Quienes hemos hecho la guerra sabemos reconocer los caminos por los que se prepara y acerca.
Las señales de guerra en el horizonte son claras. La guerra, como el miedo, también tiene olor.
Y ahora se empieza ya a respirar su fétido olor en nuestras tierras.
(Subcomandante Insurgente Marcos, diciembre de 2007).
San Marcos, Chiapas.
“Ya estábamos entumidas de miedo cuando llegamos aquí, no sentíamos
nuestros cuerpos, sentí que hay un tigre detrás de mí, me perdí, estaba
espantada, sentí que ya no estaba en el mundo”, relata Lucía, base de
apoyo zapatista refugiada ahora en la comunidad de San Marcos, a donde
llegó, junto con sus compañeras, huyendo de la violencia con la que los
paramilitares del grupo Paz y Justicia asolan a la comunidad Comandante
Abel.
Al final del largo valle que se extiende
desde Sabanilla hacia Tabasco se encuentra la comunidad autónoma
zapatista de San Marcos, a un lado del río que se cruza por un
puente-hamaca. Aquí un grupo de mujeres y autoridades de la comunidad
reciben a la Caravana de Solidaridad y Documentación que ha llegado a recabar testimonios. La
solidaridad de estas familias ha hecho que reciban a las desplazadas de
la comunidad Comandante Abel, a pesar de tener que ceder la escuela de
los niños para su refugio, y de tener que compartir su maíz, que de por
sí es escaso. Cuatro mujeres y dos integrantes de la Junta de Buen
Gobierno comparten aquí sus historias con los y las integrantes de este
grupo de observación.
Desde el exilio, Lucía y Elvira cuentan
que ese ocho de septiembre ya no aguantaban el miedo, temieron por la
vida de sus familias, y ya no sentían que podían dar seguridad a los
niños. Salieron huyendo por una barranca. Después de dormir una noche
debajo de los bejucos, corrieron hasta el único lugar que sentían seguro
en una zona dominada por los paramilitares organizados bajo la bandera
de Paz y Justicia desde 1995, soldados y corruptos elementos de la
Seguridad Pública.
El pasado seis de septiembre la Junta de
Buen Gobierno “Nueva semilla que va a producir”, del caracol “Que Habla
Para Todos”, denunció una nueva invasión paramilitar en las tierras del
Nuevo Poblado Comandante Abel, del municipio autónomo la Dignidad,
municipio oficial Sabanilla. El 12 de septiembre una nueva denuncia de
la misma Junta de Buen Gobierno visibilizó la gravedad de la situación;
mujeres y niños desplazados, y 14 personas desaparecidas entre las
comunidades Nuevo poblado de Comandante Abel y la comunidad cercana de
Unión Hidalgo. La crisis humanitaria causada por la negligencia del
Estado mexicano y las estructuras paramilitares creadas en los noventa
están activas. Es un hecho.
El temor, la urgencia y el caos hicieron
que algunas familias se dispersaran. Un integrante de la Junta de Buen
Gobierno explica desde San Marcos: “las compañeras ya no aguantan, es
mucho su sufrimiento. Pero la base de apoyo zapatista no llora. Volvemos
a trabajar para resistir y vivir”.
A San Marcos llegaron sólo 20 mujeres.
Se dieron cuenta que faltaban dos compañeras y sus bebés más pequeños.
Los próximos días las estuvieron buscando, con el temor de que podían
haber sido secuestradas por los paramilitares. Elvira y Lucía,
acompañadas por compañeros de San Marcos, por fin las encontraron. El
día 11, cuatro días después de su desaparición, escucharon llanto de
bebés. Rompieron monte y de pronto aparecieron sus compañeras. Cuentan
que la alegría era grande, “pero las compañeras estaban temblando del
frio y estaban agotadas por el hambre y el cansancio”. “Les dimos
pozol”, cuenta Lucía, “y con los compañeros cargamos sus bebés hasta
llegar a San Marcos”.
Carmen y Yesica son los nombres de las
mujeres que se extraviaron. Aún se nota el cansancio en sus miradas pero
están decididas a compartir su testimonio. “Tuvimos mucho miedo cuando
salimos huyendo. Nos costó cruzar nuestros hijos por el río y nos
retrasamos, ya no vimos por donde habían salido las demás. Empezamos a
caminar, pero tuvimos miedo de que nos vieran los paramilitares. Debajo
de una piedra, en una especie de cueva, nos escondimos la primera noche.
Los días siguientes rompimos monte para no ser vistas, tratamos de
guiarnos por un cerro característico que hay cerca de San Marcos, pero
nos perdimos. Comimos la hierba momo y naranjas para calmar el hambre,
pero teníamos miedo de ser descubiertas por los paramilitares, y nos
bajábamos al río para tirar la cáscara”. Yesica observa fijamente su
bebé. Una niña de apenas 3 meses que llora pero ya no acepta el pecho de
su madre. “El miedo se pasó a la leche”, dice. “Mi hija tiene calentura
y no se le baja”.
Balas contra la resistencia
Nuevo Poblado Comandante Abel.
El pasado ocho de septiembre, cuando la balacera de los 150 agresores
encabezados por los líderes paramilitares ya no fue soportable en esta
comunicad, 22 compañeros y cinco compañeras que no tienen hijos pequeños
se quedaron en el poblado zapatista para defender sus tierras, animales
y pertenencias. Cuando la balacera arreció se escudaron detrás de
piedras y árboles para proteger sus vidas. Ellos y ellas reciben a la
caravana en una casa que tiene agujeros en varias partes como
testimonios de la balacera reciente. Están sitiados. A un lado del río
los paramilitares les tomaron las tierras sembradas y el potrero. Ya
están construyendo casas ahí, y por las noches se observa gente armada
en unas trincheras cerca del río. A escasos 400 metros, en la cancha de
futbol en San Patricio, algunos elementos de Seguridad Pública desde el
16 de septiembre han puesto un campamento. Cuentan que el 18 de
septiembre se escucharon dos disparos desde ahí. Hay escasez de comida;
los zapatistas no pueden sembrar ni ir por leña, por el evidente riesgo
de ser emboscados.
El Nuevo Poblado Comandante Abel está
ubicado en tierras recuperadas por el EZLN del 1994. Hasta hace pocos
meses la población que ahí vive se encontraba a unos metros de
distancia, en la comunidad de San Patricio. San Patricio ha tenido que
resistir pacíficamente múltiples ataques paramilitares desde los noventa
y hace exactamente un año sus tierras fueron invadidas por
paramilitares de la comunidad cercana Ostilucum, causando el
desplazamiento de la población, hambre y epidemias. La comunidad logró
retornar, perdió sus cosechas y se volvió dependiente de las ayudas de
alimentación de la Junta de Buen Gobierno de la Zona Norte. Las amenazas
de una nueva invasión y una posible masacre aumentaron, y en el mes de
mayo las familias bases de apoyo del EZLN tomaron la decisión de
trasladar a la comunidad al anterior predio denominado “Lámpara”,
mostrando con este hecho la voluntad de los zapatistas de buscar formas
pacíficas de resolución de conflictos, aún cuando era evidente que las
familias estaban en su derecho y legitimidad en San Patricio, pues eran
sus tierras. A pesar de este hecho continuaron las amenazas, y el seis
de septiembre los paramilitares de Unión Hidalgo invadieron las tierras
del Nuevo Poblado Comandante Abel, soltando disparos contra las
familias, que se escudaron detrás de piedras y muebles en las casitas de
madera recién construidas. Al día siguiente ya no aguantaron, mujeres y
niños salieron huyendo al monte, mientras los hombres y algunas mujeres
se quedaron para defender su comunidad y la vida.
Los agresores tienen nombres. Los
máximos dirigentes son de Unión Hidalgo, y son nombrados ante la
Caravana; Pedro Ramírez Guzmán, Hipólito Ramírez Martínez, Jesús Ramírez
Martínez, Leopoldo Pérez Hernández, Carlos Cleber González Cabello,
Miguel Encino Gómez, Javier Guzmán Encino, Pedro Gómez Gómez y Marcelino
Gómez Guzmán. Pero no operan solos. Los compañeros relatan los hechos a
la Caravana; “El día 4 de septiembre llegaron Eduardo Montoya,
Maximiliano Narváez y el secretario de gobierno Noé Castañón, junto con
la seguridad pública estatal. Se reunieron con ellos, les dijeron que
las tierras son suyas”. Dos días después se da el ataque en contra de
las bases de apoyo del EZLN.
Los desplazados de Unión Hidalgo
Zaquitel Ojo de Agua.
Al día siguiente los y las integrantes de la caravana son guiadas a otra
comunidad: Zaquitel Ojo de Agua, lugar sólo accesible por medio de una
caminata de tres horas hacía la punta de los cerros que rodean el valle
de Sabanilla. Tiene una ubicación hermosa, entre cerros, ceibas y
arroyos. Al igual que en San Marcos, entre las familias de Zaquitel Ojo
de Agua abunda la solidaridad. Sólo se sabe que de Unión Hidalgo se
habían desaparecido diez personas, y que se temía por su vida. Al igual
que en San Marcos, explican, fueron encontradas después de tres noches
aguantando la lluvia de septiembre en las altas montañas. Jaime y
Auxiliadora comparten su testimonio con la caravana. Ellos son parte de
las tres mujeres, tres hombres y cuatro niñas y niños que ya no
aguantaban las amenazas de los paramilitares de Unión Hidalgo. “Día y
noche gritan por los aparatos de sonido de sus carros que van a comer
nuestra carne. Dicen que nosotros estamos fuera de la ley, que no
tenemos derechos ni justicia. Nos tratan como animales”, cuenta
Auxiliadora, visibilizando que la clásica estrategia psicológica de
deshumanizar al enemigo para legitimar ataques, sigue vigente en
Chiapas, donde el discurso oficial asegura que ya no hay paramilitares.