Final más que
previsible: el PRI acordó con el PAN que a su mafia sindical no se le
toca ni con el pétalo de una rosa: las modificaciones sobre
transparencia, rendición de cuentas, manejo nítido de los recursos,
etcétera, se fueron directo al bote de la basura. A cambio, el PAN
acordó con el PRI aprobar la vía patronal, es decir, que íntegramente se
le cargue la factura a los trabajadores: despidos fast track, contratación por hora, outsourcing,
prestaciones al caño, salarios a la baja y los caídos al carajo,
inestabilidad en el empleo, mayor informalidad, etcétera. Resultado: una
Así, PRI y PAN (en cuyas bancadas hay de todo, como en botica, menos
representación real de los trabajadores) decidieron legalizar y
profundizar el mayor atraco laboral del que se tenga registro desde el
porfiriato. Y aquello de los equilibrios entre los factores de la
producción una vez más se lo pasaron por el arco del triunfo. Cierto es
que no es novedad, pues ambas empresas… perdón, partidos políticos, lo
vienen haciendo desde hace tres décadas, siempre en nombre de la moderna reforma laboralque incrementará sustancialmente las ganancias de la cúpula empresarial, aumentará la de por sí elevada precarización laboral y hundirá, aun más, a los mexicanos que ambos corporativos dicen representar.
modernidady de los
beneficios sociales, con los resultados por todos conocidos y padecidos. Se confirma, pues, que en México
la democracia es de, para y por los empresarios(Fox dixit).
Millones de mexicanos están en la desocupación abierta, el desempleo, la precariedad laboral, con bajísimos salarios (
hay que ser competitivos) y ahora,
en su beneficio y para construirles un mejor futuro, les aprietan la tuerca. Entonces, si el horno estaba más que caliente, habrá que imaginar la
temperatura socialque alcanzará el país tras la
modernizacióndel sector laboral, la cual, dicho sea de paso, mantiene intocado al sector patronal. Y en el plano económico la tan cacareada reactivación del mercado interno, de por sí un sueño guajiro con el manual neoliberal, se ve más lejos que nunca.
En los últimos tres sexenios (Zedillo, Fox y Calderón) oficialmente se generaron 4.7 millones de empleos formales permanentes (5.6 millones si se incluyen los puestos eventuales), contra una demanda real cercana a 18 millones de plazas. Ello quiere decir que en 18 años sólo se generó uno de cada tres empleos formales demandados. En igual lapso, los mexicanos que sobreviven en la informalidad pasaron de 8.3 a 14.7 millones, es decir un incremento de 77 por ciento. Ello sin considerar quienes laboran en la formalidad, pero en condiciones de informalidad (17 millones adicionales).
La formalidad, pues, a paso de tortuga, mientras la informalidad avanza a paso veloz. Todo, desde luego, producto de una Constitución que nadie respeta y una Ley Federal de Trabajo que todos se las pasan por la entrepierna, comenzando por el gobierno. Entonces, ¿qué pasará con la
moderna reforma laboralque aprobará el Congreso? No hay que ser adivino para conocer el resultado desde ya. En este contexto, la Cepal analizó los nada gratos resultados de la
flexibilizaciónlaboral de los años 90 aplicada en otros países de América Latina, y su balance es el siguiente (cualquier coincidencia con México no es casualidad):
Además de este proceso de precarización, con impacto directo en el empleo, el resto de las reformas estructurales en general tendieron a incrementar los niveles de exclusión e informalidad en los mercados de trabajo. Por ejemplo, en el caso de Argentina, impactaron la apertura comercial, la incorporación de capital y el cambio tecnológico en las condiciones de empleo, los niveles de actividad y los diferenciales salariales por capacitación, con la consiguiente vulnerabilidad de los trabajadores. Otras reformas, como las privatizaciones y la desregulación, también tuvieron impacto en el empleo. En términos de los mercados de trabajo en la región, “el nuevo régimen institucional se expresó tanto de jure, mediante la precarización de empleos en empresas formales (por ejemplo, con las distintas modalidades promovidas introducidas en países del cono sur en la década de 1990), como de facto, a través del aumento del desempleo y de la informalidad, derivados de la mayor volatilidad macroeconómica y la expulsión del empleo en los sectores perjudicados por los procesos de apertura y reforma”.
Las reformas estructurales, apunta la Cepal,
introdujeron una mayor flexibilidad en el mercado de trabajo, pero los trabajadores cargaron desproporcionadamente con las consecuencias negativas de esta flexibilización. Aunque en materia de legislación laboral algunas de estas reformas fueron desandadas en la década de 2000, la histéresis del desempleo y la tendencia a una mayor informalidad en el marco de una apertura a los mercados internacionales constituyen límites concretos que deben ser incorporados en el diseño de políticas públicas. La implementación de medidas flexibilizadoras tiene un techo dado, en gran parte, por el nivel de informalidad de la fuerza de trabajo, dado que los trabajadores informales cuentan con un acceso limitado a mecanismos efectivos de protección y compensación frente a una mayor flexibilidad.
En síntesis,
con la flexibilización laboral en la primera década del siglo XXI el desempleo y la informalidad son en general peores que a principios de la década de 1990, cuando se aprobaron
reformas laborales en beneficio de todos.
Las rebanadas del pastel
¡Feliz inicio de sexenio!, mexicanos agachones: la Comisión del Trabajo de la Cámara de Diputados ya aprobó el dictamen de la
reforma laboral. Hoy pasará al pleno, pero la votación será mero trámite. Cómo estarán de contentos los
beneficiados, que hasta el personal sindicalizado que labora en San Lázaro ya protestó.
Fuente:La Jornada
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