sábado, 4 de enero de 2014

Cárcel, el mito de la reinserción


¿Victimas o culpables?

Texto extraído del libro "Cachorros de nadie", descripción psicológica de la infancia explotada, Enrique Martínez Reguera.
libroEs un modo erróneo de plantear el problema. Se puede ser víctima de muchas cosas y un poco culpable en otras. En la vida no existen victima ni verdugos químicamente puros. En ciertas cosas nos sabemos íntegros y en otras podemos temernos culpables, encarnado lo uno y lo otro como partes de una misma realidad.
Pero los niños explotados viven esta dualidad de un modo mucho más dramático, porque se saben víctimas por vía de experiencia y culpables por vía de aprendizaje.
Su experiencia como víctimas y su conciencia de estar siendo vulnerados suponen no poca fragilidad, y la fragilidad en un mundo explotador como el que nos rodea es un peligro que no se puede permitir, por eso reaccionan y van de duros por la vida.
Su dureza al principio es como la del gatito que enseña las uñas aunque apenas le hayan crecido, pero con el tiempo se crece y se aprende a ser duro. De un modo puramente defensivo, pero que los va a ir identificando.
Van a descubrir que pueden ser peligrosos y se van a sentir al mismo tiempo y por el mismo motivo “capaces” y “culpables”. El delito como capacidad, la capacidad como culpa. Así se mezclan su clarividencia de absoluta indefensión con el descubrimiento de su capacidad para hacer daño, como un fatal destino.
En el ser humano, sobre todo mientras se es niño, culpabilidad y victimización no son vivencias opuestas ni excluyentes. Cuando algo desborda al niño, origina en su interior una sensación de inseguridad también desbordante. Desbordamiento del que habitualmente desconoce si la culpa es propia o ajena. Así, la impotencia de quién se siente desbordado se transforma en sentimiento de culpa.
Imaginemos el acoso de culpabilidades que embargará a los niños desfavorecidos o víctimas de explotación. Cada carencia, cada fracaso, cada desavenencia, cada horror que haya oscurecido sus vidas, sobre todo en las primeras edades, le hará temer y sentirse responsables de que la vida no funcione.
Cuando un niño pequeño, que todavía no es capaz de interpretar la realidad con elementos muy racionales, percibe que le rodea un mundo amenazante y caótico, suele interpretarlo de modo egocéntrico, es decir, como si él fuera el culpable del caos. Como el primer hombre primitivo que rompió la primera rama de un árbol debió temer que todo el universo se le cayese encima, los niños se temen culpables de todos los conflictos que les rodean.
Y si esto ocurre de un modo muy natural con todos los niños, imaginemos lo que ocurrirá cuando el entorno formalice esta fantasía de culpabilidad como algo objetivo, con entidad penal o clínica. ¿Qué opción le queda sí, padres, maestros, jueces y policías, médicos y psicólogos, de hecho responsabilizan al niño de los problemas o de la impotencia de los adultos?
Cuando se es pura dependencia física, psíquica y social, resulta más tranquilizador desconfiar de sí mismo que desconfiar de quienes la vida propia pende de un hilo. Y aún más cuando todas las interpretaciones del entorno tienden a culpabilizarlo; “para qué lo habremos traído al mundo”, oímos exclamar tantas veces ante los ojos asombrados de algún niño.
Si un niño molesta “es que es molesto”; nadie suele pensar que el más molesto, por esa molesta condición, pueda ser el propio niño. Cuando un niño es muy “agresivo”, es decir cuando tiene mucha acometividad desordenada y destructiva o lo que es igual sin educar, nadie suele pensar que la acometividad en principio es un valor al que sólo falta adecuada educación, organización y orientación, cosas que corresponde a los adultos aportar.
Pero los adultos, al contrario, confundiendo categorías psicológicas y morales, cuando no judiciales, identifican al “agresivo” como delincuente, malo, o aún peor, “propenso al mal”, privándolo ya desde su primera educación del más elemental derecho a la presunción de inocencia, presunción de “propensión” inocente.
Victimización y culpabilidad son para los niños dos momentos distintos de un único y confuso sentimiento.
“Estoy seguro de que nací para el presidio”, me dice Julio sin pestañear. No hace mucho íbamos en coche por Madrid, el mismo Julio, su amigo Jacobo y yo. Me impresionó la convicción con que hacían tales afirmaciones.
- “Es que estoy seguro de que iré a la cárcel”.
- “¿Por qué estás tan seguro?” Le dije.
- “Mi padre ha estado en la cárcel, mis hermanos o están o han estado, todos mis colegas están pasando por la cárcel…toda mi gente es gente de cárcel”.
“De acuerdo, te faltaría cumplir dieciséis años, todo lo que te rodea parece destinado allí, pero sólo te fijas en lo que te rodea. No tienes en cuenta tu interior, que es el otro cincuenta por ciento. Ahora podrías estar haciendo cualquier putada pero prefieres estar con nosotros, a nosotros nos consideras limpios y, sin embargo, tu interior elige estar con nosotros”
Es difícil ser convincente, difícil remontar la fuerza de las condiciones sociales y de la pequeña historia de cada uno.
En los barrios en que me muevo, no es fácil distinguir dónde termina la víctima y empieza el culpable. Con frecuencia un grupo de jóvenes asalta una escuela. A veces es para llevarse los aparatos audiovisuales, pero otras es sólo por “cagarse” literalmente en la mesa del profesor, profesores a quienes me consta que estiman mucho “pero” que representan todo aquello que les hace sentirse tan mal, tan marginados y explotados. Difícil viviseccionar acción y reacción.
Sobre estos muchachos la sociedad proyecta en forma de culpa no poco desorden social. Y la indefensión y confusión de ellos les empuja a asumirlo y a ponerlo en práctica. Culpabilizador y culpabilizado se compenetran y cofunden perfectamente.
Los niños explotados respecto a sí mismos, se “sienten” muy culpables y se “saben” muy víctimas. En cambio, respecto a los adultos se “sienten” muy víctimas y se “saben” muy culpables. No es ningún juego de palabras: saben lo que hacen y se sienten muy mal, pero también se sienten muy mal al tener muy claro todo lo que les están haciendo. Como una guerra desigual, su instinto de conservación dificulta que perciban suficientemente cuándo son agresores. No se trata de que los más “asociales”, esos que parecen cometer con atroz frialdad hechos muy dañinos, carezcan de sentimientos de culpa. Se trata más bien de que, en un contexto de mil modos intolerable y degradante, no se puede traslucir las más mínima fragilidad interior, es necesario pasar por encima de la violencia y hasta en algún momento dado puede servir de peligrosas catarsis.
¿Por qué si no a ciertos niños bien pequeños ya se les han secado las lágrimas? He convivido con niños cuya mejoría se hizo notar en que aprendieron a llorar y a reírse. ¿Por qué sustituyen su desconsuelo por gestos de insensibilidad o cinismo?
En cierta ocasión, durante la consulta, presencié cómo una madre abofeteaba repetidamente a una niña de siete años, de un modo repentino y un tanto brutal.
“Pégame, pégame que no me duele”, respondió la niña desafiante con sus bracitos cruzados.
Aun en tales situaciones, los sentimientos de culpa suelen aflorar de forma inconsciente pero inequívoca. Es típico que los niños explotados nos provoquen para que les castiguemos, porque o son dignos de castigo o no son nadie.
Me traen a consulta a un niño “díscolo”: “Mire usted, ayer hemos tenido un disgusto horrible mi marido y yo por culpa de este niño”.
Con once años estaba allí, abriendo sus ojazos, como quien no quiere dar crédito a lo que está oyendo. De aquellos gritos y disgustos que tanto le angustiaban, el culpable “era él” por su culpa, sus padres no encontraban soluciones.
En el orden social y público nos ocurre a todos algo muy parecido: sí las cosas van mal, no es porque haya un millón y medio de jóvenes sin empleo, millones de pobres y analfabetos, no es porque se invierta en seguridad armada lo que no se invierte en seguridad escolarizada, ni porque los bancos nos sangren beneficios que nunca habían logrado. No van mal porque la represión desborde clandestinidad mientras la justicia colapsa por falta de recursos, porque los poderes flirteen con el tráfico de drogas mientras la sanidad y calidad de vida renquea de infarto en infarto. Ni porque los servicios sociales hayan sido ahorrados en beneficio de servicios al partido. No. Si las cosas van tan mal es por los navajeros de quince años y sus escopetas “recortás”. Sólo ellos representan inseguridad ciudadana. La “opinión” se encarga de ello.
Libro: http://www.lamalatesta.net/product_info.php/products_id/3269

Sin conspiraciones, sin complots, la lógica capitalista de la eliminación de los políticos

vota En lo personal, creo que el papel que juega el Estado como legitimador y propagandista de la mierda capitalista es muy bueno, ¿porque no creer que parte del show manipulador, es que creamos que hay todavía una especie de división de el Estado vs el Capitalismo?...¿excelente engaño no?
Koan

No hace falta recurrir a retorcidas conspiraciones ni rocambolescas teorías para darse cuenta de que los políticos sobran, y los que más presente lo tiene son los propios empresarios, los CEOs, las Corporaciones.
Hasta el momento existen unos doscientos cincuenta estados y otras doscientas empresas en el mundo que manejan un presupuesto similar o mayor a los mismos. Millones de ciudadanos de países forman plantillas de millones de trabajadores para las corporaciones.
La concentración de capitales propicia la concentración del poder a escala mundial. El poder económico se reconcentra tan rápido como lo permite la tecnología. El dinero compra poder, las corporaciones ejercen la soberanía.
Financiación, servicios, leyes, sobresueldos y campañas… Las corporaciones son capaces de gestionar un país.
El poder económico se ejerce en torno a las instituciones políticas.
  • - Proporcionando los servicios que los Estados no asumen o privatizan.
  • - Los bancos proporcionan ingentes cantidades de dinero, la sabia del sistema, para hacer frente a los presupuestos, estableciendo relaciones comerciales.
  • - Son empresas las que pagan las campañas políticas.
  • - Son empresas las que confeccionan las leyes que se presentan en los parlamentos para ser aprobadas y los sobornos necesarios para aprobar leyes que les favorecen. Meros sobresueldos, también llamados comisiones.
  • - Ejércitos privados montan guerras, controlan territorios, edificios, mercancías, hacen de policías.
Por lo tanto las empresas son capaces de gestionar entes más grandes que los propios países.
Con todo el poder político en sus manos el siguiente paso lógico es eliminar a los políticos y ejercerlo directamente
Como elementos transmisores del poder de las corporaciones hacia el pueblo los políticos mantiene ciertas atribuciones, pero su necedad y mezquindad no deja de irritar a las élites económicas. Su necesidad es cada vez menor, como atestiguan las experiencias del inicio del milenio.
En este camino se observa cómo los políticos  son menos necesarios que nunca, como demuestra la aparición de gobiernos tecnocráticos, desligados aparentemente de orientación política. Gobiernos ilegítimos en los últimos 10 años: Mario Monti en Italia, Gordon Bajnai en hungria, Lucas Papademos en Grecia, Jan Fischer en Chequia, Presidentes puestos por los bancos para que los países actúen conforme a sus reglas.
Se mantiene porque detentan ciertas atribuciones, como el poder coercitivo del ejército y la policía. E incluso eso está pasando a manos privadas.
Las asociaciones supranacionales ejercen la nueva soberanía. La Comunidad Económica Europea rige la política de 30 país convirtiendo a sus gobiernos en engorrosas correas de transmisión que deben ser superadas. 
¿Un mundo sin políticos, y después? De la tiranía política a la tiranía corporativa

La Política de Estado favorece los Monopolios, alejados del impacto social. La ley la imponen las Corporaciones, que colocan sus productos en un mercado cada vez más escaso. La justicia sigue a las leyes, ajustada a los intereses empresariales. Los monopolios copan los mercados. Los servicios son privados y el que no paga no tiene. Alza de precios y paro. Miseria y esclavitud. Nada que no conozcamos ya.

El control al individuo es total, nada puede salirse de la sociedad creada, el nuevo corral. Es el escenario que perfectamente representa Estados Unidos y al que poco a poco tienden el resto de países que no viven ya en la tiranía.
Luchar contra las empresas es luchar contra el sistema que mantienen y la subyugación presente.

Organicémonos fuera de su política, que es lógica de los mercados, dominados por los bancos. 
Autogestión ya!
LA TARCOTECA Contrainfo: Sin conspiraciones, sin complots, la lógica capitalista de la eliminación de los políticos

De la irresistible atracción del anarquismo por la novela negra

aUna aparente contradicción: los anarquistas suelen ser voraces lectores de novela negra. Y la pregunta es: ¿por qué existe esta pasión lectora hacia un universo plagado de policías, delatores, detectives y aparato policial que, además, la mayoría de las veces resultan triunfadores y atrapan al anti-héroe, es decir, al ladrón o al asesino?
En los últimos años, la pasión por Andrea Camilleri, Petros Márkaris o Donna Leon ha sustituido a la fascinación de nuestros mayores por Leonardo Sciascia, D. Hammett o Highsmith. Por no hablar de clásicos como Chandler y los obligados Agatha Christie, Simenon y Conan Doyle, que hicieron de sus protagonistas los héroes de la inducción-deducción darwinista, sosiego de lectores bajo la España oscurantista y fanática nacional-católica. La contradicción se nos ofrece en bandeja, ya que podemos preguntarnos qué hay de especial en adentrarse en barrios marginales, dinero negro, chantajes, prostitución, drogas y demás lindezas para un lector que está en contra de la sociedad autoritaria y además desconfía de la justicia y el aparato represor-policial.

El sitio de honor de varios de estos autores en nuestra particular y personal cosmogonía libertaria se debe sobre todo los temas tratados: la novela negra se centra en la denuncia social. Al entorno del hecho cruento se desarrolla el trasfondo de la marginalidad, y sobre todo de la desigualdad, porque la novela negra se convierte en algunos autores en una forma de narrar lo inexplicable en tiempos de censura y dictadura. La novela se convierte en algo más que la narración de un crimen intrascendente hecho con mayor o menor acierto: es un crisol donde se recogen las biografías de personas que se mueven en un ambiente real y cercano a nosotros, disfrazadas de personajes de ficción. Y aquí reside la grandeza de este tipo de narraciones: acercarnos a estas otras realidades, mostrarlas en su crudeza, evidenciar aquello complejo que no aparece en los grandes medios de comunicación o que aparece descrito como marginalidad o caso aislado.

Es en estos márgenes en los que Petros Márkaris describe en Balkan Blues el drama del asesinato de personas que no tienen papeles, donde Camilleri explica cómo se esconden aquéllos que llegan a las costas en cayucos o cómo las jóvenes del Este son obligadas a robar por pseudoONGs cristianas. Realidad explicada a través de la ficción, porque la realidad es increíble, no se puede documentar, o porque no llega a ser noticia de primera página. Aparecen obreros sin papeles y sin sindicatos que los defiendan, accidentes laborales encubiertos bajo ardides burocráticos, abogados corruptos y protagonistas vencidos antes de empezar a luchar, mujeres obligadas a venderlo todo, como en las clásicas novelas de la serie negra del siglo XX. No han cambiado ni los temas, y quizás tan solo el color de piel de los protagonistas. Hemos pasado de la ambientación exótica y colonial de las novelas de Christie o Doyle a las costas de Sicilia, Grecia o Marsella. Pero en todas, antiguas y actuales, se muestra la injusticia como telón real del drama. Una muestra en las antiguas: los ayudantes de Holmes eran un grupo de chiquillos dickensianos de la calle; las amigas de Mrs. Marple, un grupo de mujeres adultas emancipadas e incomodas para la misógina sociedad de su tiempo; el viejo Poirot, solo, exiliado y con visos de ambigüedad sexual poco explícitos para su época, se encuentra desorientado en un país que lo percibe siempre como extranjero. Y junto a ellos, ambientando la escena, los nihilistas rusos, editores marginales, emigrantes griegos o albaneses, cantantes de cabaret e ilusionistas, falsificadores de moneda, vividores, bígamos, farsantes, ladrones y, en definitiva, la vida misma narrada sin tapujos, sin romanticismo.

Y en todas las novelas, un fondo común latente y constante: la denuncia social imbricada en la vida de la comunidad. La desigualdad es narrada con una gran impudicia, con violencia, gracias a los crímenes descritos: en eso reside la fuerza de la novela negra. Y cómo no, con una chispa de humor para conjurar la pura desesperación del propio autor. Autores que son en su mayoría personajes disconformes con la sociedad que les ha tocado vivir. La mayoría de ellos murieron sin alcanzar la notoriedad mediática de los actuales. Sobrevivieron merced a otros trabajos que van desde el artículo periodístico a la peligrosa vida en el alambre del creador nato. La mayoría además fueron personajes controvertidos y molestos en su contexto social.

¿Cuáles de entre estos autores se aproximaron a las filas de los anarquistas y escribieron textos de ladrones y policías? ¿O quiénes esbozaron personajes que se puedan identificar con los antiautoritarios o los desobedientes de todas las épocas? De entre los primeros destacamos a Georges Darien o Leo Malet, lectura obligada de los anarquistas francófonos, o Xavier Benguerel y Manuel de Pedrolo, militantes de la CNT-FAI en 1936. Sobre los segundos cabe destacar que el hecho real, actual, es que los anarquistas han pasado en nuestros días de ser invisibles o vencidos en todas las batallas a formar parte de la literatura de ficción. Una ficción novelada que toma modelos reales de una historia vejada y escondida, de la que solo rescata el heroe/antihéroe y lo despoja de sus reivindicaciones más netas. El peligro es quedarse en el estereotipo fácil. Porque, indudablemente, estos héroes del pueblo permanecen en el imaginario colectivo y no hay nada más tentador que insertarlos en una narración y convertirlos en protagonistas o teloneros. Pocos autores escapan airosos a esta tentación de reconvertir la realidad en narración, o de hacerla didáctica, además de lúdica. Uno de ellos es Andréu Martín, que trata con respeto a los personajes anarquistas de sus narraciones, que se desarrollan primordialmente en un contexto conocido por el autor: Barcelona y sus ambientes bohemios. Sus escenarios abarcan desde los barricadistas de la Semana Trágica a los pistoleros de los años veinte o los últimos maquis urbanos. Grupos de afinidad conviven con ambientes obreros o los escenarios populares de La Torrassa o la Barceloneta. Escenarios de tensión y lucha donde el crimen adquiere distintas tonalidades. Unos ambientes que recuerdan al pionero Xavier Benguerel, que en sus novelas recreó autobiográficamente parte de la vida de los anarquistas del Pueblo Nuevo barcelonés.

Trabajo honesto y bien documentado, que encuentra pocos equivalentes en la tentación de describir a los anarquistas en el contexto marginal criminal. Una de las muchas muestras de estos trabajos es la que recientemente ha puesto en el candelero las figuras de Manuel Escorza y Dionís Eroles, polémicos hombres de acción del anarquismo barcelonés. Un autor contemporáneo los adentra en una paranoica narración que pasa de la crónica negra a la ciencia ficción clásica aliñada con retazos de santurronería cristiana muy del agrado de las nuevas visiones burgeso-nacionalistas sobre los anarquistas catalanes. Volviendo a los clásicos: Martín y Benguerel encuentran un buen homologo en Manuel de Pedrolo, un excelente narrador de historias sórdidas que escapaban, con no muy buena fortuna, a las tijeras censoras del franquismo. Pedrolo es uno de los primeros en nuestro país en escribir páginas de denuncia social encubiertas en novelas de serie negra, seguidor del francés Simenon y que puso en marcha la primera colección de novela negra: La Cua de Palla. Y junto a él, el prolífico Jordi Sierra i Fabra, que desde sus narraciones acerca las descripciones de los anarquistas a un público juvenil.


Dolors Marín Silvestre
Fuente original: La Aurora, especial Feria del Libro 2013, periodico electrónico accesible en http://www.aurorafundacion.org/?Especial-Aurora-2013
Fuente: http://periodicoellibertario.blogspot.com.es/2014/01/de-la-irresistible-atraccion-del.html