miércoles, 15 de junio de 2011

Hablar para no ser hablados


Por Acratosaurio Rex

La pregunta de hoy la realiza el señor Noac, desde Guatemala linda: ¿cuál camino sería el más efectivo para que los dominados pudieran hacer prevalecer sus opiniones, frente a la gente culta, que gracias a su entrenamiento, puede expresar mejor lo que desea e imponer su criterio?

Lo primero, es comprender cómo funciona la máquina. Amigo Noac, lo único que hace que el discurso de alguien con diploma, tenga más fuerza que el de alguien con las manos llenas de callos, es la firma del rey. Y el rey, ya sabemos por qué manda.
Los científicos sociales han demostrado que el orden impuesto no es un orden natural, sino una construcción mental, simbólica, a la que la palabra (hablada o escrita) le da estabilidad. La dominación no puede llevarse a cabo sólo con porras y fusiles, sería cansadísimo amigo Noac. Contempla a esos inmensos policías haciendo llaves de jiu jitsu a chavalas de cuarenta kilos de peso: luego los muy mamarrachos tienen que correr al ambulatorio a poner denuncias contra sus víctimas por luxación de muñeca. No, la dominación no puede basarse sólo en la violencia. Tiene que poseer el fuerte cimiento del discurso.
Todo empieza con la violencia, que hace que unos pocos conquisten la vida y la palabra. Luego, los dueños de la palabra, convencen a los dominados de su ignorancia. Así la palabra bien hablada, hace su trabajo. En el momento en que un dominado acepta que es un tonto, acepta su dominación, y ya el dominador no tiene que emplear la violencia para que obedezca.
¿Cómo entonces acabar con ese dominio de la palabra? Primero, dándonos cuenta de que el Poder siempre miente. Por ejemplo (sencillo), el Señor de la Porra, Rubalcaba, decía hace unos días, que “si los manifestantes del 15-M se muestran violentos, encontrarán la firmeza de la policía”. Si te fijas, es exactamente al revés: si los manifestantes muestran pacífica firmeza, encuentran la violencia, repugnante, repulsiva y repelente de la policía. Así pues, siempre que escuchemos al Poder, tenemos que decir que miente. ¿Cuándo podemos aceptar que un sabio dice la verdad? Cuando dice lo que nos conviene.
Lo segundo, tenemos que asumir que todos somos intelectuales. El iletrado más burro del planeta, hombre o mujer, niño o viejo, se enfrenta a problemas, planea soluciones y consigue resultados. Un analfabeto, es, por tanto, un intelectual. Su lenguaje es tan válido como el del científico social más profundo, ya que el mensaje del sabio puede ser traducido a la lengua común. Y si no puede traducirse, no sirve para nada. Y, viceversa, ya que el sabio trabaja observando lo que hace y dice la gente iletrada, y luego lo hiperboliza según le conviene.
En definitiva: una vez comprendemos sus mentiras y nuestras verdades, a los dominantes sólo les queda el cuchillo del sicario. Por eso: hablar para no ser hablados (1). Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
 ---------------------
NOTA
 (1) Asumir el discurso del Poder, es una de las peores y humillantes formas de dominación (para quien lo percibe). Porque de esa manera, el dominado habla de sí mismo como el Poder desea, sin siquiera una mísera contrapartida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar, puedes decir lo que quieras, solo trata de aportar.