“El resultado de las elecciones en Galicia es la prueba de que
en Galicia, y España, una gran mayoría de ciudadanos apoya las reformas
de Rajoy y las medidas políticas del gobierno” esta frase ha sido
utilizada por numerosos políticos (o así se hacen llamar) como un
gancho mediático al que poder aferrarse para, una vez más, aprovechar
cualquier coyuntura con tal de mantenerse en el podio político, ese
lugar dorado, soñado por la clase política hasta el punto de legitimar
la práctica del todo-vale para acceder a él. Los ojos miopes,
parciales, subjetivos, narcisistas, faltos de auto-crítica y de
cualquier tipo de ética de los políticos de nuestro país acechan los
acontecimientos de la vida social (determinada por sus medidas, sus
reformas, contra-reformas, cálculos presupuestarios y otras medidas del
todo irracionales) para atraparlos, darles la vuelta y lanzarlos,
manipulados ya, de nuevo al escenario mediático con el único fin de
justificar la práctica de su anti-política. La victoria en Galicia del
pp y de un líder más sobre el que recaen sospechas de conductas poco
éticas, política y socialmente hablando, está siendo utilizada como
altavoz para mantener el griterío anestésico del pp y justificar su
perpetuidad.
La victoria en Galicia, por si no lo sabían, es la prueba inequívoca de que tragamos con deleite los amargos despropósitos que hay tras las medidas de locura (y la ausencia de ellas, también) que el gobierno está aplicando, a su capricho y al son marcado por la banca a la que pertenecen, o con la que están relacionados un alto porcentaje de los llamados políticos. Una mirada sesgada e interesada, manipuladora que, sin embargo, no coincide con la que han utilizado, los mismos políticos, respecto a otros acontecimientos importantísimos: las numerosas y reiteradas huelgas, de diferentes y múltiple sectores, no han sido interpretadas como muestra de nada que no sea un clima de cierta tensión, la protesta absurda de un número de personas, no significativo (según ellos), contra las que es preciso, razonable, proporcionado y justificable el cargar policialmente y el reprimir. Curiosas gafas las que se ponen sobre la nariz los que se regodean en la denominación de políticos.
La manifestación que pretendía levantar su voz para que el congreso escuchase sus consignas (en las que muchísimos ciudadanos nos veíamos representados) no fue interpretada como la victoria en Galicia de los neofascistas. No. Eso habría sido un acto propio de una clase política de cierta altura. En su lugar, se apresuraron a aferrarse al verbo “rodear” (en una acepción agresiva y delictiva que se inventaron para poder emprender una acción legal, de la que luego tuvieron que retractarse, aunque, eso sí, el daño estaba hecho, que es lo que les interesa), refunfuñando y advirtiéndonos que los insurrectos lo que deseaban era, más o menos, invadir con tanques y mísiles el congreso y atentar contra sus señorías. Así interpretan la realidad estos políticos, los del gobierno, y los de la oposición, que no se libran. Todos ellos tienen en común la falta de clase ideológica, social y política. Todos ellos pretenden lo mismo: Rajoy y su séquito de mujeres-peperas barbi-bulldozer y de encausados-peperos mafiosos; Rubalcaba y los socialistas, incapaces del menor gesto de autocrítica. Los peperos, encabezados por Rajoy, el tratante de rescate, rey del eufemismo y las tijeras, se escudan, para seguir eutanasiándonos, con que Europa nos mira mejor ahora que aceptamos, día a día, que la soga nos vaya apretando un poco más; con que Galicia encumbra a un político marrullero porque encumbra el espíritu del gobierno (sin ni siquiera contemplar la hipótesis de que, quizás, el voto pepero gallego se ha producido por la huida de caer en el voto socialista, el voto del profundo desencanto). Rubalcaba se escuda en la votación consensuada del congreso que le eligió, parece ser que con cargo vitalicio, haga lo que haga, o, mejor dicho, no haga lo que no haga y en “el escaso tiempo” que se le ha permitido antes de enjuiciarle y derrocarle, 8 meses, tiempo que, en esta ocasión, le parece insuficiente para que se le intente forzar a soltar el báculo del poder, el asidero putrefacto al que se acogen, unos y otros, con tal de no volver a la vida “no política” y perderse la oportunidad de sueldos vitalicios, viajes, jugadas económicas, pagos de favores políticos o una plaza en el consejo económico de una multinacional, a la que sus medidas alguna vez han favorecido, o la imposición de un perfil de ”experto conferenciante”, como sucedió con uno de los ejemplares más flagrantes del inútil e ineficaz político, el señor Aznar. Todos ellos utilizando la política no como arte o práctica social sino como coartada.
Blasco, Camps, Fabra, Zaplana y así hasta 730 políticos encausados por corrupción, aplicados practicantes de la política como coartada. Un gobierno que recorta los programas sociales en detrimento de la mayoría de la población, pero que incrementa los gastos militares, consintiendo, de manera velada, que lleguen en el próximo año a 16 492 millones de euros y no de 5.937 millones, como los políticos que no quieren abandonar el podio del poder afirman. El monto real será casi el triple si se toman en cuenta “los gastos consolidados de ese organismo y de otros autónomos, además de la mutua y de las clases pasivas militares, las contribuciones a organismos bélicos internacionales, del cuerpo militar de la Guardia Civil y de los créditos I+D militar del Ministerio de Industria”. Lo dice un informe elaborado por el Centro de Estudio para la Paz J. M. Delás, al que precedió el informe titulado El gasto militar y la burbuja de las armas en España . La política como coartada, como escondite, como máscara, estrategia que se impone más allá de España, más allá de Europa, común denominador de unos políticos amateurs, aficionados, sin formación ni ética, sin otra intención que extraer beneficio de lo social, del individuo como grupo o, lo que es una variante de lo mismo, premiar a “los amigos”, otra forma de utilizar la política como coartada y tapadera de favores (recordemos el premio Nobel de la Paz a la UE, entidad que, en lugar de contribuir a la paz y los derechos humanos, ha gastado, que se conozca, más de 407 millones de dólares en concepto de gasto militar en el pasado 2011)
Política practicada por carroñeros que han estudiado cuatro cursos de dicción, un cuatrimestre de oratoria y muchos meses de estrategias para manipular y utilizar la política como taburete sobre el que elevarse para conseguir el lucro a costa de los ciudadanos (o lo que, por su ambición, queda de ellos)
Pura María García http://lamoscaroja.wordpress.com/ Imagen tomada de EL DESVÁN DE LOS SUEÑOS
La victoria en Galicia, por si no lo sabían, es la prueba inequívoca de que tragamos con deleite los amargos despropósitos que hay tras las medidas de locura (y la ausencia de ellas, también) que el gobierno está aplicando, a su capricho y al son marcado por la banca a la que pertenecen, o con la que están relacionados un alto porcentaje de los llamados políticos. Una mirada sesgada e interesada, manipuladora que, sin embargo, no coincide con la que han utilizado, los mismos políticos, respecto a otros acontecimientos importantísimos: las numerosas y reiteradas huelgas, de diferentes y múltiple sectores, no han sido interpretadas como muestra de nada que no sea un clima de cierta tensión, la protesta absurda de un número de personas, no significativo (según ellos), contra las que es preciso, razonable, proporcionado y justificable el cargar policialmente y el reprimir. Curiosas gafas las que se ponen sobre la nariz los que se regodean en la denominación de políticos.
La manifestación que pretendía levantar su voz para que el congreso escuchase sus consignas (en las que muchísimos ciudadanos nos veíamos representados) no fue interpretada como la victoria en Galicia de los neofascistas. No. Eso habría sido un acto propio de una clase política de cierta altura. En su lugar, se apresuraron a aferrarse al verbo “rodear” (en una acepción agresiva y delictiva que se inventaron para poder emprender una acción legal, de la que luego tuvieron que retractarse, aunque, eso sí, el daño estaba hecho, que es lo que les interesa), refunfuñando y advirtiéndonos que los insurrectos lo que deseaban era, más o menos, invadir con tanques y mísiles el congreso y atentar contra sus señorías. Así interpretan la realidad estos políticos, los del gobierno, y los de la oposición, que no se libran. Todos ellos tienen en común la falta de clase ideológica, social y política. Todos ellos pretenden lo mismo: Rajoy y su séquito de mujeres-peperas barbi-bulldozer y de encausados-peperos mafiosos; Rubalcaba y los socialistas, incapaces del menor gesto de autocrítica. Los peperos, encabezados por Rajoy, el tratante de rescate, rey del eufemismo y las tijeras, se escudan, para seguir eutanasiándonos, con que Europa nos mira mejor ahora que aceptamos, día a día, que la soga nos vaya apretando un poco más; con que Galicia encumbra a un político marrullero porque encumbra el espíritu del gobierno (sin ni siquiera contemplar la hipótesis de que, quizás, el voto pepero gallego se ha producido por la huida de caer en el voto socialista, el voto del profundo desencanto). Rubalcaba se escuda en la votación consensuada del congreso que le eligió, parece ser que con cargo vitalicio, haga lo que haga, o, mejor dicho, no haga lo que no haga y en “el escaso tiempo” que se le ha permitido antes de enjuiciarle y derrocarle, 8 meses, tiempo que, en esta ocasión, le parece insuficiente para que se le intente forzar a soltar el báculo del poder, el asidero putrefacto al que se acogen, unos y otros, con tal de no volver a la vida “no política” y perderse la oportunidad de sueldos vitalicios, viajes, jugadas económicas, pagos de favores políticos o una plaza en el consejo económico de una multinacional, a la que sus medidas alguna vez han favorecido, o la imposición de un perfil de ”experto conferenciante”, como sucedió con uno de los ejemplares más flagrantes del inútil e ineficaz político, el señor Aznar. Todos ellos utilizando la política no como arte o práctica social sino como coartada.
Blasco, Camps, Fabra, Zaplana y así hasta 730 políticos encausados por corrupción, aplicados practicantes de la política como coartada. Un gobierno que recorta los programas sociales en detrimento de la mayoría de la población, pero que incrementa los gastos militares, consintiendo, de manera velada, que lleguen en el próximo año a 16 492 millones de euros y no de 5.937 millones, como los políticos que no quieren abandonar el podio del poder afirman. El monto real será casi el triple si se toman en cuenta “los gastos consolidados de ese organismo y de otros autónomos, además de la mutua y de las clases pasivas militares, las contribuciones a organismos bélicos internacionales, del cuerpo militar de la Guardia Civil y de los créditos I+D militar del Ministerio de Industria”. Lo dice un informe elaborado por el Centro de Estudio para la Paz J. M. Delás, al que precedió el informe titulado El gasto militar y la burbuja de las armas en España . La política como coartada, como escondite, como máscara, estrategia que se impone más allá de España, más allá de Europa, común denominador de unos políticos amateurs, aficionados, sin formación ni ética, sin otra intención que extraer beneficio de lo social, del individuo como grupo o, lo que es una variante de lo mismo, premiar a “los amigos”, otra forma de utilizar la política como coartada y tapadera de favores (recordemos el premio Nobel de la Paz a la UE, entidad que, en lugar de contribuir a la paz y los derechos humanos, ha gastado, que se conozca, más de 407 millones de dólares en concepto de gasto militar en el pasado 2011)
Política practicada por carroñeros que han estudiado cuatro cursos de dicción, un cuatrimestre de oratoria y muchos meses de estrategias para manipular y utilizar la política como taburete sobre el que elevarse para conseguir el lucro a costa de los ciudadanos (o lo que, por su ambición, queda de ellos)
Pura María García http://lamoscaroja.wordpress.com/ Imagen tomada de EL DESVÁN DE LOS SUEÑOS
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