martes, 15 de marzo de 2011

El Dios MERCADO

Extracto del libro EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI de Heinz Dieterich Steffan 

En su última etapa, desde hace doscientos años, el capitalismo  moderno ha revolucionado incesantemente las fuerzas productivas y las relaciones sociales. Pero no  paró ahí. Generó la correspondencia antropológica que requería su modo de producción: el ser humano, funcional a sus intereses, como productor de mercancías y realizador de la plusvalía.

El más preciado don de la humanidad, la razón, está siendo despojado de todos los elementos críticos, para quedar en un estado puramente instrumental. Por más criminales y amorales que sean
los fines, la razón instrumental está a su servicio, con la única función de aportar los medios: desde el robo cotidiano de la plusvalía del trabajador, hasta la matanza científica de los opositores en el inframundo de la aldea global. La ética de la convivencia cívica y solidaria ha sido desplazada por la moral del más fuerte, que justifica la agonía de la mitad del género humano, en aras de su “incapacidad” para competir en el moderno circo romano que es el mercado mundial. Se repite el panem et circenses (pan y circo) de los emperadores romanos, pero sólo a medias, porque a diferencia del proletariado urbano romano, el de la sociedad global carece del pan que el imperio supo proporcionarle a aquellos que hace dos mil años calificaba como ciudadanos sin ingresos ni profesión.

En el capitalismo, el mercado es la continuación de la guerra por otros medios y la competencia sin misericordia es la laudatio a la destrucción del otro, porque se dirige hacia la aniquilación de sus
medios económicos de reproducción.
Está fundamentación de la sociedad capitalista sobre un principio eminentemente destructivo y antisolidario que amenaza permanentemente la misma existencia (el trabajo y la pequeña propiedad) de los ciudadanos, produce con férrea necesidad las relaciones sociales y el tipo de persona que describe Hobbes en su Leviatán.


La absolutización y mistificación del mercado, su verdadera transubstanciación en Malthus y sus correligionarios actuales, constituyen la base de una nueva y reaccionaria metafísica. El contrato social de Rousseau es sustituido por la nueva referencia metafísica, el mercado, investido con los atributos del dios Jahvé del Viejo Testamento, con su incomprensible brutalidad y omnipotencia. Cuando alguien pierde la base de su existencia “burguesa” —su trabajo o medios de subsistencia— la culpa es del mercado mundial. Si un joven no encuentra un empleo o un lugar en la educación superior, se debe a que no es “competitivo” en el mercado. Si un trabajador tiene cincuenta años y ya no es “productivo”, tiene que aceptar esta condena del mercado y convertirse en desempleado, a la manera de la sentencia de un dios agnóstico o una inquisición anónima que ha decidido en su contra, y que no le deja ninguna instancia de apelación. El ciego destino de la tragedia griega o de la ira del dios todopoderoso que convierte sujetos individuales como pueblos enteros (los del Tercer Mundo) en polvo, se llama hoy día “mercado”. 
La oferta “socializadora” del capitalismo consiste en el retroceso incondicional del sujeto — única entidad del universo dotada de razón— y su postración ante la ley del valor, que impone sus intereses bajo la doble máscara ideológica de las “decisiones del mercado” y de la “filosofía” socialdarwinista. Se trata de la peor ofensiva contra el sujeto y la utopía —que han sido la esencia de la dinámica del progreso histórico desde hace dos mil años— desde los regímenes totalitarios de los años treinta. 
 

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