Walter Benjamin murió en septiembre de 1940 en extrañas circunstancias en Port Bou. Detenido por los fascistas españoles, la versión oficial oscila entre el suicidio, el asesinato y la muerte natural. Nada más lejos de la realidad. La noche fatídica, moviéndome como una sombra, desnuqué a los tres policías que le vigilaban, abrí la puerta de la habitación y le encontré bañado en un charco de sangre.
Levemente iluminado por una bombilla de veinticinco vatios, aún respiraba. Antes de diñarla, me dijo: «Acratosaurio, júrame que jamás contarás que me he cortado el cuello (sin querer) al afeitarme». Juré, dio tres boqueadas, y la Marivén se lo llevó. Luego cerré sus ojos, cabeceé unas palabras en judío, le robé la cartera y huí tras desnucar nuevamente a los tres policías. Siempre he cumplido ese mandato de silencio a rajatabla. El Acratosaurio promete y garantiza.
Uno de los textos que más me han intrigado de Benjamin, es el de Carácter destructivo (1). Mira que le he dado vueltas al jodido folio de mierda en el que mi amigo sugiere tal cantidad de cosas, que solo un cachoperro con poderes paranormales, o con estudios superiores en filosofía alemana y francesa (viene a ser lo mismo), puede descubrir qué cojones quiso decir. Que si el fresco, que si el aire libre, que si el vacío…, mierda. Bueno, claro hay múltiples interpretaciones, y yo voy a dar la mía.
El carácter destructivo lo padece la persona que clama por la aniquilación del mundo, pero desde la cómoda butaca de su salón, bebiendo el aperitivo, y sabiéndose a salvo de todo riesgo. Lejos de ser inocuo, el carácter destructivo abre agujeros, crea abismos, rompe las pelotas de los que rodean, leen o escuchan al triturador de neuronas. Como le importa un bledo el tema de construir, de edificar, de levantar, no se preocupa de arrimar el hombro a algo que pueda ser susceptible de imprimir una dinámica positiva a lo que le rodea. No. Lo suyo es la maza y el cincel, solo que sin sudar. Tan solo con la palabra se las pinta el mozo para hacer fosfatina lo que cae en su aguda mirada. Críticas, críticas y más críticas, sería capaz de hundir el Titanic desde el teclado de un móvil…, King Kong moriría de pura depresión.
Aplicado a los movimientos revolucionarios, el carácter destructivo es el de ese nota, que en medio de un bombardeo neocapitalista, mientras llueve fuego a tu alrededor y estás con las tripas abiertas por la metralla, te manda un mensaje por el faceboock para decirte que llevas abierta la bragueta. El efecto es demoledor.
Carácter destructivo fallece en extrañas circunstancias, y de su cuerpo nunca más se supo. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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