Ante la inminencia de las elecciones federales en México y en general en casi todo proceso electoral de cualquier país, salen siempre quienes abogan por el “Voto nulo” o la simple y llana “Abstención”
Parece ser que estas opciones que se presentan a posibles electores no son malintencionadas. Sin embargo se prestan siempre al sostenimiento de un sistema gubernamental cuyas víctimas son siempre las capas populares. No entraremos en la explicación de si los votos nulos o en blanco se cuentan o no; o si la abstención de las izquierdas benéfica a las derechas. Nos interesa ante todo hacer ver cosas que van debajo de todo esto.
1.- Votar nulo o en blanco.
Significa que al votante no le convencen ninguno de los postulados. Que no cree en ninguno de ellos, o simple y sencillamente que todos le parecen lo mismo.
Eso no significa, por otro lado, que no crea el votante en el sistema de gobierno.
Si una persona acude a las urnas por x o por y razón, con ese mismo acto hace constar que no le incomoda que le gobiernen. Simplemente no le parece la forma en que se le gobierna. Sus “opciones” pueden ser desde un “gobierno del pueblo” (supuesto imposible, dado que para que haya un gobierno tiene que haber gobernados. Es decir, una parte que gobierne y una parte que sea gobernada. Por lo tanto un gobierno que se diga “del pueblo” se vería obligado a gobernar a dicho pueblo, dejando de ser pueblo para pasar a ser gobernante: una vuelta de tuerca más), una “democracia real” (o sea un sistema de gobierno más), un “mal menor” (Que seguiría siendo un mal. En este caso lo que se pretende es embellecer la brutalidad del gobierno, pero no eliminar tal brutalidad) o un gobierno “de abajo y a la izquierda” que no sería ciertamente sino otro gobierno que se pretende el llamado a gobernar al pueblo; una nueva aristocracia con privilegios y mandato nuevos… pero no mejores que los anteriores.
Ir y votar pensando que con ello se demuestra que no se cree en el gobierno es una falsedad, porque si no creo en el gobierno ¿Para qué necesito decirle que no le creo? ¿Para que cambie su forma de hacer las cosas? En tal caso estoy solamente descontento con la forma en que gobierna, pero no en que gobierne.
Sea cual sea la opción de quien acude a las urnas su creencia en el sistema gubernamental es patente.
2.- Abstención.
Significa que una persona no acude a las urnas.
¿Esto cambia algo? Nada, en realidad no cambia absolutamente nada.
No acudir a votar puede hacerse de dos formas: porque en verdad creo que este sistema putrefacto no puede dar nada más que miseria. O simple y sencillamente porque me dio flojera o ¿Por qué no? Porque estaba ebrio y no me acordé de ir.
Los tres casos tienen ópticas distintas, pero el acto es exactamente lo mismo en uno y otro caso.
El gobierno no es un organismo salido de los deseos del pueblo. Prueba de ello es que precisa de cuerpos armados que le defiendan no de un enemigo extranjero (porque de momento no lo hay), sino de las mismas capas populares a las que gobierna. Basta ver tan solo la enorme cantidad que el gobierno destina a la compra de armas y preparación de los sicarios que tiene a su servicio. El dinero gastado en sueldos de los militares, policías, etc., podría bien emplearse por ejemplo en elevar el pobre nivel de cultura que tenemos.
No guardamos esperanzas de que eso suceda: el gobierno en estos tiempos debe protegerse no de invasiones extranjeras, sino de los ciudadanos a los cuales explota diariamente, a los cuales exprime cuanto puede, y de los cuales sabe que puede sobrevenir su destrucción.
Para obtener esa sumisión emplea varios métodos.
Por las buenas: un gigantesco aparato de distracción del pueblo: drogas, futbol, religión, TV, etc., sirven perfectamente para que el pueblo esté anestesiado y no se rebele.
Por las malas: un enorme y bien formado cuerpo de matones dispuestos a defender a la nodriza que los alimenta.
Esto significa que aunque solo votaran tres personas y ganara algún partido por la cantidad de dos a uno, el sistema gubernamental seguiría existiendo sobre los millones de ciudadanos. Prueba de ello es que pese al alto índice abstencionista en todos los países el gobierno no se toma la molestia de tener prejuicios morales y detenerse a pensar en todos los que no votaron, sino que por encima de ellos continúa gobernando y sometiendo tanto a los votantes como a los abstencionistas.
¿Se piensa que si un día nadie votara el gobierno dejaría de existir?
Hay que tener en cuenta que el Estado tiene a su disposición medios de comunicación auténticamente monstruosos, contra los que la propaganda popular no puede competir. Esa propaganda a favor del gobierno hace que siempre haya auténticos descerebrados que siguen creyendo en que quizá un día pueda existir un gobierno “bueno”; a todo esto súmale los mil instrumentos de enajenación que se ponen en marcha para cegar la conciencia del pueblo; todo esto es lo que hace bastante difícil que un día nadie votara.
Y aunque así sucediera el gobierno se impondría por medio de las fuerzas armadas. Basta leer siquiera por encima cualquier constitución de cualquier país para ver como el gobierno se da la potestad de que en caso necesario (necesidad de ellos, claro) las fuerzas armadas impongan el orden, no del pueblo, sino del gobierno.
Tenemos entonces que el voto nulo o el voto en blanco no solamente no soluciona nada, sino que hace que las personas entren en el juego del sistema gubernamental; para renegar de él, pero participando, no pensando siquiera en una opción que no sea un gobierno con otra naturaleza.
Nuestro deber como revolucionarios debe ir en sentido contrario a eso: demostrar al pueblo que es posible vivir sin autoridad, sin gobierno. Promover no participar de sus instituciones electorales. Porque al final de cuentas aquello de “Si los de izquierda no votan y solo votan las derechas ¿A quién beneficia el abstencionismo?” no es sino el juego de dos tendencias que se disputan el poder. Y se sabe actualmente que el deber del revolucionario, luego de las experiencias en pasadas revoluciones, no es tomar el poder político, sino destruirlo.
Rechazamos, pues, el voto nulo o el voto en blanco.
¿La solución es entonces el abstencionismo?
Hemos visto ya que el abstenerse de votar no soluciona tampoco nada, porque es un hecho no de acción, sino de pasividad: permitir que todo transcurra sin intervenir en nada.
Debemos entonces sí impulsar el abstencionismo, pero seguido de la acción del pueblo organizado de manera libre: federalista, sin líderes ni jefes, sin jerarquías. Porque solamente de esas organizaciones brota la creatividad, la justicia, la libertad que un día no muy lejano (y dejará de serlo en la medida en que luchemos por él) hará volar en mil pedazos el sistema de gobierno, no para ejercerlo nadie, sino para que de la autogestión de los campos, fábricas y talleres brote una sociedad justa, libre, humana, como se merece nuestro pueblo, hoy pisoteado por el gobierno tanto de la izquierda como de la derecha.
Los argumentos de la participación ciudadana carecen por completo de validez cuando esa participación va encaminada, no a la libertad y autoorganización del pueblo, sino a elegir a sus verdugos y delegar en sus manos la tarea de organizar la sociedad que le pertenece a todo el pueblo, verdadero actor de la sociedad, y no a un grupo de personas alejadas del pueblo que por no haberlas vivido, no pueden saber de ninguna forma las necesidades, carencias y preocupaciones de los de abajo, a los que solamente consultan para engañarle en las elecciones.
Saben perfectamente los gobiernos que es mejor imponerse a la población por medio del engaño del sufragio universal, que imponerse como en tiempos pasados (y no es que no los haya ahora, es solo que los hay encubiertos) por medio de la espada, el fuego y las matanzas sobre las poblaciones.
Nosotros, que comprendemos que toda forma de gobierno no es ni puede ser sino un látigo sobre la ya cansada espalda del pueblo, debemos organizarnos y preparar la destrucción de sus privilegios, pues estos se basan en nuestra ignorancia, complacencia y pasividad.
Salud y anarquismo.
Erick Benítez Martínez.
Fuente:Portal OACA
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