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Koan
Los discursos, de acuerdo a Bourdieu, hacen referencia a los habitus de los sujetos, a su capital -económico, social, cultural y simbólico- , a la situación social concreta y por ende a la estructura de lo decible que en ella se da. Estos dicursos, además, cuando están vinculados a una determinada ideología hegemónica, no solamente reproducen en sí mismos el orden establecido en esa determinada sociedad, sino que sirven para reproducir en lo concreto la forma con la que este orden establecido se reproduce, entre otras cosas, diferenciando a los diferentes grupos sociales existentes, especialmente entre aquellos que son considerados aliados del sistema y aquellos que pueden suponer un peligro para el normal funcionamiento del mismo, esto es, los “enemigos” del sistema.
La estrategia global de toda ideología hegemónica aparece así, a través de los discursos hegemómicos que dicha ideología produce, como una auto-presentación positiva de sí misma (y sus grupos aliados) y una presentación negativa del otro (el enemigo). Ese otro, en nuestro caso, es el antisistema, el raro, el loser, esto es, aquel que no es capaz de adaptarse eficientemente a las prácticas sociales propias de la hermenéutica de sentido consumista/capitalista, o que, directamente, trata de rebelarse contra ellas.
La clase dominante dispone de diferentes mecanismos para imponer, en las prácticas sociales y en la mentalidad de las clases dominadas, esa auto-presentación positiva de sí misma y de sus aliados, así como una presentación negativa del otro, principalmente a través de los discursos vinculados a la satisfacción, o no, de lo que la sociedad espera del sujeto consumista/capitalista, productor/consumidor, de nuestros días, así como de la reproducción por parte de éstos de los códigos de valoración aceptados de forma común por el conjunto de la sociedad, y que responden a un interés de clase: en concreto al interés de la clase dominante por no perder su hegemonía.
La marginación, por vía de la exclusión de la comunidad de “buenos ciudadanos”, de aquellas personas que, por una razón u otra, no reproducen fielmente la ideología de vida que es propia de la hermenéutica consumista/capitalista, así como sus valores, políticos y morales, asociados, es una constante en todo el ámbito discursivo consumista/capitalista, tanto de manera explícita -con mensajes expresamente destinados a tal fin-, como de manera implícita -a través de otros mensajes que inducen a que sea el propio sujeto el que así se considere cuando no es capaz de cumplir con lo que de él espera el sistema-.
Esto es, los discursos consumistas/capitalistas, por ejemplo, no solo te dicen abiertamente, a través de diversas formas de expresión y canales de comunicación, que si eres un desempleado, eres un perdedor, un loser, un fracasado, sino que, además, por otros mensajes más de tipo subjetivo y no tan explícitos, te hacen desarrollar los mecanismos para que seas tú mismo, desempleado, el que así lo perciba.
Eres tú, y no el sistema, el que ha fracasado en su intento por ser alguien dentro de la estructura social consumista/capitalista, y esto te es dicho tanto de manera explícita -directa y sin tabús-, como de manera implícita -escondida entre símbolos y significaciones sociales, relacionados con el éxito social, que así te lo hacen ver-. Para que tal hecho se convierta en una verdad absoluta para uno mismo, basta con que tal discurso, convertido en marco de interpretación, se apodere de tu capacidad para analizar e interpretar tu propia vida y el mundo que te rodea.
Podemos, por tanto, utilizar la teoría analítica de marcos como un modo de acercamiento a la mentalidad de los sujetos de las clases no dominantes que actualmente hacen suyos los mensajes ideológicos hegemónicos que son propios de la ideología de la clase dominante, en tanto que tal hecho nos permite llegar a comprender cómo es posible que tales sujetos no solo no se rebelen contra el sistema establecido, sino que, consciente e inconscientemente, reproduzcan con sus prácticas sociales la hegemonía de la clase dominante.
Inscritos en el paradigma constructivista, los llamados marcos, paquetes o esquemas interpretativos se han convertido en constructos ampliamente utilizados en sociología y en psicología cognitiva. Se emplean como instrumento de análisis metodológico de los discursos sociales, entre ellos, claro está, los de carácter político o propagandístico. Según lo que se desprende este conjunto de teorías analíticas, comprendemos el entorno cultural aplicando esquemas o marcos de interpretación. Los propagandistas los emplearán para comprender y plantear discursivamente, en términos políticos, los sucesos que se van desarrollando en la realidad social en relación a un determinado tema de actualidad, mientras que el público al cual van dirigidos dichos mensajes propagandísticos los utilizará para comprender los mensajes y situar así sus referentes en una interpretación de tal realidad.
El concepto marco nos parece especialmente importante para analizar de qué modo los sujetos de las clase no dominantes asumen hoy como propios los enunciados ideológicos que vienen insertos en los mensajes lanzados hasta ellos desde los espacios discursivos controlados por las clases dominantes, así como para entender de qué manera funciona, en lo concreto, la hermenéutica de sentido consumista/capitalista –con su consecuencia influencia directa en las prácticas sociales de estos individuos de las clases no dominantes-.
Las clases dominantes, a través de su dominio absoluto sobre los principales medios de formación e información existentes (sistema de enseñanza y grandes medios de comunicación), han incorporado la ideología hegemónica consumista/capitalista no solo como hermenéutica de sentido, sino, por ello mismo, como marco interpretativo, individual y de acción colectiva, desde el cual las clases no dominantes analizan tanto su propia realidad subjetiva como el funcionamiento mismo de la realidad social.
Así, con sus prácticas sociales, impulsadas al amparo de esas previas creencias ideológicas consumistas/capitalistas constituidas en marcos interpretativos de la vida y la acción social e individual, los sujetos de las clases no dominantes no solamente reproducen la hegemonía de la clase dominante, sino que ellos mismos se marginan y se condenan a formar parte -de modo indefinido y casi sin posibilidad real de cambio- de las clases dominadas, en tanto que legitimadores de la existencia de tales clases dominantes, y, por tanto, de la existencia de un sistema social injusto donde ellos forman parte del grupo que sufre las injusticias, con todas las consecuencias que tal hecho puede tener a lo largo de sus vidas, tanto desde una perspectiva política y económica, como, sobre todo, desde una perspectiva existencial. Ellos mismos se ponen así una espada de Damocles sobre sus cabezas.
Cabe señalar también que, de acuerdo con el psicólogo Henri Tajfel, partimos del supuesto de que tanto la identidad individual como la identidad colectiva son identidades sociales y que ambas se refieren a autodefiniciones derivadas, entre otras fuentes de identidad, de la identificación de individuos o grupos con las características de determinados grupos o categorías sociales. La diferencia es que mientras la identidad individual se refiere a la autodefinición que caracteriza un individuo, la identidad colectiva se refiere a la autodefinición que refleja las características de un determinado grupo social.
El problema surje cuando tales identidades toman su base desde una misma realidad ideológica, y esta es, por principio, contraria a los intereses de la persona que adquiere su identidad por esa vía, subsumiéndose en una identidad colectiva que expresa no una posibilidad de realización de su potencial como persona, sino, justamente, la anulación de la misma. Tal es, en nuestra opinión, la situación en la que se ven inmersos en la actualidad los sujetos de las clases no dominantes en relación a la formación de su identidad, individual y colectiva, en base a criterios que se fundamentan en los intereses de clase de la alta burguesía hegemónica. El mensaje consumista/capitalista, entendido como hermenéutica de sentido, se mueve, pues, exactamente en estos términos.
Con ello, problematiza el mundo según una determinada visión ideológica de la realidad social, acorde a los intereses de la clase dominante. Con ello también, por un lado, pretende legitimar su visión maniquea del mundo, divido entre aquellos que siguen y respetan las normas que son propias a tal hermenéutica de sentido, y aquellos que lo atacan o, simplemente, no son capaces de satisfacerlas, donde estos últimos son automáticamente señalados como excluidos del normal funcionamiento de la sociedad consumista/capitalista, y, por tanto, como objetivos de ataque por parte de los discursos hegemónicos que se emiten por medio de los canales de comunicación en manos de esas mismas clases dominantes, y, por otro, pretende influir en aquellos ciudadanos y ciudadanas a los que va dirigido tal mensaje, en tanto que pueda servir para condicionar la actitud mental con la que tales ciudadanos interpretan el mundo, y, en consecuencia, para que la imagen que del mismo tienen vaya sumando nuevos adeptos entre las nuevas generaciones que inician su proceso de socialización: nuevos sujetos consumistas/capitalistas dispuestos a convertir esta imagen mental en una guía para la acción y la práctica social, en una reproducción fiel de los intereses de la clase dominante y de su hegemonía ideológica.
Es lo que podemos denomionar como “el círculo vicioso de la dominación consumista/capitalista”: las clases dominantes, a través de los medios de comunicación y el sistema de enseñanza, crean discursos hegemónicos destinados a generar marcos de interpretación en las mentes de los sujetos de las clases no dominantes acordes a los intereses de clase de tales clases dominantes. Una vez estos discursos son introducidos de tal manera en la mente de los sujetos de estas clases no dominantes, serán ellos mismos quienes, de acuerdo a su propia manera de interpretar su propia vida en el contexto de la sociedad consumista/capitalista que los circunscribe, reproduzcan con sus prácticas sociales los valores propios de la ideología de la clase dominante, y, con ello, finalmente, estarán reproduciendo un modelo de sociedad, un orden social, donde su papel como sujetos oprimidos y explotados en favor de los intereses de la clase dominante, de la cual ellos no forman parte, quede garantizado.
Así, con más o menos conciencia de ello, son los propios sujetos de las clases dominadas los que garantizan el mantenimiento de su propia dominación, convirtiéndose en sus propios esclavizadores, pero al servicio de un amo que no son ellos mismos, sino la clase dominante al servicio de la cual está puesto el funcionamiento del orden establecido. Es el reflejo en la historia de la total pérdida de autonomía del sujeto consumista/capitalista de nuestros días.
Es el sujeto histórico, propio de las sociedades postmodernas de nuestros días, que ha “devorado” a su amo y lo ha interiorizado como una forma de vida, generando una implosión del antiguo amo burgués con la personalidad y el carácter social del trabajador/proletario actual, hasta el punto de convertirse (simbólica y psicológicamente) en su propio amo, pero no de forma autónoma, como pretenden hacernos creer algunos pensadores postmodernos, no por la propia relación de servidumbre consigo mismo (que también), sino como reflejo de las relaciones de poder, vinculadas a las relaciones de clase, que siguen estando presentes en nuestra sociedad capitalista contemporánea. Esto es, como reflejo del orden burgués.
Es esta, además, la forma con la que la sociedad consumista/capitalista se garantiza y se asegura que cada nuevo sujeto que haya de integrarse en ella esté predispuesto a respetar los códigos sociales establecidos y, en consecuencia, a no ir contra el orden establecido, esto es, a someterse, ya desde su propia individualidad, a un estricto control social garante del status quo.
Fuente:La Gran Lucha
Koan
Los discursos, de acuerdo a Bourdieu, hacen referencia a los habitus de los sujetos, a su capital -económico, social, cultural y simbólico- , a la situación social concreta y por ende a la estructura de lo decible que en ella se da. Estos dicursos, además, cuando están vinculados a una determinada ideología hegemónica, no solamente reproducen en sí mismos el orden establecido en esa determinada sociedad, sino que sirven para reproducir en lo concreto la forma con la que este orden establecido se reproduce, entre otras cosas, diferenciando a los diferentes grupos sociales existentes, especialmente entre aquellos que son considerados aliados del sistema y aquellos que pueden suponer un peligro para el normal funcionamiento del mismo, esto es, los “enemigos” del sistema.
La estrategia global de toda ideología hegemónica aparece así, a través de los discursos hegemómicos que dicha ideología produce, como una auto-presentación positiva de sí misma (y sus grupos aliados) y una presentación negativa del otro (el enemigo). Ese otro, en nuestro caso, es el antisistema, el raro, el loser, esto es, aquel que no es capaz de adaptarse eficientemente a las prácticas sociales propias de la hermenéutica de sentido consumista/capitalista, o que, directamente, trata de rebelarse contra ellas.
La clase dominante dispone de diferentes mecanismos para imponer, en las prácticas sociales y en la mentalidad de las clases dominadas, esa auto-presentación positiva de sí misma y de sus aliados, así como una presentación negativa del otro, principalmente a través de los discursos vinculados a la satisfacción, o no, de lo que la sociedad espera del sujeto consumista/capitalista, productor/consumidor, de nuestros días, así como de la reproducción por parte de éstos de los códigos de valoración aceptados de forma común por el conjunto de la sociedad, y que responden a un interés de clase: en concreto al interés de la clase dominante por no perder su hegemonía.
La marginación, por vía de la exclusión de la comunidad de “buenos ciudadanos”, de aquellas personas que, por una razón u otra, no reproducen fielmente la ideología de vida que es propia de la hermenéutica consumista/capitalista, así como sus valores, políticos y morales, asociados, es una constante en todo el ámbito discursivo consumista/capitalista, tanto de manera explícita -con mensajes expresamente destinados a tal fin-, como de manera implícita -a través de otros mensajes que inducen a que sea el propio sujeto el que así se considere cuando no es capaz de cumplir con lo que de él espera el sistema-.
Esto es, los discursos consumistas/capitalistas, por ejemplo, no solo te dicen abiertamente, a través de diversas formas de expresión y canales de comunicación, que si eres un desempleado, eres un perdedor, un loser, un fracasado, sino que, además, por otros mensajes más de tipo subjetivo y no tan explícitos, te hacen desarrollar los mecanismos para que seas tú mismo, desempleado, el que así lo perciba.
Eres tú, y no el sistema, el que ha fracasado en su intento por ser alguien dentro de la estructura social consumista/capitalista, y esto te es dicho tanto de manera explícita -directa y sin tabús-, como de manera implícita -escondida entre símbolos y significaciones sociales, relacionados con el éxito social, que así te lo hacen ver-. Para que tal hecho se convierta en una verdad absoluta para uno mismo, basta con que tal discurso, convertido en marco de interpretación, se apodere de tu capacidad para analizar e interpretar tu propia vida y el mundo que te rodea.
Podemos, por tanto, utilizar la teoría analítica de marcos como un modo de acercamiento a la mentalidad de los sujetos de las clases no dominantes que actualmente hacen suyos los mensajes ideológicos hegemónicos que son propios de la ideología de la clase dominante, en tanto que tal hecho nos permite llegar a comprender cómo es posible que tales sujetos no solo no se rebelen contra el sistema establecido, sino que, consciente e inconscientemente, reproduzcan con sus prácticas sociales la hegemonía de la clase dominante.
Inscritos en el paradigma constructivista, los llamados marcos, paquetes o esquemas interpretativos se han convertido en constructos ampliamente utilizados en sociología y en psicología cognitiva. Se emplean como instrumento de análisis metodológico de los discursos sociales, entre ellos, claro está, los de carácter político o propagandístico. Según lo que se desprende este conjunto de teorías analíticas, comprendemos el entorno cultural aplicando esquemas o marcos de interpretación. Los propagandistas los emplearán para comprender y plantear discursivamente, en términos políticos, los sucesos que se van desarrollando en la realidad social en relación a un determinado tema de actualidad, mientras que el público al cual van dirigidos dichos mensajes propagandísticos los utilizará para comprender los mensajes y situar así sus referentes en una interpretación de tal realidad.
El concepto marco nos parece especialmente importante para analizar de qué modo los sujetos de las clase no dominantes asumen hoy como propios los enunciados ideológicos que vienen insertos en los mensajes lanzados hasta ellos desde los espacios discursivos controlados por las clases dominantes, así como para entender de qué manera funciona, en lo concreto, la hermenéutica de sentido consumista/capitalista –con su consecuencia influencia directa en las prácticas sociales de estos individuos de las clases no dominantes-.
Las clases dominantes, a través de su dominio absoluto sobre los principales medios de formación e información existentes (sistema de enseñanza y grandes medios de comunicación), han incorporado la ideología hegemónica consumista/capitalista no solo como hermenéutica de sentido, sino, por ello mismo, como marco interpretativo, individual y de acción colectiva, desde el cual las clases no dominantes analizan tanto su propia realidad subjetiva como el funcionamiento mismo de la realidad social.
Así, con sus prácticas sociales, impulsadas al amparo de esas previas creencias ideológicas consumistas/capitalistas constituidas en marcos interpretativos de la vida y la acción social e individual, los sujetos de las clases no dominantes no solamente reproducen la hegemonía de la clase dominante, sino que ellos mismos se marginan y se condenan a formar parte -de modo indefinido y casi sin posibilidad real de cambio- de las clases dominadas, en tanto que legitimadores de la existencia de tales clases dominantes, y, por tanto, de la existencia de un sistema social injusto donde ellos forman parte del grupo que sufre las injusticias, con todas las consecuencias que tal hecho puede tener a lo largo de sus vidas, tanto desde una perspectiva política y económica, como, sobre todo, desde una perspectiva existencial. Ellos mismos se ponen así una espada de Damocles sobre sus cabezas.
Cabe señalar también que, de acuerdo con el psicólogo Henri Tajfel, partimos del supuesto de que tanto la identidad individual como la identidad colectiva son identidades sociales y que ambas se refieren a autodefiniciones derivadas, entre otras fuentes de identidad, de la identificación de individuos o grupos con las características de determinados grupos o categorías sociales. La diferencia es que mientras la identidad individual se refiere a la autodefinición que caracteriza un individuo, la identidad colectiva se refiere a la autodefinición que refleja las características de un determinado grupo social.
El problema surje cuando tales identidades toman su base desde una misma realidad ideológica, y esta es, por principio, contraria a los intereses de la persona que adquiere su identidad por esa vía, subsumiéndose en una identidad colectiva que expresa no una posibilidad de realización de su potencial como persona, sino, justamente, la anulación de la misma. Tal es, en nuestra opinión, la situación en la que se ven inmersos en la actualidad los sujetos de las clases no dominantes en relación a la formación de su identidad, individual y colectiva, en base a criterios que se fundamentan en los intereses de clase de la alta burguesía hegemónica. El mensaje consumista/capitalista, entendido como hermenéutica de sentido, se mueve, pues, exactamente en estos términos.
Con ello, problematiza el mundo según una determinada visión ideológica de la realidad social, acorde a los intereses de la clase dominante. Con ello también, por un lado, pretende legitimar su visión maniquea del mundo, divido entre aquellos que siguen y respetan las normas que son propias a tal hermenéutica de sentido, y aquellos que lo atacan o, simplemente, no son capaces de satisfacerlas, donde estos últimos son automáticamente señalados como excluidos del normal funcionamiento de la sociedad consumista/capitalista, y, por tanto, como objetivos de ataque por parte de los discursos hegemónicos que se emiten por medio de los canales de comunicación en manos de esas mismas clases dominantes, y, por otro, pretende influir en aquellos ciudadanos y ciudadanas a los que va dirigido tal mensaje, en tanto que pueda servir para condicionar la actitud mental con la que tales ciudadanos interpretan el mundo, y, en consecuencia, para que la imagen que del mismo tienen vaya sumando nuevos adeptos entre las nuevas generaciones que inician su proceso de socialización: nuevos sujetos consumistas/capitalistas dispuestos a convertir esta imagen mental en una guía para la acción y la práctica social, en una reproducción fiel de los intereses de la clase dominante y de su hegemonía ideológica.
Es lo que podemos denomionar como “el círculo vicioso de la dominación consumista/capitalista”: las clases dominantes, a través de los medios de comunicación y el sistema de enseñanza, crean discursos hegemónicos destinados a generar marcos de interpretación en las mentes de los sujetos de las clases no dominantes acordes a los intereses de clase de tales clases dominantes. Una vez estos discursos son introducidos de tal manera en la mente de los sujetos de estas clases no dominantes, serán ellos mismos quienes, de acuerdo a su propia manera de interpretar su propia vida en el contexto de la sociedad consumista/capitalista que los circunscribe, reproduzcan con sus prácticas sociales los valores propios de la ideología de la clase dominante, y, con ello, finalmente, estarán reproduciendo un modelo de sociedad, un orden social, donde su papel como sujetos oprimidos y explotados en favor de los intereses de la clase dominante, de la cual ellos no forman parte, quede garantizado.
Así, con más o menos conciencia de ello, son los propios sujetos de las clases dominadas los que garantizan el mantenimiento de su propia dominación, convirtiéndose en sus propios esclavizadores, pero al servicio de un amo que no son ellos mismos, sino la clase dominante al servicio de la cual está puesto el funcionamiento del orden establecido. Es el reflejo en la historia de la total pérdida de autonomía del sujeto consumista/capitalista de nuestros días.
Es el sujeto histórico, propio de las sociedades postmodernas de nuestros días, que ha “devorado” a su amo y lo ha interiorizado como una forma de vida, generando una implosión del antiguo amo burgués con la personalidad y el carácter social del trabajador/proletario actual, hasta el punto de convertirse (simbólica y psicológicamente) en su propio amo, pero no de forma autónoma, como pretenden hacernos creer algunos pensadores postmodernos, no por la propia relación de servidumbre consigo mismo (que también), sino como reflejo de las relaciones de poder, vinculadas a las relaciones de clase, que siguen estando presentes en nuestra sociedad capitalista contemporánea. Esto es, como reflejo del orden burgués.
Es esta, además, la forma con la que la sociedad consumista/capitalista se garantiza y se asegura que cada nuevo sujeto que haya de integrarse en ella esté predispuesto a respetar los códigos sociales establecidos y, en consecuencia, a no ir contra el orden establecido, esto es, a someterse, ya desde su propia individualidad, a un estricto control social garante del status quo.
Fuente:La Gran Lucha