martes, 4 de septiembre de 2012

El coste humano de una guerra contra Irán

A finales de 2002, justo antes del inicio de la campaña “conmoción y pavor” de EE.UU. contra Irak, me invitaron a unirme a una reunión de analistas de inteligencia en el U.S. Army War College en Carlisle, Pennsylvania, para participar en un ejercicio de “juegos de guerra” sobre Irak. Nos asignaron roles específicos y se nos pidió que “interpretáramos” diversos escenarios políticos y diplomáticos que podrían tener lugar después de un ataque estadounidense a Irak.
Un alto y robusto, iraquí-estadounidense que estaba presente como observador y sentado junto a mí el último día, señaló en voz baja: “Toda esta gente está hablando de temas estratégicos, políticos y militares; nadie habla de los cientos de miles de personas –de mi pueblo– que van a morir”.
Sus palabras me impresionaron por su trágica profundidad y las lágrimas que se acumulaban tras sus oscuras gafas me hicieron sentirme repentinamente avergonzada de estar allí, consciente de la total ausencia de consideración por los iraquíes. Me esforcé por encontrar algo que decir a fin de consolar al hombre, pero no tuve esa suerte.
Tantos años después ese incidente vuelve a atormentarme mientras nos acercamos al precipicio de otra guerra mortífera. ¿Permitiremos que nos cieguen de nuevo?
Mientras los dirigentes israelíes se involucran en frenéticas posturas respecto a un posible ataque militar a Irán, de nuevo tenemos eruditos, expertos y comentaristas que especulan sobre cómo se desarrollaría una ofensiva israelí. Buscan el significado de la retórica inflamatoria del ministro de Defensa Ehud Barak y del primer ministro Benjamin Netanyahu y meditan sobre el impacto de una guerra en los intereses políticos, estratégicos y económicos de Occidente.
Como en el caso de los juegos de guerra a los que asistí en el War College hace 10 años, su estrecho enfoque sobre aspectos estratégicos y tácticos de un conflicto potencialmente serio evita convenientemente el hecho de que estamos hablando de asesinatos y mutilaciones masivas de civiles iraníes, así como de muchos otros en la región. 

Ataque contra Bushehr: ‘Miles de muertos’
En un artículo sobre el tema que invita a la reflexión, la profesora Marsha B. Cohen, especialista en temas iraníes-israelíes, señala que un trabajo de 114 páginas encargado en 2009 por el Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos: “Estudio sobre un posible ataque israelí contra instalaciones de desarrollo nuclear de Irán”, dedicó solo dos páginas al tema de las pérdidas humanas previstas (p. 90-91).
El estudio dice que “cualquier ataque al reactor nuclear Bushehr causará la muerte inmediata de miles de personas que viven en la zona y miles de muertes subsiguientes por cáncer o hasta cientos de miles dependiendo de la densidad de la población a lo largo de la pluma de contaminación”, y agrega que Bahréin, Catar y los Emiratos Árabes Unidos serán fuertemente afectados por los radionúclidos”.
En otras palabras, el documento reconoce que dado que la propagación de la radiación nuclear no se detiene en fronteras nacionales, las poblaciones civiles de toda la región, incluidas las de aliados de EE.UU., se verán obligadas a sufrir las horribles consecuencias de cualquier aventura militar israelí en Irán.
El trabajo enumera la gama de sufrimiento humano y muerte por radiación según el grado de exposición, yendo de 0 a 5 Roentgen: “ningún efecto obvio, posiblemente pequeños cambios en la sangre”, hasta 5.000 Roentgen: “incapacitación casi inmediata; todos las personas expuestas morirán en el plazo de una semana”. Un mapa de la región muestra los patrones de viento prevalecientes, indicando hacia dónde es probable que se desplace la radiación.
Sin más discusión de la dimensión humanitaria, la página siguiente pasa a hablar de los diversos atributos técnicos de los sistemas de misiles israelíes e iraníes.

La empatía humana, ¿víctima de una cultura de la guerra?
¿Por qué parecen sentir tan poca compasión los responsables políticos de EE.UU. y los de las comunidades de las agencias de inteligencia y think tanks que los apoyan por las víctimas de sus decisiones políticas y militares? ¿Se han alejado tanto del sufrimiento ajeno, mientras son llevados de reunión a reunión por chóferes en sus todoterreno y limusinas?
El tema del sufrimiento humano es casi tabú entre esas elites y generalmente solo se menciona cuando la publicidad negativa en los medios, o su posibilidad, los obligan a tomar medidas.
¿Alientan los medios noticiosos dominantes una cultura de la guerra que condiciona a sus ciudadanos para que no piensen en los sufrimientos humanos de los ciudadanos en el extranjero? ¿Podría ser que nuestros medios controlados por las corporaciones no quieran que los estadounidenses se interesen por el hecho de que los cuerpos de hombres, mujeres y niños en Irán sean desgarrados por los masivos bombardeos, ataques aéreos, o que se deterioren lenta y dolorosamente por enfermedades relacionadas con la radiación que acompañarán la exposición al uranio empobrecido de las bombas “revienta-búnkeres”?
¿Cuándo aparecieron por última vez en las pantallas de televisión esas secuencias de muertos y heridos de las guerras de Irak, Afganistán o Pakistán? Incluso para los estadounidenses que buscan fuentes en los medios alternativos es probable que la transmisión en WikiLeaks del ahora famoso video “Asesinato colateral” pueda haber sido la primera –y posiblemente última– exposición a la brutalidad de esas guerras.
El programa alemán “Panorama” sobre el video “Asesinato colateral” elaboró una excelente secuencia que muestra al soldado estadounidense Ethan McCord, que llegó después de la matanza y desobedeció órdenes al ir de prisa a llevar a uno de los niños heridos para que recibiera atención médica.
El hecho de que tal programa se presente en Alemania, donde tuvo una amplia e intensa resonancia, pero no en EE.UU., dice mucho de la autocensura que ahora domina en los medios noticiosos estadounidenses cuando se trata de la muerte y destrucción causadas por las guerras de EE.UU.
Los medios noticiosos estadounidenses no fueron siempre tan reticentes a mostrar las sangrientas realidades de la guerra. Cuando la televisión de EE.UU. transmitió imágenes gráficas, a la mejor hora, de soldados estadounidenses heridos y de aldeanos aterrorizados en Vietnam, los estadounidenses reaccionaron formando un masivo movimiento contra la guerra que terminó por imponer el final del conflicto en el Sudeste Asiático.
El experto neoconservador Norman Podhoretz, enérgico partidario de la Guerra de Vietnam, así como de las guerras de Irak y Afganistán, se molestó por la retirada de EE.UU. del Sudeste Asiático y consideró que era necesario que la sociedad estadounidense superara el “Síndrome Vietnam”, es decir lo que calificó de “inhibiciones enfermizas contra el uso de fuerza militar”.
(Un importante objetivo de relaciones públicas de los gobiernos de Reagan y de Bush hijo fue curar al pueblo estadounidense de ese “Síndrome Vietnam”, un proceso que progresó durante las pequeñas guerras de los años ochenta, como la invasión de Granada, la invasión de mediano tamaño de Panamá, hasta la Guerra del Golfo Pérsico de mayor escala contra Irak. Después de la matanza de esa guerra terrestre de 100 horas, el presidente George H.W. Bush declaró: “¡Por Dios!, hemos eliminado de una vez por todas el Síndrome Vietnam”.
Desde el inicio de las guerras de EE.UU. en Afganistán e Irak después del 11-S, los medios dominantes controlados por las corporaciones han tenido un éxito notable en la tarea de mantener las realidades de la guerra lejos de las pantallas de la televisión. Los ejecutivos de los programas de noticias han cedido ante las quejas de los halcones belicosos que se quejaban de una cobertura “antipatriótica” de la guerra y han tomado duras medidas contra imágenes que podrían influenciar negativamente a la opinión pública.
Hasta hace poco, esa censura de las víctimas de la guerra incluía la prohibición transmitir imágenes de ataúdes militares que llegan a la Base Dover de la Fuerza Aérea. La ignorancia de las tristes realidades de la guerra también ha permitido glorificarla a través de programas de televisión como “Stars Earn Stripes”.
La ausencia de voces favorables a la paz en los medios dominantes también ha contribuido al aislamiento de los estadounidenses de las realidades de la guerra, al fomento de temores irracionales y a deshumanizar a las víctimas de la guerra como si fueran el anónimo “Otro”.
El valor de la compasión por el prójimo se describe a menudo como debilidad en el discurso de los medios dominantes, una actitud que debe otorgar inmensa satisfacción a Podhoretz y a otros de su calaña que denunciaron las “enfermizas inhibiciones” contra la violencia que infectaron a los estadounidenses después de la Guerra de Vietnam.
A medida que aumentan los riesgos de una participación de EE.UU. en una imprudente e insensata aventura militar israelí contra Irán, no debemos olvidar que los que propugnan tales guerras están casi siempre confortablemente situados en lugares y estilos de vida que aseguran que nunca tendrán que ver un campo de batalla, un cadáver mutilado o un niño deformado.

Elizabeth Murray sirvió como Oficial Adjunto de Inteligencia Nacional para Medio Oriente en el Consejo Nacional de Inteligencia antes de su retiro después de una carrera de 27 años en el gobierno de EE.UU., donde se especializó en análisis político y mediático de Medio Oriente. Es miembro de Profesionales Veteranos de la Inteligencia por la Cordura (VIPS, por sus siglas en inglés).



Fuente: http://consortiumnews.com/2012/08/23/the-human-cost-of-war-on-iran/

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

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