Mucho se ha hablado en los últimos meses acerca de la crisis financiera que todo lo puede y deja al mundo pendiente de un hilo, sin embargo, no debemos olvidar que existe una crisis mucho peor que ésta y que, encima, es permanente: la crisis alimentaria.
En el mundo hay cientos de millones de personas que mueren literalmente de hambre, y esta cifra aumenta considerablemente si contamos a todos aquellos que viven pendientes de un hilo sin tener ningún tipo de seguridad y de control sobre sus vidas. Recientemente se han revisado los Objetivos del Milenio, entre los cuales figura como destacado erradicar el hambre en el mundo. Allí se encontraban gran parte de los dirigentes mundiales (mientras se hartaban con opíparas cenas de trabajo) reforzando una vez más la posición del sistema que dice que la crisis alimentaria es debida a la falta de producción de suficientes alimentos para todos los habitantes del planeta. Lo dicen con la boca llena esperando que todos lo asumamos como verdad absoluta. La verdad es que el verdadero problema no es la falta de alimentos, sino la imposibilidad de acceder a ellos para dos tercios de la población mundial.
La propia FAO (uno de tantos organismos que se dedican a perpetuar el sistema imperante bajo una fachada de bondad infinita) admite en sus informes que se producen alimentos suficientes para alimentar a una población de ocho mil millones de personas, cantidad mucho mayor que la población actual. En esos informes se recoge entre otros datos que, desde los años 60, la producción de cereales se ha triplicado mientras que la población mundial sólo se ha duplicado. Entonces, ¿cuál es el problema?
Podría pensarse que el problema radica en las diferentes sequías y diversos fenómenos meteorológicos en países productores, o que viene provocado por el aumento del consumo de alimentos por las incipientes clases medias de Asia y América Latina. Sin embargo, el principal problema es el de siempre: el desarrollo del sistema capitalista y sus consabidas políticas neoliberales han conducido a convertir a los alimentos en una mercancía en manos de aquellos que disponen del capital para sacar beneficios de ellos. Todo lo que rodea a la alimentación (tierras, agua, semillas,...) está controlado por grandes corporaciones cuyo único objetivo es aumentar sus ganancias sin importar las consecuencias que ello conlleva.
Esta explotación mercantil de la alimentación tiene varias vertientes que han conducido a fortalecer el hambre en el mundo.
Por un lado, tenemos a las grandes corporaciones energéticas que han ido encareciendo el precio del petróleo sin descanso durante los últimos años y, encima, nos han vendido que la solución son los biocombustibles. La dedicación de una buena parte de las cosechas a la producción de estos combustibles de origen vegetal ha generado una competencia directa con la producción dedicada a la alimentación puesto que la primera es mucho más lucrativa.
Esto nos lleva directamente a otro factor a tener muy en cuenta: la adquisición y acumulación de tierras. Estas grandes empresas se están dedicando a adquirir tierras cultivables por todo el mundo para dedicarlas a sus lucrativos negocios, a modo de ejemplo tenemos la devastación de la selva amazónica brasileña para producir soja transgénica. Porque, por supuesto, los transgénicos son la solución oficial del sistema para los problemas de alimentación en el mundo, es la receta mágica del capitalismo para erradicar el hambre. Sin embargo, lo que consiguen con esto es desposeer a los campesinos de las tierras que les sirven de sustento y, por tanto, condenarlos a la miseria. Por supuesto, esta acumulación de tierras viene avalada por los organismos oficiales del capitalismo. Así el Banco Mundial a través de la Corporación Financiera Internacional está avalando la adquisición de tierras para la explotación mercantil en pos del libre mercado. También juega un papel importante la Agencia Multilateral de Garantía de las Inversiones (otra institución afiliada al Banco Mundial) la cual proporciona seguros a las transnacionales contra riesgos políticos que puedan poner en peligro sus inversiones.
A todo esto hay que añadir que la conjunción de crisis alimentaria y económica ha supuesto una oportunidad única para los especuladores para penetrar en el mercado de la alimentación y elevar los precios de los alimentos sin tener en cuenta las consecuencias que de ello se deriva (millones de muertes). Estos verdaderos criminales se esconden tras las fachadas de los grandes grupos de inversión que gestionan enormes fortunas.
Como de costumbre estas subidas de precios no repercuten para nada en una mejora de la calidad de vida de los campesinos que representan un altísimo porcentaje de la población mundial. La propia especulación obliga a los países a sustituir los campos tradicionales por un puesto en la red mundial de la producción agroindustrial, esto deja sin ingresos a los campesinos locales puesto que todas sus pertenencias pasan a manos de grandes corporaciones. Los que consiguen sobrevivir se ven obligados a vivir a golpe de crédito que tarde o temprano acabarán por devorarlos a la mínima inclemencia meteorológica.
En definitiva, la crisis alimentaria es el fiel reflejo de las consecuencias del sistema capitalista que ha permitido la invasión de los mercados de los países del Sur por los productos altamente subvencionados del Norte. Esto ha convertido a las tierras del Sur en el campo de producción y abastecimiento del Norte gracias a la mano de obra barata (por no llamarlo directamente esclavitud) y a una inexistente legislación medioambiental que permite el uso de agrotóxicos totalmente prohibidos en el Norte.
Texto extraido de Quebrantando el silencio
Aquí no hay propiedades, hay unidad, hay solidaridad, hay humanismo, hay seres humanos intentando salir juntos de este fango que es el sistema que nos controla, atemoriza y confunde.
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"Alimenta, Cuida y Ama a tu Hij@, para que el sistema pueda explotar su Cuerpo, embotar su Mente y destruir su Alma"
Koan
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