Los importantes cambios
que se vienen produciendo en los últimos tiempos respecto del
tratamiento político-estratégico dado a la llamada cuestión nacional,
hace necesario que se definan al menos esquemáticamente los elementos
claves para un tratamiento correcto de esta importante cuestión.
TESIS SOBRE LA LIBERACIÓN DE LOS PUEBLOS OPRIMIDOS
Primero.-
Desde que en el siglo XIV comenzara el desarrollo e implementación del
estado moderno, éste va construyendo los fundamentos políticos e
ideológicos que le van a dar consistencia y proyección futura. A la par
que se favorece el desenvolvimiento de la estructura del poder
centralizado a través del ejército permanente, la fiscalidad común, el
conjunto de normas jurídicas de aplicación general y las relaciones de
producción capitalistas, se avanza decisivamente en la construcción de
una ideología sobre la que sustentar el aparato organizado para la
coerción social, allí donde puede implantarlo, la ideología
nacionalista. Ésta se presenta históricamente desde sus inicios como un
fenómeno esencialmente europeo, luego convertida en categoría a imponer a
sangre y fuego al resto del mundo.
Segundo.-
Este proceso culmina en el inicio de la modernidad, esencialmente con
el triunfo de las revoluciones liberales: inglesa, americana, y sobre
todo la francesa de 1789, con la concreción del ideario de «soberanía
nacional», «identificado» como soberanía popular, que se asocia a una nueva categoría de persona: el ciudadano, «dotado» de una relación de «derechos» y «deberes», que se identifican
con los intereses generales del Estado. Este proceso de manipulación
ideológica de alto nivel, dentro de la llamada «revolución liberal» ha
sido impuesto además por la violencia más extrema a una sociedad
mayoritariamente agraria y popular, o a la parte de ella que se
resistiera. Este «triunfo» de la revolución liberal ha significando la
mayor de las derrotas de los pueblos, primero los europeos y luego, del
resto del mundo. Pero no solamente eso, además ha supuesto el obstáculo
principal para el desarrollo de la auténtica democracia y de la cultura e
identidades de los diferentes pueblos. Por tanto, ha significado a la
par que un genocidio cultural e identitario, la imposición de un sistema
de poder oligárquico con fundamento en la dictadura parlamentaria y una
destrucción de la esencia concreta humana mediante las diferentes
formas de esclavización de los seres humanos en el sistema productivo
(trabajo asalariado, esclavitud residual, etc.).
Tercero.-
Los estados-nación nucleares se constituyen en Europa hasta el siglo
XIX, luego de una pugna continua entre las monarquías absolutas, que en
guerras permanentes de mutua agresión de rapiña en sus respectivos
territorios, van configurando las condiciones materiales de su
implantación definitiva. Siendo la dinámica de la expansión una
tendencia inherente a los estados fue inevitable que al tiempo se
desarrollara en el mundo el proceso de implantación del modelo
estado-nación, a través del colonialismo europeo en los siglos XVIII y
XIX, y desde los inicios del siglo XX mediante el neocolonialismo que
inaugura la potencia emergente EEUU.
A partir de ese momento
comienza un proceso complejo que abarca dos fases: Una es la guerra
continua entre estados colonialistas-imperialistas por hacerse con la
mayor cuota de poder mundial, que se concreta en determinados momentos
culminantes, como la Ia y la IIa Guerras Mundiales, la Guerra Fría y
permanece en constante desarrollo, hasta el momento presente, con la
perspectiva de la pugna EEUU-UE con China-Rusia. Dos, la promoción del
llamado «ejercicio del derecho de las naciones a su autodeterminación»
como efecto de recomposición del sistema mundial de poder que implicaba
la imposición del Estado moderno y capitalista. Esta fue la política
inicial de recomposición de los antiguos imperios centro-europeos, luego
impulsada en el ámbito mundial en función del desarrollo del
imperialismo. «Derecho» que se implanta en el mundo a partir de las
catastróficas consecuencias de la Ia Guerra Mundial con la Sociedad de
Naciones en 1919, y luego, la Declaración de la ONU, que concreta la
Conferencia de San Francisco de California en 1945, acordada por el
bloque imperialista vencedor de la IIa Guerra Mundial.
Cuarto.- La consigna de el derecho de las naciones a la autodeterminación
se encuentra recogida en la Carta de las Naciones Unidas y en numerosas
resoluciones de la Asamblea General de la ONU, es por tanto el derecho
impuesto a los pueblos oprimidos del mundo por el imperialismo
internacional confabulado contra el verdadero derecho: la libre
determinación de los pueblos. Desde el momento en que tal «derecho» es
asociado a la categoría de «nación», y ésta inevitablemente lo es al
Estado, tal consigna se convierte en una trampa, en la que se esconde
justamente la estrategia de expansión del modelo de organización social
estatal en todo el planeta, se conquiste el derecho de autodeterminación o no.
La posición defendida por
el marxismo no es correcta, es esencialmente idéntica al derecho
estatista-burgués-nacionalista[1] e imperialista que concreta tal
derecho en la constitución de un estado-nación. La realidad es que a los
pueblos de todo el mundo se les ha impuesto un modelo de liberación fraguado en los hornos de la visión eurocentrista del mundo, el correspondiente a la soberanía nacional,
que en realidad es el poder del estado actuando sobre una población,
organizada en el ámbito cerrado de unas fronteras custodiadas por una
fuerza militar para la defensa del enemigo externo y del
interno (el pueblo en sus pretensiones de rebelión). La frontera
constituye el límite del equilibrio de fuerzas entre las posibilidades
de expansión del propio estado y las ambiciones del estado vecino.
Quinto.- La consigna de el derecho de las naciones a la autodeterminación
ha sido utilizada históricamente como «excusa» por parte del
imperialismo para intervenir en la guerra imperialista de disputa de
zonas de influencia entre potencias imperialistas rivales, no para
alcanzar algún tipo de liberación «nacional». Esta cuestión es
particularmente aplicada desde la IIa Guerra Mundial hasta hoy mismo en
África, Asia y Latinoamérica.
Esta consigna, defendida
por el marxismo, el izquierdismo y el nacionalismo pequeño-burgués en
Europa en los últimos 50 años, ante la persistencia de pueblos oprimidos
por los Estados-«nación» europeos actuales, como España, Francia,
Inglaterra, ha conducido a una derrota histórica del verdadero derecho a
la libre determinación de sus respectivos pueblos, puesto que ha
situado, indudablemente, a este movimiento a la cola de las políticas
estatistas de recambio en una época de crisis profunda de los sistemas
políticos de poder en toda Europa. En última instancia, no aporta nada
más allá de lo que pueda plantear el Estado, puesto que su estrategia
final es la construcción, precisamente, de un Estado, y éste será
inevitablemente un aparato de poder gestionado por las elites del poder
conjuntamente con el capitalismo.
Sexto.-
La expansión e internacionalización del Estado, llamado eufemísticamente
«globalización», supone una crisis del estado-nación, pero no en un
sentido de su pérdida de función histórica, sino de crecimiento, con la
determinación de bloques de poder, estratégicos y tácticos[2]. La
defensa del modelo de estados-nación, realizada a la par por el
liberalismo y el marxismo, es esencialmente errónea desde la
perspectiva del pueblo; pero hoy es además una postura anacrónica,
cuando justamente se encuentra en una crisis de sostenibilidad como
política del estado-global imperialista y multinacional se constituye
como una defensa reaccionaria de los sectores de clase identificados con
una «supuesta» burguesía nacional de los pueblos oprimidos. Esta
política es hoy impulsada por sectores de la burguesía
estatista-nacionalista localizada en los territorios donde hay pueblos
oprimidos por el estado-nación principal, con el único propósito de
extraer determinadas cuotas de poder en el marco de una «negociación»,
de la cual el estado también saca importantes beneficios políticos, como
la utilización del clima de «expectativa política» que se genera con
esta reivindicaciones, lo que constituye un apreciable “capital
político»” en un previsible proceso de reestructuración de las formas
organizativas del territorio del estado, a utilizar como maniobra
política en aquellos momentos de crisis profunda de credibilidad del
estado, como la actual.
Consecuentemente, la autodeterminación de las naciones oprimidas
no podrá ser una consigna revolucionaria jamás. Solamente puede
determinarse como revolucionaria, y por tanto, de liberación de los
pueblos oprimidos, aquella política que sitúe el centro de su posición
en la defensa del ejercicio de la democracia popular, en la cual son las
comunidades quienes ejercen directamente la democracia, debaten y toman
todas las decisiones de la vida política de la comunidad.
Séptimo.-
El concepto de «nación» es una categoría jurídico-política implementada
por el estado para dar consistencia ideológica al marco territorial del
poder, conjuntamente para el desenvolvimiento del capitalismo. El
concepto de «pueblo» no puede ser asimilado al de «nación», el de pueblo
es histórico y real. El pueblo está constituido por comunidades humanas
estables, con cierta movilidad interior y exterior, variable según cada
momento y circunstancia histórica, pero intrínsecamente estable,
caracterizado por la concurrencia de factores culturales propios,
adquiridos durante cientos e incluso miles de años, entre los que tienen
especial relevancia la lengua, determinada forma de ser, las formas
culturales de la convivencia que se reflejan en el folclore, la
gastronomía, determinadas expresiones artísticas, practicas productivas,
etc., y todo ello identificado en un territorio concreto. Por
consiguiente, el pueblo es un concepto que define una realidad, y está determinado por lo común que le es propio. Y se diferencia de otro pueblo porque este otro se identifica por un «común» que es, por su propia naturaleza existencial, diferente.
Octavo.-
Por lo tanto, la libre determinación de los pueblos oprimidos por los
estados-nación, o estados-multinación, debe entenderse y concretarse en
el proceso de la revolución integral, social-popular, por la cual se
sustituye el vigente sistema de poder estatal capitalista por un orden
democrático, que por su propia esencia, respetará las identidades de los
distintos pueblos, y de las comunidades que los integran. La forma de
relación entre los diferentes pueblos entre sí será igualitaria,
alcanzándose entre éstos aquellos acuerdos de convivencia, cooperación y
colaboración que estimen oportuno para el beneficio de sus respectivas
comunidades, y que podrán revestir aquellas formas confederadas que
superen las actuales fronteras políticas entre estados-nación. Las
diferencias religiosas, étnicas, civiles no podrán constituir elementos
de diferenciación popular, puesto que la democracia omnisoberana
implicará la más completa libertad civil y de expresión. Las comunidades
«sin historia», artificiosamente surgidas por la expansión
estatal-capitalista- imperialista deberán tomar como base de sus
relaciones de identidad los elementos culturales comunes que les van
definiendo, con respecto escrupuloso de la libertad de conciencia y de
los derechos civiles.
Noveno.-
La libre determinación de los pueblos oprimidos por los estados-nación,
o estados-multinación global-imperialistas, no podrá alcanzarse de la
mano de las instituciones de poder de los estados o apadrinados por
éstos. Ni de hipotéticos procesos «neutrales» estatistas de liberación
nacional propugnados por la izquierda o el nacionalismo burgués o
pequeño-burgués. La libre determinación de los pueblos oprimidos será
parte del proceso de la revolución integral, o no lo será. Esta justa
reivindicación forma parte del programa estratégico de la revolución
integral y ha de plantearse de forma conjunta e integrada en el conjunto
de transformaciones revolucionarias a efectuar. No es posible
plantearla como «cuestión» previa, ni marginal, al contrario, debe
formar parte del conjunto de tareas transformadoras esenciales a
acometer: parte de la revolución política, pero también parte sustancial
de la revolución en la conciencia, de la construcción política de un
sujeto capaz de sostener una sociedad convivencial, igualitaria,
defensora de los valores propios de una moral de esfuerzo y servicio
desinteresados orientado hacia el bien común, con respeto de las
culturas, con libertad de conciencia, libertad política y civil para
todos y todas, pero también con la eliminación del trabajo asalariado y
servil de cualquier forma, con la incorporación -en condiciones de
igualdad- de la mujer a las tareas centrales de la sociedad, y sin
discriminación alguna de nadie en razón a la raza, sexo o cualquier otra
orientación personal o social que deberá quedar en el ámbito estricto
del conjunto de libertades políticas y civiles.
Félix Rodrigo Mora, enero de 2013
NOTAS:
[1] Dice la Declaración
de las ONU: «El derecho de libre determinación de los pueblos o derecho
de autodeterminación es el derecho de un pueblo a decidir sus propias
formas de gobierno, perseguir su desarrollo económico, social y
cultural, y estructurarse libremente, sin injerencias externas y de
acuerdo con el principio de igualdad».
Lenin plantea: «Por
consiguiente, si queremos entender lo que significa la autodeterminación
de las naciones, sin jugar a definiciones jurídicas ni inventar
definiciones abstractas, sino examinando las condiciones históricas y
económicas de los movimientos nacionales, llegaremos inevitablemente a
la conclusión siguiente: por autodeterminación de las naciones se
entiende su separación estatal de las colectividades de otra nación, se
entiende la formación de un Estado nacional independiente». V.I. Lenin, El derecho de las naciones a la autodeterminación, 1914.
[2] Estratégicamente,
EEUU, como actual potencia hegemónica, China, Rusia y UE. Tácticamente,
con los bloques de poder: EEUU-UE y China-Rusia.