Por Acratosaurio Rex
Menuda
marimorena. En Brasil, en Turquía, en México, en mil partes, se
levantan masas airadas. Pasados unos días, semanas o meses de represión y
de euforia, la población que lucha se repliega y vuelve huraña a sus
domicilios. Y en otro punto lejano, estallan. Y, claro, los políticos,
los trepas, esa gente de la izquierda y derecha arquista manifiesta:
«han fracasado por no tener partido dirigente, programa preclaro, luz
que guíe la acción, dirigente supremo, no tomar el Poder y bla, bla,
bla». (1).
Y,
no, es..., exactamente al revés. Cualquier revolucionario que aspire a
conquistar el Poder, está condenado al fracaso. Primero, porque el Poder
es muy costoso de conseguir y se cansa uno de matar aspirantes.
Segundo, porque si se llega a la ansiada silla de Director, el primer
acto como mandatario izquierdista, es pagar la nómina de la policía. Por
lo tanto: tomar el Poder, es el fracaso de la Revolución.
En
cambio las revoluciones que no toman el Poder, las derrotadas, son las
que triunfan. ¡Claro que sí! Las revoluciones triunfaron con la idea de
que el poder emana del pueblo, que Dios no está en todas partes, que el
pobre más pobre tiene derecho a educación, sanidad, pensión y protección
frente a la miseria, triunfaron con el feminismo, con los derechos
civiles, con el ecologismo y con el pacifismo… Triunfaron mostrando que
la gente está harta de opresión, de burocracia, de órdenes, de normas y
de disciplina. Si sacaseis de sus tumbas a los abuelos de vuestros
abuelos y les mostraseis este mundo, os preguntarían… «Hijos, aunque aún
quede mucho por hacer… ¿cuándo fue que se hizo la Revolución?».
Sí
amigos y amigas, la Revolución va cambiando el mundo, avanza,
retrocede, se adapta, pero transforma. Esos chavales que acampan y son
machacados a palos…, esos campesinos asándose con pasamontañas y machete
en pleno verano, esos bárbaros que emergen del lumpen con piedras y
gasolina, ese sindicalista balaseado mientras leía el convenio, hasta
esa cabra que huye al monte… Esos son quienes están haciendo la
revolución triunfante, la que no toma el Gobierno, la que no participa
en elecciones, la que triunfa porque convence. Esa es la revolución
temida por el Poder, porque contra ella nada pueden antidisturbios, ni
soldados, ni reunión de reptiles de la Bolsa. Viene inapelable de
millones de manos y acontecimientos históricos, una revolución que va a
suprimir la deuda, va a eliminar el sistema financiero, y que triunfará
haciéndonos pensar que hay que trabajar menos, que hay que hacerlo por
los demás, que no es necesario el dinero y que el Poder no hay que
tomarlo: el Poder hay que destruirlo.
Una
cosa es vencer para fracasar, y otra ser derrotado y triunfar. No te
alistes con los que vencen, sino con los que triunfan. Lo que es de uno
es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de
uno.
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NOTA
(1) Pasa de todo en esto de la lucha. Van los alternativos de mi vera
con frenesí, y convocan una fiesta/protesta en mi barrio, y les caen
encima los chavales desestructurados de la Casa de Acogida, los parados
habituales del Bar Adeshora, y unas cuantas de tribus de esas atraídas
por la fiesta/concierto, y se embriagan, se golpean, rompen todo lo que
encuentran, asaltan la tienda de móviles, violan al Secretario del
Comité Ejecutivo al confundirlo con Viridiana… Joder la que montaron. Es
que hay que ser un poco gil para pensar que esa banda de rufianes va a
avanzar hacia la revolución entonando canciones con flores.
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