miércoles, 6 de agosto de 2014

Psicología al servicio del control social

antipsiquiatria


Resulta descabellado imaginar una realidad donde existan sistemas de dominación o mercantiles y estos no tuvieran a la psicología por una jugosa herramienta. ¿Qué fabulosa insania mental podría afectar a cualquier poder que no diera uso de la ciencia que trata de la conducta y de los procesos mentales de los individuos?

Evidentemente tal cosa no existe, al contrario, el sistema de dominación exprime la psicología para su beneficio con total eficiencia. La sociedad mercantil y economicista ha desvirtuado la esencia de la psicología, la ha tornado en un producto o servicio mas, mera mercancía, cuya lógica económica de perpetuación la ha aupado a la categoría de necesidad demandada por una sociedad capitalista de consumo, cuya praxis desquiciante genera la enfermedad y la cura al mismo tiempo, fuerza a sus consumidores victima a pagar por ello, ya sea con sus bienes, con su bienestar o con ambas.

El poder económico y el estado se benefician mutuamente de una sociedad medicalizada e instruida en la necesidad de enfermar, las poderosas farmacéuticas hacen su interminable agosto y los estados obtienen poblaciones tuteladas y asustadas. Las ciencias médicas, actualmente dependientes del estado para su ejercicio y de los lobbies económicos para su desarrollo, se ven sujetas de manos para intentar salirse del círculo vicioso donde han caído. Aunque en realidad, tampoco es que pretendan modificar su propia actividad ni finalidad, pues supondría cerrar el grifo del incesante goteo de pacientes, o como la nueva terminología médica privatizante usa ya con absoluto descaro: clientes.

A día de hoy, la gente, los clientes, asumen como normalidad toda la sinrazón del capitalismo, su injusticia, su desigualdad, su autoritarismo, su imposición total, siendo esta la mayor victoria del capitalismo, lograr mediante el control social que sus víctimas sean sus defensores, activos o pasivos, donde las y los profesionales de la psicología no son una excepción, así que como sucede en cualquier otra profesión, se convierten de facto en correas de transmisión de los patrones de dominación social, no necesariamente de forma consciente, pero si de forma efectiva y eficaz, pues su contribución es valiosísima, indispensable.

La maquinaria capitalista lo sabe y proyecta la sombra de la psicología haya donde puede, de forma que esta trasciende con creces el área que popularmente le tiene asociada la sociedad, el del estudio científico y la salud. Veremos psicólogos y psicólogas por solitario o en equipos multidisciplinares ejerciendo su profesión al servicio del control social, ya sea en juntas educativas planificando planes de enseñanza politizados y maniqueos, poblando los departamentos de Recursos Humanos de las empresas en una función productivista y represiva al servicio de esos psicópatas modernos llamados empresarios, o bien en comisiones de expertos que asesoran a jueces y cuerpos policiales para legitimar sus decisiones en defensa de la ley burguesa, o dando informes sobre los excluidos de la sociedad que los excluyan aun más si cabe, determinando la infame vida que padecen las personas prisioneras en instituciones penitenciarias, auténticas abominaciones humanas donde la tortura es inherente e instituida al lugar, elaborando campañas de marketing, publicitarias, creando dependencias de las personas sobre los objetos, sobre las ideas, sobre otras personas, en el diseño de las formas de propagandización política de los poseedores del poder, en definitiva todo donde su área de aplicación sea útil.

En todos estos casos, la asimilación de la psicología para beneficio del sistema ha sido total, pues su función responde a intereses específicos en el entramado transversal del sistema mismo, cuyo totum revolutum confiere a las sociedades actuales su idoneidad para ser explotadas en diversas áreas y bajo diversos mecanismos donde la psicología puede impregnar su utilidad: autoridad, economía, medicalización, estado, moral, conductismo social, sexualidad reprimida, autorepresión, adhesión acrítica, marginalización, exclusión, individualismo egoísta, insolidaridad, todo contribuye y a todo contribuye la psicología domesticada.

En conclusión, sabemos que la psicología, como herramienta, según quien la use tendrá uno u otro efecto. Es evidente que usándose de forma correcta y libre alberga una gran potencialidad positiva, pero eso no asevera que un cambio ético en el empleo de la psicología supusiera por si sólo una mejoría a nivel social en parámetros de libertad, pues en sociedades donde el poder campa a sus anchas se requieren soluciones integrales, por tanto la alteración de los patrones de empleo de la psicología, no pueden ir en solitario, no se trata de una reforma de la práctica profesional, sino que deben ir unidos a una ética global que subvierta los pilares del sistema de dominación y sirva como medio y como fin para la emancipación real de las personas, lo que supone no sólo una comprensión parcial de sus problemas, sino también y con mayor necesidad, de las relaciones sociales y políticas que los trascienden, del mundo donde vivimos en definitiva, sin velos.

Es por tanto necesaria la adquisición de una ética concienciada y comprometida entre los y las psicólogas, que si desea trastocar los tejemanejes del control social ha de adoptar valores claramente antagónicos a este, libertarios, bajo parámetros de igualdad, es decir, prescindiendo de la autoridad moral o científica que la profesión psicológica les transfiere y facilitando la autogestión generalizada de la sociedad, sin restringirse únicamente al ámbito de la salud.

Fuente: Nada

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