se acumularían millones y billones de dólares. Para algunos. Los fabricantes de municiones. Los banqueros. Los armadores de buques. Los fabricantes. Los embaladores de carne. Los especuladores. A ellos les iría bien.



Sí, ellos se están preparando para otra guerra. ¿Por qué no deberían hacerlo? La guerra paga elevados dividendos.



Pero, ¿genera beneficios para las masas?



¿En qué beneficia a los hombres que resultan muertos? ¿En qué beneficia a los hombres que resultan mutilados? ¿En qué beneficia a sus madres y hermanas, a sus esposas y a sus novias? ¿En qué beneficia a sus hijos?



¿En qué beneficia a cualquier persona, excepto los muy pocos para quienes la guerra significa enormes utilidades?



Sí, ¿y en qué beneficia a la nación?



Tomemos nuestro propio caso. Hasta 1898 no poseíamos una pizca de territorio fuera del continente de América del Norte. En aquella época nuestra deuda nacional era un poco más de mil millones de dólares. Entonces adoptamos una mentalidad “internacional”. Olvidamos, o dejamos de lado, el consejo del Padre de nuestro país. Nos olvidamos de la advertencia de Washington sobre “alianzas [internacionales] enredadas”. Fuimos a la guerra. Adquirimos territorio en el exterior. Al final del período de la [Primera] Guerra Mundial, como resultado directo de nuestros manejos en asuntos internacionales, nuestra deuda nacional había pasado a ser más de veinticinco mil millones de dólares. Nuestra balanza comercial total durante el período de veinticinco años fue favorable en veinticuatro mil millones de dólares, aproximadamente. Por lo tanto, sobre una base puramente contable, nos fuimos atrasando poco a poco, año por año. Sin las guerras, ese comercio exterior bien pudo haber sido nuestro.


Para el estadounidense promedio, que paga las facturas, hubiera sido más barato (por no decir más seguro) permanecer al margen de los embrollos extranjeros. Para muy pocos esta estafa –como la de producir o vender licor de contrabando y timos similares del mundo del hampa– trae utilidades fantásticas. Sin embargo, el costo de las operaciones siempre se transfiere a la gente, la que no obtiene utilidades.






Portada de 1935 del libro “War Is A Racket”



Capítulo 2

¿Quién recibe las utilidades?



La [Primera] Guerra Mundial –diríamos más bien nuestra breve participación en ella– ha costado a los Estados Unidos unos cincuenta y dos mil millones de dólares. Calculemos. Eso significa cuatrocientos dólares por cada hombre, mujer y niño estadounidense (1). Todavía no hemos pagado esa deuda. La estamos pagando, nuestros hijos la pagarán y, probablemente, los hijos de nuestros hijos todavía tengan que pagar el costo de esa guerra.



Las utilidades normales de un negocio en los Estados Unidos son seis, ocho, diez y, a veces, hasta doce por ciento. Pero las utilidades en tiempo de guerra, ¡ah! ésa es otra cosa: veinte, sesenta, cien, trescientos y hasta mil ochocientos por ciento. El cielo es el límite. Todo lo que la situación permita. El Tío Sam (2) tiene el dinero. Obtengámoslo de él.



Por supuesto, esto no se expone tan crudamente en tiempo de guerra. Viene incorporado en los discursos acerca del patriotismo, el amor al país, y la necesidad que “todos pongamos el hombro”. No obstante, las ganancias aumentan prodigiosamente y son recibidas con seguridad. Examinemos algunos ejemplos.



Consideremos a nuestros amigos los du Pont, la gente que fabrica la pólvora. ¿Recientemente no declaró uno de ellos, ante un Comité del Senado, que su pólvora fue la que ganó la guerra? ¿Que ella fue la que salvó el mundo para la democracia? ¿O algo parecido? ¿Cómo les fue a los du Pont en la guerra? Ellos formaban parte de una empresa patriótica. Bien, en el período 1910-1914, el promedio anual de ganancias de los du Pont fue de seis millones de dólares (3). No era mucho, pero los du Pont supieron vivir con él y salir adelante. Examinemos ahora el promedio de utilidades anuales durante los años de la guerra, de 1914 a 1918. ¡Encontramos que su utilidad anual ascendió a cincuenta y ocho millones de dólares! Casi diez veces el promedio de épocas normales, sin olvidar que las utilidades de las épocas normales eran bastante buenas. Un aumento en las ganancias de más del novecientos cincuenta por ciento.



Examínese el caso de una de nuestras pequeñas empresas siderúrgicas que tan patrióticamente dejaron de lado la fabricación de rieles, vigas y puentes para producir material de guerra. Bien, sus ganancias anuales en el período 1910-1914 promediaron los seis millones de dólares. Luego vino la guerra. Y, como ciudadanos leales, rápidamente, la Bethlehem Steel pasó a producir municiones. ¿Crecieron sustancialmente sus utilidades o dejaron que el Tío Sam hiciera su agosto? Bien, su promedio anual de utilidades en el período 1914-1918 fue de ¡cuarenta y nueve millones de dólares!



Consideremos el caso de la United States Steel. Las utilidades anuales normales durante el período de cinco años anterior a la guerra fueron de ciento cinco millones de dólares. Nada mal. Llegó la guerra y las utilidades se fueron para arriba. El promedio anual de utilidades del período 1914-1918 fue de doscientos cuarenta millones de dólares. Nada mal.



Ésas fueron algunas muestras de las utilidades del acero y la pólvora. Analicemos otras industrias. La del cobre, quizá. Al cobre siempre le va bien en tiempos de guerra.



Anaconda, por ejemplo. Su promedio de ganancias anuales en los años anteriores a la guerra –es decir entre 1910 y 1914– fue de diez millones de dólares. Durante los años de la guerra 1914-1918 las utilidades anuales pasaron a ser treinta y cuatro millones de dólares.



O el caso de la Utah Cooper. Entre 1910 y 1914, el promedio anual de utilidades ascendió a cinco millones de dólares. Durante el período de la guerra saltó a un promedio anual de utilidades de veintiún millones de dólares.



Agrupemos estas cinco empresas con tres compañías más pequeñas. El total de los promedios de utilidades anuales en el período anterior a la guerra (1910-1914) ascendió a 137,480,000 dólares. Entonces llegó la guerra. El promedio de utilidades anuales de este grupo se elevó súbitamente a 408,300,000 dólares.



Un pequeño aumento en las utilidades de aproximadamente doscientos por ciento.



¿La guerra paga? Les pagó a ellos. Pero no son los únicos. Hay otros más. Examinemos la industria del cuero.



En el período de tres años anterior a la guerra, las utilidades totales de la Central Leather Company ascendieron a tres millones y medio de dólares, esto es 1,167,000 dólares anuales aproximadamente. Bien, en 1916 la Central Leather Company arrojó utilidades de quince millones y medio de dólares, un pequeño aumento de 1,100 por ciento. Eso es todo. Durante los tres años anteriores a la guerra, la General Chemical Company registró un promedio de utilidades anuales de un poco más de ochocientos mil dólares. Llegó la guerra y las utilidades crecieron a doce millones de dólares, un salto de mil cuatrocientos por ciento.



La International Nickel Company –recuerde el lector que no puede haber guerra sin níquel– mostró un aumento en sus utilidades anuales de un modesto promedio de cuatro millones de dólares a 73,500,000 dólares. ¿Nada mal, no? Un aumento mayor a mil setecientos por ciento.



La American Sugar Refining Company promedió doscientos mil dólares anuales en los tres años anteriores a la guerra. En 1916 registró una utilidad de seis millones de dólares.



Leamos lo que dice el Documento del Senado No. 259. El sexagésimo quinto Congreso [de los EE.UU.], informa sobre las ganancias empresariales y los ingresos del gobierno. Considera las utilidades durante la [Primera] Guerra [Mundial] de 122 empacadores de carne, 153 fabricantes de algodón, 299 fabricantes de ropa, 49 plantas siderúrgicas y 340 productores de carbón. Las utilidades inferiores a veinticinco por ciento fueron muy raras. Por ejemplo, durante la guerra las compañías del carbón redituaron un beneficio de entre cien y 7,856 por ciento sobre su capital social. Los empacadores de Chicago duplicaron y triplicaron sus ganancias.



Y no nos olvidemos de los banqueros que financiaron esta gran guerra. Si algunos recibieron lo mejor de las utilidades ésos fueron los banqueros. Por ser considerados consorcios y no empresas, no tenían por qué informar a sus accionistas. Sus utilidades eran tan secretas como inmensas. No sé cómo los banqueros hicieron sus millones y sus billones, porque esos pequeños secretos nunca llegan a ser públicos, ni siquiera ante una comisión investigadora del Senado.



Pero a continuación describiré la manera cómo algunos de los otros industriales y especuladores patriotas se abrieron camino para obtener las utilidades de la guerra.



Tomemos las empresas del calzado. A ellas les gusta la guerra. Significa negocios con utilidades extraordinarias, anormales. Obtuvieron utilidades enormes exportando a nuestros aliados. Quizá, al igual que los fabricantes de municiones y armamento, también vendieron su producto al enemigo. Es que un dólar es un dólar, venga de Alemania o de Francia. Pero, de igual manera, también les fue bien con el Tío Sam. Por ejemplo, vendieron treinta y cinco millones de pares de botas de servicio, de ésas con la suela clavada. Había cuatro millones de soldados. La proporción era de ocho pares y algo más por soldado. Durante la guerra mi regimiento sólo recibió un par de botas por soldado. Probablemente, algunas de esas botas existan todavía. Era un buen calzado. Pero cuando la guerra terminó, el Tío Sam contaba con un sobrante de veinticinco millones de pares de botas. Compradas y pagadas. Ganancias registradas e ingresadas.



Sin embargo, había cantidad de cuero sin usar. Así que la gente del cuero vendió a su Tío Sam centenares de miles de sillas de montar McClellan para la caballería. ¡El problema era que no había caballería estadounidense en ultramar! Claro, alguien tenía que deshacerse de ese cuero. Alguien tenía que obtener una utilidad de él, así que tuvimos muchas de esas sillas de montar McClellan. Probablemente todavía las tengamos.



De igual forma, alguien tenía montones de malla para mosquiteros. Vendieron a tu Tío Sam veinte millones de estas mallas de mosquiteros para el uso de los soldados en ultramar. Supongo que se esperaba que los soldados se las colocaran encima mientras intentaban dormir en trincheras fangosas, una mano rascándose las espaldas llenas de piojos y la otra haciendo pases a ratas escurridizas. Pues bien, ¡ninguna de esas mallas de mosquitero llegó a Francia!



De cualquier manera, estos creativos fabricantes se aseguraron que ningún soldado se quedara sin su malla de mosquitero, por lo que le vendieron al Tío Sam cuarenta millones de yardas adicionales de malla de mosquitero.



Se obtuvieron utilidades bastante buenas con los mallas de mosquitero en esos días de la guerra, incluso si se considera que no había mosquitos en Francia.



Supongo que si la guerra hubiera durado un poquito más, los emprendedores fabricantes de malla para mosquiteros habrían vendido a tu Tío Sam un par de cargamentos de mosquitos para introducirlos en Francia, de manera que se comprase más mallas para mosquiteros.



Los fabricantes de aviones y motores sentían, también, que debían obtener sus justas utilidades de esta guerra. ¿Por qué no? Todos los demás estaban recibiendo las suyas. Así que el Tío Sam gastó mil millones de dólares –cuéntenlos si viven lo suficiente– en construir aviones y motores de aviones ¡que nunca despegaron! Ni un avión, ni un motor, de los comprados con los mil millones de dólares, entró en combate en Francia. A pesar de ello, los fabricantes obtuvieron pequeñas utilidades de treinta, cien, o quizá trescientos por ciento.



El costo de fabricación de la ropa interior para los soldados era de catorce centavos y el Tío Sam pagó de treinta a cuarenta centavos, una pequeña y agradable utilidad para el fabricante de la ropa interior. Los fabricantes de medias, uniformes, gorras y cascos de acero, todos ellos, obtuvieron sus utilidades.



¿Por qué, cuando terminó la guerra, unos cuatro millones de juegos de equipo –mochilas y las cosas que van dentro de ellas– abarrotaban los almacenes en este lado [del Atlántico]? Hoy están siendo desechados porque han cambiado las regulaciones sobre lo que debe ser su contenido. Sin embargo, los fabricantes recibieron sus utilidades de tiempos de guerra y harán lo mismo la próxima vez.



Durante la guerra surgieron muchas ideas brillantes para obtener utilidades.



Un patriota muy versátil vendió al Tío Sam doce docenas de llaves de cuarenta y ocho pulgadas. Eran llaves muy simpáticas. El único problema era que sólo había una tuerca lo bastante grande que requiriese este tipo de llave. Ésta era la tuerca que sujetaba las turbinas en las cataratas del Niágara. Bien, después que el Tío Sam compró las llaves y el fabricante se metió las utilidades al bolsillo, las llaves fueron colocadas en coches de carga y paseadas por todo Estados Unidos en un esfuerzo por encontrar uso para ellas. La firma del Armisticio fue un golpe desolador para el fabricante de las llaves. Éste estaba por comenzar a producir algunas tuercas que calzaran con las llaves. Una vez fabricadas, planeaba venderlas a tu Tío Sam.



Otro tuvo la brillante idea que los coroneles no deberían movilizarse en automóviles, ni siquiera a caballo. Probablemente alguien haya visto el retrato de Andy Jackson movilizándose en una calesa (4). Bien, para el uso de los coroneles se vendió al Tío Sam ¡seis mil calesas! Ni una de ellas fue utilizada. Pero el fabricante de calesas obtuvo sus utilidades de la guerra.



Los constructores de buques sintieron que algo les debería caer también a ellos. Construyeron muchos buques que produjeron grandes utilidades. Por un valor superior a los tres mil millones de dólares. Algunas de las naves estuvieron bien construidas. Sin embargo, buques hechos de madera, por un valor de seiscientos treinta y cinco millones de dólares ¡nunca flotarían! Las uniones se abrieron y las naves se hundieron. Sin embargo, pagamos por ellas. Alguien se metió las utilidades al bolsillo.



Los estadígrafos, economistas e investigadores han estimado que la guerra costó a tu Tío Sam cincuenta y dos mil millones de dólares. De esa suma, treinta y nueve mil millones se gastaron en los años que duró la guerra. Ese gasto rindió dieciséis mil millones de dólares en utilidades. Así es como veintiún mil personas llegaron a ser millonarios y multimillonarios. Esta utilidad de dieciséis mil millones de dólares no debe ser tomada a la ligera. Es una suma bastante considerable. Fue a parar a manos de muy pocos.


El Comité Nye del Senado, encargado de investigar la industria de las municiones y sus utilidades en tiempo de guerra, a pesar de sus revelaciones sensacionales, apenas arañó la superficie (5).



Aún así ha tenido cierto efecto. “Por algún tiempo” el Departamento de Estado ha venido estudiando métodos para  mantener [a EE.UU.] fuera de la guerra. Repentinamente, el Departamento de Guerra informa que tiene un plan maravilloso por presentar. La Administración nombra a un Comité para limitar las utilidades en tiempos de guerra, Comité integrado por los Departamentos de Guerra y Marina, hábilmente representados bajo la presidencia de un especulador de Wall Street. No se conoce a cuánto ascendería ese límite. Hmmm. Posiblemente las utilidades de trescientos, seiscientos y mil seiscientos por ciento de aquellos que con la [Primera] Guerra Mundial transformaron sangre en oro serían limitadas a alguna cifra inferior.



Sin embargo, al parecer el plan no establece ninguna limitación para las pérdidas, es decir, las pérdidas de los que luchan en la guerra. Por lo que he podido comprobar, no existe nada en el esquema que limite la pérdida de un soldado a sólo un ojo, o un brazo, o para limitar sus heridas a una, dos o tres. O para limitar la pérdida de vidas.

Aparentemente, no hay nada en este esquema que disponga que no más del doce por ciento de un regimiento deba ser herido en combate, o que no más del siete por ciento de una división deba perecer en la guerra.

jueves, 4 de abril de 2013

¿Estaremos viviendo los primeros tiempos de la tercera guerra mundial?

Las dos caras de la DEA

Muy interesante y acertado análisis, sobre todo en lo que concierne a México...
Frase clave: "Donde hay DEA hay droga, donde hay droga hay DEA"
Koan

¿Para proteger y servir? Reflexiones sobre la policía


charla policía final from local magdalena on Vimeo.

Resumen de las intervenciones que tuvieron lugar durante el referido debate, tras la charla de dos compañerxs.
Comienza con una pregunta ¿Se puede llegar a dialogar con la policía?
No, sólo si dejan de serlo
Se habla de la lucha actual dentro de la policía, de hacer distinciones. Que no todos los policías son de ultraderecha y que no es lo más eficiente enfrentarse a ellos.
El problema no son los individuos, es la institución en sí (con armas, autoridad). La propia policía es la que agrava los problemas, los crea.
¿Se podría crear una comisión ciudadana que acompañe a lxs detenidxs a las comisarías?
Ya existe una organización que se dedica a ello pero tienen que superar multitud de trámites burocráticos. Si ya existen profesionales y no pueden, es complicado pensar que una comisión ciudadana pudiera lograrlo.
No se entiende el porqué del objeto del debate. No se entiende el plano legalista, estamos para hacer la revolución. En Grecia la policía está con el pueblo, va a pasar lo mismo y no se va a poder controlar. Todxs están saliendo a la calle, funcionarixs, médicxs… No se entiende hablar de la policía en abstracto. Se necesita organizar, trabajar con toda la gente que está luchando ahora.
Mejor hablar de la policía, centrar el debate. ¿Si la policía es el brazo armado del Estado, como puede estar en contra? Este es uno de los razonamientos que ha impulsado el debate. Será siempre el brazo ejecutor ¿Cómo podemos aceptar esa autoridad? Da igual quien gobierne. La policía griega no es parte del pueblo, al igual que la española, y no puede serlo porque es la ejecutora de lo que el gobierno la dicta. Si se movilizan es porque no cobran o cobran menos.
Si la policía protege al Gobierno, centrémonos en él, en los políticos y pasemos de ellos.
Hay que cuestionarse la propia existencia de la policía. No están con nosotrxs, son mercenarios.
Luchar contra el Gobierno es luchar contra la policía, y al revés.
Hay que plantearse el sentido de la policía, de su existencia misma. ¿Para qué sirve? ¿Previene los delitos? No, sólo para reprimir y castigar. Más policía no significa más seguridad.
No vale para solucionar los problemas, no están para ello. Imaginemos el caso de un problema concreto, la droga en un barrio. Sólo hay dos vías para solucionarlo; reprimir al que vende o “quitar la droga”. Pero no se quiere poner fin al problema, no pueden hacerlo. Su función es sólo mantener el orden. Se debate acerca de la policía porque es lo visible, aunque es un elemento más de la columna.
La clave es el Gobierno. La gente se mete a policía porque no tiene que comer. Dentro de la policía no todos son igual, hay algunos que se han negado a participar en los desahucios.
No hay buenxs y malxs, hay gente que tiene necesidades.
¿ Por dinero todo vale? Paso hambre y curro para reprimir a gente que la pasa también
Yo por mucho hambre que pase nunca voy a currar pegando a nadie
Lxs macarras y fachas del barrio son los que se meten a policía. La confrontación no sólo se da en las manifestaciones, sino en el día a día. La única solución es ellos con armas o todxs con armas.
Aunque tuviésemos armas ellos siempre irían por delante.
No vale como excusa el hambre para meterse a madero. Entrar en la policía es posicionarse con el Estado y ejercer su violencia.
Reflexionando en otros momentos sobre la policía y en vista a lo que suele suceder al final de las manis, me planteo hasta qué punto puede paralizar las luchas el centrarse en ellos.
No hay que centrarse en ellos, el tablero de juego es más grande.
Sobre la cuestión de la policía como clase trabajadora, la propia Constitución reconoce que los policías no son trabajadores (no tienen derecho a huelga). La policía es el brazo ejecutor del Gobierno. En Grecia la policía vota en colegios electorales distintos y por ello pueden aislarse los resultados, el 60% ha votado en las últimas elecciones a Amanecer Dorado, un partido nazi mientras que en total han obtenido el 8% de votos.
Respecto a lo que se hablaba de actuar o emplear la violencia, al enfrentamiento con la policía al acabar una manifestación. Opino que es darles argumentos para criminalizarnos. La gente no se va a dar cuenta de un día para otro que la policía es un ente represor. Pero ellos nos tienen miedo.
Han conseguido que interioricemos que no podemos enfrentarnos a ellos. Todxs tenemos sumido que hemos de obedecer y lo hacemos, sin cuestionarles
Es cierto que en un plano de igualdad se podría llegar a generar una empatía. Un ejemplo, si estuviese en un hospital y mi compañerx de habitación me cuenta su situación, ambos estamxs jodidxs, yo no sé que es policía, pues podría llegar a empatizar con él o ella. Pero esa igualdad acaba en cuanto sale de la habitación y su trabajo es reprimirme. Se pasa al otro lado de la barrera y hay que empezar a evidenciar esa barrera. Ejecutar las leyes es pasar al otro lado y generar más miseria.
Se trata de romper el monopolio de la violencia y hacérselo ver al pueblo. No es tan complicado enfrentarse a ellos.
Cualquiera que trabaje está al servicio del orden, no sólo los policías. Es de curas ese razonamiento de buenxs y malxs. La cuestión es el Estado y me da pena que no haya una organización del pueblo para enfrentarlo.
Se está hablando de guerra de clases. Hay dos lados, la policía agrava la miseria de lxs explotadxs. Esto es un problema de conciencia, hay que hablar de la policía no sólo como obstáculo sino también como eslabón al principio de la cadena. Si no somos capaces de autogestionarnos sin depender del paternalismo y de un elemento de autoridad seguiremos en el mismo punto. Por encima de nosotrxs está la policía y por eso cuestionar la policía es cuestionar el Estado. Es una excusa para hablar del todo.
¿Qué hacemos entonces para destruir el Estado?
Hechos, no palabras
Hay mil cosas más que las manifestaciones, boikot, sabotajes…
La historia ha demostrado que se puede conseguir sin emplear la violencia, se pone el ejemplo de Gandhi. Si empleamos la violencia todxs somos iguales, nos ponemos a su nivel. Se me ocurre por ejemplo utilizar otras armas, como el silencio, manifestaciones en silencio podrían ser mucho más llamativas.
Todxs somos culpables
Más que culpa es responsabilidad, yo no soy culpable de la miseria de este mundo
Me preocupa, de cara a lo que hablábamos de que se interiorice a la policía como enemigo, su lavado de imagen. Por ejemplo que el discurso del SUP haya calado este verano, la gente les ha llegado a apoyar. Me preocupa como desmontarlo, cómo hacer para atacarlo
A la luz de lo escucho pareciera que estamos ante un estado prerrevolucionario, pero yo pienso que es prerreaccionario. Las luchas recientes, de sanidad, educación, funcionarixs… son peticiones de más Estado, son quejas de grandes privilegiadxs.
Cada vez hay más sectores a favor de la policía y del orden. De ahí los casos de las últimas luchas contra los recortes, se está pidiendo volver al sistema y recuperar la tranquilidad. Mucha gente está empezando a interiorizar la figura del policía y pasar al otro lado. Hay que trabajar más para impedirlo, aumentar la propaganda sobre lo que hacen.
Hay que empeorar la imagen de la policía, visibilizando por ejemplo hechos como redadas en los barrios
Mucha gente está pasando al otro lado porque se ha generado una alarma social. Se ha interiorizado la criminalización. Por ejemplo haces una pintada y te denuncian porque sienten que es un ataque y esa es su defensa.
Me interesa no sólo hablar de la función represora de la policía, también de la recaudatoria. Las multas los financian y nosotrxs podemos no pagar o “no tener nada” para eludir el pago. Buscar medios para luchar contra la institución
Hay que lograr el efecto contagio para deslegitimarles. Crear lazos en los barrios que hagan que el Estado allí se debilite, actuar a diario, no sólo salir en las grandes manifestaciones
También me preocupa la labor que desempeña la policía en los colegios, como referentes de ciudadanía, de policía buena
Habría que trabajar la insumisión a las penas multa pero no sólo actuar cuando ya nos han multado sino también cuidarnos antes. Por ejemplo negándonos a identificarnos y e ir cuestionando su autoridad.

Fuente: http://www.localanarquistamagdalena.org/2013/02/%C2%BFpara-proteger-y-servir-reflexiones-sobre-la-policia/

"Hay que empezar a matar a la población y reducir a la población si se quiere mantener la escasez (de petroleo) artificial"

Disculpando el reformismo y el gatopardismo económico, está muy interesante este video...

En esta edición: 
-Pago mas de 616 millones de dolares para cerrar demandas y gasto 115 millones en un Picasso
-Nuestro abuelos nos roban el dinero, no los bancos ni los gobiernos. ¿Solución?... trabaja hasta morir. Cita:"Podrían cambiar carne de caballo por carne de abuelita"
-Da tu dinero a que los mismos ratas que te han robado lo sigan gestionando.
- ¿Has terminado tu carrera y no encuentras trabajo?. Solución...Cambia de carrera
-Consejo de Kaiser: Sigan drogandose o tomando sales de baño para aguantar toda esta mierda.
-Bye bye petroleo, bye bye.
-Min 23, literalmente: "Hay que empezar a matar a la población y reducir a la población si se quiere mantener la escasez (de petroleo) artificial"

Koan

Propuestas federalistas libertarias

ADejamos dicho anteriormente que el federalismo es el principio organizativo que los anarquistas consideran para que los grupos locales se asocien sin autoridad central alguna. Se solían citar los ejemplos del servicio postal y ferroviario como ejemplos de funciones complejas descentralizadas, y los anarquistas confían en que otras federaciones puedan funcionar sobre la base de la asociación voluntaria. Por su importancia, recordaremos una vez más a Proudhon, esta vez a través de las palabras de George Woodcock:
Desde su punto de vista, el principio federal debería funcionar a partir del nivel más bajo de la sociedad. La organización de la administración debería empezar localmente y tan próxima como sea posible del control directo del pueblo; los individuos deberían iniciar el proceso, federándose en comunas y asociaciones. Por encima del nivel primario, la organización confederal se convertirá más en una coordinación entre grupos locales que en un órgano de administración. De ese modo, la nación quedaría sustituida por una confederación geográfica de regiones, y Europa se transformaría en una confederación de confederaciones, en la que el interés de la menor provincia tendría tanta importancia como el da la mayor, y en la que todos los asuntos serían arreglados por medio de acuerdos mutuos, compromisos y arbitrajes. Dentro de la evolución de las ideas anarquistas, El principio federativo (1863) es uno de los libros más importantes de Proudhon, ya que representa el primer estudio exhaustivo y liberarador de las ideas acerca de la organización federal como una alternativa práctica al nacionalismo político.
El principio federal se sigue aplicando en el mundo moderno, lo podemos ver asiduamente en aquellas asociaciones que propicien la democracia de base y el hecho de que las personas estén en contacto con su mundo real y bien comunicadas a nivel general. En el mundo de la asociaciones voluntarias, se suele aplicar este principio y es obvio que los más enérgicos y activos son aquellos que inician su actividad y la toma de decisiones a un nivel local; muy al contrario, los que están controlados desde el centro se paralizan y no hay un contacto auténtico entre sus miembros.

A pesar del aparente triunfo de la centralización política en forma del Estado, existen numerosos ejemplos de organizaciones federales creadas ad hoc para un fin determinado y que, después de realizar su labor anónima e ilegal, dejan atrás numerosos centros de actividad. Como ejemplos más generales, la lucha contra una nueva guerra en Irak hace una década, que dejo numerosos focos de resistencia que se mantienen al día de hoy, o el más reciente movimiento 15M, con su proceso de descentralización en las asambleas de barrio y sus múltiples iniciativas. Por lo tanto, la revolución propuesta por los anarquistas no necesita, tal como lo expresó Colin Ward en Anarquía en acción, de una dínamo central hacia fuera, sino de una multitud de personas conscientes que se reúnan en grupos con contactos informales entre sí; es el modo de enfrentarse al Estado y denunciar sus numerosas contradicciones, mediante prácticas descentralizadas y sin jerarquía alguna. El origen de gran número de asociaciones está en esa práctica local descentralizada, pero por algún motivo acaban sucumbiendo al centralismo; la conclusión anarquista pasa por confiar en que todas los ámbitos de actividad humana se inicien en lo local e inmediato, se vinculen entre sí en una trama sin centro y sin órgano ejecutivo, dando lugar a nuevas células a medida que crecen las originales. Frente a los que dudan de la eficacia de este modelo organizativo en algún campo, la primera pregunta ácrata sería ¿por qué no?, mientras que la segunda aludiría a cómo es posible fomentar en él la autonomía, la responsabilidad y las necesidades locales.

Como es sabido, Murray Bookchin apostaba como alternativa al Estado por el municipio libertario. La federación y confederación es clave para esta propuesta de organización política y social que institucionalice la interdependencia y asegure la potestad, libertad y soberanía de las asambleas locales. Así, en lugar de un gobierno central con una asamblea legislativa que vota para dar lugar a las leyes, la confederación puede concretarse en un congreso de delegados que coordina las políticas y prácticas de las comunidades miembros. Huelga decir que los delegados no serían representantes, ya que no tendrían como objetivo establecer políticas o leyes en nombre de unos miembros de la comunidad incapaces de decidir por sí mismos. Los miembros de la asamblea municipal (sinónimo en este caso de local, para evitar controversias) elegirían por democracia directa a los delegados, que se limitarían a llevar a cabo sus deseos en un consejo confederal (formado por delegados de las diferentes asambleas locales). Los delegados tendrían órdenes estrictas de votar de acuerdo con los deseos de los grupos locales de origen, y no tendrían capacidad para tomar decisiones políticas obviando las instrucciones concretas de su municipalidad; las responsabilidad de los delegados descansaría en las asambleas de ciudadanos, y éstas podrían revocar el cargo en caso de violar las normas. Por lo tanto, el consejo confederal no sería en realidad un órgano para tomar decisiones políticas, su propósito sería más bien administrativo: coordinar y ejecutar las políticas formulados por las asambleas locales.

Sería a nivel local donde los ciudadanos harían política, mediante asambleas verdaderamente democráticas; por supuesto, las dificultades técnicas para llevar a caba determinado proyecto político no suponen necesariamente que los miembros de base tengan los conocimientos al respecto (como tampoco los tienen los políticos estatales), sino presentar de manera clara y concisa todos los factores influyentes para que el común de los ciudadanos tenga una razonada comprensión y pueda tomar finalmente una decisión política para su posible ejecución. Aquí estriba la diferencia entre simplemente administrar y el hecho de tomar decisiones políticas; si los mismo administradores tienen además la capacidad de ejecutar, se colocan los cimientos para que finalmente exista un Estado (donde una élite acaba usurpando la potestad de los ciudadanos para tomar decisiones). En la propuesta de Bookchin, que hay que considerar una seria alternativa anarquista, existiría una ciudad nueva donde hacer política sería el privilegio exclusivo de las asambleas municipales de ciudadanos libres eligiendo en democracia directa. Por supuesto, en este tipo de contexto social y político seguirían existiendo los conflictos, pero se aseguraría un mayor control por parte del ciudadano gracias al consejo confederal formado por delegados de las asambleas locales y existiría además una mayor pluralidad, aunque se den proyectos que no sean aprobados finalmente por el conjunto.


Capi Vidal
http://reflexionesdesdeanarres.blogspot.com.es/2013/03/propuestas-federalistas-libertarias.html

Mercado y sociedad de consumo

consumoHistóricamente la guerra ha proporcionado al Estado la mejor oportunidad para expandirse y consolidarse, pues la preparación de la guerra y la consecuente organización de la coerción ha traído consigo la creación de las principales estructuras y componentes del Estado para la extracción de los recursos con los que afrontar los gastos que ella acarrea.[1] Debido a esto, y unido al progresivo encarecimiento de la actividad bélica como consecuencia de su evolución tecnológica,[2] las elites dominantes han desarrollado estrategias diferentes para extraer los medios para la guerra.
De un modo u otro los Estados nación han terminado instituyendo el derecho a la propiedad privada en los medios de producción, y con ello han reestructurado y reorganizado el conjunto de las relaciones sociales al transformar las formas de producción. El reconocimiento de la propiedad privada ha tenido unos efectos sociales, económicos, culturales y políticos de gran envergadura al haber contribuido a reforzar el poder del Estado tanto a nivel interno como externo.
La búsqueda de la superioridad militar del Estado frente a las demás potencias exigió la reforma estructural de la sociedad para una mejor y mayor extracción de los recursos necesarios. La propiedad privada facilitó y mejoró esta extracción al establecer el trabajo asalariado como nueva forma de explotación de la sociedad. Así fue como pudo ampliarse el mercado en proporciones colosales en la medida en que los trabajadores comenzaron a producir para este a cambio de un salario. De esta manera la actividad capitalista sirvió para monetizar la economía y la sociedad con el doble objetivo de: por un lado desarrollar la acumulación de capital preciso para que el Estado, en caso de necesidad, pudiera recurrir a los créditos de los capitalistas, y por otro para recaudar los impuestos en dinero.
Al mismo tiempo que los trabajadores comenzaron a recibir un salario a cambio de su trabajo se convirtieron en consumidores al tener que acudir al mercado para adquirir los bienes y servicios necesarios, lo que a la larga conllevó un incremento sustancial de la actividad económica que permitió al Estado gravar todas las transacciones e incrementar así sus ingresos. Asimismo, la monetización de las relaciones sociales facilitó la labor recaudatoria del Estado que pudo así gravar las rentas del trabajo de los asalariados al establecer como obligatoria la cotización a la Seguridad Social, que en el caso del Estado español fue instituida por el régimen fascista con la Ley 193/1963. El Estado se ha convertido de esta forma en el principal y mayor explotador al apropiarse de una parte sustancial de la riqueza de todos los trabajadores asalariados, hasta el punto de que la carga tributaria total que padece un asalariado medio a causa de los impuestos directos e indirectos sobrepasa el 40% de sus ingresos brutos.[3] Esto es lo que explica que de media los Estados desarrollados se apropien de un 50% del PIB.
Por medio de organismos como la Seguridad Social el Estado se ha dotado de un descomunal poder económico y financiero con el que costea los gastos militares, pero también los relacionados con la represión policial a nivel interior. Todo ello viene a corroborar la íntima relación entre impuestos y el pago de los medios de coerción con los fondos así recaudados. La relación entre tributación y coerción fue puesta de manifiesto por Norbert Elias al destacar que el monopolio fiscal y el monopolio de la violencia representan dos caras de la misma moneda, y por tanto aspectos de la misma realidad que encarna el Estado.
“La sociedad de lo que denominamos la edad moderna está caracterizada, ante todo en occidente, por un cierto nivel de monopolización. El libre uso de armas militares le es denegado al individuo y queda reservado a una autoridad central de la índole que sea, y el cobro de impuestos sobre la propiedad o ingresos del individuo está, así mismo, concentrado en manos de una autoridad social central. Los medios económicos que de este modo fluyen hacia la autoridad central mantienen su monopolio sobre la fuerza militar, mientras que ésta a su vez mantiene el monopolio sobre la tributación. Ninguno de los dos tiene preeminencia sobre el otro en ningún sentido, son dos lados del mismo monopolio. Si uno de ellos desaparece el otro le sigue automáticamente, aunque el gobierno monopolista pueda en ocasiones quebrantarse más en uno de los lados que en el otro”.[4]
La propiedad privada, en la medida en que transformó la organización social del trabajo, no sólo expandió y desarrolló el mercado sino que dio lugar a un contexto de creciente actividad económica con el aumento de la producción, y con ello generó la riqueza precisa para costear los crecientes gastos militares y represivos del Estado. En este sentido la propiedad privada, el mercado y en general el capitalismo han facilitado la labor extractora del Estado al poner a su disposición la riqueza producida por los trabajadores asalariados. Todo esto demuestra que cuanto mayor es la concentración de coerción mayor es la concentración de capital necesaria para que el Estado pueda financiar los medios para preparar y hacer la guerra, y por tanto mayor será la explotación económica sobre la sociedad a la que se le extraerá la riqueza por ella producida.

El negocio de las armas creció un 51 por ciento en la última década

La industria de la muerte va viento en popa...¿morirán acaso los oligarcas, reyes, banqueros, plutocratas, millonarios, sus familias y demás vividores?...naaa!
Koan
Las ventas de los 100 mayores fabricantes de armas del mundo aumentaron un 51 por ciento en la última década y en 2011 ascendieron a la astronómica cifra de 410.000 millones de dólares, según revela un informe del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI).

El comercio mundial de armas movió un aproximado de 385.000 millones de dólares en 2008, 406.000 millones en 2009, 411.000 millones de dólares en 2010 y alrededor de 410.000 millones de dólares en 2011. El Sondeo de Armas Pequeñas 2012, elaborado por investigadores independientes y presentado en la sede de la ONU en agosto del año pasado, calcula que el comercio de armas de fuego ligeras y pequeñas superó los 8.500 millones de dólares anuales, el doble de los 4.000 millones reportados en 2006.
El director gerente del Sondeo de Armas Pequeñas 2012, Eric Berman, estima que el monto combinado del comercio autorizado e ilegal de armamento ligero supera los 10.000 millones de dólares anuales, como consecuencia del incremento de las adquisiciones a gran escala de los gobiernos de Irak y Afganistán, y también al aumento de las compras de armas extranjeras por civiles estadounidenses. Lo más preocupante es que este negocio boyante es responsable de la muerte de cerca de medio millón de personas cada año. [1]
En 2011 las ventas globales de los principales fabricantes de armamento registraron un bajón del 5 por ciento en comparación con 2010 debido a una reducción en los presupuestos militares de algunos países, que afectaron las ventas generales en América del Norte y Europa Occidental, explicó el SIPRI.
Dicha caída en el comercio mundial de armamento fue la primera desde los años 90, cuando el gasto en defensa descendió tras la Guerra Fría; sin embargo, al evaluar el comportamiento de la actividad desde 2002, las ventas de los 100 principales fabricantes aumentaron en un 51 por ciento en términos reales, aclaró la experta en industria armamentística del SIPRI, Susan Jackson.
De acuerdo con el SIPRI, el principal mercado en crecimiento en la industria armamentística es el de las ciberarmas para prevenir o lanzar ataques contra sistemas informáticos. Solo como ejemplo, en julio del año pasado la empresa rusa de seguridad informática Kaspersky identificó una versión más nociva de un virus creado por Estados Unidos para operaciones de espionaje contra objetivos y países que considere enemigos.
El nuevo software -denominado miniFlame- es capaz de hacer capturas de pantalla y espiar programas de mensajería instantánea, al explorador Internet Explorer, el Mozilla, el Microsoft Office u otros como el Adobe Acrobat o clientes FTP. Se trata de una herramienta de ataque de alta precisión que permite el control total del equipo, algo que no sucedía con el Flame.
La firma rusa concluyó que el nuevo virus es un conjunto de comandos derivados del gusano Flame, detectado en mayo de 2012 y considerado la más sofisticada arma cibernética de vigilancia jamás desplegada. Al respecto, The Washington Post informó que los creadores del virus madre son la CIA y el Mossad, servicio secreto israelí.

Los magnates de las armas

Los mayores mercaderes de armas en el mundo son Estados Unidos, Rusia y Alemania. Estados Unidos mantiene su predominio mundial al concentrar 44 de las 100 mayores compañías y el 60 por ciento de las ventas totales, mientras que otras 30 empresas radicadas en Europa Occidental acaparan el 29 por ciento del mercado. Las estadounidenses Lockheed Martin con ventas de 36.270 millones de dólares, y Boeing, con 31.830 millones encabezan la lista de los 10 principales fabricantes de armas, junto a otras cinco compañías norteamericanas.
En 2010 Estados Unidos acaparó el 53 por ciento del mercado mundial de armas por un valor de 21.300 millones de dólares, según el informe anual del Servicio de Investigación del Congreso (CRS). Ese año la potencia norteña aprobó la venta de equipos militares valuados en 200 millones de dólares a la monarquía de Bahrein, confesó el Departamento de Estado. En 2008 la Casa Blanca vendió a la nación árabe armamento valuado en 88 millones de dólares y en 2009-2010 amplió las exportaciones de aviones y equipamiento electrónico, fusiles de asalto, escopetas y otras armas empleadas para reprimir protestas sociales, por un valor total de 112 millones de dólares.
En diciembre de 2012 el Departamento de Defensa de EEUU notificó al Congreso que firmó un nuevo convenio con Israel para venderle armamento de última generación por valor de 647 millones de dólares. El Pentágono proveerá al gobierno de Tel Aviv 6.900 aditamentos de municiones de ataque directo conjunto (JDAM) que convierten a las bombas de caída libre en municiones “inteligentes”, al equiparlas con un sistema de dirección inercial que les proporciona mayor precisión y un alcance aproximado de 30 kilómetros. [2]
Se supo también que el gobierno de Japón analiza la posibilidad de eliminar una ley vigente desde fines de la Segunda Guerra Mundial que le impide exportar armas, con el fin de desarrollar el avión espía de alta tecnología F-35 en alianza con Estados Unidos, reportó la cadena televisiva NHK. En Japón existen cerca de 130 instalaciones militares estadounidenses y una cifra aproximada de 50.000 efectivos, sobre todo en Okinawa.
Por otro lado, el presidente Vladimir Putin reveló que entre enero y septiembre de 2012 Rusia se ratificó como el segundo proveedor mundial de material bélico al exportar 10.700 millones de dólares, el 80 por ciento del volumen previsto en el plan anual. El director del Servicio Federal para la Cooperación Técnica Militar, Alexander Fomin, confirmó que Rusia tiene contratos de exportación por un valor superior a los 40.000 millones de dólares, de los que 36.000 corresponde a la firma Rosoboronexport, la mayor exportadora de material de combate entre las 22 empresas rusas autorizadas a concurrir de forma autónoma al mercado internacional.
De otra parte, en 2012 el gobierno de la canciller alemana Angela Merkel aprobó la exportación de armas a seis estados árabes miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (Bahréin, Kuwait, Omán, Catar, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos) por un valor de 1.420 millones de euros, más del doble que el año precedente, informó el rotativo Sueddeutsche Zeitung.
El año pasado las empresas alemanas duplicaron sus envíos a Argelia en comparación con 2011, cuando las exportaciones bélicas ascendieron a 570 millones de euros, según un cálculo del Ministerio de Economía alemán. En diciembre de 2012 el gobierno de Alemania se negó a brindar información sobre un posible nuevo contrato de venta de armas a Arabia Saudita, alegando que ese tipo de negociaciones tiene carácter secreto. [3]
El semanario Der Spiegel estimó que este año Alemania concedió licencias para exportaciones armamentísticas por un valor de 3.300 millones de euros, lo que supondría un aumento de 800 millones de euros en comparación con 2011.
Además, el SIPRI informó que Singapur ascendió al vigésimo puesto entre los principales exportadores de armas ligeras del mundo, luego de que el valor de sus ventas de distintos equipos bélicos convencionales aumentara de 12 millones de dólares en 2011 a 76 millones en 2012. [4]
El director ejecutivo del Instituto de Estudios Estratégicos de Asia, Tim Huxley, precisó que Singapur se convirtió en el tercer suministrador asiático de armas, detrás de China y Corea del Sur, y también en el quinto principal importador de armas con el 5 por ciento de las adquisiciones globales desde 2008 hasta el año pasado. según The Straits Times.
India ocupa el primer lugar en la lista de los principales compradores de armas del mundo, con importaciones ascendentes a 6.000 millones, seguida de Taiwán cuyas compras bélicas ascendieron a 2.700 millones de dólares. El SIPRI destacó que la venta de armas a países en desarrollo se redujo de 50.000 millones en 2009 a 30.700 millones de dólares en 2010.
En el periodo 2003-2010, Arabia Saudita adquirió artefactos bélicos valuados en 29.000 millones de dólares, seguido por India (17.000  millones), China (13.200 millones), Egipto (12.100 millones) e Israel (10.300 millones).
Bolpress / PL
Notas:
[1] Naciones Unidas estima que existen alrededor de 875 millones de armas pequeñas en todo el mundo, y más de 1.000 compañías de 100 países que las fabrican. Unas 253.000 armas de fuego cruzarían anualmente de manera ilícita la frontera Estados Unidos-México, con ventas superiores a 127.000 millones de dólares anuales, calcula la Universidad de San Diego, California. Eso significa que el 46,7 por ciento de las armerías estadounidenses depende de la venta legal de estos artefactos.
[2] Israel es el principal aliado de Estados Unidos en Oriente Medio, y el mayor receptor de asistencia económica y militar a nivel global, no solo como comprador de armas norteamericanas sino como participante en el desarrollo conjunto de sistemas militares. Desde 1987 Estados Unidos ha suministrado a Israel un promedio de 1.800 millones de dólares anuales solo por concepto de financiamiento de equipos bélicos y para la investigación y desarrollo de armamento.
[3] El gobierno federal no ve motivos para cambiar algo en una práctica de Estado realizada desde hace décadas, dijo el portavoz oficial Steffeln Seibert, en respuesta a un artículo publicado en el semanario Der Spiegel, según el cual Arabia Saudita manifestó su interés en adquirir cientos de vehículos de transporte blindados del modelo Boxer y carros de combate Leopard II. Der Spiegel reveló además que Alemania suministra armas a Israel para combatir a Hamas.
[4] Las cifras del comercio armamentista acopiadas por el SIPRI, principalmente de gobiernos y registros de Naciones Unidas, revelan que el país asiático exportó recientemente 115 vehículos blindados a Inglaterra y 10 a Tailandia por un monto total de 227 millones de dólares, además de seis helicópteros ligeros a Chad y dos carros patrulleros a Nigeria.

Fuente:Librered