Resulta descabellado imaginar una
realidad donde existan sistemas de dominación o mercantiles y estos no
tuvieran a la psicología por una jugosa herramienta. ¿Qué fabulosa
insania mental podría afectar a cualquier poder que no diera uso de la
ciencia que trata de la conducta y de los procesos mentales de los
individuos?
Evidentemente tal cosa no existe, al
contrario, el sistema de dominación exprime la psicología para su
beneficio con total eficiencia. La sociedad mercantil y economicista ha
desvirtuado la esencia de la psicología, la ha tornado en un producto o
servicio mas, mera mercancía, cuya lógica económica de perpetuación la
ha aupado a la categoría de necesidad demandada por una sociedad
capitalista de consumo, cuya praxis desquiciante genera la enfermedad y
la cura al mismo tiempo, fuerza a sus consumidores victima a pagar por
ello, ya sea con sus bienes, con su bienestar o con ambas.
El poder económico y el estado se
benefician mutuamente de una sociedad medicalizada e instruida en la
necesidad de enfermar, las poderosas farmacéuticas hacen su interminable
agosto y los estados obtienen poblaciones tuteladas y asustadas. Las
ciencias médicas, actualmente dependientes del estado para su ejercicio y
de los lobbies económicos para su desarrollo, se ven sujetas de manos
para intentar salirse del círculo vicioso donde han caído. Aunque en
realidad, tampoco es que pretendan modificar su propia actividad ni
finalidad, pues supondría cerrar el grifo del incesante goteo de
pacientes, o como la nueva terminología médica privatizante usa ya con
absoluto descaro: clientes.
A día de hoy, la gente, los clientes,
asumen como normalidad toda la sinrazón del capitalismo, su injusticia,
su desigualdad, su autoritarismo, su imposición total, siendo esta la
mayor victoria del capitalismo, lograr mediante el control social que
sus víctimas sean sus defensores, activos o pasivos, donde las y los
profesionales de la psicología no son una excepción, así que como sucede
en cualquier otra profesión, se convierten de facto en correas de
transmisión de los patrones de dominación social, no necesariamente de
forma consciente, pero si de forma efectiva y eficaz, pues su
contribución es valiosísima, indispensable.
La maquinaria capitalista lo sabe y
proyecta la sombra de la psicología haya donde puede, de forma que esta
trasciende con creces el área que popularmente le tiene asociada la
sociedad, el del estudio científico y la salud. Veremos psicólogos y
psicólogas por solitario o en equipos multidisciplinares ejerciendo su
profesión al servicio del control social, ya sea en juntas educativas
planificando planes de enseñanza politizados y maniqueos, poblando los
departamentos de Recursos Humanos de las empresas en una función
productivista y represiva al servicio de esos psicópatas modernos
llamados empresarios, o bien en comisiones de expertos que asesoran a
jueces y cuerpos policiales para legitimar sus decisiones en defensa de
la ley burguesa, o dando informes sobre los excluidos de la sociedad que
los excluyan aun más si cabe, determinando la infame vida que padecen
las personas prisioneras en instituciones penitenciarias, auténticas
abominaciones humanas donde la tortura es inherente e instituida al
lugar, elaborando campañas de marketing, publicitarias, creando
dependencias de las personas sobre los objetos, sobre las ideas, sobre
otras personas, en el diseño de las formas de propagandización política
de los poseedores del poder, en definitiva todo donde su área de
aplicación sea útil.
En todos estos casos, la asimilación de
la psicología para beneficio del sistema ha sido total, pues su función
responde a intereses específicos en el entramado transversal del sistema
mismo, cuyo totum revolutum confiere a las sociedades actuales su
idoneidad para ser explotadas en diversas áreas y bajo diversos
mecanismos donde la psicología puede impregnar su utilidad: autoridad,
economía, medicalización, estado, moral, conductismo social, sexualidad
reprimida, autorepresión, adhesión acrítica, marginalización, exclusión,
individualismo egoísta, insolidaridad, todo contribuye y a todo
contribuye la psicología domesticada.
En conclusión, sabemos que la psicología,
como herramienta, según quien la use tendrá uno u otro efecto. Es
evidente que usándose de forma correcta y libre alberga una gran
potencialidad positiva, pero eso no asevera que un cambio ético en el
empleo de la psicología supusiera por si sólo una mejoría a nivel social
en parámetros de libertad, pues en sociedades donde el poder campa a
sus anchas se requieren soluciones integrales, por tanto la alteración
de los patrones de empleo de la psicología, no pueden ir en solitario,
no se trata de una reforma de la práctica profesional, sino que deben ir
unidos a una ética global que subvierta los pilares del sistema de
dominación y sirva como medio y como fin para la emancipación real de
las personas, lo que supone no sólo una comprensión parcial de sus
problemas, sino también y con mayor necesidad, de las relaciones
sociales y políticas que los trascienden, del mundo donde vivimos en
definitiva, sin velos.
Es por tanto necesaria la adquisición de
una ética concienciada y comprometida entre los y las psicólogas, que si
desea trastocar los tejemanejes del control social ha de adoptar
valores claramente antagónicos a este, libertarios, bajo parámetros de
igualdad, es decir, prescindiendo de la autoridad moral o científica que
la profesión psicológica les transfiere y facilitando la autogestión
generalizada de la sociedad, sin restringirse únicamente al ámbito de la
salud.
Fuente: Nada
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