Queremos acabar con el capitalismo y con su superestructura, y queremos poner en su lugar un sistema económico justo, racional, solidario y planificado, organizado por una confederación de asambleas populares democráticas horizontales en cada barrio, fábrica, campo, ciudad, etc.
Hasta ahí, todo perfecto. Incluso suena bonito. Pero la realidad es concreta y bastante puñetera. Y el que crea que después de la revolución, las asambleas estarán formadas por militantes anarco-comunistas lectores de Marx, Proudhon y Bakunin con el puño en alto y el corazón encendido, está muy equivocado. Los trabajadores y trabajadoras son, de por sí, bastante conservadores, y aunque en los procesos revolucionarios la conciencia obrera crece cualitativamente, esa tensión es transitoria. Cada revolución tiene su Termidor, y si no se tiene claro lo que es una asamblea y cómo funcionan en realidad, la asamblea puede transformarse en una cosa inútil (con el utópico "consenso", que hasta que no se alcance no se puede hacer nada) o, peor aún, un instrumento de la reacción, que desde dentro, vaya limitando las funciones de la asamblea hasta transformarla en un formalismo de la burocracia.
Un tema polémico, semilla de odio entre mucha gente de la derecha y de la izquierda (y de anarquistas que no creen en los conceptos de derecha e izquierda), es el movimiento 15-M. Lejos de crear una polémica gratuita, traigo a colación el tema porque es un buen ejemplo de lo que es (o debería ser) una asamblea democrática. ¿Qué es en realidad el 15M? pues asambleas democráticas populares horizontales. La asamblea es soberana (todas las decisiones se proponen y se aprueban en la asamblea de manera libre, ejerciendo una democracia verdadera y auténtica); en la asamblea priman los valores de horizontalidad (la asamblea no está supeditada a las directrices de otras asambleas o instituciones superiores), libertad de expresión y pluralidad (tod@s tienen cabida en la asamblea, exceptuando, obviamente, a gente que no respete los valores de la asamblea (racistas, intolerantes, machistas, etc) e igualdad (tod@s somos iguales: una persona, un voto).
¿Y qué no es el 15M? pues aquellas asociaciones que no respeten lo dicho en el anterior párrafo: ¿La asociación DRY es el 15M? No. "Es que ellos fueron los "creadores" del invento". Cierto, pero cuando se dieron cuenta de que no podían manipular las asambleas a su antojo, tacharon a las asambleas de barrio como "ultraizquierdistas" y crearon una asociación propia (léase chiringuito).
Y hablando de ultraizquierdismo, el 15M ha sido tachado de "instrumento secreto de la extrema derecha para mantener a las masas dormidas". Esta reflexión surge del hecho de que el 15M se define "apartidista". Y sí, el 15M es apartidista, que no es lo mismo que apolítico. Y si a estas alturas de la película todavía hay que explicar la diferencia entre "apartidista" y "apolítico", apaga y vámonos.
Como dije al principio del artículo, ser asambleario, en teoría, es muy bonito, pero en la práctica, cuando sólo te dejan dos minutos para hablar (con la de cosas interesantísimas que tienes que decir), cuando tienes que escuchar todo tipo de ideas y propuestas (tantas como personas forman la asamblea) y, sobre todo, cuando tus magníficas ideas no son aprobadas por la asamblea, es entonces cuando empiezan a llover etiquetas tales como "pequeñoburgueses", "piji-progres", "revisionistas", etc. Finalmente, como nadie nos hace ni caso, nos vamos de la asamblea para, o bien crear un chiringuito propio que poder controlar, o bien, quedar con los colegas, que como todos pensáis más o menos lo mismo, las charlas son más satisfactorias y ni siquiera hay que votar.
Las asambleas de verdad son un infierno. Deben de serlo, porque sólo de la confrontación de ideas independientes puede surgir la auténtica democracia. El fin del capitalismo no supondrá el fin de todos los problemas. Al contrario, surgirán nuevos problemas que tendrán que ser resueltos por las asambleas democráticas. Y lo bueno (o malo) de la democracia auténtica es que todos y todas pueden dar su opinión, aportar propuestas o ideas, por muy "pequeñoburguesas" o "revisionistas" que éstas sean.
Luchamos por la libertad absoluta del individuo y eso sólo se puede conseguir a través de auténticas asambleas democráticas donde todos y todas tengan voz y voto. El "problema" es que el ser humano es más raro que un perro verde, contradictorio y dialéctico. Proponer y defender una idea ante personas que no se han leído un libro marxista o anarquista en su vida (ni falta que les hace) supone trabajo, mucho trabajo. Y no puede ser de otra manera. Lo fácil no es sinónimo de sencillez, sino de simpleza. El que prefiera asambleas domesticadas, donde todos y todas digan "sí" con la cabeza a los dictados del más "anarco-comunista", tiene un serio problema, porque eso no es luchar por la libertad absoluta del individuo: eso es crear borregos con pedigrí, que te pueden citar párrafos enteros de Lenin, Kropotkin o Ludo Martens pero que saben muy poco de la libertad y de las formas de conseguirla y, sobretodo, mantenerla.
Juanjo Muñoz
Fuente:Portal OACA
Hasta ahí, todo perfecto. Incluso suena bonito. Pero la realidad es concreta y bastante puñetera. Y el que crea que después de la revolución, las asambleas estarán formadas por militantes anarco-comunistas lectores de Marx, Proudhon y Bakunin con el puño en alto y el corazón encendido, está muy equivocado. Los trabajadores y trabajadoras son, de por sí, bastante conservadores, y aunque en los procesos revolucionarios la conciencia obrera crece cualitativamente, esa tensión es transitoria. Cada revolución tiene su Termidor, y si no se tiene claro lo que es una asamblea y cómo funcionan en realidad, la asamblea puede transformarse en una cosa inútil (con el utópico "consenso", que hasta que no se alcance no se puede hacer nada) o, peor aún, un instrumento de la reacción, que desde dentro, vaya limitando las funciones de la asamblea hasta transformarla en un formalismo de la burocracia.
Un tema polémico, semilla de odio entre mucha gente de la derecha y de la izquierda (y de anarquistas que no creen en los conceptos de derecha e izquierda), es el movimiento 15-M. Lejos de crear una polémica gratuita, traigo a colación el tema porque es un buen ejemplo de lo que es (o debería ser) una asamblea democrática. ¿Qué es en realidad el 15M? pues asambleas democráticas populares horizontales. La asamblea es soberana (todas las decisiones se proponen y se aprueban en la asamblea de manera libre, ejerciendo una democracia verdadera y auténtica); en la asamblea priman los valores de horizontalidad (la asamblea no está supeditada a las directrices de otras asambleas o instituciones superiores), libertad de expresión y pluralidad (tod@s tienen cabida en la asamblea, exceptuando, obviamente, a gente que no respete los valores de la asamblea (racistas, intolerantes, machistas, etc) e igualdad (tod@s somos iguales: una persona, un voto).
¿Y qué no es el 15M? pues aquellas asociaciones que no respeten lo dicho en el anterior párrafo: ¿La asociación DRY es el 15M? No. "Es que ellos fueron los "creadores" del invento". Cierto, pero cuando se dieron cuenta de que no podían manipular las asambleas a su antojo, tacharon a las asambleas de barrio como "ultraizquierdistas" y crearon una asociación propia (léase chiringuito).
Y hablando de ultraizquierdismo, el 15M ha sido tachado de "instrumento secreto de la extrema derecha para mantener a las masas dormidas". Esta reflexión surge del hecho de que el 15M se define "apartidista". Y sí, el 15M es apartidista, que no es lo mismo que apolítico. Y si a estas alturas de la película todavía hay que explicar la diferencia entre "apartidista" y "apolítico", apaga y vámonos.
Como dije al principio del artículo, ser asambleario, en teoría, es muy bonito, pero en la práctica, cuando sólo te dejan dos minutos para hablar (con la de cosas interesantísimas que tienes que decir), cuando tienes que escuchar todo tipo de ideas y propuestas (tantas como personas forman la asamblea) y, sobre todo, cuando tus magníficas ideas no son aprobadas por la asamblea, es entonces cuando empiezan a llover etiquetas tales como "pequeñoburgueses", "piji-progres", "revisionistas", etc. Finalmente, como nadie nos hace ni caso, nos vamos de la asamblea para, o bien crear un chiringuito propio que poder controlar, o bien, quedar con los colegas, que como todos pensáis más o menos lo mismo, las charlas son más satisfactorias y ni siquiera hay que votar.
Las asambleas de verdad son un infierno. Deben de serlo, porque sólo de la confrontación de ideas independientes puede surgir la auténtica democracia. El fin del capitalismo no supondrá el fin de todos los problemas. Al contrario, surgirán nuevos problemas que tendrán que ser resueltos por las asambleas democráticas. Y lo bueno (o malo) de la democracia auténtica es que todos y todas pueden dar su opinión, aportar propuestas o ideas, por muy "pequeñoburguesas" o "revisionistas" que éstas sean.
Luchamos por la libertad absoluta del individuo y eso sólo se puede conseguir a través de auténticas asambleas democráticas donde todos y todas tengan voz y voto. El "problema" es que el ser humano es más raro que un perro verde, contradictorio y dialéctico. Proponer y defender una idea ante personas que no se han leído un libro marxista o anarquista en su vida (ni falta que les hace) supone trabajo, mucho trabajo. Y no puede ser de otra manera. Lo fácil no es sinónimo de sencillez, sino de simpleza. El que prefiera asambleas domesticadas, donde todos y todas digan "sí" con la cabeza a los dictados del más "anarco-comunista", tiene un serio problema, porque eso no es luchar por la libertad absoluta del individuo: eso es crear borregos con pedigrí, que te pueden citar párrafos enteros de Lenin, Kropotkin o Ludo Martens pero que saben muy poco de la libertad y de las formas de conseguirla y, sobretodo, mantenerla.
Juanjo Muñoz
Fuente:Portal OACA
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