El 15 de
septiembre de 2011, escribí al Reverendo Monseñor Kuriakose Bharanikulangara,
Primer Consejero de la Misión Permanente Observadora de la Santa Sede en las
Naciones Unidas. En esa carta, instigada por el asesinato del septuagésimo
noveno sacerdote en Colombia desde 1984, expresé mi preocupación por los
continuos asesinatos de sacerdotes católicos y de otros religiosos en el país. Hice valer mi opinión “de que este ataque contra la
Iglesia en Colombia es una política estatal, tanto de Colombia como de EE.UU.,
que apoya a los militares con miles de millones de dólares de ayuda y que
considera que los movimientos organizados por la justicia social en
Latinoamérica constituyen un amenaza para su dominación económica de la región.
No soy el único que sostiene esta opinión ya que otros sacerdotes en Colombia,
notablemente el Padre Javier Giraldo, S.J., han expresado este punto de vista
durante muchos años”.
Envié una
copia de dicha carta al Padre Giraldo y me respondió con una breve nota en la
que simplemente me agradeció la carta y declaró: “Su interpretación de lo
que pienso es correcta”. En cuanto a la Santa Sede, nunca respondió a mi carta,
presumiblemente porque no comparte mi preocupación por esos sacerdotes.
Otra persona
que ha hablado y ha escrito de este tema es Noam Chomsky, amigo y partidario
del Padre Giraldo. En respuesta a mi último artículo sobre el continuo ataque a
la Iglesia en Colombia, el profesor Chomsky me
escribió: “Pocos son conscientes de la guerra que EE.UU. libró contra la
Iglesia después de la herejía del Vaticano II, buscando devolver la Iglesia a
los Evangelios por primera vez desde el Emperador Constantino. Probablemente
sabe que escribo sobre este asunto desde hace mucho tiempo. Para oídos sordos,
sobre todo”. ¡Qué pena! Fue un vídeo de una conferencia de Chomsky
en 2009 lo que realmente me despertó a la realidad de esa guerra y su verdadera
naturaleza.
De esa
manera, en diciembre de 2009, el profesor Noam Chomsky pronunció un fascinante
discurso en la Universidad Columbia que resumía sucesos conocidos por pocas
personas en el mundo desarrollado: En 1962 el Papa Juan XXIII, a través del
Concilio Vaticano II, intentó reclamar las tempranas raíces de la Iglesia; la
Iglesia de los primeros 300 años cuando fue la “Iglesia perseguida”, la Iglesia
de los mártires. La naturaleza de la Iglesia había cambiado con la
declaración en 324 d.C. de que la Iglesia Católica sería la Iglesia oficial del
Imperio Romano, convirtiéndola en la “Iglesia perseguidora”, con las Cruzadas,
la Inquisición española y la complicidad con el nazismo entre los numerosos
crímenes que resultaron de esto.
Con el Concilio Vaticano II de 1962, la Iglesia en todo el mundo comenzó a
revalorizarse. En Latinoamérica, esto tomó la forma de la “Teología de la
Liberación”, una filosofía que propugnó un “tratamiento preferencial para los
pobres” y que llamó al apoyo activo para los movimientos de justicia social por
cuenta de los trabajadores, los campesinos sin tierras y los pueblos indígenas
y la oposición activa a los regímenes militares y a la dominación corporativa.
Esta
filosofía, que combinó el cristianismo con el marxismo, se formuló por primera
vez en una reunión de teólogos latinoamericano encabezada por Gustavo
Gutiérrez, en Río de Janeiro, Brasil, en 1964. Brasil se convirtió en la zona
cero del nuevo movimiento y las “comunidades de base” cristianas dedicadas a la
Teología de la Liberación comenzaron a aparecer en ese país y a extenderse por
toda Latinoamérica y se celebraron reuniones teológicas para desarrollar la
Teología de la Liberación en La Habana, Cuba; Bogotá, Colombia y Cuernavaca,
México, en junio y julio de 1965.
Como explica
Noam Chomsky, EE.UU., no
satisfecho con cruzarse de brazos y contemplar cómo arraigaba una teología
abiertamente marxista en Latinoamérica –una teología que amenazaba la dominación
económica y militar estadounidense en la región– actuó rápidamente para
eliminar mediante la violencia ese movimiento emergente. Por su parte el
Vaticano, después de la muerte de Juan XXIII, también actuó para eliminarla
mediante la censura, la remoción e incluso la exclusión de sacerdotes y obispos
de la Liberación.
El primer
golpe contra la Teología de la Liberación por parte de EE.UU., relata Chomsky,
tuvo lugar en su cuna, Brasil. Por lo tanto, en 1964, EE.UU. patrocinó el
derrocamiento del presidente democráticamente elegido de Brasil, Joao Goulart,
estableciendo una dictadura militar que gobernó hasta 1985 y que, gracias a la
continua ayuda militar de EE.UU., atacó violentamente a los sacerdotes de la
Liberación, comunidades religiosas y de base, removiendo así el nuevo
movimiento radical teológico en sus raíces.
EE.UU.
siguió realizando operaciones militares activas para eliminar la Teología de la
Liberación, dejando una terrible estela de cadáveres de sacerdotes, hermanos y
hermanas, e incluso el del Arzobispo de San Salvador, Óscar Romero. Teniendo en
cuenta todo lo dicho, más de 100 religiosos fueron asesinados en Latinoamérica
entre 1964 y 1985, y el derramamiento de sangre no había terminado.
Como subraya
Chomsky, incluso después de la caída del Muro de Berlín en 1989, que marcó el
final oficial de la Guerra Fría, EE.UU. prosiguió su ataque a la Iglesia de la
Teología de la Liberación. El caso más tristemente célebre fue su apoyo al
asesinato por los militares de 6 sacerdotes jesuitas, junto con su ama de
llaves y su hijo, en noviembre de 1989. Como sabemos gracias al informe de
la Comisión de la Verdad de las Naciones Unidas de 1993, los autores
intelectuales del asesinato de esos jesuitas fueron el coronel Inocente Orlando
Montano Morales y el coronel René Emilio Ponce, ambos graduados de la
Escuela de las Américas (SOA) de EE.UU., en Fort Benning, Georgia. Y
esto corresponde a la norma, porque como señala Jack Nelson-Pallmeyer en su
libro, School for Assassins (Orbis Books, 1999), en un 75% de los
ejercicios de entrenamiento en la SOA, el sacerdote u otro personaje religioso
(usualmente representado por un capellán del ejército de EE.UU.) terminaba
muerto o herido.
Cables de
Wikileaks
Recientemente,
sentí que debía hacer una investigación en Wikileaks de la “Teología de
la Liberación” para ver qué podría revelarse respecto a la actual posición de
EE.UU. hacia esa filosofía y los individuos que viven según ella. En
total la búsqueda sacó a la luz 31 cables que tenían que ver con numerosos
países, incluidos El Salvador, Cuba, Ecuador, Paraguay, Corea del Sur, las
Filipinas, Haití, Brasil, Venezuela, Líbano y el propio Vaticano. Esos cables
revelaron la continua obsesión del Departamento de Estado de EE.UU. con la
Teología de la Liberación y la hostilidad compartida de EE.UU. y el Vaticano
hacia esa doctrina.
Por ejemplo,
la embajada de EE.UU. en el Vaticano –en un cable titulado “Socios por el
Progreso", en un trabajo con las Agencias de Desarrollo del Vaticano y
fechado 24 de enero de 2003, dejaba claro que EE.UU. y el Vaticano estaban en
plena sintonía cuando se trata de su oposición a la Teología de la Liberación y
su desafío a las injustas estructuras del mercado que perpetúan la pobreza (1).
Por lo tanto, la embajada declara:
La propia Santa
Sede parece haber hecho un cambio filosófico en los últimos años respecto a su
enfoque hacia el desarrollo. Mientras muchas
declaraciones de postura oficial todavía incluyen más de un indicio de mensaje
de desarrollo en los días maravillosos de la Teología de la Liberación y la
teoría internacional de desarrollo de finales de los años 60, declaraciones
recientes –en la cumbre de Johannesburgo por el desarrollo sostenible, por
ejemplo– reflejan una posición más cercana a la del USG [gobierno de EE.UU.]. Se pide a los
receptores de ayuda al desarrollo que se conviertan en protagonistas y socios
de su propio desarrollo. Conceptos como transparencia, buen gobierno, rendición
de cuentas y liberalización del mercado ahora suministran un contrapeso al
achacar la culpa de los males del mundo a “estructuras injustas” o “capitalismo
desenfrenado”. El Papa ha reforzado esos conceptos en recientes
mensajes y declaraciones, lo que sugiere que la nueva perspectiva se filtrará
de los dicasterios a las agencias de desarrollo para conformar sus políticas y
estrategias. En vista de la importancia de la voz del Vaticano en todo el
mundo en desarrollo, la Embajada cree que las agencias de desarrollo del USG
deben tratar de ampliar los contactos con la Santa Sede para aumentar el apoyo
a nuestras políticas e iniciativas de desarrollo y desarrollar sinergias con
las numerosas agencias de desarrollo relacionadas con el Vaticano. Fin
del comentario.
En un cable
de la embajada del 6 de mayo de 2007 relacionado con la visita del Papa
Benedicto XVI a Brasil, la embajada de EE.UU. en ese país discute
extensivamente el tema (2). Por ejemplo, bajo el encabezamiento “La ‘amenaza’
de la Teología de la Liberación”, la embajada escribe:
Otro
importante problema contextual de la visita es el desafío a la Iglesia
tradicional representado por la Teología de la Liberación. El Papa Juan
Pablo (con la ayuda del actual Papa cuando era el Cardenal Ratzinger, hizo
grandes esfuerzos para acabar con este análisis marxista de la lucha de clases.
Había llegado a ser promovido por una cantidad significativos de clérigos y
gente común católica, quienes en un compromiso político aprobaban a veces la
violencia “por cuenta del pueblo”. La forma más ortodoxa de la Teología de la
Liberación que se ponía de parte de los pobres y oprimidos había experimentado
una lectura reduccionista que el Vaticano quería corregir. En gran medida, el
Papa Juan Pablo II desanimó la “Teología de la Liberación”, pero en los
últimos años ésta ha presenciado un resurgimiento en diversas partes de
Latinoamérica.
Este mismo
cable apunta sin querer a los resultados del ataque de EE.UU. y el Vaticano
contra esta filosofía, la continuación de la mala distribución de la riqueza en
Latinoamérica. Por lo tanto, en este cable, la embajada explica que en una
conferencia de prensa después de la visita papal a Brasil, “los obispos se
quejaron de la ‘injusta distribución de la riqueza y de las profundas
diferencias en la distribución de los recursos’ en su región. Preguntaron cómo
podía ocurrir esto si la mayoría de los presidentes, empresarios y
profesionales de Latinoamérica afirman que son católicos”.
Desde luego,
esta pregunta se responde por sí misma. El continuo estado de cosas injusto en Latinoamérica
se debe en gran parte a las propias acciones del Vaticano, con ayuda de las
fuerzas represivas de EE.UU. en la promoción de una variedad de catolicismo que
permite que los ricos y poderosos de Latinoamérica se sientan bien con su
riqueza, es decir, que crean que tienen más posibilidades de entrar en el Reino
de los cielos que un camello pase por el ojo de una aguja, como advirtió Jesús,
y de “acabar con” los teólogos de la liberación que emprendían pasos activos en
el mundo real para cuestionar el injusto control de los ricos y poderosos sobre
los recursos y la tierra de sus naciones. En resumen, la continuación de la
injusticia, de una manera natural, previsible e intencional, es el resultado de
las acciones del Vaticano y de EE.UU.
La Embajada
de EE.UU. en el Vaticano, en un cable del 14 de enero de 2008, analiza los
puntos de vista del Papa Benedicto sobre una serie de temas, incluso respecto a
varios países latinoamericanos (3). Hay que subrayar que la embajada reconoce
que “Para la Santa Sede, los católicos en Cuba gozan de un cierto nivel de
libertad religiosa”. Citando a un miembro de un movimiento laico internacional
en Roma, la embajada señala que “las relaciones entre la Iglesia y el gobierno
cubano no eran ‘estupendas, pero tampoco malas’” (Por cierto, hay que destacar
que el clero católico en Cuba nunca ha sufrido el tipo de violencia infligido
al clero en Estados clientes de EE.UU. en la región.)
A la luz de
su propia obsesión por el tema, la embajada continúa expresándose largo y
tendido sobre los puntos de vista del Papa sobre la Teología de la Liberación:
También
importante –e inquietante– para la Santa Sede es la resiliencia de la Teología
de la Liberación latinoamericana. Durante su tiempo como poderoso Prefecto de
la Congregación para la Doctrina de la Fe en los años ochenta y noventa,
el Cardenal Joseph Ratzinger se opuso a la Teología de la Liberación por
su abierta simpatía hacia los movimientos revolucionarios. Algunos seguidores
de la Teología –incluidos antiguos clérigos– ocupan ahora destacadas posiciones
políticas en países como Bolivia y Paraguay, un fenómeno que un comentarista ha
descrito como la reencarnación secular de la Teología de la Liberación. Para la
Santa Sede, el Magisterio de la Iglesia (las doctrinas de la Iglesia Católica)
sobre temas sociales ya defiende con fuerza los derechos de los desamparados.
Esta defensa, frecuentemente descrita como la “opción preferencial por los
pobres” de la Iglesia, no debería incluir que los clérigos asuman posiciones
gubernamentales de alto nivel o se presenten como candidatos. Al llamar a una
reducción de las tensiones interiores en Latinoamérica, la Santa Sede espera
impedir un clima fértil para que los clérigos activistas, progresistas, se
unifiquen con gobiernos populistas, autoritarios.
En un cable
del 27 de septiembre de 2005 procedente de la Embajada de EE.UU. en San
Salvador, titulado “El Salvador: La influencia en decadencia de la Iglesia
Católica Romana”, EE.UU. presenta un interesado, aunque inadvertidamente
revelador, análisis de lo que ha ocurrido en ese país en las últimas décadas
(4). La embajada señala que:
En 1977 el
ex Arzobispo Óscar Arnulfo Romero adoptó una posición explícita a favor de la
“Teología de la Liberación” que enajenó a muchos de los miembros más
influyentes de la iglesia. El Arzobispo Arturo Rivera y Damas siguió el ejemplo
de Romero durante su mandato entre 1983 y 1994. Con la elección de Fernando
Sáenz Lacalle como Arzobispo de San Salvador en 1995, la Iglesia Católica entró
a una nueva era en la cual retiró su apoyo a la Teología de la Liberación;
Sáenz Lacalle renovó el énfasis en la salvación individual y la moralidad. Sin
embargo sigue subyaciendo una división en la Iglesia Católica salvadoreña
respecto a temas políticos semejantes.
La embajada explica posteriormente que, con su retirada de la Teología de
la Liberación, “la Iglesia Católica salvadoreña ha sido efectivamente
‘re-romanizada’…”
Como sucede
tan a menudo, lo que no se dice en el pasaje mencionado es lo más revelador. La embajada se refiere a Óscar Romero como “ex Arzobispo”
que apoyó la Teología de la Liberación. Por cierto, como todos sabemos, en
realidad Óscar Romero murió, más fuerte aún, fue asesinado por las fuerzas
entrenadas, financiadas y armadas por EE.UU. mientras oficiaba la Santa
Misa. La embajada, para evitar la mención de esos hechos
inconvenientes, simplemente lo convierte en “ex Arzobispo”, como si simplemente
se hubiera jubilado. Y, lo que no se menciona es que fue el asesinato de gente
de buen corazón como el Arzobispo Romero lo que condujo a la “re-romanización”
de la Iglesia, una expresión de doble sentido, ya que puede significar
apropiadamente que la Iglesia vuelve a estar en línea con el Vaticano de Roma
(el significado deseado), o que ha vuelto a la posición favorable al Imperio
que la Iglesia ha mantenido (con una interrupción limitada después
del Concilio Vaticano II de 1962) desde el año 324 d.C. En otras
palabras, misión cumplida tanto para el Vaticano como para EE.UU.
Avanzamos
unos años hasta el 27 de febrero de 2009 y la Embajada de EE.UU. en San
Salvador vuelve a retorcerse las manos sobre un nuevo y “más explícito
Arzobispo” del que la embajada sospecha que simpatiza con la Teología de la
Liberación (5). Por ello, el cable contiene toda una sección sobre el nuevo Arzobispo
que dice: “SIMPATIZA PERO NO ESTÁ COMPROMETIDO CON LA TEOLOGÍA DE LA
LIBERACIÓN”. Como explica la embajada, “las declaraciones públicas del
[Arzobispo] Escobar sugieren que podría tener puntos de vista cercanos a la
Teología de la Liberación, un movimiento de la Iglesia Católica que pone el
acento en la liberación de los pobres y oprimidos y que condujo a algunos
adherirse y a apoyar la actividad revolucionaria en Latinoamérica, incluyendo
la insurgencia del FMLN (1980-1992)”, una insurgencia a la que por supuesto
EE.UU. se opuso vigorosamente a través de su apoyo a las fuerzas militares
represivas en El Salvador, las cuales aplastaron a la insurgencia y
mataron a decenas de miles de civiles inocentes.
Como explica
este cable, algunas declaraciones del Arzobispo Escobar que llevan a
EE.UU. a sospechar de su simpatía por la Teología de la Liberación son sus
pronunciamientos contra operaciones mineras en El Salvador, incluyendo la
actividad minera de Pacific Rim, una “compañía canadiense con inversionistas
estadounidenses”, explica el cable. El cable
explica que también revela sus simpatías por la Teología de la Liberación el
hecho de que “en su primera homilía, Escobar afirmó que quiere estar con los
débiles y pobres porque es el deber de la Iglesia y pidió que se otorgue
prioridad al abastecimiento de los pobres”. El cable prosigue que “Escobar
también ha declarado… que admira al Padre Ignacio Ellacuria, un cura jesuita y
colaborador de la Teología de la Liberación que fue asesinado por las fuerzas
salvadoreñas en 1989, y al Arzobispo Óscar Arnulfo Romero, asesinado por
los escuadrones de la muerte en 1981 [sic]”. Otra vez la devoción del nuevo
Arzobispo por los religiosos asesinados lo convierte en sospechoso en cuanto a
su verdadera fidelidad.
En otro
cable de San Salvador, del 24 de junio de 2008, que pretende presentar una
visión histórica del FMLN, la embajada afirma: “Durante los 12 años de guerra
civil salvadoreña (1880-1992), el FMLN intentó derrocar el gobierno utilizando una
estrategia que incluía la lucha armada, el terrorismo y el adoctrinamiento
político socialista/comunista. El movimiento de la Teología de la Liberación de
la Iglesia Católica y los sindicatos apoyó en considerable medida esos
esfuerzos. El grupo recibió apoyo monetario y armas del Bloque Soviético y de
Cuba” (6). Esta declaración, repleta de información bastante engañosa, es muy
reveladora de la antipatía de la embajada hacia la Teología de la Liberación.
De esa
manera, en ese breve pasaje la embajada muestra a gran parte del movimiento de
la Teología de la Liberación como un apoyo al supuesto terrorismo del FMLN, en
conjunto con la Unión Soviética y Cuba. Por cierto, esto ignora
intencionalmente el hecho de que fueron los escuadrones de la muerte militares
y paramilitares respaldados por EE.UU. en El Salvador los que cometieron la
mayor parte de los actos terroristas contra la población civil; que gran parte
del movimiento de la Teología de la Liberación, como lo ilustra el propio
Arzobispo Romero, condenó la violencia cometida por las dos partes del
conflicto y que las afirmaciones de apoyo soviético y cubano al FMLN fueron
siempre exageradas. Pero lo significativo es que EE.UU. considera que
el movimiento de la Teología de la Liberación está coludido con el
terrorismo y con el comunismo internacional, es decir, con los dos
principales objetivos (o por lo menos objetivos ostensibles) de la violencia de
EE.UU. desde la Segunda Guerra Mundial.
Numerosos
cables tratan del asunto, pero basta con decir que son consistentes en el
vilipendio de dirigentes religiosos y políticos que están, o EE.UU. cree que
están, vinculados con la Teología de la Liberación. La lista incluye a Fernando
Lugo, el exobispo católico, que fue derrocado por un golpe “legal” en Paraguay
que fue instantáneamente ratificado por EE.UU. (7); Jean Bertrand Aristide, el
presidente de Haití enviado al exilio por los esfuerzos conjuntos de
EE.UU., Canadá y Francia (8); e incluso un líder chií en el Líbano, el Jeque
Ahmed Taleb, que "durante su juventud descarriada, según afirma EE.UU.
enseñó una versión chií libanesa de la Teología de La liberación, con una
retórica repleta de insultos a EE.UU. e Israel” (11).
En pocas palabras, EE.UU. ve en gran medida a la Teología de la Liberación,
y a los que la apoyan, como enemigos. Y se considera alineado con el Vaticano
en sus esfuerzos mutuos para destruir esta filosofía. Por cierto, esto tiene consecuencias
prácticas.
Solo un
ejemplo: un cable de la embajada del 9 de junio de 2009 explica que el antiguo
equivalente del FBI en Colombia, el DAS, espió y "neutralizó” (un
eufemismo que puede incluir acciones que llegan al asesinato) a grupos por los
derechos humanos, la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz, (CIJP o
“Justicia y Paz”) del Padre Giraldo,(12). Este cable señala que el propio presidente de
Colombia, Álvaro Uribe, había ordenado la vigilancia. El cable señala que la
“vigilancia incluye el control físico de individuos y sus familias (incluidos
los niños), interceptación telefónica y de correos electrónicos y recolección
de datos financieros de importancia. También parece que la unidad ha tomado
medidas activas para desestabilizar eventos de la oposición e intimidar a
activistas por los derechos humanos… Los periodistas y activistas por los
derechos humanos afirman que la vigilancia [que comenzó en 2004-2005 continúa.”
(énfasis
agregado).
Por cierto,
hay que preguntarse seriamente si esa política estatal de “neutralizar” al CIJP
continúa en la actualidad y si el reciente intento de asesinato del Padre
Alberto Franco del CIJP el 13 de febrero de 2013, se llevó a cabo siguiendo
dicha política. Yo mismo digo para que conste que si al Padre Franco o a algún
otro sacerdote asociado con el CIJP les ocurriera algún mal, habrá que
pedir responsabilidades al Estado colombiano y a su patrocinador
estadounidense.
Notas:
Daniel
Kovalik es un abogado sindical y de derechos humanos que vive en Pittsburgh.
Actualmente enseña Derechos Humanos Internacionales en la Escuela de Derecho de
la Universidad de Pittsburgh.
Fuente: http://www.counterpunch.org/2013/03/05/us-still-fighting-threat-of-liberation-theology/