A pesar de todo esto, no creemos en la rendición ni en la fatalidad del destino, por eso no estamos dispuestos a renunciar a lo que sinceramente creemos que debe ser nuestro objetivo: una vida en paz en la que todo el mundo pueda aspirar a mejorar como persona y en la que sea posible el respeto mutuo entre las personas y el medio ambiente, una vida en que nuestras preocupaciones no sean económicas sino que nuestras preocupaciones sean la mejora de la calidad de vida de todos.
Sé que muchos pensáis que todo esto es utópico y que nada podemos hacer para influir en el rumbo de los acontecimientos. Por supuesto, yo tampoco veo factible de momento una revolución planetaria que subvierta el orden de las cosas. Lo que sí puedo imaginar son millones de pequeñas revoluciones personales que van uniéndose sin descanso hasta conseguir pequeños cambios que acaban por crear una marea capaz de arrastrar todo aquello que sabemos que está mal aunque ahora no seamos capaces de verlo.
El cambio debe empezar en uno mismo reconociendo el orden de las cosas que nos rodea y admitiendo que esto no es lo que queremos. Si llegados a este punto hay gente que cree que todo va bien en nuestro mundo que se pregunte por qué medio planeta se muere de hambre y el otro medio sólo vive para trabajar y poder pagar así las deudas que le han obligado a contraer para poder vivir como le han enseñado.
Una verdadera reflexión nos lleva inevitablemente a la conclusión de que no vivimos como queremos si no que lo hacemos siguiendo un estricto orden preparado para nosotros en función del país en el que nos haya tocado nacer y existir.
Desde el punto de vista de alguien que vive en lo que se ha dado en denominar Occidente, para iniciar nuestra pequeña revolución debemos empezar por deshacernos del lastre que comporta ser consumidores frente a ser personas. Seamos sinceros con nosotros mismos y admitamos que no necesitamos tantos bienes materiales, no es necesario acumular televisiones que lo único que hacen es encadenarnos a nuestro rol consumista, tampoco es preciso tener más de un coche cuando todos sabemos que no podemos conducir más de uno a la vez y que lo único que conseguimos es perpetuar el desastre ecológico. ¿Por qué nos empeñamos en renovar nuestro vestuario cada poco tiempo? Nos vistamos como nos vistamos seguimos siendo los mismos y es preciso comprender que la ropa “barata” que nos venden las grandes marcas sólo lo es porque explotan hasta la muerte a millones de personas en todo el mundo. Vivimos pendientes de las ofertas en telefonía móvil para cambiar de terminal cada mes si es preciso sin pararnos un momento a pensar en las miles de vidas humanas que se pierden en las guerras africanas a causa del coltán (mineral imprescindible para fabricar móviles).
No quiero decir que nunca más compremos nada pero sí que hagamos un consumo razonable de las cosas y, sobre todo, que tratemos en la medida de nuestras posibilidades de no contribuir a tanta explotación.
En esta misma línea, podemos empezar a consumir productos alimentarios autóctonos y evitar el consumo de alimentos innecesarios que provienen de la otra punta del planeta con el consumo en petróleo que eso supone y la baja calidad con la que llega tras muchísimas horas de frigorífico. Nuestra salud nos lo agradecerá y la agricultura de nuestra región también. En esta línea también podemos renunciar a todo aquello que contenga productos transgénicos. Este tema es difícil porque nos engañan con el etiquetado de los productos pero aún así debemos evitar esto porque es la única manera (nuestros políticos no lo van a hacer) que tenemos de pararles los pies a las grandes corporaciones que quieren controlar el mercado mundial de alimentos a costa de las vidas de millones de personas. Debemos reivindicar los productos ecológicos que al fin y al cabo no son otra cosa que los alimentos que producían nuestros abuelos no hace tanto tiempo.
Otro aspecto muy importante es el uso de nuestro dinero. Está claro que a día de hoy necesitamos dinero para poder vivir, por ello debemos ser más conscientes de lo que hacemos con él. Sé que mucha gente tiene graves problemas ahora mismo y que gran parte de esos problemas le han sobrevenido sin que tuvieran nada que ver, así que debemos sacar nuestras conclusiones de esta situación. Personalmente, tengo claro que los bancos son el problema de todo esto y que es imprescindible la creación de una verdadera banca pública que gestione el dinero sin necesidad de sacar beneficio de ello. Ahora mismo esto está más lejos que nunca, sin embargo, tenemos opciones. Todos los que se puedan permitir sacar el dinero de los bancos pueden optar por la banca ética o por la banca social. En España existen ambas opciones y no podemos renunciar a ellas, ya hemos comprobado que este modelo bancario sólo sirve para que los ricos y especuladores lo sean más. Así que no tenemos nada que perder, porque no nos engañemos si alguna vez tienen problemas (y ni con las ayudas multimillonarias de los gobiernos los pueden solucionar) no se van a preocupar por la gente y si no mirar lo que pasó en Argentina con el “corralito”. También podemos interesarnos por los modelos moneda social que empiezan a aparecer e incluso, por qué no, podemos volvernos locos y, amparados en la solidaridad, empezar a colaborar unos con otros sin necesidad de intercambiar dinero. En fin el poder de la imaginación es inmenso y cualquier solución que se nos ocurra para ponernos a las personas por delante de los bancos es válida.
Nuestra pequeña revolución personal también puede manifestarse en el abandono de los canales oficiales de información y empezar a informarnos por nosotros mismos y sacar nuestras propias conclusiones sin que ningún Fulano nos diga desde la televisión qué es lo que debemos opinar. El cambio puede empezar por apagar la televisión con mayor asiduidad, por no empotrar a nuestros hijos delante de ella, por ser más críticos con la información que nos dan y por no darlo todo por sentado. Existen miles de medios de comunicación minoritarios y alternativos que dan versiones totalmente diferentes de los acontecimientos de interés. Es cosa de cada uno el preocuparse por estar bien informado y decidir cuáles son las fuentes que le merecen confianza pero es importante no quedarse sólo con la versión oficial que dan los medios de comunicación masivos que, al fin y al cabo, están controlados por cuatro magnates que obviamente no van a dejar que nos enteremos de nada que ellos no quieran.
Como decía es difícil un cambio a gran escala de manera rápida, pero es factible en una escala menor. Tal vez debamos empezar en nuestro municipio o a nivel de distrito o, simplemente, a nivel vecinal. Es complicado influir en la política internacional pero otra cosa es la municipal. Por ahí podemos empezar a demandar que los servicios públicos sean prioritarios por encima de intereses económicos. A los políticos de tu pueblo o barrio les puedes hablar cara a cara y hacerles sentir tu malestar día tras día, les puedes exigir personalmente las mejoras que estimes oportunas. Debemos hacerles saber que estamos aquí y que la situación no nos gusta.
También podemos participar en asociaciones que creamos que se ajustan a nuestra manera de pensar o de vivir, el trabajo colectivo por un objetivo funciona como catalizador de inquietudes y demuestra que es posible conseguir cambios cuando nos empeñamos en ello y todos ponemos de nuestra parte.
Otra cosa muy importante es romper el bipartidismo que se intenta establecer en cada país a imagen y semejanza de los Estados Unidos. Una vez comprendido que estos dos partidos (en España PSOE y PP) representan los mismos intereses como hemos visto aquí en los últimos tiempos, lo prioritario es dar cabida a otras opciones políticas, da igual por quién te decantes (por favor intenta no llevarlo demasiado lejos y meter a la ultraderecha en el juego que bastante tenemos ya con lo que tenemos ahora) la cuestión es impedir que estos dos se repartan el poder.
Todo esto son tan sólo algunas de las cosas que podemos hacer en este año que empieza para tratar de reconducir esta vida que se ha vuelto tan extraña para las personas, en la que en lugar de hablar de los problemas de los seres humanos se habla de algo llamado “mercados” y en lugar de ver lo que deberían ser grandes avances en la prosperidad, se ven terribles consecuencias de la codicia y la avaricia en forma de muerte y destrucción.
No queremos un mundo así, no nos sentimos identificados con esta humanidad que nos presentan, no creemos en la doctrina del consumo hasta la muerte, no nos sentimos representados por esta clase política que se dedica a enriquecerse a costa del pueblo, por eso optamos por la revolución personal, una revolución que se convierta en el inicio del camino hacia una sociedad más justa y, sobre todo, más feliz.
Fuente:Quebrantando el silencio
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