Toda organización de los trabajadores tiene razón de ser, es
primeramente una asociación para resistir a la explotación y al
sometimiento que ejercen los patrones y su sistema que los protege, el
capitalismo. Razón principal pero no suficiente para hacer de la
organización una herramienta eficaz y liberadora, que no sólo nos
permita conquistar condiciones de vida y de trabajo de bienestar sino
que la organización sea el sustento y la fragua de una asociación de
voluntades y conciencias para producir un cambio profundo en la sociedad
que vivimos.
Pero la asociación de trabajadores, tendrá un carácter cuantitativo y cualitativo si se conforma en una organización desde las bases en los lugares de trabajo y de manera horizontal. ¿Por qué insistimos los foristas en la horizontalidad de la organización? ¿Qué aporta esta característica para ser más eficaz y concreta a la lucha de los trabajadores? A diferencia de otros sectores en el movimiento obrero organizado, nosotros promovemos la horizontalidad porque nos ubica a todos en un mismo plano de igualdad, sean en derechos o en deberes en el seno de la organización, como esencial método orgánico, porque nos reconocemos entre iguales.
Además, partiendo todos desde ése plano de igualdad autogestiva, evitamos la estructura piramidal, creadora de jerarquías y ponemos en práctica la distribución de las tareas con rotación de las mismas para no habilitar espacios de jerarquías en una organización de iguales. Para nuestras concepciones, la figura del dirigente emana de esos precisos espacios de jerarquías, consolidado por la delegación de las tareas. Lo cual no significa que promovamos la anulación de las personalidades tan necesarias en toda organización de los trabajadores, pues es profundo nuestro respeto a las distintas personalidades y no así a los personalismos, que son los causantes de las diferenciaciones y los sectarismos cuando imperan sus figuras.
La idea de la delegación para justificar un nuevo orden organizativo deviene del sistema de democracia liberal que los iluministas proclamaron e influenciaron a la burguesía política a partir de la Revolución Francesa de 1789. Juan Jacobo Rousseau, Montesquieu, Voltaire y los enciclopedistas como Diderot, D’Alembert y desde luego otros, ejercieron una influencia profunda de estas nuevas concepciones sobre la clase burguesa en general, pues ellos eran hijos de esa clase.
Así como el pueblo debía delegar en dirigentes políticos, que el sistema de la burguesía consideraba sus representantes en la Asamblea Nacional de entonces en Francia, esa idea se fue propagando en todas las organizaciones de la nueva sociedad democrática, y a partir de la Revolución Industrial se generó un nuevo orden social, el cual estuvo marcado por el surgimiento del proletariado y que por lo tanto, se consolidaba la burguesía como grupo social hegemónico.
Con el nacimiento de la Asociación Internacional de los Trabajadores en 1864 o Primera Internacional que unió a los trabajadores internacionalmente, se dio una intensa y profunda discusión en el seno de la Internacional sobre las formas que deberían tomar las organizaciones obreras que comenzaban a tener un acto de presencia elocuente en la sociedad de la democracia burguesa.
Las discusiones entre marxistas y anarquistas fueron profundizando el debate sobre las formas de organización. Los marxistas se inclinaban por formar una organización obrera que se transformara en partido político de la clase para ser la vanguardia en el camino de la revolución social y los anarquistas sostenían que las organizaciones obreras eran organismos económicos y no político, y por lo tanto no debería necesariamente transformarse en partido político para producir la Revolución, porque la clase obrera no debe aspirar a la conquista del poder político sino abolirlo, para construir una sociedad de comunas y productores libres, donde sean los propios trabajadores libremente asociados como productores los que formen nuevos organismos comunitarios y nuevas relaciones de producción, que sea capaz de “reemplazar el gobierno de los hombres por la administración de las cosas”, destruyendo al Estado de la burguesía como la organización más expresiva de control y poder de las jerarquías políticas dominantes. Dos formas de ver el mundo social y dos maneras de organizarse como consecuencia a las ideas que se sostienen.
Por esa misma razón, proclamar que hay que “reemplazar el gobierno de los hombres por la administración de las cosas”, ergo: abolir al Estado y reemplazarlo por una “administración”, Marx califica a los anarquistas de “socialistas utópicos”, porque el que sostenía este concepto fue el utopista francés Saint-Simon, el cual decía además que: “La organización de la economía importa más que las reformas de las instituciones políticas”, tesis de Saint-Simon que adquiere hoy en día una sorprendente actualidad frente al desarrollo y la mutación del capitalismo como sistema de producción y dominación.
Nuestras ideas organizativas, nuestra visión sobre la organización de los trabajadores sin duda que está vinculada a la Primera Internacional y tiene su origen en el debate profundo que se daba en la Asociación Internacional de los Trabajadores, pero fundamentalmente esas ideas son rubricadas por las organizaciones obreras en la Comuna de París de 1871.
Esta rebelión de los trabajadores al resistir una rendición exigida por el gobierno después de la derrota de la República, puso al descubierto lo nuevo y revolucionario de las organizaciones obreras, no sólo organizadas desde las fábricas sino también desde los barrios periféricos de París y precisamente su sistema organizativo tuvo las características de la horizontalidad y la no jerarquización del colectivo. Aparece en el mundo de los trabajadores una nueva forma de organizarse, sin vanguardias ni dirigentes que marcaran el camino.
La Comuna fue un fenómeno autogestionario hecho por los trabajadores que duró 60 días, promulgando una serie de normas revolucionarias, como la autogestión de las fábricas abandonadas por sus dueños, la creación de guarderías para los hijos de las obreras, el reemplazo del estado por una administración del pueblo, la obligación de las iglesias de acoger las asambleas de vecinos y de sumarse a las labores sociales, la remisión de los alquileres impagados y la abolición de los intereses de las deudas.
Muchas de estas medidas respondían a la necesidad de paliar la pobreza generalizada que había causado la guerra. Sometida casi de inmediato al asedio del gobierno provisional, la Comuna fue reprimida con extrema dureza. Tras un mes de combates, el asalto final al casco urbano provocó una fiera lucha calle por calle, la llamada Semana Sangrienta del 21 al 28 de mayo. El balance final fue de cerca de 30.000 trabajadores fueron muertos por la soldadesca desenfrenada del estado y del gobierno; unos 45.000 fueron detenidos y muchos de ellos ejecutados posteriormente; miles fueron los desterrados o condenados a trabajar forzados. En total, París perdió cerca de 100.000 de sus hijos, entre ellos a los mejores obreros de todos los oficios y el sometimiento nuevamente de los trabajadores a los dictados de la tiranía burguesa capitalista.
La Comuna de París además de ser una forma de transición en dirección de la abolición del estado como tal, ha sido el crisol en donde las organizaciones del proletariado de todo el mundo a comienzo del siglo XX se vieron reflejadas y la Federación Obrera Regional Argentina fue de las primeras en organizarse sobre esas concepciones del pensamiento de los Comuneros libertarios.
Dicen los fisiólogos que la “necesidad hace al órgano”, reconociendo las diferencias entre la fisiología y los zoólogos de la teoría evolucionista con los hechos sociales y sin caprichos antojadizos de comparación, también cabe esta expresión para las organizaciones sociales humanas. La organización de los trabajadores, originariamente es sin duda el producto de sus necesidades, entre ellas la conquista del pan y de la libertad, como exponente de la sustentación de una vida feliz. Y no es casual que el estado de estas dos necesidades “condicionen” el tipo y las formas de organizarse para conseguir semejantes finalidades.
El sistema de explotación y la abolición de dicho sistema van a determinar qué forma de organismo necesitamos para defendernos y qué manera de asociarnos adquirimos para liberarnos de esa explotación. Por eso es para nosotros fundamental la herramienta que vayamos a utilizar para defendernos y para desarrollar otro tipo de alternativas a los condicionamientos de estar sujeto a la voluntad de la clase dominante que se adueña de nuestras fuerzas productivas.
Si queremos conquistar el pan debemos organizarnos en función de esa conquista y comprender que el salario no es garantía de la conquista del pan perecederamente, por lo tanto la conquista salarial es lo inmediato, pero en realidad el sistema de salarios sigue atándonos como un eslabón más a la cadena de la esclavitud capitalista. Y si se trata de cadenas, de esas que nos sostienen a la hegemonía de las patronales, se trata también de asumir, en definitiva, que no somos libres y si queremos serlo tendremos que partir de un tipo de organización donde la libertad sea la que impere. Las organizaciones de los trabajadores deberán ser de acuerdo a los que se quiera conquistar, de eso se trata.
Por eso desde la F.O.R.A. luchamos por organizaciones que en su interior se desarrollen habitualidades, conductas y costumbres sobre la base de las libres decisiones, sobre el estímulo de la libre iniciativa y sobre los acuerdos en medios y fines. De alguna manera, producir hábitos de afinidades, afectos, costumbres, hechos culturales y hechos humanísticos como la solidaridad y la ayuda mutua y producir en nuestras organizaciones con la práctica, la sociedad que queremos habitar.
Cuando hablamos de horizontalidad e igualdad, sería vano proclamarla si no la practicamos, sería un embuste y una falacia declamarla, si no la asumimos como una cultura orgánica para mostrarla al conjunto de los trabajadores, porque también de eso se trata, mostrarla a nuestros compañeros de trabajo para que comparen entre una organización que no les permite desarrollarse en sus conquista y la otra, como la que sostenemos, que habilita y promueve un espacio para que desarrolle todo lo que quiera y sabe, compartiendo experiencias en el conjunto de trabajadores. Esta organización que proponemos se puede tomar o dejar, en esto depende la manera en que nosotros seamos capaces de mostrarla a los trabajadores y despertar en ellos la convicción de que otra forma de gremialismo organizado aún es posible.
Las organizaciones obreras han nacido en el sistema capitalista como primera acción de defensa y resistencia a su sistema de explotación, sometimiento y expoliación, actúan dentro del sistema, pero no necesaria ni insalvablemente deben ser del sistema, como se han transformado hoy los sindicatos de trabajadores de todas las ramas de la industria y los oficios en corporaciones dirigidas por corruptos, mafiosos y entregadores de listas de trabajadores rebeldes y combativos a las patronales para que los despidan, porque esos trabajadores denuncian sus políticas de pro patronales. Son un apéndice más de las instituciones del estado y la democracia burguesa. Por eso no pueden dar más respuesta a las necesidades, que no sea una rutinaria paritaria sobre los salarios, olvidando o soslayando las que corresponden al recambio tecnológico, a la atención de la salud y al tema de la precarización laboral y su esclavitud.
Como producto de esas consecuencias la F.O.R.A insiste en la horizontalidad de las organizaciones gremiales de base, porque en ése acto está implícita la participación colectiva sin sectarismos y desplazamientos de ningún trabajador y porque es la herramienta de lucha que garantiza que ningún dirigente pueda imponer su voluntad por sobre el conjunto de los trabajadores. Horizontalidad significa compromiso con el debate, las argumentaciones y el acuerdo para hacer de la organización el vehículo que nos transporte en la lucha por la transformación profunda de la sociedad, no para mejorar el capitalismo sino cambiarlo, no para armonizar y conciliar entre las clases sino para abolir definitivamente la sociedad de clases.
La Federación Obrera Regional Argentina promueve la organización de ese carácter en el movimiento obrero, para que sean los trabajadores los que le pongan final a toda la esclavitud capitalista y está demostrado que para ello no es necesario tener conductores ni líderes ni jefes, en ese caso será la Organización Obrera la que timonee la tormenta.
Campi, activista de la F.O.R.A. Viernes 29 de marzo de 2013
Pero la asociación de trabajadores, tendrá un carácter cuantitativo y cualitativo si se conforma en una organización desde las bases en los lugares de trabajo y de manera horizontal. ¿Por qué insistimos los foristas en la horizontalidad de la organización? ¿Qué aporta esta característica para ser más eficaz y concreta a la lucha de los trabajadores? A diferencia de otros sectores en el movimiento obrero organizado, nosotros promovemos la horizontalidad porque nos ubica a todos en un mismo plano de igualdad, sean en derechos o en deberes en el seno de la organización, como esencial método orgánico, porque nos reconocemos entre iguales.
Además, partiendo todos desde ése plano de igualdad autogestiva, evitamos la estructura piramidal, creadora de jerarquías y ponemos en práctica la distribución de las tareas con rotación de las mismas para no habilitar espacios de jerarquías en una organización de iguales. Para nuestras concepciones, la figura del dirigente emana de esos precisos espacios de jerarquías, consolidado por la delegación de las tareas. Lo cual no significa que promovamos la anulación de las personalidades tan necesarias en toda organización de los trabajadores, pues es profundo nuestro respeto a las distintas personalidades y no así a los personalismos, que son los causantes de las diferenciaciones y los sectarismos cuando imperan sus figuras.
La idea de la delegación para justificar un nuevo orden organizativo deviene del sistema de democracia liberal que los iluministas proclamaron e influenciaron a la burguesía política a partir de la Revolución Francesa de 1789. Juan Jacobo Rousseau, Montesquieu, Voltaire y los enciclopedistas como Diderot, D’Alembert y desde luego otros, ejercieron una influencia profunda de estas nuevas concepciones sobre la clase burguesa en general, pues ellos eran hijos de esa clase.
Así como el pueblo debía delegar en dirigentes políticos, que el sistema de la burguesía consideraba sus representantes en la Asamblea Nacional de entonces en Francia, esa idea se fue propagando en todas las organizaciones de la nueva sociedad democrática, y a partir de la Revolución Industrial se generó un nuevo orden social, el cual estuvo marcado por el surgimiento del proletariado y que por lo tanto, se consolidaba la burguesía como grupo social hegemónico.
Con el nacimiento de la Asociación Internacional de los Trabajadores en 1864 o Primera Internacional que unió a los trabajadores internacionalmente, se dio una intensa y profunda discusión en el seno de la Internacional sobre las formas que deberían tomar las organizaciones obreras que comenzaban a tener un acto de presencia elocuente en la sociedad de la democracia burguesa.
Las discusiones entre marxistas y anarquistas fueron profundizando el debate sobre las formas de organización. Los marxistas se inclinaban por formar una organización obrera que se transformara en partido político de la clase para ser la vanguardia en el camino de la revolución social y los anarquistas sostenían que las organizaciones obreras eran organismos económicos y no político, y por lo tanto no debería necesariamente transformarse en partido político para producir la Revolución, porque la clase obrera no debe aspirar a la conquista del poder político sino abolirlo, para construir una sociedad de comunas y productores libres, donde sean los propios trabajadores libremente asociados como productores los que formen nuevos organismos comunitarios y nuevas relaciones de producción, que sea capaz de “reemplazar el gobierno de los hombres por la administración de las cosas”, destruyendo al Estado de la burguesía como la organización más expresiva de control y poder de las jerarquías políticas dominantes. Dos formas de ver el mundo social y dos maneras de organizarse como consecuencia a las ideas que se sostienen.
Por esa misma razón, proclamar que hay que “reemplazar el gobierno de los hombres por la administración de las cosas”, ergo: abolir al Estado y reemplazarlo por una “administración”, Marx califica a los anarquistas de “socialistas utópicos”, porque el que sostenía este concepto fue el utopista francés Saint-Simon, el cual decía además que: “La organización de la economía importa más que las reformas de las instituciones políticas”, tesis de Saint-Simon que adquiere hoy en día una sorprendente actualidad frente al desarrollo y la mutación del capitalismo como sistema de producción y dominación.
Nuestras ideas organizativas, nuestra visión sobre la organización de los trabajadores sin duda que está vinculada a la Primera Internacional y tiene su origen en el debate profundo que se daba en la Asociación Internacional de los Trabajadores, pero fundamentalmente esas ideas son rubricadas por las organizaciones obreras en la Comuna de París de 1871.
Esta rebelión de los trabajadores al resistir una rendición exigida por el gobierno después de la derrota de la República, puso al descubierto lo nuevo y revolucionario de las organizaciones obreras, no sólo organizadas desde las fábricas sino también desde los barrios periféricos de París y precisamente su sistema organizativo tuvo las características de la horizontalidad y la no jerarquización del colectivo. Aparece en el mundo de los trabajadores una nueva forma de organizarse, sin vanguardias ni dirigentes que marcaran el camino.
La Comuna fue un fenómeno autogestionario hecho por los trabajadores que duró 60 días, promulgando una serie de normas revolucionarias, como la autogestión de las fábricas abandonadas por sus dueños, la creación de guarderías para los hijos de las obreras, el reemplazo del estado por una administración del pueblo, la obligación de las iglesias de acoger las asambleas de vecinos y de sumarse a las labores sociales, la remisión de los alquileres impagados y la abolición de los intereses de las deudas.
Muchas de estas medidas respondían a la necesidad de paliar la pobreza generalizada que había causado la guerra. Sometida casi de inmediato al asedio del gobierno provisional, la Comuna fue reprimida con extrema dureza. Tras un mes de combates, el asalto final al casco urbano provocó una fiera lucha calle por calle, la llamada Semana Sangrienta del 21 al 28 de mayo. El balance final fue de cerca de 30.000 trabajadores fueron muertos por la soldadesca desenfrenada del estado y del gobierno; unos 45.000 fueron detenidos y muchos de ellos ejecutados posteriormente; miles fueron los desterrados o condenados a trabajar forzados. En total, París perdió cerca de 100.000 de sus hijos, entre ellos a los mejores obreros de todos los oficios y el sometimiento nuevamente de los trabajadores a los dictados de la tiranía burguesa capitalista.
La Comuna de París además de ser una forma de transición en dirección de la abolición del estado como tal, ha sido el crisol en donde las organizaciones del proletariado de todo el mundo a comienzo del siglo XX se vieron reflejadas y la Federación Obrera Regional Argentina fue de las primeras en organizarse sobre esas concepciones del pensamiento de los Comuneros libertarios.
Dicen los fisiólogos que la “necesidad hace al órgano”, reconociendo las diferencias entre la fisiología y los zoólogos de la teoría evolucionista con los hechos sociales y sin caprichos antojadizos de comparación, también cabe esta expresión para las organizaciones sociales humanas. La organización de los trabajadores, originariamente es sin duda el producto de sus necesidades, entre ellas la conquista del pan y de la libertad, como exponente de la sustentación de una vida feliz. Y no es casual que el estado de estas dos necesidades “condicionen” el tipo y las formas de organizarse para conseguir semejantes finalidades.
El sistema de explotación y la abolición de dicho sistema van a determinar qué forma de organismo necesitamos para defendernos y qué manera de asociarnos adquirimos para liberarnos de esa explotación. Por eso es para nosotros fundamental la herramienta que vayamos a utilizar para defendernos y para desarrollar otro tipo de alternativas a los condicionamientos de estar sujeto a la voluntad de la clase dominante que se adueña de nuestras fuerzas productivas.
Si queremos conquistar el pan debemos organizarnos en función de esa conquista y comprender que el salario no es garantía de la conquista del pan perecederamente, por lo tanto la conquista salarial es lo inmediato, pero en realidad el sistema de salarios sigue atándonos como un eslabón más a la cadena de la esclavitud capitalista. Y si se trata de cadenas, de esas que nos sostienen a la hegemonía de las patronales, se trata también de asumir, en definitiva, que no somos libres y si queremos serlo tendremos que partir de un tipo de organización donde la libertad sea la que impere. Las organizaciones de los trabajadores deberán ser de acuerdo a los que se quiera conquistar, de eso se trata.
Por eso desde la F.O.R.A. luchamos por organizaciones que en su interior se desarrollen habitualidades, conductas y costumbres sobre la base de las libres decisiones, sobre el estímulo de la libre iniciativa y sobre los acuerdos en medios y fines. De alguna manera, producir hábitos de afinidades, afectos, costumbres, hechos culturales y hechos humanísticos como la solidaridad y la ayuda mutua y producir en nuestras organizaciones con la práctica, la sociedad que queremos habitar.
Cuando hablamos de horizontalidad e igualdad, sería vano proclamarla si no la practicamos, sería un embuste y una falacia declamarla, si no la asumimos como una cultura orgánica para mostrarla al conjunto de los trabajadores, porque también de eso se trata, mostrarla a nuestros compañeros de trabajo para que comparen entre una organización que no les permite desarrollarse en sus conquista y la otra, como la que sostenemos, que habilita y promueve un espacio para que desarrolle todo lo que quiera y sabe, compartiendo experiencias en el conjunto de trabajadores. Esta organización que proponemos se puede tomar o dejar, en esto depende la manera en que nosotros seamos capaces de mostrarla a los trabajadores y despertar en ellos la convicción de que otra forma de gremialismo organizado aún es posible.
Las organizaciones obreras han nacido en el sistema capitalista como primera acción de defensa y resistencia a su sistema de explotación, sometimiento y expoliación, actúan dentro del sistema, pero no necesaria ni insalvablemente deben ser del sistema, como se han transformado hoy los sindicatos de trabajadores de todas las ramas de la industria y los oficios en corporaciones dirigidas por corruptos, mafiosos y entregadores de listas de trabajadores rebeldes y combativos a las patronales para que los despidan, porque esos trabajadores denuncian sus políticas de pro patronales. Son un apéndice más de las instituciones del estado y la democracia burguesa. Por eso no pueden dar más respuesta a las necesidades, que no sea una rutinaria paritaria sobre los salarios, olvidando o soslayando las que corresponden al recambio tecnológico, a la atención de la salud y al tema de la precarización laboral y su esclavitud.
Como producto de esas consecuencias la F.O.R.A insiste en la horizontalidad de las organizaciones gremiales de base, porque en ése acto está implícita la participación colectiva sin sectarismos y desplazamientos de ningún trabajador y porque es la herramienta de lucha que garantiza que ningún dirigente pueda imponer su voluntad por sobre el conjunto de los trabajadores. Horizontalidad significa compromiso con el debate, las argumentaciones y el acuerdo para hacer de la organización el vehículo que nos transporte en la lucha por la transformación profunda de la sociedad, no para mejorar el capitalismo sino cambiarlo, no para armonizar y conciliar entre las clases sino para abolir definitivamente la sociedad de clases.
La Federación Obrera Regional Argentina promueve la organización de ese carácter en el movimiento obrero, para que sean los trabajadores los que le pongan final a toda la esclavitud capitalista y está demostrado que para ello no es necesario tener conductores ni líderes ni jefes, en ese caso será la Organización Obrera la que timonee la tormenta.
Campi, activista de la F.O.R.A. Viernes 29 de marzo de 2013
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