Se
podría afirmar sin ningún tipo de sonrojo que el trabajo es uno de
los mayores chantajes de la Historia. Su otra moneda, el paro, es el
terror que ayuda a que ese chantaje sea aceptado.Nunca faltan voces
que digan que el trabajo dignifica, pero muchas veces nos preguntamos
qué tiene de digno trabajar 12 horas al día, en hostelería por
ejemplo, sirviendo a turistas en restaurantes del centro, haciendo
las camas de hoteles de lujo, o en limpieza, limpiando pisos,o en la
construcción, o en el puerto descargando camiones, o vendiendo
comida en las plazas porque no tenemos trabajo legal. Cuando la
jornada es menor y el salario aumenta, aun aliviando muchas
situaciones jodidas, tampoco deja de ser un chantaje. Se trabaja para
consumir, que a día de hoy es casi el equivalente de vivir. Si no
consumes, incluso las cosas más innecesarias o las necesidades más
absurdas que bien se encargan la publicidad y los medios de
comunicación de hacérnoslas interiorizar, estas en la marginalidad,
porque para todo es necesario el dinero.
El
desempleo nos aterra porque nos cierra el paso hacia la obtención de
ingresos legales, lo que es lo mismo que cerrarnos el paso al
consumo, y ese terror hace que traguemos con lo intragable. De muchos
trabajos – y esto es sólo un pequeño ejemplo, más o menos
extendido – en los que podías ganar 1000 euritos currando ocho
horas se pasa a que en el mismo trabajo vas a currar diez horitas
para ganar ochocientos euros, porque si no a la calle. En tiempos de
crisis se hace por supervivencia, pero en tiempos “buenos” (si es
que hay tiempos buenos para quien tiene que doblar el lomo
cotidianamente) se hace por “mejorar la calidad de vida”,
o lo que es lo mismo, gastarse la pasta en tratar de vivir como los
ricos o tapar agujeros en los que nos hemos metido por tratar de
vivir como los ricos o por no saber o pensar en vivir de otra forma:
esa hipoteca para comprarnos el pisito o esas vacaciones en punta
cana para ver si nos cruzamos con la Shakira, aunque no sean lo
mismo y entre ambas haya una diferencia evidente no dejan, en el
fondo, de sustraerse a la misma lógica,... mejorar en esta sociedad
de la desigualdad, de los ricos y los pobres, del chantaje y de los
parásitos a alimentar mientras viven de lujo y deciden sobre
nuestras vidas en parlamentos y demás (y luego se quejan porque
alguien les escupió, colgarles es lo que habría que hacer).
¿Y los
ricos? Los ricos no son ricos porque un día abrieron la nevera y al
lado del brick de zumo encontraron un maletín con lingotes de oro.
Los ricos son ricos porque explotan el trabajo ajeno, porque gracias
a ese terror del paro y del obstáculo al consumo, ejercen el mayor
de los chantajes sobre la gente común y corriente que no tiene nada
más que su cuerpo o su coco para alquilar por horas durante toda una vida, y
lo que se puede pagar cuando le dan el sueldo por reventarse la
espalda construyendo mierda que no necesitamos para beneficio de
ricos y políticos, aliados naturales. Casi todos los políticos son
ricos y muchos ricos son políticos; del sistema económico se vale
el Estado para financiarse y fortalecerse y por ello lo defiende y
legisla, y la legislación, las leyes, las obligaciones,
intrínsecamente están hechas para beneficio de las empresas, de los
negociantes y los negocios, y a su vez el sistema económico se vale
del Estado para crear el marco legal y político que le de cobertura.
La ley
no es más que un obstáculo impuesto a la fuerza entre nuestra
libertad y nosotros. La ley protege al fuerte y el fuerte, con el
trabajo, con el consumo, con el paro, nos chantajea y vive de
nosotros para su exclusivo beneficio.
De
cajón de madera de pino que para vivir hay que esforzarse, hay que
sudar, hay que hacer cosas (lugares donde habitar, elaborar la comida
que comer, las ropas que vestir, darnos un gustito...) pero de ahí a
tener que pasar toda la vida doblando el lomo para beneficio ajeno,
para empresas, políticos, la economía, ricachones
de todo tipo y color,... para luego encima tener que vivir una vida
miserable en unas condiciones de mierda, alienados, con hipotecas,
entre cuatro paredes en barrios y ciudades dormitorio y encima
soñando con vivir como los ricos, con tener aparatitos que
supuestamente nos hacen la vida más cómoda cuando en realidad nos
alienan aun más y nos convierten en seres pasivos y sin los
conocimientos más básicos para la mera supervivencia, va un gran
trecho. Y de hecho casi nadie sabe proveerse de lo más esencial para
la vida, porque es que además esas cosas esenciales para la vida
(como plantar, como construir algo, como hacer ropa, etc) se ha
desnaturalizado tanto, se ha devastado tanto al planeta, es tan
artificial que cada vez es más sucedáneo planificado por
especialistas y construido por máquinas o por currelas que muchas
veces no tienen ni las más puñetera idea de lo que están
fabricando. Además hoy en día casi todo son servicios, servicios
para el consumo, para tener más, porque el tener se ha convertido en
el objetivo y por eso se acepta el chantaje, por temor al no tener.
Los
patrones nos necesitan, porque sin la gente que trabaja (legal o
ilegalmente) y sin la gente que consuma (aunque los ricos casi que se
bastan solitos para eso), gracias a los consiguientes ingresos que,
por regla general, se obtiene mediante el trabajo, no son nada. Los
políticos nos necesitan porque sin gente que les vote, sin gente que
les obedezca, no son nada. Patrones y políticos tienen una estrecha relación de amor, aunque
a veces, como en toda pareja, haya discusiones y peleas. Son una
unidad que busca vivir a nuestras expensas y asegurar un orden para
poder vivir a nuestras expensas, controlarnos, mandarnos y establecer
un mundo en el que sean imprescindibles y puedan tener el control.
Pero el hecho es que nosotros no los necesitamos
a ellos. Podemos vivir sin sus órdenes y sin sus chantajes. Sin
nosotros no son nada.
Cierto
es que es difícil desembarazarse de ellos. En primer lugar porque
primero hay que ser consciente de esto, cada vez más complejo de
percibir en un mundo irreal, del engaño y la apariencia, más
complejo que nunca.
Pasaron ya las antiguas condiciones donde el
centro de la economía estaba en la fábrica y estaba muy claro que
el patrón, que vivía en una mansión de lujo, era el explotador.
Toda una cadena de mandos intermedios, creada a propósito para que
sea difícil llegar a responsabilizar e incluso encontrar al último
eslabón de la cadena, último culpable de la explotación, de
categorías laborales, de distinción entre los de abajo, hecha para
buscar que éstos se peleen entre sí en lugar de pelear contra su
jefe, su dueño, hace que todo sea más complejo. Igualmente el paso
de un sistema industrializado a otro más tecnológico, de aumento de
la producción inmaterial, técnica y de bienes y servicios, con una
“democratización” del acceso al consumo, a los servicios y a un
cierto bienestar (que en estos tiempos se pierde a pasos agigantados
pese a que los capitalistas siguen forrándose a nuestra costa), hace
que los puteados menos despiertos sueñen con poder ser
igual que sus puteadores. Hace que el currito más humilde con un
poco de suerte y quizás, si agacha lo suficiente la cabeza, aunque
esto generalmente es falso, pueda llegar a vivir en la misma
urbanización de clase media que su capataz (un peldañito más cerca
de vivir como el patrón). Hace que con la extensión de los
servicios para muchos y de cierto bienestar de la sensación de que
todos trabajamos para todos y no para beneficio exclusivo de los
ricos, de los patrones. Hace, junto con la propaganda de los medios
de comunicación (que no dejan de ser empresas de los ricos para
ganar dinero y lavar el cerebro a la gente con el fin de mantener el
orden), que parezca que todos contamos, que todos seamos parte de la
economía y que haya que salvarla para bien de todos, cuando la
economía a quien favorece siempre no es más que a los ricos. La
economía, separada de las necesidades reales y de la producción de
cosas imprescindibles para la vida, se ha convertido en un complejo
mecanismo de explotación del ser humano y del planeta, donde cuenta
más una calificación de una agencia para estatal, o una inversión
bursátil que una producción real de cosas. La economía
se ha convertido en otro arma de los ricos contra los de abajo. Y
salvarla supone salvar el culo a los patrones.
Con un
poco más de engaño político, haciéndonos creer que por votar cada
4 años elegimos algo más que a
nuestros jefes, a quienes nos van a decir cómo hemos de vivir,
financiados por todos nosotros y por los patrones,
muchas veces gobernantes ellos mismos (recordemos: Bush tenía una
petrolera, el presidente de Chile es multimillonario, los gobiernos
de Aznar estaban llenos de empresarios como Piqué o Mayor Oreja y el
socialista Bono o el también socialista Ibarra son terratenientes),
el teatrillo es casi perfecto.
La cuestión es que el
de abajo siempre tiene que obedecer, siempre tiene que pringar. La
cuestión es que hay un arriba y un abajo. Y si no te gusta y un día
decidimos, así sea con buenos modales, que la cosa no tiene que
funcionar así, ahí están esos lacayos inmundos de la policía y el
ejército para recordarnos a hostias cuál es nuestra misión en este
mundo. Rebelarse es difícil, pero es imprescindible porque para
tener una vida digna de llamarse así hay que mandar a la mierda todo
este tinglado, hay que acabar con el chantaje, con la explotación,
con las coacciones, con el autoritarismo y con lo que lo sostiene: la
democracia, el Estado en su totalidad bajo la forma en la que se
presente (hace más de diez mil años que existe el Estado ¿cuándo
ha habido verdadera libertad? ¿cuándo no existió la coacción o el
chantaje?), el capitalismo, la economía.
Y eso
no se puede hacer suplicando ni reformando, ni confiando en quienes
nos manejan a su antojo. Eso se tiene que hacer destruyendo.
Todo
esto es difícil, ha de ser colectivo, no es que no haya que
sobrevivir, o que haya que dejar de trabajar a toda costa para vivir
del trabajo de otros o de los desechos de esta sociedad, pero hay que
trascender la propia supervivencia y ser ambiciosos en el sentido de
aspirar a más. Parte grande de la responsabilidad de la esclavitud
la tiene el esclavo, porque el esclavo obedece. Es difícil
desobedecer, pero si no desobedecemos,si no nos enfrentamos a
nuestros amos y a quienes pretenden serlo, siempre seguiremos atados
a la cadena de la coacción, del chantaje. Sólo la lucha nos hará
libres. Contra toda autoridad, ahora y siempre agitación y revuelta.