Aquí no hay propiedades, hay unidad, hay solidaridad, hay humanismo, hay seres humanos intentando salir juntos de este fango que es el sistema que nos controla, atemoriza y confunde.
...
"Alimenta, Cuida y Ama a tu Hij@, para que el sistema pueda explotar su Cuerpo, embotar su Mente y destruir su Alma"
Koan
sábado, 16 de agosto de 2014
lunes, 11 de agosto de 2014
El Urubú
En memoria de esta grán y coherente hombre...
SERGIO TERENZI (el "Urubú"): inolvidable compañero santafecino que cayó baleado por la espalda en Mataderos, el 6 de Junio de 1996... hace ahora 15 años. Su recuerdo -así como su ejemplo de lucha- ha quedado grabado en la memoria de los jóvenes de este lado de la Banda.
SERGIO TERENZI (el "Urubú)... "el que murió peleando" y "hoy vive en cada compañero"... fue un luchador social que siempre tuvo las puertas abiertas en nuestras casas; pero sobre todo en los corazones de toda aquella gurisada que -entre otras cosas- levantaba "barrikadas" enfrentando la represión contra las movilizaciones de protesta por la expulsión de los compañeros vascos, a raíz de lo cual resultaron asesinados los compañeros Morroni y Facal... En todas esas estuvo el Urubú, como hoy lo sigue estando en nuestros corazones!
(...) Sergio había nacido en
Santa Fe, a nivel del río Paraná... allí donde el viento se transforma
en brisa. La tempestad es su tumba, su panteón es el cielo: allí está
Sergio, ebrio de sueños almacenados en espirituales recipientes que hoy
sus detractores se proponen arrojar al mar... hoy mar de heces, de
sombras, de muerte, de donde los habremos de rescatar!
Sergio -el Urubú- fue un
apóstol de la Revolución Social, de sus ideales libertarios... y
nosotros sus compañeros -como apóstoles menores- nunca habremos de
asumir el papel del Judas traidor... ni el de un tal Pedro que negó a su
maestro tres veces antes de que el gallo cantara...
Sergio fue un luchador
social y nadie habrá de impedirnos que como tal lo reivindiquemos con el
enorme cariño que ese compañero ejemplar se merece... que así fue para
todos aquellos "nosotros"... tanto para los más distantes como para los
hoy más consecuentes.
"Lo que les sobra a los
demás es lo que a otros les falta"... y así también pensaba Sergio
cuando defendía la causa de los desposeídos y -en consecuencia- tenía
claro dónde golpear para asistir a los marginados... para llevar
adelante la Revolución Social.
Sergio ha dejado una huella en este mundo... en el mundo de los "pibes", de los "gurises" rioplatenses. Él ha dejado huellas en los corazones donde siguen apuntando los abyectos "gatillos fáciles" de esta sociedad tan desalmada como estúpida y corrupta que hoy recurre a las razias y a los megaoperativos en salvaguarda de sus condenados intereses.
Las huellas que dejó Sergio (también de este lado de la Banda) aún hoy son imborrables en la memoria de aquella juventud que los "sensatos revolucionarios" abandonaron... (¿qué digo?)... ¡traicionaron! y hoy califican de "irreverente".
En tanto: la desorbitada represión los condena por "desprolija y malcriada", negándoles el derecho a sus sueños y condenándolos a subsistir en una sociedad sin futuro!
Sergio ha dejado una huella en este mundo... en el mundo de los "pibes", de los "gurises" rioplatenses. Él ha dejado huellas en los corazones donde siguen apuntando los abyectos "gatillos fáciles" de esta sociedad tan desalmada como estúpida y corrupta que hoy recurre a las razias y a los megaoperativos en salvaguarda de sus condenados intereses.
Las huellas que dejó Sergio (también de este lado de la Banda) aún hoy son imborrables en la memoria de aquella juventud que los "sensatos revolucionarios" abandonaron... (¿qué digo?)... ¡traicionaron! y hoy califican de "irreverente".
En tanto: la desorbitada represión los condena por "desprolija y malcriada", negándoles el derecho a sus sueños y condenándolos a subsistir en una sociedad sin futuro!
Sergio nos confesaba: "me
fui enterando que los indios, que las ovejas, que el peso fuerte, el
exterminio, los cazadores, los alambrados... que todo eso... que la
corona y la santa cruz, que los desmanes de poder... que toda esa mierda
no tenía límites!"...Entrados los '80 (cuando cesan los militares y
asume Alfonsín)... Argentina era casi una fiesta: marchas, movidas
culturales... las calles eran nuestras. Se palpaba, se disfrutaba la
alegría y el gustito a libertad" -(así encaraba Sergio la realidad)...
"y nosotros -anteriores transgresores- nos entregamos al disfrute de
esos "lujos", hicimos ensayos de comunidades, cooperativas, etc. ...
pero aquello fue algo así como el "corto verano de la anarquía", nos
contaba Sergio.
Luego llegarían Cavallo y Menem... el crimen sigue impune, los asesinatos subsisten... tras ello: los parásitos que elucubran y los manipuladores del sistema que temen por la sagrada propiedad privada al sentirla como amenazada... así que aceitan nuevamente la maquinaria represiva, equipan la "yuta" y aumentan los efectivos (...) también aumenta la confusión democrática-progresiva, el individualismo y la decadencia... el desbande, la incomunicación, la pérdida de ideales y la desorientación"...
Luego llegarían Cavallo y Menem... el crimen sigue impune, los asesinatos subsisten... tras ello: los parásitos que elucubran y los manipuladores del sistema que temen por la sagrada propiedad privada al sentirla como amenazada... así que aceitan nuevamente la maquinaria represiva, equipan la "yuta" y aumentan los efectivos (...) también aumenta la confusión democrática-progresiva, el individualismo y la decadencia... el desbande, la incomunicación, la pérdida de ideales y la desorientación"...
Así vislumbraba el Urubú la realidad política de aquellos tiempos... y no se equivocaba:
"Mientras que los políticos roban a lo grande, nosotros vamos a la cárcel por nada... ,morimos por nada, absolutamente por nada... por un "gatillo fácil" planificado.
Tenemos hambre de alegría, de dignidad: tenemos hambre de pasión, de amor, de justicia y de libertad... ¡tenemos hambre!" ... pregonaba Sergio, nuestro querido e inolvidable "Urubú"!
Sergio era un agitador convencido de sus verdades y consecuente con su prédica, creativo como el mejor en la forma de hacer pensar, de hacer reaccionar y movilizar a la gente.
(...) en una oportunidad se plantó en el centro de la Plaza de Mayo (en Buenos Aires) disfrazado de obispo y denunció a voz en cuello las injusticias sociales y la responsabilidad de las instituciones de la corrupta sociedad argentina...
En otra ocasión: aquella vez en Montevideo -a propósito de un aniversario de la "represión en el Filtro"... centró la atención de la marcha recordatoria oficiando de "tragafuegos" y volanteando el mensaje que -a propósito- habían enviado los compañeros argentinos.
(...) supimos también que en Buenos Aires organizó a un grupo de pibes que desfilaron a "paso ganso"... Más que uniformados marchaban desarrapados, acompañando al ejército argentino, entonando consignas y cánticos denigrantes dirigidos a a los "soldaditos de la patria" asesina, quienes debieron aguantarse disciplinadamente y morderse los labios de pura bronca que tenían...
Aquel operativo -que aún hoy recordamos- lo habían llamado "la risa como arma".
"Mientras que los políticos roban a lo grande, nosotros vamos a la cárcel por nada... ,morimos por nada, absolutamente por nada... por un "gatillo fácil" planificado.
Tenemos hambre de alegría, de dignidad: tenemos hambre de pasión, de amor, de justicia y de libertad... ¡tenemos hambre!" ... pregonaba Sergio, nuestro querido e inolvidable "Urubú"!
Sergio era un agitador convencido de sus verdades y consecuente con su prédica, creativo como el mejor en la forma de hacer pensar, de hacer reaccionar y movilizar a la gente.
(...) en una oportunidad se plantó en el centro de la Plaza de Mayo (en Buenos Aires) disfrazado de obispo y denunció a voz en cuello las injusticias sociales y la responsabilidad de las instituciones de la corrupta sociedad argentina...
En otra ocasión: aquella vez en Montevideo -a propósito de un aniversario de la "represión en el Filtro"... centró la atención de la marcha recordatoria oficiando de "tragafuegos" y volanteando el mensaje que -a propósito- habían enviado los compañeros argentinos.
(...) supimos también que en Buenos Aires organizó a un grupo de pibes que desfilaron a "paso ganso"... Más que uniformados marchaban desarrapados, acompañando al ejército argentino, entonando consignas y cánticos denigrantes dirigidos a a los "soldaditos de la patria" asesina, quienes debieron aguantarse disciplinadamente y morderse los labios de pura bronca que tenían...
Aquel operativo -que aún hoy recordamos- lo habían llamado "la risa como arma".
Sergio Terenzi (el "Urubú) hoy vive en nuestra memoria
alentando el compromiso de una juventud que, a pesar de todo
... sigue soñando y peleando "por una patria para todos o para nadie" y reivindicando el ejemplo de nuestros compañeros
caídos y/o desaparecidos ... ¡arriba los que luchan!
alentando el compromiso de una juventud que, a pesar de todo
... sigue soñando y peleando "por una patria para todos o para nadie" y reivindicando el ejemplo de nuestros compañeros
caídos y/o desaparecidos ... ¡arriba los que luchan!
Fuente: El Muerto
Manual: cómo inhabilitar cámaras de seguridad
A continuación paso a traducir una guía interesante de les compañeres de CamOver.
Si recordáis, la iniciativa surgió en el año 2013, en Alemania, como
una especie de “juego” que pretendía difundir la acción directa,
específicamente aquella dirigida a las cámaras de seguridad. En su sitio
web podréis encontrar más información sobre la historia del “juego”,
sus razones de ser, etcétera. Sed buenes.
Contenido
1. ¿Por qué destruir circuitos cerrados de televisión?
2. Tipos de cámaras
2.1) Cámaras falsas
2.2) Cámaras escondidas
2.3) Cámaras sobre muros
2.4) Cámaras sobre tejados
2.5) Cámaras en postes
3. Métodos de ataque
3.1) Bolsa de plástico
3.2) Pegatinas y cinta
3.3) Pistola de pintura
3.4) Puntero láser
3.5) Cortar cables
3.6) Objetos pesados
4. Preparación
4.1) Trabajando juntes
4.2) Mantener la forma
4.3) Conocer el terreno
5. Ejemplos de anarquistas griegues
1. ¿Por qué destruir circuitos cerrados de televisión?
Confía en tu intuición. Pero si de todas formas necesitas una justificación intelectual, entonces lee lo siguiente:
“La vigilancia de las cámaras no recae
por igual sobre todas las personas de la calle, sino que recae sobre
aquellas personas estereotípicamente predefinidas como potencialmente
desviadas. O bien sobre aquellas personas, que por su apariencia y
comportamiento, son clasificadas como indecentes por les operadores. De
esta forma, la juventud, especialmente aquella que ya está social y
económicamente marginada, puede ser objeto de mayores niveles de
intervención autoritaria, así como de mayores niveles de
estigmatización. En vez de contribuir con mayores niveles de justicia
social mediante la reducción de los niveles de victimización, las
cámaras de vigilancia son meras herramientas de injusticia al servicio
de una vigilancia diferenciadora y discriminatoria.”
“. . . instrumento de control social y
disciplinamiento; producción de conformidad anticipativa; certeza de
observar con rapidez desviaciones sociales; recopilación de archivos
individualizados de la población vigilada.”
Fuente: The Unforgiving Eye: CCTV
Surveillance in Public Space, por Dr. Clive Norris y Gary Armstrong, del
Centre for Criminology and Criminal Justice de la Hull University,
Reino Unido
“Lo que hemos demostrado es que las
cámaras de seguridad no reducen el crimen (en todo caso ha aumentado).
Tampoco reducen el miedo ha cometer un crimen, sino que, de resultar en
algo, las cámaras incrementan levemente los niveles de ansiedad.”
Fuente: Profesor Jason Ditton de la Sheffield University, Reino Unido
2. Tipos de cámaras
2.1) Cámaras falsas
Estas cámaras deben ser inhabilitadas dado que cohíben e infligen miedo al castigo.
“Las cámaras falsas incluyen lentes y soportes. Usan una carcasa real para que parezcan de verdad.”
2.2) Cámaras escondidas
Sirven para reforzar la vigilancia en
instalaciones donde las cámaras primarias son más básicas. Las cámaras
escondidas ofrecen una segunda vigilancia en caso de que le intruse
desactive las cámaras primarias. Este tipo de cámaras suelen ser usadas
de manera temporal para captar repetidas actividades criminales.
2.3) Cámaras sobre muros
Normalmente están instaladas fuera del
alcance de las personas, pero pueden ser accesibles por dos personas
trabajando juntas. Protegen sobre todo propiedades privadas, pero a
menudo también cubren espacio público.
2.4) Cámaras sobre tejados
Normalmente son cámaras usadas por la policía para controlar el tráfico, pero a veces son también usadas por instituciones privadas o complejos de oficinas.2.5) Cámaras en postes
Usualmente son operadas por autoridades locales para vigilar áreas comerciales y tráfico urbano.
3. Métodos de ataque
3.1) Bolsa de plástico
Una bolsa de plástico con pegamento
sirve de maravilla. Es un método barato y tan eficaz como cualquier otra
técnica a corto-plazo. Usa bolsas industriales, pues éstas son más
gruesas. A veces las cámaras que están siendo reparadas son cubiertas,
por lo que visualmente esta técnica no llama tanto la atención. Si la
cámara puede ser cubierta por una bolsa sin dificultad, significa que
está al alcance. De ser así, no dudes en destruir el cristal, la lente, y
demás componente (hecho esto, no cubras la cámara con una bolsa: la
gente necesita ver la cámara destruida como muestra de que no sirven).
3.2) Pegatinas y cinta
Simplemente pega una pegatina o un poco
de cinta en la lente. Esta técnica sirve de entrenamiento y muestra
claramente que la cámara está “fuera de juego.”
3.3) Pistola de pintura
Hazte con una pistola de agua de las que
usan les niñes y llénala con pintura. Esta técnica es rápida,
divertida, sencilla, y no requiere que escales nada (muy recomendada).
Puedes inutilizar muchas cámaras en poco tiempo (con una hora de
actividad puedes fácilmente poner fuera de juego 10 cámaras). No te
olvides llevar pintura de repuesto en recipientes de plástico. Tampoco
te olvides quitar las impurezas para evitar que la pistola se bloquee.
Apunta a la lente de la cámara y después hazte cargo del resto de la
cámara y el área en la que esté. La pintura se limpia fácilmente, por lo
que es una técnica de corto-plazo, pero sirve para indicar con claridad
a la gente dónde hay una cámara.
Nosotres usamos los modelos de pistola Super Soaker 400 – 2000
(versión camuflaje para acciones urbanas nocturnas). Usamos una mezcla
50/50 de agua y pintura de emulsión, con lo que podemos alcanzar sin
dificultad alturas de hasta 4,5 metros sobre nosotres. Esta mezcla
obstruye por completo la lente de la cámara una vez aplicada al
objetivo. Prepárate para mancharte, por lo que lleva ropa desechable.3.4) Puntero láser
Los punteros láser de considerable potencia se pueden comprar por precios razonables. Para garantizar una acción eficaz se recomiendan punteros láser más potentes. Ten en cuenta que puedes dañar tu visión si no apuntas bien, o si el cristal de la cámara refleja el láser. También considera que, en distancias largas, es difícil mantener el láser fijado sobre el objetivo. El puntero láser puede ser instalado sobre unos binoculares para aumentar la precisión. Esta técnica no muestra a la gente que la cámara está inutilizada, por lo que no es recomendada.3.5) Cortar cables
Los cables de las cámaras pueden ser
cortados con herramientas afiladas como las usadas en jardinería.
Asegura que la herramienta te aísle de la electricidad de los cables. Si
dejas los cables colgando de manera casual mostrarás a la gente que la
cámara está inutilizada. Además, obligarás a reparar (y pagar) el
cableado de la cámara. Produce chispas de satisfacción.
3.6) Objetos pesados
Escala hasta el tejado del edificio
donde la cámara está montada. Desde lo alto, deja caer un objeto pesado
como un bloque de hormigón. Puedes calcular la posición correcta si
primero dejas caer piedras de menor tamaño. La cámara será destruida con
una exhibición de chispas. Pero ten en cuenta que escalar edificios
altos con objetos pesados requiere que estés en buena forma física.
Considera también la seguridad de les viandantes que se puedan encontrar
en la calle. Ésta técnica es cosa seria.
4. Preparación
La preparación (entrenamiento) es esencial no solamente para adquirir la forma física necesaria, sino también para adquirir la destreza necesaria (y más importante: te prepara para salir de situaciones inesperadas).4.1) Trabajando juntos
Conoce bien a tus colaboradores (sus habilidades y carencias). También es importante saber en qué medida podéis confiar les unes en les otres.4.2) Mantener la formaNunca puedes estar demasiado en forma, por lo que haz una gran variedad de ejercicio (aunque la mejor forma de prepararte es inhabilitando cámaras de verdad). “Juega” en el terreno en el que actuarás, y empieza con algo sencillo como poner pegatinas.
4.3) Conocer el terreno
Familiarízate con todos los aspectos del
terreno en el que actuarás. Explora el área tanto de día como de noche.
Escala todos los árboles; todos los edificios. Explora todos los
callejones, callejuelas, arbustos, y túneles. Salta todos los muros,
barandillas, y vallas. No uses las calles o caminos (solamente crúzalos
por los ángulos seguros). Si crees que el área está vigilada por
helicópteros entrena tus habilidades de contra-vigilancia aérea, es
decir, busca coberturas, usa bengalas, bombas de humo, etcétera.
5. Ejemplos de anarquistas griegues
Veamos cómo les compañeres en Grecia inhabilitan cámaras de seguridad:
Manual de les compañeres de CamOver. Traducido al castellano por La Colectividad
Fuente:Cultura y Anarquismo
¿Hay vida despues de la muerte?
¿Hay vida antes de la muerte?
se preguntaban los Point Blank
a comienzos de los setenta
y para cerciorarse de ello
editaron un panfleto,
una guía oficial para conductores
donde sobre el mapa de San Francisco se
decía:
No vamos a ningún sitio
si solo vamos de la casa al trabajo,
del agotamiento al aburrimiento,
de la presión al tedio absoluto.
Solo los anarquistas son hermosos, decían.
Nada que ver con los estadios llenos de masas
aplaudiendo cuerpos hormonados,
nada que ver con cerebros llenos de miedo
aplaudiendo su propia sumisión,
nada que ver con rendir más y crear riqueza
para que se la queden otros.
Solo quien cuestiona las reglas del juego es
hermoso,
solo quien no dobla las rodillas es hermoso,
solo quien no es modelo de nada es hermoso,
solo quien experimenta su creatividad es
hermoso,
solo quien encuentra a los otros es hermoso,
solo quien practica la compasión y la
sobriedad es hermoso,
solo quien no escapa a la vida merece ser
llamado
Anarquista.
Etiquetas:
Libertad y Conciencia,
Reflexiónes,
Vida
Elogio de la holgazanería: ¿por qué el mundo iría mejor si fuésemos bastante más vagos?
“Debemos construir la habilidad de ser nosotros mismos y no hacer nada. Eso es lo que los teléfonos han hecho desaparecer. La capacidad de estar quietos. Es en lo que consiste ser una persona”.
Con esta cita del cómico Louis C.K., el científico y escritor Andrew J. Smart ilustra uno de los grandes problemas del ser humano en el siglo XXI: la necesidad autoimpuesta de estar permanentemente ocupados. El ocio es el enemigo, algo que nos detiene en la conquista de nuestros objetivos y que puede acabar con nuestro bienestar material. Sin embargo, el esfuerzo continuo no nos hace más felices, ni siquiera nos permite conseguir mejores resultados. Simplemente, acaba con nuestra creatividad, con nuestra felicidad y nuestra humanidad.
Smart acaba de publicar en España El arte y la ciencia de no hacer nada. El piloto automático del cerebro (Clave Intelectual), en el que explica desde un punto de vista neurológico –aderezado con observaciones literarias y filosóficas– por qué deberíamos empezar a no hacer nada. En primer lugar, porque, como explica a El Confidencial, “el cerebro es una maravilla compleja y no lineal que siempre está activa”. Hay partes de nuestro cerebro, como el córtex prefrontal, que se activan cuando no hacemos nada y que “te permiten acceder a tu inconsciente, tu creatividad y tus emociones”. Perder el tiempo potencia nuestras habilidades, nos ayuda a conocernos y a sentirnos en paz. La conclusión, para Smart, está clara: “Es aceptable ser vago”.
El hombre no nació para trabajar
Se trata de una idea que lleva circulando desde hace mucho tiempo en la neurociencia y que ha formado parte de la cultura durante siglos. El descanso era tan consustancial a la vida diaria como el trabajo. Sin embargo, la revolución industrial, el capitalismo, la urbanización de la sociedad y la globalización han cambiado las costumbres del individuo y han convertido el tiempo en el bien más preciado. Por el contrario, la vaguería (o, mejor dicho, la ociosidad) es hoy en día un importante tabú. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
La ética protestante, heredada por el capitalismo, comenzó a cambiar las tornas respecto al trabajo, que durante siglos había sido considerado un castigo divino. “Lutero pensaba que los pobres eran vagos y necesitaban ser castigados con el trabajo duro”, explica Smart. “En el libro hablo de nuestro pasado evolutivo, y cómo el ocio era necesario para recuperarse después de cazar y escapar de depredadores”. Sin el descanso, habría sido imposible que el ser humano mantuviese todas las exigencias físicas de un mundo dominado por la naturaleza. “Hoy en día no tenemos que hacer nada físico para sobrevivir excepto caminar al coche, pero quizá la compulsión de estar ocupados esté relacionada de alguna manera con ello”.
Durante siglos, se pensó que el desarrollo tecnológico permitiría al ser humano disponer de más tiempo libre. “Los radicales del siglo XIX como Marx o Bakunin apostaban por una sociedad basada en el ocio”, recuerda Smart. “Economistas mainstream como Keynes pensaban que hoy en día tendríamos una jornada laboral mucho más corta, y Oscar Wilde escribió que los pobres debían ser liberados por las máquinas”. Sabemos perfectamente que no sólo no trabajamos menos, sino que la tecnología ha provocado que dediquemos las 24 horas del día al trabajo, a diversos compromisos familiares y sociales y a consultar las notificaciones del móvil.
Hay un interés detrás de todo ello, sugiere Smart. “Las largas horas de trabajo benefician a la élite de varias maneras –consiguen convertir el valor de nuestro trabajo en beneficio–, mientras estamos intentando trabajar todo lo posible no nos organizamos, algo que siempre ha sido una amenaza a sus intereses”. Otra contrapartida: “Previene el pleno empleo porque siempre puedes amenazar a los empleados con el desempleo por trabajar lo justo, pero si todos trabajásemos menos horas podríamos emplear a todo el mundo”. ¿La paradoja inherente a todo ello? “Si sólo trabajásemos unas pocas horas al día, seríamos tan productivos o incluso más que si lo hiciésemos diez horas al día”.
“Mi visión particular es que todo el mundo puede disfrutar del ocio que necesite sin dañar su seguridad material. Creo que se tiene la falsa creencia de que si dejásemos a la gente tener todo el ocio que quisieran nadie trabajaría”, argumenta Smart. “No creo que eso sea verdad: la gente trabajaría en lo que desease, no en la basura en lo que suele trabajar. La gente no es vaga, simplemente tiene trabajos lamentables”.
El culto a la agenda apretada
Pero ese culto a la productividad forma parte ya casi inseparable de nuestras vidas. Exigimos a nuestros hijos que se olviden del ocio, tan necesario para el desarrollo emocional y personal, y abracen un gran número de actividades extraescolares o aficiones, siempre vistas como una obligación, como es el caso de aprender a utilizar un instrumento musical o practicar un deporte. “Estoy de acuerdo en que me sentiría muy raro como padre si le dijese a los que acaban de apuntar a sus hijos en 14 actividades que los míos no hacen nada”, reconoce Smart. “Nos sentimos culpables si no tenemos a nuestros hijos apuntados a natación, música, chino, etc”.
Esta trampa no deja de producir paradojas. Una de ellas es que aquellos que más dinero y poder tienen en sus manos son precisamente los que disponen de menos tiempo libre. Sin embargo, Smart sugiere que algunas personas podrían disfrutar más, o estar más preparadas biológicamente que otras, para aguantar el estrés. “Los CEO, banqueros y políticos no son la clase de personas que uno consideraría creativas o que te gustaría conocer de forma personal”, sugiere el científico. “Su ocupación los daña de la misma manera que a los demás, pero en la situación presente se benefician de ello, incluso aunque les haga daño a la larga”.
Mucho se ha escrito ya sobre los problemas que causa la multitarea, es decir, nuestra tendencia a realizar diversas actividades al mismo tiempo, algo que provoca que no hagamos bien ninguna de ellas y perdamos nuestra capacidad de concentración. Pero Smart va más allá. No se trata de reorganizarse para ser más productivos, sino de, simplemente, redescubrir quiénes somos y lo que queremos.
“El escritor Steven Poole escribió un gran artículo sobre lo que denomina ‘el culto a la productividad’, donde todo lo que hacemos –incluso si es simplemente relajarse– tiene algún objetivo funcional o sirve a la motivación utilitaria de ser productivo”, recuerda Smart. “Insisto en mi libro en que estar desocupado es bueno por sí mismo, no para convertirse en un hipster digital más productivo”. Esa es una de las paradojas del libro. Si bien sugiere que tomarse varios descansos en el trabajo o dejar la mente vagar durante un buen rato al día puede mejorar nuestra creatividad y desempeño en el trabajo, Smart es particularmente crítico con la utilización de su libro para conseguir ser aún más eficientes.
“Es difícil escapar de ello, porque hay quien lee mi libro y se dice 'oh, vale, ahora tengo que añadir no hacer nada a mi lista de tareas'. Es no haber entendido nada”, se lamenta Smart, que explica cómo la escritora Bridig Shulte, autora de Owerwhelmed, un libro sobre la falta de tiempo libre en nuestra sociedad, recibe continuamente ofertas por parte de importantes think-tanks para explicarles cómo el ocio puede hacer más productivos a sus empleados. Otra manifestación más de la obsesión de nuestra sociedad por traducir lo que no tiene precio en números, metas y nombres tachados de una lista.
El ser humano, en peligro
El problema que late detrás de todo ello es que, quizá, el ser humano esté perdiendo aquello que le distinguía del animal, la capacidad de autorreflexión y de conciencia sobre uno mismo. Por el contrario, nos estamos convirtiendo en una mezcla de los animales que sólo son capaces de reaccionar a los estímulos de su entorno y las máquinas que obedecen constantemente órdenes externas. “La habilidad para pensar sobre nosotros mismos es una capacidad humana que ninguna otra especie puede llevar a cabo”, añade Smart. “Requiere una gran corteza prefrontal y la capacidad de metacognición. Si dejamos que esta habilidad se atrofie de forma individual, tendrá consecuencias socialmente negativas”.
Si somos conscientes de que el estrés cotidiano y nuestros horarios sobresaturados acaban con nuestra inspiración, ¿por qué no hacemos nada para evitarlo? Smart traza un paralelismo con la adicción al tabaco. Cuando empezamos a fumar de adolescentes, resulta atractivo porque nos hace parecer más mayores y más interesantes; pero para cuando nos damos cuenta de que nos perjudica, nos encontramos con que la motivación inicial se ha esfumado y es difícil hacer desaparecer la adicción.
¿Qué podemos hacer, por lo tanto, para poner el freno de mano en un mundo en constante movimiento sin que este nos lleve por delante? Smart lo tiene claro: “Conseguir una sociedad basada en el ocio probablemente requería algo parecido a una revolución”. Mientras tanto, está en nuestras manos (íntimas y privadas) intentar detener el caos que nos rodea. “Cuando tengo un momento en el que no he de hacer nada, intento detener la urgencia de encontrar algo que hacer”, explica. “Intento sentarme hasta que me interrumpen. Te sorprendería el beneficio de robar breves momentos a lo largo del día para desconectar. Una vez manejes esos pequeños momentos de desconexión, puedes construir gradualmente una tolerancia a los períodos mayores”. Barato, sencillo y efectivo, aunque conviene tener a mano un ejemplar de El arte y la ciencia de no hacer nada ante la nada descabellada posibilidad de que alguien nos llame “holgazán”.
Fuente: El confidencial
Gracias a Margarita por el link...
Con esta cita del cómico Louis C.K., el científico y escritor Andrew J. Smart ilustra uno de los grandes problemas del ser humano en el siglo XXI: la necesidad autoimpuesta de estar permanentemente ocupados. El ocio es el enemigo, algo que nos detiene en la conquista de nuestros objetivos y que puede acabar con nuestro bienestar material. Sin embargo, el esfuerzo continuo no nos hace más felices, ni siquiera nos permite conseguir mejores resultados. Simplemente, acaba con nuestra creatividad, con nuestra felicidad y nuestra humanidad.
Smart acaba de publicar en España El arte y la ciencia de no hacer nada. El piloto automático del cerebro (Clave Intelectual), en el que explica desde un punto de vista neurológico –aderezado con observaciones literarias y filosóficas– por qué deberíamos empezar a no hacer nada. En primer lugar, porque, como explica a El Confidencial, “el cerebro es una maravilla compleja y no lineal que siempre está activa”. Hay partes de nuestro cerebro, como el córtex prefrontal, que se activan cuando no hacemos nada y que “te permiten acceder a tu inconsciente, tu creatividad y tus emociones”. Perder el tiempo potencia nuestras habilidades, nos ayuda a conocernos y a sentirnos en paz. La conclusión, para Smart, está clara: “Es aceptable ser vago”.
El hombre no nació para trabajar
Se trata de una idea que lleva circulando desde hace mucho tiempo en la neurociencia y que ha formado parte de la cultura durante siglos. El descanso era tan consustancial a la vida diaria como el trabajo. Sin embargo, la revolución industrial, el capitalismo, la urbanización de la sociedad y la globalización han cambiado las costumbres del individuo y han convertido el tiempo en el bien más preciado. Por el contrario, la vaguería (o, mejor dicho, la ociosidad) es hoy en día un importante tabú. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
La ética protestante, heredada por el capitalismo, comenzó a cambiar las tornas respecto al trabajo, que durante siglos había sido considerado un castigo divino. “Lutero pensaba que los pobres eran vagos y necesitaban ser castigados con el trabajo duro”, explica Smart. “En el libro hablo de nuestro pasado evolutivo, y cómo el ocio era necesario para recuperarse después de cazar y escapar de depredadores”. Sin el descanso, habría sido imposible que el ser humano mantuviese todas las exigencias físicas de un mundo dominado por la naturaleza. “Hoy en día no tenemos que hacer nada físico para sobrevivir excepto caminar al coche, pero quizá la compulsión de estar ocupados esté relacionada de alguna manera con ello”.
Durante siglos, se pensó que el desarrollo tecnológico permitiría al ser humano disponer de más tiempo libre. “Los radicales del siglo XIX como Marx o Bakunin apostaban por una sociedad basada en el ocio”, recuerda Smart. “Economistas mainstream como Keynes pensaban que hoy en día tendríamos una jornada laboral mucho más corta, y Oscar Wilde escribió que los pobres debían ser liberados por las máquinas”. Sabemos perfectamente que no sólo no trabajamos menos, sino que la tecnología ha provocado que dediquemos las 24 horas del día al trabajo, a diversos compromisos familiares y sociales y a consultar las notificaciones del móvil.
Hay un interés detrás de todo ello, sugiere Smart. “Las largas horas de trabajo benefician a la élite de varias maneras –consiguen convertir el valor de nuestro trabajo en beneficio–, mientras estamos intentando trabajar todo lo posible no nos organizamos, algo que siempre ha sido una amenaza a sus intereses”. Otra contrapartida: “Previene el pleno empleo porque siempre puedes amenazar a los empleados con el desempleo por trabajar lo justo, pero si todos trabajásemos menos horas podríamos emplear a todo el mundo”. ¿La paradoja inherente a todo ello? “Si sólo trabajásemos unas pocas horas al día, seríamos tan productivos o incluso más que si lo hiciésemos diez horas al día”.
“Mi visión particular es que todo el mundo puede disfrutar del ocio que necesite sin dañar su seguridad material. Creo que se tiene la falsa creencia de que si dejásemos a la gente tener todo el ocio que quisieran nadie trabajaría”, argumenta Smart. “No creo que eso sea verdad: la gente trabajaría en lo que desease, no en la basura en lo que suele trabajar. La gente no es vaga, simplemente tiene trabajos lamentables”.
El culto a la agenda apretada
Pero ese culto a la productividad forma parte ya casi inseparable de nuestras vidas. Exigimos a nuestros hijos que se olviden del ocio, tan necesario para el desarrollo emocional y personal, y abracen un gran número de actividades extraescolares o aficiones, siempre vistas como una obligación, como es el caso de aprender a utilizar un instrumento musical o practicar un deporte. “Estoy de acuerdo en que me sentiría muy raro como padre si le dijese a los que acaban de apuntar a sus hijos en 14 actividades que los míos no hacen nada”, reconoce Smart. “Nos sentimos culpables si no tenemos a nuestros hijos apuntados a natación, música, chino, etc”.
Esta trampa no deja de producir paradojas. Una de ellas es que aquellos que más dinero y poder tienen en sus manos son precisamente los que disponen de menos tiempo libre. Sin embargo, Smart sugiere que algunas personas podrían disfrutar más, o estar más preparadas biológicamente que otras, para aguantar el estrés. “Los CEO, banqueros y políticos no son la clase de personas que uno consideraría creativas o que te gustaría conocer de forma personal”, sugiere el científico. “Su ocupación los daña de la misma manera que a los demás, pero en la situación presente se benefician de ello, incluso aunque les haga daño a la larga”.
Mucho se ha escrito ya sobre los problemas que causa la multitarea, es decir, nuestra tendencia a realizar diversas actividades al mismo tiempo, algo que provoca que no hagamos bien ninguna de ellas y perdamos nuestra capacidad de concentración. Pero Smart va más allá. No se trata de reorganizarse para ser más productivos, sino de, simplemente, redescubrir quiénes somos y lo que queremos.
“El escritor Steven Poole escribió un gran artículo sobre lo que denomina ‘el culto a la productividad’, donde todo lo que hacemos –incluso si es simplemente relajarse– tiene algún objetivo funcional o sirve a la motivación utilitaria de ser productivo”, recuerda Smart. “Insisto en mi libro en que estar desocupado es bueno por sí mismo, no para convertirse en un hipster digital más productivo”. Esa es una de las paradojas del libro. Si bien sugiere que tomarse varios descansos en el trabajo o dejar la mente vagar durante un buen rato al día puede mejorar nuestra creatividad y desempeño en el trabajo, Smart es particularmente crítico con la utilización de su libro para conseguir ser aún más eficientes.
“Es difícil escapar de ello, porque hay quien lee mi libro y se dice 'oh, vale, ahora tengo que añadir no hacer nada a mi lista de tareas'. Es no haber entendido nada”, se lamenta Smart, que explica cómo la escritora Bridig Shulte, autora de Owerwhelmed, un libro sobre la falta de tiempo libre en nuestra sociedad, recibe continuamente ofertas por parte de importantes think-tanks para explicarles cómo el ocio puede hacer más productivos a sus empleados. Otra manifestación más de la obsesión de nuestra sociedad por traducir lo que no tiene precio en números, metas y nombres tachados de una lista.
El ser humano, en peligro
El problema que late detrás de todo ello es que, quizá, el ser humano esté perdiendo aquello que le distinguía del animal, la capacidad de autorreflexión y de conciencia sobre uno mismo. Por el contrario, nos estamos convirtiendo en una mezcla de los animales que sólo son capaces de reaccionar a los estímulos de su entorno y las máquinas que obedecen constantemente órdenes externas. “La habilidad para pensar sobre nosotros mismos es una capacidad humana que ninguna otra especie puede llevar a cabo”, añade Smart. “Requiere una gran corteza prefrontal y la capacidad de metacognición. Si dejamos que esta habilidad se atrofie de forma individual, tendrá consecuencias socialmente negativas”.
Si somos conscientes de que el estrés cotidiano y nuestros horarios sobresaturados acaban con nuestra inspiración, ¿por qué no hacemos nada para evitarlo? Smart traza un paralelismo con la adicción al tabaco. Cuando empezamos a fumar de adolescentes, resulta atractivo porque nos hace parecer más mayores y más interesantes; pero para cuando nos damos cuenta de que nos perjudica, nos encontramos con que la motivación inicial se ha esfumado y es difícil hacer desaparecer la adicción.
¿Qué podemos hacer, por lo tanto, para poner el freno de mano en un mundo en constante movimiento sin que este nos lleve por delante? Smart lo tiene claro: “Conseguir una sociedad basada en el ocio probablemente requería algo parecido a una revolución”. Mientras tanto, está en nuestras manos (íntimas y privadas) intentar detener el caos que nos rodea. “Cuando tengo un momento en el que no he de hacer nada, intento detener la urgencia de encontrar algo que hacer”, explica. “Intento sentarme hasta que me interrumpen. Te sorprendería el beneficio de robar breves momentos a lo largo del día para desconectar. Una vez manejes esos pequeños momentos de desconexión, puedes construir gradualmente una tolerancia a los períodos mayores”. Barato, sencillo y efectivo, aunque conviene tener a mano un ejemplar de El arte y la ciencia de no hacer nada ante la nada descabellada posibilidad de que alguien nos llame “holgazán”.
Fuente: El confidencial
Gracias a Margarita por el link...
Socializas siendo vigilado/vigilante
“el panóptico (…) debe ser comprendido como un modelo generalizable de comportamiento; una manera de definir las relaciones de poder en la vida cotidiana de los hombres”.
Michel Foucault, Vigilar y Castigar (1980)
Posiblemente sí nos asociamos al concepto
de “Panoptismo” de inmediato deberíamos hablar de lo que desde fines
del siglo XVIII fue la estructura de arquitectura carcelaria más
revolucionaria de la época; era el Panóptico, diseño y propuesta del
inglés Jeremy Bentham. El Panóptico -diría después Michel Foucault- “era
un sitio en forma de anillo en medio del cual había un patio con una
torre en el centro. El anillo estaba dividido en pequeñas celdas que
daban al interior y al exterior y en cada una de esas pequeñas celdas
había, según los objetivos de la institución, un niño aprendiendo a
escribir, un obrero trabajando, un prisionero expiando sus culpas, un
loco actualizando su locura, etc. En la torre central había un vigilante
y como cada celda daba al mismo tiempo al exterior y al interior, la
mirada del vigilante podía atravesar toda la celda; en ella no había
ningún punto de sombra y, por consiguiente, todo lo que el individuo
hacía estaba expuesto a la mirada de un vigilante que observaba a través
de persianas, postigos semicerrados, de tal modo que podía ver todo sin
que nadie, a su vez, pudiera verlo. Para Bentham, esta pequeña y
maravillosa argucia arquitectónica podía ser empleada como recurso para
toda una serie de instituciones.
El Panóptico es la utopía de una
sociedad y un tipo de poder que es, en el fondo la sociedad que
actualmente conocemos, utopía que efectivamente se realizó. Este tipo de
poder bien puede recibir el nombre de panoptismo: vivimos en una
sociedad en la que reina el panoptismo.”(1) Entonces bajo está impecable
definición que nos entrega el filósofo francés sobre el Panóptico y el
conjunto de las relaciones de poder asociadas nos deja entrever que la
sociedad -disciplinaria, si se quiere- y su estructura tanto urbana,
institucional y productiva obedece a los principios y direccionamientos
del panoptismo.
En términos generales el panoptismo se
define como la suma de “vigilancia, control y corrección”, estos tres
elementos se vuelven los soportes de las normas prescriptivas sean
culturales y biopolíticas que rigen de manera hegemónica en la sociedad,
y por consecuencia sirven a los agentes e instituciones dedicadas a la
normalización y regulación de los sujetos. Pero el panoptismo cobra
también gran importancia en el tipo de relaciones que se desarrollan a
través de los grupos que la sociedad ofrece y promociona como únicas
formas y espacios de socialización, esto porque estos grupos sociales
funcionan -y son- como instituciones. Quizás sería redundante decir que
la “familia” -al ser en Occidente el grupo social primero- funciona bajo
los principios del panoptismo regulando su desarrollo, y volviendo el
actuar de los miembros una acción pre-determinada por la norma. A partir
de la familia el panoptismo se encuentra siendo la base regulatoria de
nuestras socializaciones jerarquizadas en nuestro actuar y decir,
estipula roles de vigilantes y vigilados -padres e hijos-, configura
dinámicas autoritarias y la protege -a la familia- de posibles
entropías. Lo que viene después son las sociabilidades productivas en
instituciones pre-concebidas como Panópticas, pensemos en la escuela, la
universidad y el trabajo, e incluso grupos asociados como la amistad o
la pareja. En esos espacios/instancias el tipo de socialización se
encuentra totalmente direccionado por el panoptismo, y cohesiona con la
actuación/representación que ofrece el Espectáculo. No es posible el
desarrollo de relaciones espontaneas o sinceras puesto que todas las
dinámicas y roles a la hora de socializar ya han sido escritos y
normados, y se encuentran sujetos a códigos y estructuras panópticas que
funcionan como soportes y defensas establecidas y duraderas del estado
de las cosas.
Quizás en el caos y lo temporal se tejan
lineas de fuga al panoptismo, como decía el viejo filósofo -en “La
Historia de la locura en la época clásica Vol 1″- “El orden de los
Estados no tolera ya el desorden de los corazones”, tal vez ese desorden
se traduzca en los monólogos del loco, en los encuentros informales, en
las sociabilidades egoístas -en términos stirnerianos-, en las
tertulias entre anormales, en lo que Hakim Bey llamaría una Zona
Autónoma Temporal.
Escrito por Orlando S.
Colectivo Antipsiquiatría.
Notas:
(1) M. Foucault, La verdad y las formas jurídicas, cuarta conferencia.
Apología del ilegalismo
Abúlicos y decepcionados; cínicos y
arrogantes; melancólicos e introvertidos, incluso confiados y,
aparentemente, satisfechos; vivimos todos nosotros sumidos en el más
profundo de los temores.
Hay miedo al futuro, al porvenir, a lo que nos
deparará un inexistente “destino”, al ensañamiento con que podría
tratarnos la vida. También hay miedo al pasado, a lo pretérito, a los
“esqueletos del armario”, a la descodificación de nuestros “demonios”… y
en cada uno de esos casos se repite una constante: Miedo al Castigo.
La ingenuidad -que no perdemos ni en nuestra vejez- consiste, precisamente, en el supuesto desconocimiento de dicho fenómeno.Tenemos miedo a que nos reprueben por lo que “podemos” llegar a hacer, y miedo a que nos fustiguen por lo que “hemos” hecho. No nos importa comprender “porqué” se nos castiga, ni descubrir “quién” lo hace, ni cuestionar la “superioridad” de quién se arroga el derecho de aplicarnos la férula. Si se nos castiga: “algo habremos hecho para merecerlo”, quién nos castiga: “es siempre un organismo que vela por el orden y la seguridad”, su “superioridad” reside: “en que los individuos que lo componen son un dechado de virtudes, con una solvente y elevada catadura moral”… sí, a estas mamarrachadas llega la dialéctica jerárquica.
No queremos cuestionar la dudosa belleza de estos eufemismos; nos atreveremos, sin embargo, a remover su fondo. Si se nos castiga: “es únicamente porque alguien obtiene un rédito de ello”, quién nos castiga: “es siempre un organismo represor que fomenta el abotargamiento y el miedo”, y su “superioridad” reside: “únicamente en la fuerza bruta”, es esta, y no otra, la “virtud augusta” sobre la que reposa su cetro.
Sin temor a caer en “dogmatismos” hacemos nuestras las palabras de Albert Libertad: “Todas las leyes son malvadas, todos los juicios son inicuos, todos los jueces son malos, todos los condenados son inocentes”.
Interroguémonos detenidamente ¿Acaso quiénes nos castigan son mejores que nosotros? No; sencillamente sus intereses -por cierto, nada altruistas- son distintos que los nuestros: nuestra igualdad material mermaría radicalmente sus ganancias, nuestra expansión creativa aboliría su mecanicismo industrial, nuestra voluntad paralizaría la rueca que hace girar su sistema, nuestra felicidad consciente y autosuficiente invalidaría su tutela, y en definitiva, nuestra Libertad erradicaría su Poder.
Insalvablemente estas antinomias deberían de emplazarnos al conflicto, sin embargo, el hecho de que el Estado haya sabido ceñirse como una correa al cuello de la Sociedad, y que esta correa haya sido “sabiamente” manejada, tanto por los “prohombres” del capital “blanco”, como por los “próceres” de la política “roja”, es lo que ha determinado que sus intereses hayan prevalecido sobre los nuestros. Es esta dinámica la que establece, tal y como decía Stirner, “que nuestra violencia sea un crimen y la suya un derecho”, que nuestros atentados contra la propiedad sean un “robo” y que su habilidad para esquilar a los “rebaños humanos” sea considerada “iniciativa empresarial”.
Ya Sade les conminaba a “abrir las cárceles o a suministrar la prueba, imposible, de su virtud”, hace más de 200 años de aquello y aún no han pasado ninguna de las dos cosas… será menester entonces empezar a “tomar”; y tildar de imbéciles a todos aquellos que sigan esperando “recibir”.
No queremos encubrir nuestro llamamiento: convocamos a todo Individuo a violar todas y cada una de las leyes y preceptos que se le impongan y que no estén en plena concordancia con su propia sensibilidad. Nosotros no queremos teorizar, ni resignarnos, ni aguantar los latigazos con la esperanza futura de que nos cubra una “Gran Noche”. Nosotros queremos Vivir. No hace falta cultivarse, ni fortalecerse, ni “reflexionar fríamente”; llevamos siglos de “reflexión”, de “aprendizajes” y “gimnasias”, lo que queremos es, llanamente, Existir, con toda la fuerza de la palabra. Si esto incluye todas las demás cosas, hagámoslas sin más, pero que no sean estas un prerrequisito para la vida, lo que pretendemos es todo lo contrario: queremos que todas esas cosan sirvan como un medio para facilitar y hacer más gozosa la vida; y no que la vida sea un medio para lograr alcanzar todas esas cosas.
Queremos aullar allí donde nos apetezca, queremos pensar en todo aquello que deseemos, y queremos poder expresarlo de la forma que mas gustemos; queremos escribir, cantar, pintar, y danzar tal y como se nos antoje; queremos comer, beber, dormir y vivir tal y como decidamos, y queremos que todas estas cosas puedan estar al alcance de todos y cada uno de nosotros.
Este planteamiento adquiere sus tintes más prácticos en estos días de hambres y censuras. Queremos que el nómada tome posesión de un techo, sin más prescripción que su Voluntad. Queremos que el famélico asalte los insultantes expositores de abundancia, y que el sediento satisfaga sus pulsiones biológicas allá donde le plazca.
¿Os suenan fuertes estas palabras? Pues he aquí, ante vuestros ojos, una prueba fehaciente de ese miedo “invisible” del que antes os hablaba.
Fuente: Nada
Negatividad del politicismo
Por politicismo se entiende la creencia en que todos
los problemas de la sociedad y del ser humano tienen solución y se resuelven
con la política. Bajo el actual régimen partitocrático el monodiscurso
politicista se hace aún más reduccionista, al manifestarse como irracional fe subjetiva
en que votando a tal o cual partido, formación o coalición se realiza el bien
del cuerpo social.
El politicismo hoy es una forma de estatolatría pues
no hay más política, para sus adeptos, que la que se hace desde las instituciones,
desde el parlamento y el gobierno. La meta es lograr la mayoría parlamentaria
para formar gobierno, promulgar leyes y emitir disposiciones de esta o la otra
naturaleza con lo que, pretendidamente, todos los problemas quedan resueltos.
Como derivación del politicismo existe el
legicentrismo, o creencia en que las normas jurídicas, las leyes, son el todo.
En la realidad, aquél sirve para construir una sociedad cada día más sometida
al Estado, que con la hinchazón legislativa se hace Estado policial.
La obsesión y monomanía politicista da origen a un
sujeto, el politicista, que no tiene otro tema de conversación que la política
partitocrática, chaladura alimentada desde los poderes mediáticos, que han
convertido la politiquería, junto con el fútbol, en los dos asuntos centrales
de la pasmosamente empobrecida verborrea de los seres nada.
El politicismo es invasivo, excluyente, totalizante
y degradante. En su sinrazón se expande sin control, niega la necesidad de
actividades no-políticas para la transformación de la sociedad, se encumbra a única
práctica supuestamente transformadora y con su formidable poder de empequeñecimiento
y descarte mutila a la persona. El politicista es una de las expresiones más
aflictivas de ser nada.
El estudio de la historia y del presente muestra que
la política, incluso la mejor y más respetable, es parte y sólo parte. La
política es insuficiente incluso para resolver los problemas políticos.
Cuando los seres humanos eran todavía humanos se entendía
que sólo podía haber política transformadora sobre la base de la virtud cívica y la virtud personal, de donde dimanaba un sujeto dedicado por
convicción interior a servir al bien público y a intervenir en la vida social
de acuerdo a normas de rectitud individual, ética natural y entrega
desinteresada. Todo eso fue arrasado para crear la actual iniquidad
politicista.
Se consideraba que debía haber una construcción
pre-política del sujeto. Éste era pensado como un ser humano que se implicaba
en tanto que tal, como complejidad auto-realizada. Hoy la persona ha sido rebajada
a votante, paseante en manifestaciones y exhibidor de pancartas. La enloquecedora
politiquería de los partidos se ha hecho el todo de la vida colectiva,
aberración que nos está triturando.
La política institucional no sirve para nada porque
las decisiones fundamentales las toman las estructuras de poder, y las leyes
las hacen también dichas estructuras. El parlamento y el gobierno, lo único
formalmente elegible de ese aparato de dominio que es el Estado, no tienen
poder sustantivo, no son centros de poder en sí mismos. Sirven al artefacto
estatal y a los poderes económicos, de quienes dependen en todo.
Los partidos y formaciones políticas, similarmente,
son instrumentos de la actual dictadura, cantera de empleos y corporaciones de
negocios. Y eso es así con indiferencia de que sean de derechas o de izquierda,
pues la ideología es la envoltura palabrera y mendaz con que esas temibles
formaciones maquillan su insaciable voluntad de mandar y sojuzgar, de expoliar
y acumular capital.
Las instituciones no son cambiables. No hay ni un
solo caso en que un partido político haya logrado realizar alguna
transformación positiva de la vida social, el orden económico o el sistema estatal.
Nadie triunfa hoy en política si no cuenta con el apoyo múltiple de los poderes
de facto, políticos y económicos, si no es esbirro de éstos.
Las personas bienintencionadas que forman parte de
los entes políticos ganadores son corrompidas por el poder. En cuanto se
incorporan a las instituciones dejan de ser lo que eran para hacerse
neo-funcionarios del Estado, servidores suyos muy bien pagados. En los últimos
150 años cientos o miles de partidos en Europa han proclamado que llegaban para
“cambiar las instituciones” pero los
hechos han probado que en todos los casos, en todos, fueron las instituciones
las que les cambiaron.
La acción política buena y revolucionaria se hace
con la gente, no en los aparatos de dominio y mando, promoviendo iniciativas de
todo tipo desde la base del cuerpo social. Quienes proponen ir a las
instituciones son enemigos de la libertad, por ser políticos profesionales, o
lo que es lo mismo, déspotas hiper-locuaces, amorales e histriónicos, esto es, politicastros.
Fuente: Esfuerzo y servicio
Etiquetas:
Codicia,
Control,
Estado y Dominación,
Explotación y Abuso,
Manipulación,
Política,
Reflexiónes
Suscribirse a:
Entradas (Atom)