Por ANTIMPERIALISTA
La clase dominante, en las sociedades imperial-capitalistas, es decir, los grandes grupos financieros transnacionales tienen muchos intereses que proteger, por ello, siempre han tratado de rodearse de los mejores profesionales en todos los campos. De este modo, no han dudado en contratar (o en sobornar) a los mejores estrategas militares, predicadores mediáticos y psicólogos expertos en técnicas de manipulación de masas.
Estos últimos han sido y son los encargados de diseñar fenómenos sociales o discursos políticos y mediáticos destinados a generar matrices (corrientes) de opinión pública favorables a los intereses de dicha clase dominante, que sirva para mantener el ciclo de explotación y saqueo que sufre la mayoría de la humanidad.
Estos mismos profesionales han sido también los encargados de elaborar técnicas de manipulación de masas con la finalidad de proteger o blindar la interpretación de los anteriormente citados fenómenos y discursos, frente a escépticos disidentes y libre pensadores que pudieran cuestionar su veracidad y destapar sus verdaderos propósitos (la explotación capitalista).
Una de estas técnicas de blindaje del discurso oficial ha sido la de utilizar a la extrema derecha y sus críticas disparatadas (basadas en la superstición y en los prejuicios ideológicos y religiosos) contra estos discursos y versiones oficiales, para esconder críticas disidentes mucho más racionales y lógicas, al ser las primeras difundidas de forma masiva por los medios de comunicación, e ignoradas completamente las segundas.
Pero, sin lugar a dudas, el objetivo fundamental de esta estrategia es conseguir que los sectores sociales más conscientes se sumen de forma irracional a la versión oficial de los hechos, ofrecida por la mayor parte del aparato mediático del establishment, por el miedo de aquéllos a ser considerados o etiquetados como “fachas conspiranóicos”, si se atrevieran a dudar de dicha versión, alejándoles, también así, de las reflexiones realizadas por escépticos disidentes y librepensadores, a pesar de que el fondo y el contenido de las críticas de éstos y las de la extrema derecha, sean tan diferentes como el día y la noche. De esta forma se consigue dirigir el subconsciente colectivo hacia un estado de opinión favorable a los intereses de la clase dominate.
Un ejemplo de esto último lo constituyen las críticas que cuestionan la independencia y veracidad del movimiento 15-M.
Para un pequeño grupo de escépticos anticapitalistas, totalmente ignorado por los grandes medios de comunicación, el movimiento de los indignados o 15-M no es más que un proyecto de disidencia controlada, que tiene la función de reinventar, renovar y reforzar el sistema de explotación imperial-capitalista, mediante la introducción de pequeñas reformas, impulsadas, paradójicamente, por las demandas de dicha disidencia controlada, que creyendo, equivocadamente, estar luchando por mejoras sociales, promueve, sin ser consciente de ello, un fortalecimiento de las estructuras del poder y de las reglas de el juego de la explotación. De esta forma, el establishment no sólo evita que los esclavos luchen verdaderamente por liberarse de sus cadenas, sino que consigue que lo hagan para que éstas sean aún más fuertes.
Por desgracia, estas críticas han quedado totalmente ensombrecidas por las realizadas por los sectores más reaccionarios de la sociedad española, las cuales, a pesar de su falta de lógica y sentido común, han sido difundidas de forma masiva por los grandes medios de comunicación capitalistas.
Con esta estrategia psicológica se consigue, además, que toda otra crítica o disidencia, respecto a la versión oficial (en este caso, sobre el 15-M), sea automáticamente asociada, por el subconsciente colectivo, a la reacción política española (ultraderecha), apareciendo deslegitimada, antes de ser expuesta, entre los sectores más conscientes y despiertos de la sociedad, blindando la versión de los hechos que le interesa al poder.
“¿Cómo dudar de la versión oficial, si es puesta en cuestión por los trogloditas de la extrema derecha? Si los ultraderechistas cavernícolas piensan que lo dicho por el poder es mentira, eso es porque tiene que ser verdad”. Este sería (más o menos) el razonamiento que se trata de inducir en el conjunto de la opinión pública, con el fin de que se sume irreflexivamente al discurso del poder.
Esta técnica de manipulación de masas, a la que podríamos denominar “blindaje de la versión oficial”, no es, ni mucho menos, nueva. Ya, con anterioridad, ha sido puesta en práctica en multitud de ocasiones, con diferentes objetivos, pero con los mismos propósitos.
Las críticas del papado, y de otros sectores sociales igualmente reaccionarios, al movimiento antiSIDA, han sido de gran utilidad para conseguir que cualquier otra crítica a este movimiento fuera, no sólo ocultada, sino inmediatamente asociada a dichos sectores, y despreciada por la mayor parte de la sociedad, aunque no tuvieran lo más mínimo que ver, ni de lejos, con los argumentos de tales sectores ultraderechistas. De este modo, todas aquellas personas que llevan tiempo denunciando que el movimiento antiSIDA es un títere de las grandes industrias farmacéuticas, para promover la venta masiva de medicamentos altamente tóxicos, han sido despreciadas y estigmatizadas por el conjunto de la sociedad, sin ni siquiera tener tiempo para poder explicar sus teorías, defendidas por varios premios nóveles e importantes científicos, según los cuales, el SIDA no es una enfermedad provocada por ningún virus (recordemos que el VIH nunca ha podido ser aislado), sino una deficiencia del sistema inmunitario asociada a la pobreza (desnutrición, falta de higiene…), el uso de drogas (recordemos el elevado uso de popper entre la comunidad gay) o los malos hábitos de vida en general.
Lo mismo le han sucedido a todos aquellos críticos con WikiLeaks (WL), que decían que se trataba de un montaje de los propios servicios de inteligencia norteamericanos, destinado, entre otras cosas, a minimizar el número de bajas civiles en Irak o Afganistán (recordemos que WL hablaba de cien mil muertos, cuando las organizaciones que estiman más a la baja hablaban de más de un millón), a desprestigiar las rigurosas investigaciones que demuestran que el 11-S fue una operación de los propios servicios de inteligencia estadounidenses (Julian Assange, director de WL, ha descalificado públicamente, en varias ocasiones, estas investigaciones) o a justificar los argumentos del Imperio para la agresión a otros pueblos (WL ha publicado informes engañosos sobre los vínculos entre Chávez y las FARC). Para ocultar y deslegitimar esta críticas, el recurso utilizado, en este caso, ha sido muy parecido, haciendo que diferentes políticos conservadores se lanzaran a la escena pública, llegando a pedir, incluso, el asesinato de Julian Assange, por revelar supuestos secreto de Estado y poner a Estados Unidos en peligro. Un montaje que ha servido para dar la sensación de que cualquier crítica hacia Assange y WL sólo podía proceder de los sectores más conservadores y ultrarreaccionarios, cerrando el paso, entre la opinión pública, a otras críticas más rigurosas del fenómeno WL.
En el caso de la apocalíptica teoría del Calentamiento Global y las críticas vertidas hacia ella por furibundos antiecologistas de corte conservador, se vuelve a repetir otra vez la misma historia, pues de esta manera se han ocultado todas aquellas críticas que denunciaban que, detrás de la citada teoría, se escondía el intento, por parte de las grandes potencias occidentales, de conseguir hacerse con el control total de las fuentes de energía del planeta, así como con la potestad de poder determinar el grado de desarrollo de los países pobres y en vías de desarrollo, imponiéndoles cuánto y cómo pueden producir (y por lo tanto, desarrollarse), con la excusa de evitar un supuesto Apocalipsis climático. Esto último ha llegado a ser calificado por el propio Sting (ex cantante del grupo Police y activista contra la salvaje tala de árboles en la selva del Amazonas) como fascismo climático.
La absurda hipótesis del predicador evangelista Pat Robertson, de que el terremoto de Haití lo provocó la cólera de dios, fue muy útil para esconder las denuncias del posible uso de técnicas de modificación ambiental, con el objetivo de prolongar la presencia de tropas internacionales, en un lugar estratégicamente clave en el mar Caribe como Haití. Dichas técnicas fueron inventadas y desarrolladas desde, por lo menos, poco después de la Segunda Guerra Mundial, por las grandes potencias militares (recordemos que en los años 70, la propia ONU tuvo que celebrar una convención en Ginebra que prohibiera su desarrollo y uso, debido a las peligrosas consecuencias que podría tener para la humanidad).
Podríamos seguir ad infinitud poniendo ejemplos de esta misma estrategia, pero terminaré haciendo referencia a un caso sucedido en España, y de sobra conocido por todos/as, el 11-M, en el que la versión oficial apuntó a Al-Qaeda y los sectores más reaccionarios a una absurda e ilógica conspiración entre ETA y el PSOE, de tal modo que una tercera vía, mucho más racional y científica, que señalaba a los servicios de inteligencia estadounidenses y a la OTAN, para seguir justificando el choque de civilizaciones y, con ello, las guerras por el petróleo en el mundo árabe, quedó ocultada por las disparatadas teorías de los segundos.