viernes, 15 de junio de 2012

Breve relato de un circo electoral


Gramática obrera 
En alguna ciudad de algún país se está en la víspera de las elecciones.

La vida marcha como en la mayoría de los países: existe una masa popular profundamente adormecida por el opio que el Estado y sus instituciones tienen destinadas a tales fines; una enorme nube de explotados que soportan diariamente los golpes del Estado; y claro (¿Podría faltar?) una pequeña élite que vive con todas las comodidades que su posición de explotadores les otorga.
En este panorama se presenta periódicamente un acto por medio del cual se eligen a los miembros del cuerpo gubernamental encargado de proteger los privilegios de la élite antes mencionada.
Se te dice diariamente que eres libre en una sociedad donde tu opinión cuenta, donde decides el rumbo del país.
Lo único que tienes que hacer es escuchar las propuestas de los candidatos y elegir al mejor. Porque después de todo ¿No se te ha dicho siempre que el gobierno es el encargado de organizarlo todo: transporte, comunicaciones, comercio, leyes… todo deviene del gobierno y tú, para organizar bien la sociedad no necesitas organizarte, sino simple y llanamente elegir al mejor candidato?
Este candidato se supone sería una persona bien capacitada para hacer todo aquello que tú por ignorancia o por falta de tiempo no puedes realizar. ¿Hace falta que pavimenten tu calle? ¿Qué ayuden a los ancianos en tu localidad, región o país? Cosa de nada –se te dice- simplemente escucha las propuestas de los candidatos y elije el mejor.
Pero ¿Cómo estar seguros de las buenas intenciones de dichas personas? ¿Cómo saber cuál es el mejor?
¿Y si la medida de bondad o de maldad no se mide sino en que sean menos peores? Es decir, que no existe uno solo bueno, sino solo alguno que es menos déspota que los demás, lo que no quita que siga siendo un déspota, en menor medida, pero déspota al fin. O sea que todos son menos o iguales de malvados, pero que no existe uno solo bueno dadas las desigualdades que sostienen en el mantenimiento del actual régimen de injusticia que padecemos.
Tus abuelos lo contaban a tus padres, tus padres te lo contaron a ti… y en casi todas las personas que conoces sucede lo mismo, todos lo dicen: “En época de elecciones siempre prometen miles de cosas que nunca cumplen” (Y todos, todos lo sabemos, eso es lo peor)
Además de esto se presentan otras dificultades para cegarte en tus decisiones.
El candidato no será ciertamente un personaje que se te presente con uniforme militar, con un bigote como brocha, un fuete en la mano, galones en el uniforme, gritándote mientras te salpica de saliva y diciéndote que obedezcas ciegamente al Estado y su autoridad, que eres simplemente una rueda más de la máquina, que te harán trabajar toda tu vida para al final, cuando tus brazos sean viejos y cansados, desecharte como si se tratase de un objeto desechable, para ser reemplazado con nuevos brazos a los cuales tratarán de la misma forma.
No, hacer eso no es nada bueno si desean ganar las elecciones. Harán todo lo contrario.
Un día comenzarán por los medios oficiales los rumores de los posibles candidatos; se dirá que tal o cual, que este o aquella. Se crea así la perspectiva de los posibles candidatos.
Semanas antes de las elecciones se presentan flamantes los candidatos.
El uno es un bonachón gordito con una sonrisa carismática.
El otro candidato es una mujer madura, pulcra, de buen hablar y que inspira confianza.
Hay todavía un tercero: es un hombre elegante, de buen hablar y seriedad.
El uno habla de bajar los impuestos y de generar empleos.
La candidata propone no solo generar empleos, sino que estos sean bien pagados. Además habla de apoyo a la mujer, de legislar sobre los maltratadores de mujeres, más apoyo a los estudiantes y demás.
El otro, el hombre elegante y de buen hablar, dice que es necesario un plan de austeridad en el gobierno, bajar los impuestos, generar empleos, hacer obras públicas y dar apoyo a los ancianos.
Todos dicen que hay que mejorar la calidad de vida de los trabajadores, que hacen falta escuelas, bajar los impuestos, eliminar la pobreza… que hacen falta muchas cosas.
Vaya ¡Es que han venido a descubrir el hilo negro!
Todo eso que dicen que hace falta tú lo sabías desde hace mucho, dado que eres tú quien sufre por esas carencias.
Esos simpáticos personajes cuyo carisma conquista a neófitos de toda clase y que pretenden subsanar las miserias del sistema con cosas tan simples no son personas ni de lejos mejores que tú.
Te dicen únicamente lo que tú deseas oír. Juegan con tus necesidades para obtener tu consentimiento a un sistema que te subyuga diariamente, que te permite elegir tu gobernante pero no si deseas o no ser sometido al gobierno.
Saben de tus necesidades, de tus carencias y por medio de ellas te hacen ese sutil chantaje
¿Quieres vivir mejor? Vótame y veremos de darte alguna mejora… eso sí, mejora por un lado, pero tablazo por otro.
Conocen a la perfección tus carencias precisamente porque son ellos quienes las generan.
En estos lares cada uno hace su programa, contratan un buen grupo de publicistas, pensadores y diseñadores.
¿De dónde sale ese dinero para pagar todo eso? De tus impuestos, dado que el Estado destina una cantidad de tus impuestos a pagar las elecciones. Tú que apenas tienes para malvivir en medio de mil carencias, pagas esos odiosos lujos de propaganda. ¿Se te pide opinión sobre si deseas o no pagar esos gastos? De ninguna forma: el gobierno te cobra Impuestos (nada de cantidades voluntarias, sino Impuestos: por la fuerza, sin pedir opinión, sin solicitar consentimiento de ningún tipo) que sirven para pagar un par de obras públicas, pero también sus lujos y sus campañas.
La campaña de la candidata habla del alto número de mujeres maltratadas, de otorgar mayores recursos a la educación, habla de construir escuelas y dotarlas de material didáctico, de becas y de apoyo al estudiantado. Aparece en grandes cartelones su imagen rodeada de un grupo de estudiantes y con letras grandes algún empalagoso lema.
Por su parte el gordito bonachón habla de generar empleos y presenta una serie de propuestas para lograrlo. Dice que es posible salir de la pobreza y hacer que tu país sea próspero y posiblemente una potencia mundial y ejemplo de cómo avanzar en materia social. Aparece también en grandes cartelones rodeado de obreros y otro lema empalagoso.
Por su parte el candidato de elegancia dice que los gobernadores ganan demasiado, y que bajando sus salarios (obra piadosa digna de cualquier monjita de pueblo) es posible dar mayores recursos no solo a los estudiantes, a los obreros y proteger a las mujeres, sino que además presentarán una propuesta por medio de la cual los impuestos bajarán como si se encontraran en una montaña rusa.
Sus cartelones no son diferentes de los otros, pero tienen la característica especial de que en ellos aparece firme no solo el lema empalagoso, sino también el juramento de cumplir lo que afirma.
Los lemas de los tres son similares. Son lemas del estilo: “Tú te lo mereces” “Ya es justo” “Porque sí se puede” “Esta vez todo va a cambiar” “Juntos podemos más” “Somos el cambio” “Por una mejor calidad de vida”  “Por el bien de todos”… “¡Te amamos!”
El puesto de diputado, de gobernador o de presidente será ocupado pase lo que pase (¡De ellos no te libras!). Se trata solamente de ver quien ocupa dicho cargo.
En estos momentos necesitan de tu opinión, necesitan de tu complicidad; por ello, y solo por ello, es que se dirigen a ti. Sin tu complicidad, sin que nadie votara, aquello se vería descaradamente como un hecho impuesto. Imagina que un día nadie vota.
El gobierno no desaparecerá por este simple acto ¡Faltaría menos!
Al ser una institución funcional donde la fuerza contra las poblaciones viene a ser el punto neurálgico del organismo, éste seguirá existiendo votes o no votes.
Pero imagina que un día nadie, pero nadie, ni siquiera el clásico pelmazo (Nunca falta alguno) que piensa que a lo mejor un día hay un gobernante bueno, acude a las urnas.
Ese día el gobierno se mostraría como realmente es: una imposición directa y cruda sobre el pueblo. Una institución que aunque nadie hubiera consentido en su existencia se impondría por las buenas o las malas.
Pero regresemos al panorama de las elecciones.
El uno se hace llamar “El candidato del empleo” la otra “La candidata de la honestidad” y el otro “El candidato de la justicia”… pareciera que nos encontramos ante un grupo de súper héroes de las caricaturas con esos nombres. Pero no, se trata de estrategias publicitarias, malas y careciendo de ingenio, pero estrategias al fin de cuentas.
Uno y otro irán a los barrios populares, harán un miting y prometerán lo indecible. Se tomarán una foto con un niño, con una anciana, con una mujer y su hijo, con el abuelo del barrio. Darán la mano a todos los que se la pidan, escucharán todas las quejas del barrio. Dirán a todo que sí, prometerán solemnemente cumplir sus promesas, jurarán una y otra vez esto y aquello.
Serán muy sonrientes, amables, amigables y simpáticos. Harán alguna broma, dirán algún chiste… eso sí, prometerán una y otra vez que son los verdaderos salvadores del pueblo.
Regalarán plumas, gorras, habrá mil y un artículos (camisetas, pegatas, etc.) con el nombre del candidato correspondiente, habrá fiestas, bailes… y en todos esos actos los símbolos serán una cosa infaltable: banderas, cartelones, confeti, música… el candidato estará en un escenario, con un gesto guerrero prometiendo a izquierda y derecha cuanto crea conveniente… total, no cumplirá lo que prometa; él lo sabe muy bien, y por ello es que lanza en desbandada promesa tras promesa.
Cerrará el puño, hará gestos de guerra, dirá convencido que es posible cambiar las cosas.
Inconscientemente te lo dicen: las cosas pueden cambiar… ¡Por supuesto que pueden cambiar!
Cambiarán el despotismo del gobernante actual por el suyo propio, pero se tratará solo de eso: de un cambio, de una vuelta de tuerca, de una engañifa más.
Te lo dicen así de claro porque acostumbrado como estás a pensar en cosas absurdas (que si ya se lesionó el delantero de tal equipo de futbol, que si aquella cantante ya se operó tal cosa…) no advertirás que el cambio del que te hablan significa solamente exprimirte de formas nuevas, cuando no de la misma forma, pero con otro nombre.
¿Habrá debates entre los candidatos antes de las elecciones?
Cada uno dirá que el candidato contrario es el demonio en persona, que no cumple lo que promete, que ha tenido tales y cuales fallos; cada uno expone públicamente al otro.
En ese momento quizá algún futuro votante se da cuenta de que todos tienen más o menos el mismo defecto que le achacan al otro: una ineptitud y poca vergüenza que apenas logran esconder debajo de sus enormes vientres que denotan una vida holgada. Entonces ese elector no podrá sentir sino asco de semejantes personajes y ningún ánimo de ir a entregar en forma de papeleta electoral su libertad.
Sin embargo, como se nos enseña desde pequeños que todo cambio de raíz es imposible, muchos se conforman con que alguno de ellos aparente ser menos dañino que los demás.
Ven en esos debates una lluvia de propuestas para mejorar la sociedad, cuando no se trata sino de un grupo de hienas que se disputan hambrientas el cadáver de tu libertad. Una subasta donde cada uno ofrece tal o cual cosa para arrogarse el derecho de explotarte.
Mientras estos simpáticos buitres hacen su juego para convencerte, otro tentáculo se extiende sobre tu cuello: se trata de aquello que mantiene la enajenación y que unida a la religión hacen posible una explotación sencilla: la prensa al servicio del gobierno.
Estos tampoco te dirán de ninguna forma la trampa que se oculta en el sufragio universal.
Montones, miles de anuncios publicitarios en la TV te dirán lo mismo de diferentes formas.
Te dirán cosas como “Tú tienes el poder de elección” “La democracia sin ti no es posible” “Juntos gobierno y sociedad logramos salir adelante” “En estas elecciones no pierdas la oportunidad de cambiar las cosas” “La democracia se ejerce todos los días”
Ahora une este bombardeo con aquello que pasan cotidianamente en la TV y obtendrás un elemento de adormecimiento más poderoso que el cloroformo.
Para coronar este acto circense se impone la llamada “Ley seca” antes de las elecciones.
¡Por supuesto! No sea que por beber la gente se olvide de votar.
El resto del año las masas pueden permanecer sedadas con las bebidas embriagantes, dado que no se necesita su concurso más que en el trabajo. Es entonces preferible mantenerlos adormilados para que nunca protesten, para controlarlos y alejarlos de la realidad y de los problemas reales que le afectan.
Pero en las elecciones eso no es conveniente. Es más, sería contraproducente que la gente estuviera bebida, ya que entre copa y copa se les puede olvidar acudir a las urnas.
***
Y llegamos al ansiado día.
Los cándidos electores acuden a las urnas pensando hacer un bien a su país. Van y depositan en la urna la papeleta destinada a otorgar sus libertades a seres ambiciosos e incompetentes.
Después de tantos gastos, de tanto bombardeo publicitario y de tanto esfuerzo en hacerte votar, por fin han obtenido de ti lo que deseaban: con tus propios impuestos has pagado un acto por medio del cual serás sometido.
Pasan las elecciones y gana tal o cual ¿Será diferente si gana este o aquella?
Pasan unos días, unas semanas, unos meses… y todo sigue igual. Nada ha cambiado.
Sigues siendo un trabajador que se ve robado diariamente por el amo; tus necesidades siguen siendo las mismas cuando no mayores; los estudiantes siguen manipulados y muchos ni siquiera pueden acceder a la escuela dados sus magros presupuestos económicos; los impuestos en lugar de bajar “como si se encontraran en una montaña rusa” suben como si fueran un cohete a la luna; cada día es más alto el costo de la vida; todo sube, y tu salario apenas ve una mejora irrisoria de unos cuantos centavos al año.
¿Qué puedes hacer ahora?
Has otorgado a tus verdugos el derecho a gobernarte.
Ya no piden tu opinión, ya no la necesitan. ¿Qué no cumplieron sus promesas? Pues a ver cómo te las arreglas. Ya no eres alguien de quien les interese lo que piensa. Ya no te saludan de mano, ni se toman la foto con el niño en brazos, ni andan en las calles de tu barrio.
Ahora se saludan solo entre la élite de gobernantes; se toman fotos con famosos y adinerados; no andan en barrios donde la pobreza es el mayor escenario, sino en paraísos tropicales, en autos lujosos y en casas que contrastan del todo con el lugar donde vives tú que les elegiste.
¿En qué te ha beneficiado a ti realmente que ganara tal o cual candidato? Tu situación es la misma de siempre, cuando no peor.
La ley escrita mantiene el “orden” en la sociedad actual. O sea, mantiene las condiciones tal cual están ahora, cuando no las empeora dado que sirve a intereses de burgueses y no de la enorme mayoría del pueblo.
¿Hay pobreza, hay miseria, hay desigualdad e injusticias? ¡Con tu participación en la comedia electoral has remachado esas condiciones!
Hay aún quienes acuden a las urnas a elegir “El mal menor”. Piensan que puesto que todos son malos pero hay unos “más malos que otros”, no votar significa que los peores suban al poder y con ello empeoren las cosas… ¡Como si fuera posible vivir peor de lo que estamos!
Elegir un “mal menor” es elegir un mal al fin de cuentas. Para quienes aún creen en este sistema demagógico, autoritario y oligarca, un mal menor les consuela. Para quienes deseamos cambiar realmente las cosas los males menores siguen siendo un mal, y tanto a uno como a otro es preciso destruirlo. El problema no está en la forma que revista el gobierno, sino en la institución misma del gobierno. ¿Qué ha hecho el gobierno a lo largo de la historia para que el pueblo deje de ser el esclavo productivo de una minoría de ricos? Absolutamente nada. Desde la constitución misma del gobierno hasta ahora, todos los gobernantes han prometido un mejor nivel de vida, igualdad, justicia y libertad (paradójicamente prometen lo que saben que no existe: dentro del gobierno, sea cual sea su nombre, no existe justicia, ni igualdad ni libertad), y sin embargo el pueblo sigue siendo tan esclavo ahora como siempre. Es cierto, con algunas concesiones, pero esclavos hoy como ayer. Esclavos de primera calidad si se quiere, pero esclavos al fin de cuentas.
¿Te has dado cuenta de que votar no sirve de nada y que está en el propio pueblo, sin gobernantes ni líderes, la fuerza necesaria para cambiar las cosas?
No esperes entonces la llegada de mejores condiciones con el simple hecho de no elegir verdugos.
Si votar no consigue sino otorgar validez al régimen de explotación mediante la participación en sus comedias democráticas, no votar no cambia tampoco las cosas.
Es preciso que al abstencionismo le siga la autoorganización, la constitución de organizaciones horizontales (sin lideres ni jefe alguno) para hacer frente a las leyes burguesas que, amparadas en las armas de los ejércitos, actúan para exprimirte diariamente un poco más para beneficio del capitalismo, para mantenerte controlado al menor intento de rebelión, y para mantener las condiciones actuales tal como están.
Votar lo hace cualquiera con dos neuronas; pero no votar lo puede hacer cualquiera, por flojera, por conciencia o por olvido.
A la abstención le debe seguir inevitable y necesariamente, la autoorganización del pueblo.
Organízate al margen de la autoridad y del gobierno para constituir una sociedad sin gobierno donde la libertad sea real (y sucederá inevitablemente) y no ficticia.
Ahora que comprendes que el sufragio universal se te ha dado para callar tu voz; ahora que comprendes que el “derecho” al voto no es sino la trampa por medio de la cual se te mantiene adormecido para que pienses que cuentas, cuando en realidad se te convierte en un engranaje del sistema que te subyuga; ahora que comprendes eso, que la abstención al voto no sea el único acto que realices. Es preciso que a la abstención le siga la organización horizontal del pueblo.
Porque reducirse a no votar no cambia tampoco las cosas. No votes, pero organízate. No dejes en manos de esas personas los asuntos que te perjudican directamente a ti.
Salud, abstención activa y organización.
José Rinaldi.

Fuente:Portal OACA

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