Ha resonado miles de veces ese grito del “no nos representan” en incontables actos de todo tipo y, para mí, sigue estando perfectamente vigente. Quiero, en estas líneas, personalizar el significado de esta expresión.
No me representan esos políticos encumbrados en un pedestal de lodo que toman decisiones que afectan a millones de personas con el único interés de servir a los poderosos, al partido y a sí mismos. Me da igual que no todos sean iguales, que existan unos menos malos que otros. Todos sin excepción colaboran con el orden establecido y con el modelo social que nos aboca a la inmensa mayoría a callar, agachar la cabeza y dar gracias por lo que creemos tener. Sean del signo que sean, perpetúan la condición de que para hacer política (en el sentido restringido que se le da a la expresión dentro del sistema capitalista) hay que ser del partido; sino eres un simple agitador o delincuente. Esto no es un discurso parafascista (aquello de ni de derechas ni de izquierdas, sin partidos pero bajo la bota opresora). Esto es una llamada antiautoritaria, es un grito contra los que se adueñan del control en nombre de los controlados.
Los partidos políticos con sus funcionamientos jerárquicos y sus múltiples cabecillas intermedios (en constante ascenso hacia la cúpula dirigente) son el escenario perfecto para el amiguismo, las corruptelas y las puñaladas por la espalda. Hace mucho tiempo que en el día a día de las organizaciones se antepone el quién soy y de dónde vengo a la validez del trabajo realizado. Muchísimos militantes de base podrían corroborar esto.
Todos contribuyen al mantenimiento de unas instituciones elitistas donde se toman las decisiones (gobiernos, parlamentos, comités ejecutivos, partidos, fuerzas represivas,…) siempre al margen del pueblo, sin posibilidad para nosotros.
Puedo comprender cuando la gente dice que el problema es el choriceo de los políticos y su falta de honradez. Lo comprendo pero no lo comparto plenamente, esa es tan sólo una pequeña parte del problema.
Si los políticos no se apropiaran de nuestro dinero, el sistema político, económico y social seguiría siendo exactamente el mismo: seguirían muriendo millones de personas cada año por la avaricia voraz de un sistema que engulle todo lo que necesita y vomita los restos cuando ya no le aprovechan; seguirían existiendo millones de niños trabajando como esclavos para complacer las exigencias de una parte de la población totalmente obnubilada por la sociedad de consumo y su imperiosa necesidad de poseer a cualquier precio; millones de mujeres seguirían siendo las víctimas propiciatorias de un sistema basado en la dominación del hombre sobre la mujer; se seguiría envenenando el planeta y acabando con él como si no fuera nuestro hogar (único y precioso hogar); continuaríamos viviendo en un mundo donde la propiedad privada y su acumulación servirá de justificación para el sometimiento de la inmensa mayoría por parte de una pequeña élite sustentada precisamente en esos políticos y el poder que se otorgan cuando dicen representar al pueblo sin rendir cuentas jamás.
En este contexto hay que tener claro que nunca una solución podrá ser el cambio de cromos. El sistema de representación parlamentaria a través de las urnas ha sido uno de los mayores, sino el mayor, método de desactivación política jamás ideado por el poder. A lo sumo, se puede conseguir una “dictadura socialdemócrata”, eso tan bonito del capitalismo amable (traducción: una buena parte de la gente que comparte tu territorio vive en la ilusión de estar más o menos bien pero al resto del mundo que le jodan) que espero que a estas alturas de la película ya no cuele (aunque me temo que todavía cuela y mucho).
Necesitamos pensar en un nuevo modelo social en el que todo el mundo tenga cabida mientras seguimos en la calle con la protesta. Ese modelo social implica, necesariamente, la participación de todas las partes. Y esto es lo más complicado: crear una manera de relacionarnos que se ajuste a todas las nuevas realidades y necesidades.
El esfuerzo es enorme pero la situación así lo requiere, estamos en una carrera salvaje hacia la dominación total. Ellos no van a parar, nosotros no debemos desfallecer.
Fuente: Quebrantando el silencio
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