lunes, 5 de agosto de 2013

Religión y ciencia, política y poder... Mezclas indigestas.

Por Acratosaurio Rex


Por supuesto, debe haber separación. La religión se ocupa de lo que está fuera de la naturaleza; fantasmas, hombres lobo, dios… Ese es el ámbito ante el que una persona religiosa se arroba. En cambio la ciencia observa las cosas que existen: astros, plantas, neutrinos… La religiosidad no es más que una faceta del comportamiento humano, dado que hasta ahora no se han encontrado hormigas que desplieguen con sus antenas culto a Buda, por ejemplo. Es decir, que la ciencia puede estudiar la religión como quien estudia a un microbio.
La separación de la ciencia y la religión se llevó a cabo tras el proceso de Galileo. La Iglesia católica quedó en ridículo obligando al primer científico a retractarse de su afirmación de que la Tierra se movía alrededor del Sol. No se piense en Galileo como en un hombre tranquilo de espíritu sosegado. Era un tipo violento, acostumbrado a despedazar a sus rivales en debates, y si no podía ser así, a hostias... Obligado a callar ante el pavoroso juez instructor, morderse la lengua le hizo tragar su propio veneno.
Pero ese fue el fin de la primacía de la religión sobre la ciencia. Galileo, católico fervoroso, afirmaba que el Universo era un libro, y que el idioma del Universo era el de las matemáticas. Así que quien quisiera leer, debía de aprenderlas. Él consideraba a Dios un matemático consumado, un mecánico asombroso, un técnico de primer orden… Y cada vez que era capaz de describir en una ecuación, tiempos de caída relacionados con velocidades, órbitas de satélites y cosas así, el hombre bailaba de alegría en torno a la mesa de trabajo. Él fundamentó el método científico, mientras creía que aprendía el lenguaje de dios. Son cosas que pasan.
Los propios sacerdotes del 1633 que habían estudiado las matracas, sabían que Galileo tenía razón. Le condenaron por cuestiones complejas: la expansión protestante, no ser débiles con las herejías, Borgia que quería envenenar al Papa Urbano, Urbano que se estaba volviendo loco… Y es que mezclar religión y poder es mala cosa. En realidad mezclar el Poder con cualquier película es muy malo. Tú mezcla poder con ciencia, por ejemplo, y tendrás a un científico lameculos.
¿Qué hubiera pasado de haber convencido Galileo a Urbano, y haber adoptado la Iglesia como doctrina oficial el método científico? Peor, hubiera sido mucho peor. Los curas hubiesen dominado la ciencia, y en cualquier momento crítico haber matado a mucha más gente que los políticos. Mezclar política con poder no es buena idea tampoco, porque la gente está mucho más dispuesta a matar por cuestiones de principios, que por comida. Qué raro, ¿verdad? En cambio sin poder, las amenazas de mandarte al infierno son tan válidas como amenazar a una  ostra con la condena al ostracismo.
Ciencia, camino del conocimiento, sin poder y sin dios. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.

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