La poeta murciana y combatiente en la guerra civil española –del lado justo- Carmen Conde, escribió el poema en prosa Mientras los hombres mueren donde trata de los niños muertos en esa guerra. Y allí se pregunta: “Ningún aviador enemigo tiene niñitos que levanten sus manos al viento de las hélices? ”No” se responde. “El enemigo no parece padre, y acaso es huérfano también”.
Qué mejor descripción del ser humano que en excusa de la guerra –pésima
excusa-, asesina un niño. En Colombia las gentes del común, sin
pretensiones literarias, han adoptado el mismo concepto cuando frente a
una de tantas atrocidades que aquí se cometen, sólo atinan a decir: “Ese
no tuvo madre”.
La amiga de Carmen, la premio Nobel Gabriela
Mistral, ya había escrito una bella metáfora sobre la madre que lleva a
enterrar a su hijo dormido:
Es lo que nos queda. Es el consuelo. Tal la importancia del Arte para la humanidad.
Lo anterior, a propósito de las repetidas imágenes que por estos días
laceran ojos, oídos y espíritu de hombres y mujeres que reivindicándonos
humanos –y no es un pleonasmo-, nos negamos a aceptarlas: la de los
pequeños cuerpos de niños palestinos, con primor y pobreza apretadamente
envueltos como un recado navideño, destino a la tumba por un proyectil
israelí. A veces no es esa imagen rodeada de bocas y ojos abiertos
llenos de ira y de dolor que nos remiten al Guernica, sino el tendal
sobre el suelo cubierto con un rústico mantel, de cinco, seis o diez
niños despedazados.
Nos resistimos a aceptar tan atroces
crímenes, cuanto más cuando vemos la férrea coraza con que los poderes
del mundo los ocultan, desmienten, tergiversan. Así, esas imágenes no
nos llegan desde los poderosos y omnipresentes medios de comunicación
que enlazan en tiempo real al mundo entero, y lo “informan” al instante.
Y cuando con desgana lo hacen –cómo se nota que no tuvieron más
alternativa-, esos niños muertos, esas troneras en la cabeza, esas
piernas que no están, no son crimen alguno. Palabras pías, eufemismos,
ambigüedades, lugares comunes, los justifican. Hablan entonces de
“enfrentamientos”, de “conflicto” entre dos naciones, de víctimas de
lado y lado, de 100 muertos de ambos bandos, sin aclarar claro, que son
100 de uno y uno del otro. Ah! y hablan del terrorismo y de los
terroristas, palabra mágica que pretende santificar el terrorismo.
Pero la verdad es que el manejo informativo que los poderes del mundo
hacen de ese crimen espantoso, sólo consagra una de las más pavorosas
realidades que la humanidad ha vivido desde mediados del siglo XX hasta
hoy: el exterminio decretado y aceptado sin oposición de ninguno de esos
poderes, del pueblo palestino. Población a la que no se la reconoce ni
admite como titular de derechos, comenzando por el de sentar su planta
en lugar alguno de la tierra, menos donde históricamente nació y ha
vivido por milenios. Lo único que se le concede, es que viva como paria
en tierra ajena, en carpas en campos de refugiados. Sometida, sin
gobierno y extinguida como entidad cultural, política y racial.
Y dentro de ese exterminio, hecho demasiado vergonzoso como para
admitirlo, el asesinato de niños es propósito prioritario. Si no bastara
la tozuda y estremecedora realidad –ya está sentado que el principal
argumento es la realidad-, remitámonos a las explicaciones de los
verdugos de la macabra labor: esos niños son terroristas, o en todo caso
lo van a ser, y de cualquier modo, están en compañía de terroristas. Y
para mayor abundancia en la justificación, añaden, si hubiera algo
reprochable en esas muertes, es culpa de los padres por usarlos de
escudos en sus propias casas, sus propias calles, propios jardines y
colegios.
Son el poder abierto y el oculto que gobiernan el
mundo, los responsables de ese estado de cosas y de la infame
presentación que de él se hace. Y estos poderes tienen nombre: son los
Estados Unidos de América, la Unión Europea, los estados satélites de
uno y otra, sus Bancos de Europa y Mundial, Fondo Monetario
Internacional, su ONU con sus organismos, Consejo de Seguridad
arrogándose el poder de la vida o de la muerte de cualquier poblador del
planeta, su Comisión de Derechos Humanos absolviendo los crímenes de
los amigos y condenando toda forma de defensa de los enemigos, la Corte
Penal Internacional con su misión ídem, la Corte Internacional de
Justicia igual, etc., etc., etc. Entidades todas expresión en su más
alto poder decisorio, de la más agresiva y violenta forma de racismo que
haya conocido el mundo: el sionismo. Que en aras de realizar su
designio de dominar al mundo entero, ocasionará la tercera guerra
mundial. Por eso aún en Israel, personas y organizaciones judías
repudian la siniestra ideología.
La verdad es que el territorio
palestino, Gaza y Cisjordania, de ser el más grande campo de
concentración existente en mundo, pasó a serlo de exterminio decisión de
Israel gobernada por los sionistas y aprobada por los poderes que ya se
dijo le son funcionales. La más contundente muestra de esta aprobación,
es la impunidad absoluta que cubre los múltiples episodios del
exterminio. Que a cualquier otra nación –salvo los Estados Unidos para
quien es rutina-, le ocasionaría inmediata invasión y bombardeo de “la
comunidad internacional”. O si no, que hablen las masacres de Shabra y
Shatila, la de Jenin, la operación contra Gaza en el 2007 con sus 1.500
muertos -casa por casa- el ataque y asesinatos contra la flotilla
internacional La Libertad que llevaba ayuda humanitaria a la población
en agonía, y el horror del bulldozer destrozando el cuerpo de la
activista de derechos humanos norteamericana Rachel Corrie que se
interponía entre el monstruo y la casa habitada que iba a derribar. Ni
siquiera al gobierno de Estados Unidos le importó el crimen de la joven
heroína.
Y si hubiere duda de la confabulación del mundo -de
sus poderes- con ese tenebroso mandato de exterminio de una población y
una cultura, pregúntenle al premio Nobel de Paz 2011 Barak Obama qué
piensa de ello, y les dirá que maravilloso. Y después al premio Nobel de
Paz 2012 la Unión Europea qué de ello opinan, y les responderá que
maravilloso.
Suficiente lo anterior para asumir la certidumbre
del abismo infranqueable que nos separa a nosotros que tenemos derecho
de llamarnos la Humanidad, de quienes nos gobiernan en nombre de ella.
Por eso las calles y las paredes del mundo, desde hace años gritan el
justísimo “No en nuestro nombre”, cuando esas ONUS, OTANES, OEAS,
UNIONES EUROPEAS y hasta países militarmente insignificantes como
Colombia, decidieron arrasar pueblos, naciones y naturaleza, bajo la
impostura mil veces desmentida de hacerlo empoderados de nuestros
intereses.
Las masacres así las llamen guerra -y en legítima
defensa para mayor oprobio- no dejan de ser tales así sea en Gaza. Y
aunque los mass media nos digan que allí no las hay; sino
conflicto ejem… y que en estos ejem… siempre hay resultados no queridos,
y que qué culpa tiene el soldado que dispara ejem….. si la cabeza del
niño se atraviesa. …
Porque quien haya tenido madre, no puede matar niños. Así sean palestinos.
¡Nuestro corazón y nuestra sangre están con Palestina!
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