Iniciamos
un nuevo año y aunque sea un topicazo no podemos dejar pasar la oportunidad de
hacer balance de lo pasado y realizar una pequeña reflexión sobre lo que está
por llegar.
En definitiva, hay que ser capaces de comprender que sin esfuerzo y sacrificio (obviamente acompañado de la alegría que da el ser coherente en tu día a día). No hay verdadero cambio sin estar dispuestos a perder todo aquello que creemos poseer, sin esto no es posible la ansiada revolución.
Fuente:Quebrantando el silencio
Venimos
de un año que nos ha arrastrado un poco más hacia ese pozo sin fondo que es la
estafa capitalista de la crisis. En su nombre (el de la crisis) todos los
ámbitos de nuestra vida se han precarizado de manera radical hasta ponernos en
una situación teóricamente insostenible, digo teóricamente porque la capacidad
de aguante y la credulidad de las personas no deja de asombrarme cada día que
pasa.
Más
de once millones y medio de personas en riesgo de pobreza o exclusión social en
todo el Estado, un paro cercano a los seis millones, un 22% de los hogares
españoles (prácticamente 1 de cada 4) están por debajo del umbral de la pobreza,
la brecha económica entre ricos y pobres se agranda a cada segundo, más de
80.000 desahucios a causa de la codicia y el terrorismo bancario,…
Todo
esto acompañado por la actuación de un gobierno que al igual que su predecesor,
se ha dedicado a realizar la doble función que tiene encomendada dentro del
sistema capitalista: proteger y favorecer los intereses del capital (que al fin
y al cabo son los suyos) y fortalecer su propia estructura, esencialmente
represora. Así, venimos sufriendo la desposesión de todo derecho laboral y la
imposición de un trabajo esclavo (o lo tomas o en la calle, hay cien mil que lo
quieren, te dicen) en aras de eso que se llama competitividad y que no es otra
cosa que abaratar costes de producción (a base de bajar salarios y subir
jornadas laborales) para aumentar los beneficios empresariales. El progresivo
desmantelamiento de los servicios públicos para poder hacer negocio y sacar
beneficios de la educación y la salud de las personas; a la vez que dedicar
miles de millones que dejamos de invertir en ellos, a transferirlos a las
cuentas de resultados de los bancos. Sin olvidar una reforma educativa que
pretende envilecer más si cabe la educación dejándola al nivel del mejor
nacional catolicismo. Sin embargo, no todo lo “público” se desmantela. Hemos
visto aumentar el gasto represor (policial y militar) y durante todo el año
hemos tenido muestras de sobra sobre cómo el Estado trata a las personas que
osan enfrentarse (ni que sea mínimamente) al sistema. La represión de cualquier
tipo de protesta ha sido brutal y sin contemplaciones, palizas, agresiones,
detenciones ilegales, multas, identificaciones aleatorias, persecución y un
largo etcétera.
Esto
es sólo un breve resumen, lo malo es que el 2013 se presenta infinitamente peor que el año pasado. La
profundización en las políticas de recortes (austeridad es el término técnico)
y desposesión de derechos irán en aumento. Amparados en los dictados del
Mercado y la Troika
y en la impunidad de la que se saben dueños, gracias a esa magnífica falacia de
la representatividad de un pueblo, seguirán con la misma línea de empobrecer a
la mayoría de la población para enriquecerse más y más un pequeña minoría que
no tiene el más mínimo atisbo de remordimiento frente a la miseria y la muerte
que están causando.
No
debemos engañarnos, estamos todavía lejos de vivir un periodo revolucionario (de
hecho está más cerca uno involucionario que otra cosa). No tenemos ni la
conciencia ni la valentía suficiente (al menos de momento) para emprender ese
viaje. Esto no es razón para desfallecer, todo lo contrario, es momento de
redoblar esfuerzos y no dejarse agotar ante la abrumadora evidencia del triunfo
del sistema.
En
este 2013 debemos tener presente las dos líneas de lucha que tenemos ante
nosotros.
Por
un lado, tenemos la pelea del día a día contra la incesante pérdida de derechos
y el aumento vertiginoso de la pobreza (tanto económica como social) a nuestro
alrededor. Ahí están la lucha sindical, no necesariamente a través de
sindicatos, en la esfera laboral; también tenemos los movimientos de defensa de
los servicios públicos, la labor del activismo en defensa del derecho a la
vivienda,… Todas estas luchas y muchas otras son necesarias e imprescindibles
en estos momentos de necesidad material absoluta. Además, cumplen un propósito
secundario como puerta de acceso a la lucha social de muchas personas que hasta
la fecha vivían en la aparente tranquilidad del “Estado de bienestar” y del “Capitalismo
amable”. Sin embargo, este constante ir a contracorriente de las decisiones
políticas no puede ni debe convertirse en un fin en sí mismo, es decir, no
podemos caer en la tentación de conformarnos con quedarnos como estábamos hace
unos años. El peligro de sucumbir a los cantos de sirena lanzados tanto desde
la socialdemocracia (y desde luego no me refiero al PSOE) como desde
posiciones, apenas disimuladas, neofascistas acerca de que la gran solución
pasa por imponer una regeneración democrática (qué miedo da esta expresión) y
las oportunas regulaciones en las reglas de juego del capitalismo.
Así
pues, hay que apoyar y participar de estas luchas pero no debemos perder la
perspectiva de que hay una segunda línea de lucha, de fondo, de sacrificio,
pero que es la que verdaderamente puede ofrecernos la posibilidad de llegar a
ese cambio revolucionario tan necesario por el bien de la humanidad y del
planeta.
Esta
segunda línea parte de la conciencia de que no es posible vivir de manera digna
y libre bajo este sistema cuyos cimientos se asientan en la explotación de todo
y de todos hasta la muerte. Y sobre esta certeza y desde la que nos ofrece la
observación directa acerca de que todo Estado no es más que un aparato montado
para administrar y gestionar los asuntos e intereses comunes de la clase
dominante y, para cuando la ocasión lo requiere, reprimir sistemáticamente a la
población; debemos trabajar fuera del radio de acción y de las normas del sistema.
En
lo personal, esta línea parte de la autoformación de esa conciencia crítica. Es
imprescindible desconectarse del consumo acrítico de información y empezar a
pensar por nosotros mismos. A partir de ahí, debe ser nuestro primer objetivo
crear, apoyar y participar activamente en la creación o mantenimiento de
iniciativas-proyectos que ofrezcan alternativas. Proyectos basados en la
autogestión (es imprescindible no depender económicamente) y la horizontalidad,
en formas de trabajo cooperativas y no competitivas que busquen el bien común y
no el lucro individual. De esta forma es imprescindible el disponer de una red
de medios de comunicación e información ajenos a la lógica del capital; es
indispensable el fortalecimiento y la ampliación de las iniciativas
cooperativistas y colectivistas como alternativa a la explotación capitalista;
es necesario el empoderamiento político y social de todas las personas a través
de asambleas populares donde poder participar y decidir sobre aspectos comunes
vitales; necesitamos con urgencia la creación de un “sistema educativo” (por
llamarlo de alguna forma) que ofrezca visiones y maneras diferentes de vivir.
En definitiva, hay que ser capaces de comprender que sin esfuerzo y sacrificio (obviamente acompañado de la alegría que da el ser coherente en tu día a día). No hay verdadero cambio sin estar dispuestos a perder todo aquello que creemos poseer, sin esto no es posible la ansiada revolución.
Fuente:Quebrantando el silencio
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