El título de este post
surge de la reflexión ante los acontecimientos que se van desarrollando a
nuestro alrededor durante estos últimos años.
En definitiva, pasa por
creer de verdad que ese otro mundo es posible y por desear que ese otro mundo
sea una realidad. A partir de ahí, hay que obrar en consecuencia (a cada cual
su historia personal, su conciencia político-social,… le hará seguir su camino
en ese obrar en consecuencia) y, sobre todo, no desfallecer jamás.
Fuente:Quebrantando el silencio
La aceleración de la
destrucción de la mascarada que suponían los Estados del Bienestar ha dado paso
al estupor en las sociedades del Norte opulento. Tras años de vivir el sueño
capitalista sin mirar atrás, es decir, sin que nuestras mentes
precarias hayan tenido siquiera la opción de pararse a pensar
por un instante el precio que estábamos pagando por esa vida consumista y
totalmente automatizada. Ni por un instante, la mayoría de nosotros, sopesamos
el nivel de miseria, explotación y destrucción a la que estábamos (estamos)
sometiendo a gran parte del planeta y a todo ser vivo, incluidos los seres
humanos, que en él habitan. Porque no podemos engañarnos por más tiempo, no es
posible una gestión humanizada del capitalismo. Ni capitalismo amable, ni verde
ni nada que se le parezca. Este sistema requiere de explotación y de represión
en grandes dosis; sino, no es posible. Y todo esto es inimaginable sin el
soporte de los Estados. Hay una frase del historiador francés Braudel que dice:
el capitalismo sólo triunfa cuando se identifica con el Estado, cuando es el
Estado.
Esto es exactamente lo
que está sucediendo ahora mismo. La identificación Capitalismo-Estado es
absoluta. Frente a todas esas tesis que se empeñan en asegurar que la crisis
actual (utilizo el término crisis para resumir la situación actual a sabiendas
que esto no es una crisis sino una estrategia perfectamente orquestada para
arrasar con cualquier atisbo de derecho que pudiéramos tener) se debe a la
desregulación del sistema y al ataque neoliberal contra el Estado del
Bienestar, afirmación ésta que da por buena la acepción anteriormente comentada
del capitalismo amable, y que se resolvería con una buena regulación de los
flujos económicos y, en el caso concreto español, con el cumplimiento de lo que
refleja la Constitución del 78 (esa que consagra entre otras cosas al
capitalismo como sistema y la explotación como método, o legitima la toma del
poder por parte del ejército en caso de que lo anterior pudiera verse
amenazado).
Esta lamentable tesis
es la que se está imponiendo poco a poco tras el estallido de indignación por
parte de una población que veía como se derrumbaba el maravilloso estilo de
vida en el que estábamos inmersos. Gran parte de la contestación al sistema se
ha ido encauzando desde unos inicios más o menos revolucionarios y
esperanzadores, hacia una especie de respuesta socialdemócrata radical que
básicamente consiste en el fortalecimiento de un Estado social y en la
recuperación de derechos laborales y ciudadanos.
A nadie puede
extrañarnos esta respuesta. Si pensamos por un momento de dónde partimos, vemos
la infinitud de condicionantes que predisponían a una respuesta como ésta.
Llevamos muchísimos años de dominación total por parte de la clase dominante
bajo diferentes formas (monarquías, dictaduras, repúblicas, democracia
parlamentaria) salvo pequeños momentos históricos y localizados muy
puntualmente. Con todo lo que esto conlleva de adoctrinamiento en el espíritu
de servidumbre y de resignación. Especial mención a las últimas décadas bajo el
falso espejo democrático que se ha encargado de desarticular todo intento de
creación y consolidación de respuestas populares y ha fomentado hasta implantarlo
totalmente. Un hedonismo individualista basado en el egocentrismo exorbitante que
nos ha hecho desplazar el foco sobre el enemigo hasta situarlo sobre cualquiera
que no sea nuestra propia persona y a interiorizar la culpa de todo lo que este
sistema despiadado provoca. Por supuesto que en todo esto que comentamos hay
que destacar el papel realizado por el sistema educativo y los medios de
comunicación, ambos controlados y dirigidos por los mismos intereses. Con todos
estos y muchos otros argumentos nos encontramos que cuando se intenta dar una
respuesta por parte del pueblo ésta se convierte en efímera y se diluye
lentamente en un sinfín de acciones tan valientes como estériles.
Esta respuesta se ha
visto, a su vez, condicionada por varios factores; pero sólo quiero comentar un
par de ellos, uno en el plano individual y otro en lo colectivo:
-
Desde el primer momento se ha entendido
que la opción válida de hacer política es recuperar el espacio público y común
para la acción política, entre otras razones por el hartazgo de las estructuras
corporativistas de partidos y sindicatos en general. Esto derivó en la creación
de asambleas populares, grupos de afinidad,… sin embargo el paso del tiempo y
pasado el subidón revolucionario inicial se ha impuesto la lógica del sistema
que nos hace egoístas y desconfiados de nuestros iguales, que nos convierte en
seres incapaces de asumir un compromiso a largo plazo y con claras dificultades
para compartir el esfuerzo y el compromiso. Obviamente esto como todas las
generalizaciones no refleja fielmente el total de la realidad pero sí, creo,
que una gran parte de ella.
-
En lo colectivo este desmembramiento de
la respuesta popular ha posibilitado que sus restos fueran buscando alianzas en
colectivos y partidos políticos de la llamada izquierda social y radical. Toda
vez que todo este grupo de colectivos y partidos parte de la base de la
exigencia al poder establecido o la toma del mismo por las vías que el
capitalismo ofrece (es decir nulas para quien no sea capitalista) las respuestas
se han ido matizando y reelaborando hasta encajar en este marco de acción
convirtiéndose, así, en réplicas de lo ya existente. Por otro lado, los
colectivos que se mueven fuera de ese ámbito y que no están interesados en la
toma del poder sino en la construcción de alternativas viven inmersos en el
constante dilema de mantenerse “puros” y por tanto verse reducidos a la
invisibilidad.
Desde luego que el
cambio no va a ser fácil, pero necesitamos pensar en un nuevo modelo social en
el que todo el mundo tenga cabida mientras seguimos en la calle con la
protesta. Ese modelo social implica, necesariamente, la participación de todas
las partes. Y esto es lo más complicado: crear una manera de relacionarnos que
se ajuste a todas las nuevas realidades y necesidades.
Es necesario realizar
el esfuerzo personal de reflexionar y compartir estas reflexiones acerca de
aquellas cuestiones que consideramos indispensables en la lucha anticapitalista
e iniciar, de esta manera, la creación de un verdadero tejido social de lucha y
oposición con ese componente de creación de nuevas formas de relacionarnos
entre las personas y el medio.
La salida pasa por
nuevas formas de organización y participación, en la que todo el mundo pueda (y
lo haga) implicarse de manera directa. También pasa por romper esas cadenas
mentales que nos unen a un modelo de vida, el capitalista, que no se
corresponde con la esencia humana ni con nuestro lugar dentro de ese todo
llamado Tierra. Pasa por recuperar la fe en nuestra propia potencia creadora y en
aunar esfuerzos con el resto.
Fuente:Quebrantando el silencio
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar, puedes decir lo que quieras, solo trata de aportar.