jueves, 25 de octubre de 2012

Un turbio asesinato seguido de suicidio en la guerra de clases

Por Acratosaurio Rex

Me pide un joven ilusionado que le cuente alguna batallita de la guerra, para coger ánimos. Ahí va. En el año de 1979 Centroamérica era un punto caliente. El Frente Sandinista se hacía con el poder, y en el Salvador el Farabundo Martí de Liberación Nacional, iban a iniciar una ofensiva que esperábamos que acabase con la dictadura militar por la vía rápida. Huelgas, encierros en iglesias y embajadas, manifestaciones, no llevaban al pueblo al poder. Así que la lucha armada parecía lo más eficaz.
El FMLN lo constituían: las Fuerzas Populares de Liberación FPL, que eran de opinión leninista; el Ejército Revolucionario del Pueblo, fruto de la Juventud Demócrata Cristiana; Resistencia Nacional, que era escisión del anterior; también el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (trotskista); y el Partido comunista Salvadoreño (apoyado por Moscú). Las FPL eran el grupo mejor organizado, y estaban comandadas por Salvador Cayetano Carpio (Comandante Marcial), que fue obrero panadero, y como segunda al mando por Mélida Anaya Montes (comandante Ana María), que fue maestra. Ambos tenían un currículum como luchadores políticos, sociales y sindicales, que ya quisieran muchos que presumen.
La militancia en esos tiempos, era muy absorbente. Los militantes formaban grupos muy concienciados, todo el día preguntándose el “¿qué hacemos?”, “¿cómo explicamos al pueblo el mecanismo inflacionario?”, “¿cómo viajamos a la zona minera?”, “¿cuál es el medio más efectivo para apoyar a los obreros del café?”… El militante de infantería formaba parte de una máquina bien engrasada. En contacto con el pueblo, no bien acababan de salir los pasquines de la vietnamita, con la tinta caliente, corrían a difundir las consignas. En ese ambiente un tanto afiebrado, se dirigieron hacia la guerra. Se esperaba una victoria, y los revolucionarios de alto nivel, en otro nivel de militancia, discutieron agriamente el reparto de ministerios en 1981.
Pero la guerra en El Salvador, ay, no fue bien. El ejército mostró fuerte resistencia, y el conflicto se enquistó. En ese contexto, hacia 1983, la Comandante Ana María, que dirigía el cotarro desde Nicaragua, en una zona residencial de Managua, trabajaba para lograr la unidad del FMLN y crear un solo partido, de cara a negociar con el Gobierno y con otras fuerzas democráticas y lograr contrapartidas. El Comandante Marcial, por su lado, no estaba por la labor, y tenía una visión más a largo plazo, de luchar y vencer por las malas sí o sí. Marcial afirmaba que él se había alzado en armas para quitar el poder a los ricos y dárselo a los pobres, y consideraba que negociar era ser un traidor a esa causa. También estaba exiliado en Managua, junto con buena parte del Estado Mayor del Farabundo Martí.
Marcial decide entonces hacer un movimiento táctico, al comprobar que perdía apoyos de sus comandantes. Ve con inquietud que se decantan por las tesis de Ana María. Así que se desplaza a Libia, para desde allí entrar clandestinamente en el Salvador, contactar con sus comandantes militares de la guerrilla y recabar apoyos del interior. Pero este intento se trunca. En la madrugada del 6 de abril de 1983, ocurre un hecho terrible.
Estando en su residencia de la Carretera Sur de Managua, la comandante Ana María es asaltada por un comando de tres hombres a las 2:30 de la madrugada. La retienen en su cama mientras duerme, uno le coge la cabeza, otro las piernas y el tercero la asesina a golpes de pica hielo. Finalmente el segundo hombre la degüella. Según la autopsia recibió 81 puñaladas.
En un principio, la policía nicaragüense, el Gobierno Sandinista y la comandancia del FMLN acusan directamente a la CIA y a sus sicarios del crimen. Marcial regresa de inmediato desde Libia, y acude a los funerales el día 9 de abril. Ese mismo día la policía detiene a Rogelio Bazzaglia, comandante Marcelo del FMLN, como autor del asesinato. El día 12 de abril están detenidos todos los miembros del comando. Se llamaban Julio Armando Sosa Orellana, alias Efrén; Santos Andrés Vásquez Molina, alias Jacinto y Walter Ernesto Elías, alias Francisco. Todos ellos eran guerrilleros, hombres de la absoluta confianza del comandante Marcial. A su vez, Marcial fue puesto bajo arresto domiciliario como inductor del crimen, ya que Marcelo en un principio así lo declaró a la policía y así lo difundió el Ministerio del Interior en una nota el día 11. Ante esta acusación, Marcial se sumió en el silencio, y no dijo ni sí, ni no. Al día siguiente, 12 de abril Marcial se suicida de un disparo en el pecho tras recibir la visita de la poli en su casa, dejando una carta en la que proclama su inocencia y su fervor revolucionario.
Pero, claro, el asunto era feísimo. Pasara lo que pasara, ya todo el mundo desconfiaba de todo el mundo. ¿Por qué se suicidó Marcial? ¿Quién lo indujo? ¿Lo asesinaron? Los militantes de infantería, esos que estaban en el campo cargando con el pesado equipo militar y durmiendo al raso, se quedaron con la boca abierta, esperando. Estaba claro que los hombres de Marcelo entraron en la vivienda contando con la ayuda de la escolta y del personal de seguridad de la comandante Ana María. Estaba claro que Marcelo y Marcial se habían reunido varias veces previo al viaje a Libia. Incluso el FMLN declaró que Marcial había sido el inductor. Pero en el juicio, Marcelo se desdijo y juró que todo había sido idea suya, porque la Comandante Ana María desprestigiaba a Marcial, a la lucha revolucionaria, y pretendía sacar a la luz divergencias internas. Todo lo había hecho, por el bien de la revolución. Todo dios estaba por la revolución, bien mirado.
Nunca pudo probarse que Marcial estuviese complicado en el asesinato de la compañera Ana María. Sus asesinos se cerraron en banda, fueron condenados y puestos en libertad años más tarde con la amnistía del gobierno de Violeta Chamorro. Y la guerra se perdió.
Total, ¿que cuál es la moraleja de esta batallita? Caray, pues que muchas veces a la conciencia de la revolución, le duele la cabeza. Que las buenas intenciones, hay siempre que cribarlas. Y que no confundas el bien de la revolución, con tus propias pendejadas.
Comandante Ana María 1929-1983; Comandante Marcial 1918-1983. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.

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Los comandantes.

Marcial:                                                   Ana María:
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2 comentarios:

  1. Lo triste es que de un modo o de otro, siempre terminan perdiendo los mismos.

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    Respuestas
    1. Creo que triste y lo que le sigue.
      ¿Será por eso que quienes ya tienen unos años se muestran tan escepticos y desconfiados de la revolución?...¿será por eso que los jovenes son tan revolucionarios, pues solo están a la espera de ser desepcionados y barridos por la "cruda realidad"?...
      A veces amigo, me siento en un lado...a veces en otro.

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