Por Acratosaurio Rex
¿Cuál es ese impulso loco que nos lleva a fiarnos de dirigentes y trepas, y a creer en cosas absurdas e irracionales? Vamos al ejemplo práctico. En los años sesenta Jim Jones era una persona medio normal, con ganas de hacer el Bien. Primero se metió en el Partido Comunista Americano, pero los camaradas no cumplieron sus expectativas, y decidió hacerse Pastor de Cristo, como Ratzinger, solo que comenzando de cero. Se declara profeta de Jehová, trabaja a favor de pobres, sin techo y drogadictos, predica que viene el Fin del Mundo … Y llega a conseguir hasta tres mil adeptos, más gente que la CGT en RENFE.
La mezcla de comunismo, cristianismo, antirracismo y mesianismo, es portentosa. Superstición, pensamiento mágico, meditaciones, curaciones milagrosas, y Jim decide crear en la Guayana, Jonestown, el Paraíso en la Tierra. Y los adeptos llegan a pensar progresivamente, que trabajar catorce horas al día, a cuarenta grados, por comida vegana hervida, rodeados de nubes de insectos capaces de perforar vaqueros, es el Paraíso Comunista. Pero otros sujetos más racionales, piensan que el infierno en Los Ángeles es más benévolo, y miran intensamente a la selva y a los monos. Así que una guardia armada evita que esos traidores puedan huir. Dios puso a un ángel de espada llameante en la entrada del Edén para que nadie entrara, y su hijo Jim Jones, colocó la milicia en la salida para que nadie saliera.
Jim Jones, a medida que pasa el tiempo, se va dando cuenta de que la cosa no va como debiera. El Apocalipsis no progresa, la cosecha es raquítica, los niños enflaquecen, la vida austera, a pesar de tener él y su guardia raciones suplementarias de carne y grasa (siempre los dirigentes y los polis estarán bien alimentados), hubiera espantado a los protagonistas de 300. Así que Jim se decide a acelerar el Fin del Mundo. Empiezan a llevar a cabo ensayos de suicidio, algunos de los cuales se suponen verdaderos: “no es un simulacro”, gritan los altavoces en la noche levantando a los fieles, que se va acostumbrando a beber supuestos venenos.
Finalmente, se cumple la Profecía, llega el Anticristo. Un congresista americano y su séquito de periodistas se dejan caer en el Templo del Pueblo para fisgar, desencadenando la paranoia. La guardia de Jim asesina al Anticristo Capitalista, y Jim ordena el suicidio colectivo. Novecientos nueve muertos, doscientos cincuenta bebés y niños (asesinados por sus padres), más cuatro periodistas y el Anticristo, pasan a mejor vida. Y aún sobró naranjada con cianuro y un tiro de escopeta para Jim. 1978.
Conclusión. ¿Cómo consiguen unos cabrones y fantoches que los comunes hagamos locuras, y que creamos en cosas ridículas? Poco a poco amigos y amigas anarquistas. Lo consiguen poco a poco, explotando tus debilidades, y con una guardia armada.
Escucha creyente, si vas al Paraíso, localiza siempre la salida. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
¿Cuál es ese impulso loco que nos lleva a fiarnos de dirigentes y trepas, y a creer en cosas absurdas e irracionales? Vamos al ejemplo práctico. En los años sesenta Jim Jones era una persona medio normal, con ganas de hacer el Bien. Primero se metió en el Partido Comunista Americano, pero los camaradas no cumplieron sus expectativas, y decidió hacerse Pastor de Cristo, como Ratzinger, solo que comenzando de cero. Se declara profeta de Jehová, trabaja a favor de pobres, sin techo y drogadictos, predica que viene el Fin del Mundo … Y llega a conseguir hasta tres mil adeptos, más gente que la CGT en RENFE.
La mezcla de comunismo, cristianismo, antirracismo y mesianismo, es portentosa. Superstición, pensamiento mágico, meditaciones, curaciones milagrosas, y Jim decide crear en la Guayana, Jonestown, el Paraíso en la Tierra. Y los adeptos llegan a pensar progresivamente, que trabajar catorce horas al día, a cuarenta grados, por comida vegana hervida, rodeados de nubes de insectos capaces de perforar vaqueros, es el Paraíso Comunista. Pero otros sujetos más racionales, piensan que el infierno en Los Ángeles es más benévolo, y miran intensamente a la selva y a los monos. Así que una guardia armada evita que esos traidores puedan huir. Dios puso a un ángel de espada llameante en la entrada del Edén para que nadie entrara, y su hijo Jim Jones, colocó la milicia en la salida para que nadie saliera.
Jim Jones, a medida que pasa el tiempo, se va dando cuenta de que la cosa no va como debiera. El Apocalipsis no progresa, la cosecha es raquítica, los niños enflaquecen, la vida austera, a pesar de tener él y su guardia raciones suplementarias de carne y grasa (siempre los dirigentes y los polis estarán bien alimentados), hubiera espantado a los protagonistas de 300. Así que Jim se decide a acelerar el Fin del Mundo. Empiezan a llevar a cabo ensayos de suicidio, algunos de los cuales se suponen verdaderos: “no es un simulacro”, gritan los altavoces en la noche levantando a los fieles, que se va acostumbrando a beber supuestos venenos.
Finalmente, se cumple la Profecía, llega el Anticristo. Un congresista americano y su séquito de periodistas se dejan caer en el Templo del Pueblo para fisgar, desencadenando la paranoia. La guardia de Jim asesina al Anticristo Capitalista, y Jim ordena el suicidio colectivo. Novecientos nueve muertos, doscientos cincuenta bebés y niños (asesinados por sus padres), más cuatro periodistas y el Anticristo, pasan a mejor vida. Y aún sobró naranjada con cianuro y un tiro de escopeta para Jim. 1978.
Conclusión. ¿Cómo consiguen unos cabrones y fantoches que los comunes hagamos locuras, y que creamos en cosas ridículas? Poco a poco amigos y amigas anarquistas. Lo consiguen poco a poco, explotando tus debilidades, y con una guardia armada.
Escucha creyente, si vas al Paraíso, localiza siempre la salida. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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