No es de extrañar que dos “estados canallas” como EEUU e Israel se confabulen para el crimen.
El terrorismo sionista causa al menos 50 muertes en Gaza.
Una vez más las “fuerzas de defensa” del
Estado de Israel se aprestan a iniciar una expedición punitiva sobre la
Franja de Gaza. Al igual que la infame operación Plomo Fundido, lanzada a
finales de diciembre del 2008, también ahora el objetivo es destruir lo
poco que ha quedado en pie y podido ser reconstruido de la anterior
incursión israelí. Según informara un organismo de derechos humanos de
Israel, B’Tselem, el número de palestinos que murieron a causa de
aquella operación ascendió a 1387 personas, de los cuales por lo menos
774 eran civiles, aunque se estima que su número podría ser
sensiblemente mayor. Del lado israelí se contaron diez soldados muertos y
no se reportaron víctimas civiles.
El detonante de la situación actual fue
el “asesinato selectivo” del jefe militar de Hamas en Gaza, Ahmed
Yabari. En esta supuestamente “quirúrgica” operación militar los daños
colaterales fueron considerables: no sólo falleció el asistente de
Yabari y una niña que se hallaba en las proximidades, sino que hubo un
centenar de heridos producto del estallido del cohete disparado por la
aviación israelí en contra del automóvil en que se desplazaba la
víctima. Los lectores pueden apreciar por sí mismos la brutalidad de la
operación, ejecutada en plena vía pública:
¿Cómo sigue esta tragedia? Por los
preparativos de Israel y el aumento en el número de reservistas
movilizados todo hace suponer que sus tropas procurarán no sólo destruir
a Hamas, sino también ocupar en su totalidad la Franja de Gaza, y según
los resultados militares que se obtengan de esta aventura (no ajena a
las elecciones generales que tendrán lugar en Israel el próximo 22 de
enero), no habría que descartar la posibilidad de que ese pequeño
territorio en el que se hacinan más de un millón y medio de palestinos
en poco más de cuatro mil kilómetros cuadrados sea definitivamente
incorporado al Estado de Israel. La desproporción de fuerzas militares
es tan abrumadora como la que existe entre las víctimas de uno y otro
bando, y el permanente aval de la Casa Blanca al gobierno israelí,
ratificado una vez más luego del asesinato de Yabari, ha envalentonado a
sus sectores más reaccionarios.
No es de extrañar que dos “estados
canallas” como Estados Unidos e Israel (y lo son porque sistemáticamente
desobedecen las resoluciones de las Naciones Unidas) se confabulen para
el crimen. Un crimen que, como lo asegura con razón el diario israelí
‘Haaretz’, constituye un serio error estratégico, porque lo único que se
logrará es reemplazar a un líder militar por otro, pero al precio de
convertir al sur de Israel en una zona de guerra y desencadenar una
“escalada de violencia” cuyo principal efecto será “deteriorar la
situación en toda la región”. Una operación militar, en suma, grávida de
consecuencias que trascienden con creces el conflicto entre israelíes y
palestinos y, si tenemos en cuenta lo que está ocurriendo en Siria y la
enfermiza obsesión de Tel Aviv por atacar a Irán, puede terminar en una
conflagración bélica de incalculables proporciones que modifique, en
una dirección por ahora imprevisible, el tablero de la geopolítica
mundial.
Atilio A. Boron es Director del PLED, Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.
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