sábado, 11 de diciembre de 2010

Tenemos lo que Merecemos

A partir de ahora, todos esos grandes expertos en democracia que, día tras día, analizan la actualidad española desde los medios oficiales de comunicación ya pueden sentirse satisfechos, lo han conseguido: ya somos una democracia asentada y los ciudadanos nos comportamos como se espera en estos casos, es decir, como borregos.

Siempre se ha dicho que España era una democracia joven e inexperta que necesitaba que sus ciudadanos olvidaran tiempos pasados y trabajaran juntos para afianzar los logros democráticos.
Ahora, tras más de 30 años de un enorme trabajo por parte de la elite económica y sus gregarios políticos, han conseguido lo que todos los portavoces (periodistas de grandes medios) de estas elites reclamaban, una democracia madura y asentada. Pero, ¿qué significa eso de democracia madura?

Cualquiera podría pensar que un sistema democrático maduro es el estado ideal de una sociedad en el que la ciudadanía participa activamente en la toma de decisiones y en que, por supuesto, esas decisiones van todas encaminadas a garantizar todos los servicios que necesitan dichos ciudadanos para llevar una vida digna y encaminada a conseguir la felicidad personal y colectiva.
En la vida real, el significado de la expresión “democracia madura” es muy distinto.

En España, parece ser que hemos alcanzado esta madurez justo en el momento en que nuestro Gobierno se ha declarado abiertamente seguidor de los dictados del FMI y, por ende, de los postulados neoliberales (¡ojo! la máxima expresión de este sometimiento ha llegado con un supuesto gobierno socialista). A partir de ese instante, hemos demostrado nuestra madurez acatando una tras otra todas las decisiones políticas, que en el fondo y casi en la forma eran meramente decisiones económicas encaminadas a engrosar los beneficios de las grandes corporaciones, sin rechistar. A pesar de que estas decisiones son claramente contrarias a los intereses de los ciudadanos. Porque no nos engañemos, madurez democrática significa no inmiscuirse en las decisiones políticas (todo lo contrario de lo que parecía a priori).
En nuestro país, las entidades financieras se han repartido miles de millones de euros mientras aumenta el número de familias que viven al día, incluso por debajo del umbral de la pobreza y aquí no pasa nada porque nuestra democracia es muy sólida.
Los políticos recortan año tras año los presupuestos destinados a los servicios más básicos e importantes como la salud y la educación pero a nosotros no parece preocuparnos, ni siquiera cuando esos recortes lo que realmente significan es que poco a poco se están privatizando estos sectores y cada vez es más habitual el tener que pagar por servicios que no sólo deberían ser gratuitos si no que deberían ser intocables e impermeables a las especulaciones financieras y a los intereses empresariales.
En los últimos tiempos, se han caído las máscaras y el Gobierno ha puesto sobre la mesa una serie de medidas encaminadas a destruir cualquier atisbo de bienestar social amparándose en la vigente necesidad de reducir un déficit producido exclusivamente por el trasvase de dinero público a manos de las corporaciones privadas. Se nos ha dicho que si queremos tener una vejez mínimamente decente, debemos alargar nuestra vida laboral hasta los 67 años porque, de lo contrario, no nos garantizan una pensión (aunque hayas estado contribuyendo a las arcas del Estado los 50 años precedentes). Se nos quiere hacer creer que no hay dinero para seguir ayudando a todos aquellos que no tienen un empleo y que dependen de ese dinero para poder subsistir y, sin embargo, siguen manteniendo ayudas multimillonarias a entidades y personajes que nada tienen que ver con la democracia (las ayudas a los bancos mencionadas con anterioridad; los sueldos vitalicios de cualquiera que en un momento dado haya sido integrante de alguna de las cámaras del Estado independientemente de lo que hayan trabajado en ellas; el mantenimiento de tropas en el extranjero contribuyendo al mantenimiento de conflictos y guerras como en Afganistán, Líbano y demás; los continuos regalos de dinero a la iglesia católica y a otras iglesias más minoritarias en nuestro país; financiando deudas multimillonarias de entidades deportivas y radiotelevisiones públicas;...).

Y aquí estamos los ciudadanos demostrando nuestra “madurez democrática” tragando con esto y mucho más sin decir ni pío. A decir verdad, nuestros “maduros” sindicatos (podemos sustituir lo de maduros por serviles) convocaron una huelga general tardía con la intención de salvar su imagen ante su descontenta masa de afiliados. La huelga pasó y nada ha cambiado, más bien ha empeorado.
Pero lo que realmente ha sido una muestra de “madurez democrática” de la ciudadanía, ha sido la respuesta a la enésima huelga de los controladores aéreos. Nada de todo lo anteriormente dicho ha enfadado tanto a los ciudadanos como el hecho de perder un día o dos de vacaciones, esto si que ha jodido al personal hasta tal punto que el Gobierno ha decidido recompensar la “madurez democrática” de los ciudadanos con una medida digna de la “democracia” más grande del mundo: ha puesto al ejército al mando del control aéreo.
Resultado: todo el mundo contento porque nos han dado una solución rápida (o se trabaja o se va a la cárcel) y así ya podemos disfrutar de nuestras vacaciones.

Pues bien, al final de todo resulta que tener una “democracia madura” significa que el dinero debe ser para las grandes empresas y que si en algún momento surge cualquier impedimento para ello, pues se soluciona dando el mando a los militares y anulando los derechos y las libertades de las personas.
 

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