“El Estado no ha de ser deificado
pero tampoco ignorado. Está ahí”
-Félix Rodrigo Mora-
Este pequeño estudio incide en algunos datos económicos -los publicados en artículo de José Ignacio Torreblanca en el diario El País el 10 de abril de 2013 “Desmontando estereotipos: Thatcher no redujo el tamaño del Estado británico- con la intención de acercarnos a la realidad que analiza, pero no desea caer en una visión economicista del fenómeno que pretende desentrañar: la hipertrofia en la que se desenvuelve los Estados de la modernidad reciente.
Por ello se debe ser consciente que
aquella faceta, la económica, juega un papel subordinado a su función
política esencial: la voluntad de poder, la de mandar, condensada en el
sometimiento de la población sobre la que se impone a través del derecho
y las leyes positivas y la de los instrumentos que la hacen posible:
el aparato judicial administrando su aplicación y los distintos cuerpos
policiales imponiéndolas; quedando para el ejército el papel de garante
de tal cumplimiento si fueran desoídas.
Hecha esta declaración de intenciones,
pasamos a sopesar el dato recogido en el artículo del bloguero del
diario El País en los que indica la proporción de PIB que destinó a
gasto público, entiéndase estatal, el RU desde que accedió al gobierno
Margaret Thatcher, el monstruo neoliberal supuestamente llamado a
acabar con el aparato estatal británico, hasta el del actual primer
ministro David Cameron, dato que nos ayuda a entender el
híper-crecimiento del Estado en las sociedades modernas europeas;
fenómeno que en RU y, en mayor o menor medida, en el resto de países
(1) ha tenido lugar independientemente del color político de los
gobiernos que cada país haya soportado, desmontando al tiempo la teoría,
el mito, de la izquierda “antiglobizadora” y otros movimientos afines
de que fue aquélla gobernante la que “debilitó” al Estado británico en
beneficio de los agentes económicos del capitalismo.
En el caso de Estado británico la
correlación de los hechos que da podrían resumirse así: nombrada primera
ministra Margaret Thatcher, en 1979, el gasto estatal en el Reino Unido
representaba el 44.6% del PIB, llegando con ella a subir hasta el 48.1%
en 1983, récord histórico. En 1990, cuando se la hizo dimitir, el gasto
se había reducido hasta el 39.2%. No obstante, el también conservador
John Major, lo volvió a elevar a un nivel muy similar al que encontró
Thatcher, al 43,7%. Si bien, a expensas del crecimiento económico
posterior, el gasto estatal perdió peso progresivamente. Así pues, en
1997, el año en el que Major perdió las elecciones contra Blair, estaba
en el 38.2%. Si bien el récord en cuanto al menor peso relativo del
Estado se alcanzó con el laborista Tony Blair en el gobierno, en 2001,
cuando el gasto llegó al 34.5%. Posteriormente el Gobierno de Gordon
Brown (2007-2010),que logró el segundo récord en cuanto a mayor peso del
Estado: 44.7% en 2010 -en ello la nacionalización, es decir la
estatización, de los grandes bancos quebrados por mor de la crisis sería
determinante, recuerda Torreblanca-. Finalmente, se señala, que “el
heredero ideológico de Thatcher” David Cameron mantiene en la actualidad
el gasto en alrededor del 43.1%.
Sigue señalando el autor, creemos
también que con buen criterio, al referirse al dato de 1983 -48.1%- que,
“como consecuencia de las crisis económicas, cuando aumentan mucho los
gastos sociales y se reduce la recaudación...”, el gasto estatal sube.
Cierto, esta circunstancia permite entender que se está trabajando con
magnitudes sometidas a los condicionantes, en lo económico, del ciclo
que se analice. No se nos esconde que en épocas en las que el PIC crece a
causa de uno expansivo, el dato del porcentaje relativo disminuye sin
que ello suponga que el gasto estatal lo haga y, viceversa, una
disminución del PIB producto de un decaer económico puede implicar un
aumento de aquel índice sin que esto necesariamente implique un aumento
en el gasto que acomete el Estado.
Aceptado todo ello, la evidencia es la
que es: Margaret Thachert, el Estado británico, pues ella no era más que
su fachada en ese período de la historia reciente, aplicó una política
económica “antisocial” en el marco de la recesión económica de aquellos
primeros años de 1980, pero, lejos de debilitarse la envergadura del
Estado, bien al contrario, se fortaleció mediante la percepción de
fuertes dividendos con su política de privatizaciones.
El dogma predicado por la teoría
económica de corte socialdemócrata sostiene que privatizar empresas
“públicas” supone debilitar al Estado “de bienestar”. La realidad lo
desmiente. Siendo primera ministra Margaret Thatcher, cierto es, se
privatizaron con contundencia sectores de la estructura estatal del RU,
pero con ello obtuvo en 1980, por ejemplo, 28.000.000.000 de libras con
la venta de las “viviendas sociales”, y también “hizo caja” con la de
empresas tales que British Gas, Jaguar y Cable & Wireless y otras,
al principio de su mandato, o Brithish Telecom, British Airwais, British
Petroleum, British Steel o Rolls Royce y algunas más, además de la
privatización de compañías eléctricas y de agua en el tercero; y ello,
visto sin apriorismos dogmáticos, lejos de debilitar fortaleció al
Estado con la afluencia de numerario a sus arcas, de forma inmediata con
los resultados de las ventas y diferida con la percepción de impuestos
que abonarán estas empresas una vez puestas en el mercado.
La razón de Estado estará detrás de
estas actuaciones, al igual que también lo estuvo cuando, con el
gobierno laborista de Gordon Brown -2007/2010- ante la debacle
ocasionada por el crash financiero, ese mismo Estado corrió a socorrer a
las entidades financieras en bancarrota con la inyección de miles de
millones de libras, estatalizándolas de facto; cumpliéndose así una ley
consustancial a la naturaleza de los Estados con economía capitalista,
la que le lleva a bascular entre las estatalización y la privatización
de sectores económicos según la coyuntura económica le sea más o menos
favorable.
(1) Según los datos reflejados
en el artículo el porcentaje de PIB destinado a gasto del Estado es en
USA el 36.7%; en Eslovaquia el 36.9%; en Irlanda el 34.2%; en España el
38.7%; en Alemania el 45.8%; en los Países Bajos el 45.5%; en Suecia el
54.5%; en Francia el 53.9% y en Dinamarca 52.5%. Índices relativos
Fuente:Punto de encuentro
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