viernes, 12 de septiembre de 2014

Mundo anti-socrático: Nadie se huele su propia mierda

Un texto genial!!
 Koan 
 
“La ignorancia frecuentemente proporciona más confianza que el conocimiento”
Charles Darwin
“Uno de los dramas de nuestro tiempo está en que aquellos que sienten que tienen la razón son estúpidos y que la gente con imaginación y que comprende la realidad es la que más duda y más insegura se siente”.
Bertrand Russell
“Al menos el 80% de la población piensa que esta entre el 20% más inteligente.”
Principio de Meta-Pareto
Parte de mi actividad destinada a “perder” mi tiempo libre lo insumo en reflexionar, casi en clave resentida, sobre el devenir de nuestra civilización. En esa línea, y fruto de ese tiempo diletante, concluí resumiendo que:
¿Será que la ignorancia es una nueva fuente de poder? Si, ciertamente, vivimos en un mundo verdaderamente anti-socrático en el que, contrariamente a la prédica que reza que el que más sabe tenderá a ponderar su experiencia como insuficiente, percibo que nos hemos convertido en individuos que, para posicionarnos en este mundo que hace de nosotros un producto comercial, tendemos a vanagloriarnos de nuestra experta-falsa sapiencia. Para ello, nos valemos del conocimiento o si es posible cercanía de las celebrities estelares que habitan los mundos temáticos de nuestro acontecer.
Aprovechamos la fama o, aunque más no sea, las frases o textos de otros a los que citamos para incubrir nuestra incultura. Nos valemos de citar a personajes famosos como una forma de absorber la fama que detentan y, si logramos publicar una selfie junto a ellos, mucho mejor aún. Si, dado que la honestidad intelectual no vende, nos hemos visto obligados a jactarnos de nuestra supuesta potenciada erudición.
En efecto, la red nos ha convertido a todos en “eruditos de medio pelo“, en habilidosos copy-cats de lo ajeno, en sapatrascas vendedores de saberes que no tenemos sino que copiamos, en relatores de PPTs basados en el conocimiento de otros a quienes no estamos dispuestos a reconocer y menos agradecer a menos que se trate de una gran celebrity cuya original cita nos beneficie por la irradiación de su influencia.
El actual sistema de interacción social tan viciado de marketing, tan colmado de careteada trucha nos ha vuelto a todos vendedores de espejitos de colores cuando no, de humo, y para ello, coaching o autocoaching mediante, nos hemos visto movidos a adaptar nuestro nivel de discurso a una liviana erudición amalgamada con buena onda, a convertirnos en exudadores de psicología positiva, en evangelistas de la (falsa) felicidad cuyo testimonio queda reflejado en esa hipócrita y deslucida sonrisa que cuelga de nuestros rostros a la hora de pretender algo (interesado) en el otro.
La meritocracia del autobombo con sonrisa de oreja a oreja, como forma de posicionamiento chupaplata, la mediocridad complaciente y liviana al servicio de la sugestión grupal, no para atender las necesidades de las personas sino para venderle “supuesto valor” a un mercado de incautos” colmado de competencia que conviene imitar pero ocultar.
Qué tiempos locos estos… en el que todos nos hemos vuelto vendedores de buzones de conocimiento… Viene a mi mente el personaje de Carolyn Burnham, la esposa de Lester, magistralmente interpretada por Annette Bening en la película American Beauty, esa ambiciosa vendedora inmobiliaria a la que sólo le importa el éxito profesional (a riesgo de sacrificar su esencia y la de otros) y para ello procura transmitir un semblante de éxito y buenaventura que la lleva a afirmar que «su compañía vende una imagen y es parte de su trabajo vivir esa imagen»…

Como nota al pie, resulta interesante destacar que la rosa de “American Beauty” es una variedad de rosa cultivada artificialmente para tener una apariencia perfecta. Tal como lo expresa la entrada de la Wikipedia, en las rosas, que aparecen en numerosos pasajes de la película, queda representada la “falsa belleza”, belleza que es sólo apariencia…
Lamentablemente nos hemos dado cuenta de que nuestro ilimitado acceso al conocimiento de otros nos permite moldear nuestro perfil profesional al punto de equipararnos a los verdaderos expertos, con la diferencia de que esos sabios, aquellos que realmente han absorbido saberes verdaderos, probablemente, terminen olvidados opacados por su inhabilidad de vender. Pues, a mayor sabiduría, mayores son las dudas y menores las certezas que se puedan expresarle a un mundo ávido de respuestas sean estas o no verdaderas… ¡¡Bravo, bravo, bravo carajo!!...que contundencia!, buumm!!!...Koan

Soy tan experto en mis saberes fragmentarios, soy tan sabio en mi semblante vendedor que hasta puedo darme el lujo de citar, cual magnánimo erudito, a “mis grandes amigos” David Dunning y Justin Kruger, esos interesantes investigadores de la Universidad de Cornell, quienes, si mal no recuerdo, hace ya unos cuántos años publicaron en el Journal of Personality and Social Psychology, el trabajo:
[Probablemente, ellos nunca se enteren de mi existencia, sin embargo y dado que me quiero posicionar marketineramente, no está mal citarlos como si fueran mis "grandes amigos".
No le digan a nadie que llegué a ellos a través de un tweet de Mikel Uriguen:
Sean uds. ahora cómplices de esta mi picardía: ellos no tienen por qué enterarse de esto. Vivimos en la Era de la Colaboración (y, agrego yo, de los oportunistas lameguita como yo). Así que no le digan a Mikel y a Jesús de la Gándara, autor del post de la Revista @hyperbolemag que les estoy robando el dato así termino pareciendo, a la vez, original y erudito … ]
[Copio ahora a la Wikipedia, pero de ello ustedes ni tienen por qué enterarse…].
Déjenme contarles que el efecto Dunning-Kruger es un sesgo cognitivo según el cual los individuos con escasa habilidad o conocimientos sufren de un efecto de superioridad ilusorio que los hace considerarse más inteligentes que otras personas más preparadas, incorrectamente midiendo su habilidad por encima de lo real.
Según lo afirman mis grandes amigos Dunning y Kruger, que ganaron el premio Ig Nobel en el año 2000 por su trabajo, este sesgo, es atribuido a una inhabilidad meta-cognitiva del sujeto de reconocer su propia ineptitud, debido a que su habilidad real debilitaría su propia confianza y, ahora agrego yo, su capacidad de venderle a un mercado ávido de certezas. Los individuos competentes, es decir esos contra quienes tenemos que competir, suelen asumir que los otros tienen una capacidad o conocimiento equivalente al suyo dado que, el gran conocimiento que poseen, los sume en una espiral de dudas que los inactiva a vender sus saberes y a la vez, por saber tanto, se convierten en una amenaza competitiva potencial ante el ladrinculto. Déjenme explicar mi punto:

Por un lado, mis colegas Dunning y Kruger concluyen que: «La mala medición del incompetente se debe a un error sobre sí mismo, mientras que la mala medición del competente se debe a un error acerca de los demás».
Yo modificaría estas afirmaciones de la siguiente manera: «La mala medición del incompetente se debe más que a un error sobre sí mismo, a su inherente esfuerzo por no mostrarse incompetente, lo que lo hace competente en apariencia, es su esfuerzo de mostrarse; mientras que la mala medición del competente se debe no ya a un error acerca de los demás, sino a la incapacidad del competente de mostrarse competente ante los demás fruto de la exhibición de la duda».
Ergo, nuestro mundo, en el terreno de lo aparente, nos mueve al anti-socratismo. Del Sólo se que no se nada al Sólo se que algo te tengo que vender y, a partir de allí, podemos comenzar a citar la larga lista de truchoterapias, supuestos procesos de expansión del Ser en contextos de alta inflación, costosas ladri-capacitaciones, dinámicas copiadas de aquí y allá, certificaciones que hacen innecesaria la titulación universitaria, coaching ofrecido por vendedores de autos usados con certificación experta en risas falsas, talleres de la nueva arcaica era, libros de automentira, encuentros vivenciales al mejor postor, presencias ante guruses y saltimbanquis, y cuanto producto emerja del universo paralelo de la new loser era, el cambio de pinche paradigma y la expansión de la conchaciencia … Imágenes de delfines con fondo violeta-rosaceo, de hippie-budas y meditadores espaciales, coloridas madres tierras varias, lotos y fluorescentes flores, guerreros y guerreras de la luz y hasta fractales multicoloridos son bienvenidos…
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Continuando con la hipótesis esbozada por mis amigos Dunning y Kruger es que ante una habilidad típica que las personas poseen en mayor o menor grado:
  • Los individuos incompetentes tienden a sobrestimar su propia habilidad. En efecto, [digo yo] por que más allá de esa incompetencia tratan de vender una imagen exitosa con miras a posicionarse…
  • Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer la habilidad de otros. Obviamente [digo yo] por que ven a los otros como una potencial competencia que hay que opacar, ocultar o negar…
  • Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer su extrema insuficiencia [digo yo] por que esa sería su ruina…
  • Si pueden ser entrenados para mejorar sustancialmente su propio nivel de habilidad, estos individuos pueden reconocer y aceptar su falta de habilidades previa [digo yo] por que ante los hechos incontrastables, no queda otra que el mea culpa de aceptar la propia miseria …
Vivimos en un mundo colmado de incertezas, multiplemente conectado y a la vez cada vez más precario. Estamos desarrollando un mundo que converge a la universalización de la tercerización y el freelancing y, por ello, nos presiona a cada un@ a exhibir nuestra propia supuesta marca personal; nuestro mundo nos obliga a transmitir supuestas cualidades en nosotros que nos hacen mostrarnos como únicos y diferentes y, por lo tanto, “comprables” frente a los demás. En este mundo, que nos casi obliga a transmitir un semblante de rutilante éxito teatralizado bajo la apariencia de la “excelencia simulada“, lo verdadero en nosotros cede ante la necesaria alusión del marketing de nosotros mismos devenidos en producto comercial: nos vendemos al faústico impulso de la necesidad de ser comprados por un otro que ve en nosotros lo que nosotros no somos… En eso estamos, pero ¿a dónde vamos? … ¡¡¡Muchas gracias!!!


Fuente:Humanismo y Conectividad

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