En los medios supuestamente “radicales” vivimos una
época infausta de conformismo mental y dogmatismo paralizante. Incapaces de
pensar el presente y proyectar conforme a un plan la transformación
revolucionaria del futuro, quienes se mueven en tales medios tienen horror a la
novedad y pánico a la creación de lo nuevo.
Y, ¿cómo van a ser revolucionarios en lo político si
en lo mental son inmovilistas, dogmáticos y ortodoxos, meros repetidores de
“verdades” pretendidamente eternas?
Siempre miran para atrás, nunca hacia adelante.
Guardianes de las esencias, no comprenden nada de la época que les ha tocado vivir. Sus mentes son un batiburrillo de
ideas gastadas y rancias, cada vez más alejadas de la realidad del siglo XXI.
Son como el perro del hortelano: ni innovan ni dejan
innovar. En cuanto observan que alguien busca nuevos caminos, nuevas
formulaciones y nuevas convicciones, se lanzan contra él garrote en mano, a
apalizarlo sin piedad. Son los fascistas del pensamiento.
En política malviven de los dogmatismos de hace
medio siglo. Lo real ha cambiado ya varias veces, pero ellos no cambian jamás.
Se aprenden de memorias los dogmas de las sectas “radicales” y los repiten, y
repiten, y repiten, cada vez más alejados de las situaciones de nuestro tiempo,
cada vez más aislados, cada vez más solos. Y cada vez más carcas, vetustos y
fuera de época.
Repetir no es crear. Crear es la meta del
pensamiento, que sólo es tal si es creador. La mente humana se realiza en la
creación de lo nuevo.
Lo que cuenta es el análisis ateórico, que se aferra
a la realidad desdeñando las teorías y los dogmas, que busca en la experiencia
la verdad y no en la letra muerta de los libros de doctrina, que son los únicos
que leen los “radicales”. Los textos doctrinales hay que lanzarlos a la basura
para que la verdad concreta prevalezca, como verdad de y desde la experiencia
reflexionada.
La verdad experiencial es al mismo tiempo
revolucionaria y hacedora de la revolución integral.
Llegada la crisis económica, por ejemplo, en vez de
reflexionarla con mentalidad independiente se agarran a los dogmatismos de los
viejos carcamales de la tribu, los santones de la socialdemocracia y el
izquierdismo, neokeynesianos ellos. Y ahí se quedan atrapados para siempre. Que
Keynes escribiera su más célebre libro, “Teoría
general de la ocupación, el interés y el dinero” en 1936, en un mundo muy
distinto del actual, no les arredra ni les advierte: ellos repiten, y repiten y
repiten… las rancias monsergas pro-capitalistas, disfrazadas de
“anticapitalistas” de toda la vida.
El mundo cambia, querámoslo o no, cada 25 años, pero
ellos no cambiarán nada ni en 25.000 años que vivieran. Por eso los “radicales”
son los peores reaccionarios.
Ahora vivimos una realidad por desgracia nueva
porque tenemos lo que hace sólo medio siglo aún no había alcanzado su temible
plenitud: una tecnología en manos del poder, dotada de un poder devastador; un
mega-Estado que nos aplasta y desarticula como personas; un capitalismo
asombrosamente desarrollado y concentrado; unos sistemas de adoctrinamiento
descomunales; una sociedad hiper-urbanizada que ha roto todos sus lazos con el
medio natural; la mundialización que aniquila lo auténtico, vale decir, lo
concreto en el plano de lo local, y, como consecuencia de todo ello, la
destrucción de la esencia concreta humana, que es lo más grave.
Todo ello debe ser pensado creadoramente, para
encontrar nuevos procedimientos de denunciarlo, resistirlo y eliminarlo. Las
viejas cantinelas son inoperantes ante la nueva realidad. De la creación de lo
nuevo, de pensar lo novedoso, saldrá la revolución integral, pues ésta por su
misma naturaleza es creativa e innovadora, dado que se autoconstruye y refunda
una y otra vez a partir de la experiencia, no quedándose nunca en el estadio de
quietud y afirmación de sí propios de los dogmas muertos.
Los ortodoxos necesitan practicar dentro de sí la
destrucción creadora. Sí, eso es doloroso pero es salutífero. Como son
dogmáticos del hedonismo, el placerismo y el epicureísmo no se atreven, por eso
sus mentes hace ya mucho que han dejado de funcionar. Para pensar hay que
perder el miedo al natural sufrimiento que lleva aparejado la autonegación, y
al particular pavor que ocasiona la verdad. La cobardía nos hace
ininteligentes, rutinarios y previsibles, esto es, burgueses adocenados.
Las mujeres pueden y deben aportar muchísimo a las
prácticas creativas de un nuevo modo de pensar el mundo del siglo XXI. Al
percibir la realidad desde otra perspectiva y con otros ojos, están en mejores
condiciones para hacerlo, siempre que rompan con los férreos dogmas del
neo-patriarcado feminista y se atrevan a ello, a pensar por sí mismas. Los
jóvenes de uno y otro sexo tienen que hacer un esfuerzo por la creatividad, por
la innovación, por la verdad conforme a las condiciones del siglo XXI. No
pueden seguir dependiendo de textos escritos por octogenarios que han perdido
toda conexión con la realidad actual, pues se han quedado mentalmente atrapados
en los años 60 y 70 del siglo pasado, supuestamente “revolucionarios”…
Innovar es ejercer la libertad interior.
El capitalismo y el Estado son muy creativos, por
desgracia, pero quienes se les oponen u “oponen” no. Eso explica por qué
aquéllos siempre ganan y éstos siempre pierden.
O innovamos o la victoria del actual sistema de
dominación será completa y definitiva.
La revolución integral, como idea y como
experiencia, es un colosal acto de innovación, pues se propone crear una nueva
sociedad, un nuevo ser humano y un nuevo sistema de valores y convicciones. Por
eso estimula y dinamiza las mentes como ninguna otra idea puede hacerlo hoy.
Félix R. Mora
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