viernes, 4 de marzo de 2011

Polémica por el nuevo socialismo

Extracto del libro El Socialismo del siglo XXI de Heinz Dieterich Steffan

En enero de 2001, se produjeron dos importantes reuniones internacionales: los amos del capital
ecuménico se juntaron en su exclusivo concilio anual en Davos (Suiza), conocido como el Foro
Económico Mundial (FEM); al mismo tiempo, los opositores y excluidos de la globalización
neoliberal se congregaron en el Foro de Porto Alegre, en el sur de Brasil. Se estableció un puente
telefónico entre ambos sujetos sociales, esperando que pudiera haber un diálogo fructífero entre los
residentes del mundo y los habitantes del inframundo.

El experimento de ingeniería social fracasó. En lugar del deseado dialogo entre dos actores
macrosociales, hubo sendos monólogos entre mundos irreconciliables: el universo de los cinco mil
magnates del capital transnacional y de los políticos profesionales del grupo G-7, y el universo de
los de abajo, representado por cientos de grupos, movimientos sociales y corrientes políticas de todo
el globo. Como ha sucedido a través de toda la historia, el diálogo entre el patricio y el plebeyo, el
señor feudal y el siervo, el esclavista y el esclavo, el capitalista y el trabajador, no rindió frutos. No
puede rendir frutos porque la división de la humanidad y sus sociedades en una pequeña minoría
acaudalada y una masa empobrecida, no es un problema de comprensión o compasión que puede
resolverse mediante la comunicación y la pedagogía; sino un problema de intereses y de poder.

El conflicto entre los que tienen y acumulan y aquellos que no tienen y son empobrecidos, no se
resolverá por teleconferencias y filantropismo de los ladrones globales, sino sólo por la conquista
del poder.
La tesis de Davos y las antítesis potenciales de Porto Alegre, de Seattle, del Movimiento
de los Sin Tierra (MST), del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), de la
Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), de los múltiples sujetos
sociales de resistencia y dignidad en Argentina, de las luchas campesinas del Paraguay, de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), del Ejército de Liberación Nacional
(ELN), del Movimiento Bolivariano en Venezuela y de la Revolución Cubana, no llevarán a la
síntesis de la democracia participativa por medio de la empatía y del convencimiento del “otro”,
sino por una acumulación de poder de los excluidos que logre ser superior a la de los explotadores.


La gran interrogante para los de abajo es, por lo tanto, ¿cómo acumular este poder necesario y
suficiente, para voltear el mundo sobre la cabeza? ¿Cómo convertir las mayorías en amos de la
sociedad global? La respuesta es obvia: mediante el Nuevo Proyecto Histórico (NPH) construido
por ellas. Su contenido: la democracia participativa.


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