Seguimos la travesía por estos tiempos convulsos. A nuestro
alrededor la maquinaria capitalista continua con su acelerada destrucción de la
misma esencia humana que durante siglos ha ido perfeccionando y poniendo a
punto y que, ahora, ha decidido aplicar con potencia sobre la Europa del sur
con especial dedicación.
Es en estos aspectos
donde debemos volcar todo nuestro entusiasmo y nuestra fuerza. Sin embargo, no
podemos desdeñar la oportunidad que nos ofrece el sistema. Desde luego que es
imprescindible la regeneración política y democrática, pero no en el sentido
que el poder nos quiere hacer comprender; sino en el verdadero sentido. Necesitamos
recuperar la verdadera política, la que realizamos todas las personas en cada
acto de nuestras vidas y necesitamos recuperar la democracia, la única que
merece ese nombre, aquella en la que todos tenemos la oportunidad de crear el
mundo y la sociedad en la que queremos vivir.
Fuente:Quebrantando el silencio
Después de varios años
de sufrir esta aceleración del capitalismo más salvaje y criminal parece ser
que, al menos en el Estado español, ya hemos encontrado la receta mágica que
todo lo cura: la regeneración democrática.
Ya hace tiempo que los grandes medios de desinformación se
encargan de dejar caer este concepto para que lo vayamos asimilando y, al
parecer, con un resultado excelente. La idea es tan simple como atractiva: el
problema es la corrupción política y el deficiente sistema democrático fruto de
la transición. Por tanto, la solución a todos nuestros problemas reside en
arreglar esto.
Como siempre, una de las principales características del
poder capitalista es su especial habilidad para reconocer los puntos débiles de
la sociedad y explotar tanto sus miedos como sus esperanzas, sobre todo las
fundadas en falsas creencias acerca del poder de la democracia representativa.
Ayudado en sus medios de propaganda y en las ilustres firmas que en ellos se
encargan de propagar el pensamiento único. Siempre a cambio del favor del
sistema, están lanzando el mensaje de que la clave de todos los males reside en
un sistema político deficiente.
Por supuesto, todos los medios utilizan un concepto de política
reducidísimo, asimilando la política a la acción que realizan los partidos
políticos reconocidos por el sistema como los únicos y legítimos agentes de la
acción política. Esta asimilación persigue un doble objetivo: por un lado,
negar cualquier posibilidad al pueblo de participación política fuera de los
rediles de los partidos políticos, perfectamente controlados a través de sus
estructuras de poder internas y su dependencia económica externa. Por otro
lado, al recluir la política al ámbito de los partidos la regeneración de la
política pasa siempre por cuestiones que solamente tienen que ver con los
partidos y su funcionamiento.
Pasa lo mismo con el constante engaño al que nos somete el
sistema haciéndonos creer que la democracia es esto que sufrimos cada día;
cuando no es otra cosa que una oligocracia donde el poder lo ostentan los
mismos desde hace décadas. Así pues, cuando los voceros del poder hablan de
regeneración democrática a través de infumables editoriales en todos los medios.
Siempre se refieren a este sistema parlamentario y representativo (que tan sólo
representa a la clase dominante) sin dejar ni un resquicio a la acción del
pueblo autoorganizado.
Estas asimilaciones contienen el peligro de dar pie a
diferentes salidas. Por un lado, es posible que se pretenda tan sólo un pequeño
maquillaje del sistema político a través de cambios que nada cambian como
explicamos más adelante (seguramente ésta es la opción preferida por el sistema
y por la que aboga ahora mismo). También puede llevar a una solución intermedia
al estilo Italia o Grecia, es decir, un gobierno elegido a dedo por el capital
ante la inoperancia de los partidos tradicionales. Finalmente, si el poder se
siente amenazado no cejará en el descrédito político con el fin de predisponer
a la población hacia la necesidad de un gobierno de unidad nacional o uno
neofascista.
De esta manera, el sistema está consiguiendo reconducir todo
el descontento y la desesperación del pueblo hacia esta cuestión de la
regeneración. Han decidido poner en primer plano los casos de corrupción
política, de financiación irregular de partidos, etc., y les han asignado el
papel de culpables y, por tanto, de responsables de todos los males habidos y
por haber. Todo son comparaciones entre el dinero robado por partidos y
políticos y los puestos de trabajo que se podrían crear con esas cantidades, o
los recortes que no hubieran tenido que hacer si ese dinero hubiese estado
disponible.
Siguiendo este
razonamiento, muchas de las luchas que se han ido creando y llevado adelante
durante los últimos tiempos están empezando a inclinarse por estas tesis. Proliferando
las voces que exigen está regeneración y la creación de todo tipo de partidos
frentepopulistas para tratar de ser partícipes de la regeneración que nos
impone el poder.
Ante este panorama
vuelven a aparecer las recurrentes propuestas que según el poder nos acercaría
a la perfección democrática. A saber, listas abiertas en todas las votaciones,
cambio de la ley d’hondt por una más “representativa”, transparencia absoluta
en la gestión del dinero público, poner fin a las subvenciones que reciben los
partidos, articulación de mecanismos para la participación ciudadana (es decir,
mejorar un poquito el tema de las ILPs),… por supuesto, todo esto obviando la
verdadera cuestión de fondo.
Vivimos bajo un
régimen global capitalista que antepone la dominación y el beneficio económico
a cualquier otra consideración. El sistema político es tan sólo una coyuntura
dentro de la globalización capitalista y tiene la forma que el poder considera
oportuna en cada momento histórico.
Son la explotación sin
límite de los seres humanos y del planeta, la mercantilización de todos los
aspectos de la vida, la imposición de la posesión como el máximo exponente de
la realización humana y la total anulación de la libertad humana los pilares de
la actual situación de crisis global.
Fuente:Quebrantando el silencio
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