Por Acratosaurio Rex:
Estas últimas semanas, los defensores de la energía nuclear han estado afilando los cuchillos para lanzarse contra el cuello de cualquiera que osase poner en entredicho la inocencia de esa energía, que estos años se ha vendido como pura, barata, inocua, respetuosa con el medio, etc. Pero el accidente de Fukushima ha sido tan gordo que se las ven y se las desean para encontrar explicaciones que dar a los mandatarios que, inquietos, cabreados, contemplan sus agendas electorales. En el momento actual, las autoridades japonesas dicen que en Fukushima la cosa está chunga y que no saben qué puede pasar (1), aunque trabajan para que no pase.
Así que los partidarios de la energía nuclear, han matizado sus declaraciones. Vienen a decir que hay que abrir un debate sin histerismos, en el que se valoren los pros y los contras. Los pros son el disponer de energía, hasta que sea posible levantar centrales termonucleares (que ahora mismo no hay modo). Los contras son los accidentes tremebundos de vez en cuando. La energía, dicen los nuclearófilos, es precisa para que la sociedad evolucione, ya que, si la sociedad no evoluciona, pues involuciona. Fabuloso. Como los que pierden la casa en un deshaucio.
Según ellos, es necesaria una energía limpia y barata para elevar el nivel de vida de la mayor parte de la Humanidad, que sigue arrastrándose por el fango. Así que, nada. Lo suyo, para salir de esa miseria, es construir una central nuclear junto al lago Tanganika. Seguramente los pobladores correrán gustosos el riesgo de plantar un chisme de esos junto a sus chozas.
La vida es riesgo —dicen—. El riesgo ha de ser sopesado para incrementar el bienestar general. Sobre todo si el riesgo está muy lejos de casa, y los efectos a largo plazo, nos pillarán muertos… Pero… ¿Ese bienestar en qué consiste?
En los últimos treinta años, en los EE.UU., templo del capitalismo, los trabajadores siguen cobrando lo mismo (proporcionalmente) que cuando Ronald Reagan llegó a la presidencia en 1980 (2). En este periodo de tiempo, el PIB se dobló, y las rentas del 1% de los ricos, pasaron de representar el 9% a representar el 20%. Se ha incrementado la productividad, magnífico, y la riqueza subsiguiente, se ha transferido a los ricos. ¿Qué ha recibido la población más pobre del Occidente Capitalista con respecto a los esforzados obreros de 1980? Teléfonos móviles, ordenadores personales y aire acondicionado. Es decir, canicas brillantes, abalorios, espejitos y bisutería, a cambio de oro.
Así que antes de seguir con este rollo de productividad, crecimiento y necesidad de energía, habría que preguntarse quién se está beneficiando de esta historia, y dónde está toda esa pasta que la inmensa mayoría, no huele pero sí intuye.
Centrales nucleares en la Antártida para dar prosperidad a los pingüinos. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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