Ya lo dice la canción, The show must go on. Y es que esta
vida es puro humo, puro espectáculo. No puede ser de otra forma, es
imprescindible que sea así para poder mantener el desolador modo de vida
de la sociedad actual.
Desde hace tiempo, la supuesta abundancia y la elección sin fin que el sistema capitalista finge proporcionar, suponen el telón de fondo global para esta mascarada. Andamos tan ocupados deseando lo que no necesitamos y consumiendo lo que no tenemos que no llegamos a darnos cuenta de nada más allá de la inmediata satisfacción de unos apetitos artificiales creados y alentados para reforzar nuestro papel en la trama.
La sociedad de consumo nos ha consumido, ha conseguido trasformarnos en pequeñas máquinas diseñadas para cumplir con nuestro cometido y mantener la eterna función del espectáculo capitalista. Junto a los medios de desinformación masiva y al sistema educativo, nos han conducido por una senda donde lo humano, la esencia de aquello que nos convierte en seres capaces de crear y construir su historia, ha quedado relegado en favor de un triste materialismo que nos obliga a malvivir y dejar a nuestro paso un rastro de destrucción prácticamente irreparable.
Por supuesto, es sólo lo que podríamos llamar el decorado principal de la función. Sin embargo, en función de las peculiaridad de cada zona geográfica, de cada modelo cultural… tenemos muchos otros pequeños decorados que se encargan de animar y renovar espectáculo global. Esto es necesario porque, evidentemente, siempre hay gente que no acaba de integrarse del todo en el modelo y tiene ciertas inquietudes y necesidades acerca de cómo deberíamos vivir. Es innegable que mucha gente se cuestiona aspectos concretos del modelo y siente la necesidad de cambiar el funcionamiento de muchas cosas.
Pero el sistema, también lo tiene todo pensado para ellos, y les ofrece sus propios modelos (o roles) alternativos: culpables, salvadores, independientes, modelos de evasión al fin y al cabo… tiene todos los papeles de la obra repartidos y dispuestos a actuar para que todo continúe según el plan preestablecido.
Así observando en mi entorno inmediato, en los últimos tiempos he visto la irrupción de diferentes tramas dentro de la pantomima capitalista. Por supuesto, que todas estas cuestiones tienen su importancia y hay que saber valorarlas en su justa medida para combatirlas/apoyarlas pero también para no desgastar las energías con ellas más allá de lo que cada uno considere necesario.
Haciendo un pequeño repaso por las tramas que nos ofrecen podemos observar la diversidad de opciones: renovación de la monarquía, independencia de Catalunya, corrupción generalizada, ébola, tarjetas opacas, irrupción de nuevos partidos o plataformas políticas, aparición y desaparición de leyes, justicia a la carta y un largo etcétera de situaciones que los medios se encargan convenientemente de mantener en primer plano o no en función de sus intereses. Y así pasamos el rato participando o simplemente contemplando este espectáculo del que queramos o no formamos parte en mayor o menor medida porque si hay algo en lo que destacan los guionistas de esta farsa es en conseguir no mantener indiferente a nadie. Eso y en fijar la atención de todos lejos de las cuestiones que, en parte o en su totalidad, subyacen en todo este embrollo.
Al fin y al cabo, todo esto sirve para diluir los esfuerzos de la gente que intenta construir nuevas experiencias y aprender, sirve para mantener nuestra atención lejos de los millones de vidas que cada año el capitalismo sacrifica en el altar del beneficio económico, para negar la evidencia del final de este modelo de producción basado en la explotación natural, para que no alcancemos a ver que cada gesto que creemos hacer libremente está condicionado y modelado por el sistema y que en muchas ocasiones tiene consecuencias terribles sobre nosotros mismos y el resto del planeta, para no comprender que vivimos bajo la esclavitud encubierta del salario que nos hace estar sujetos a sus normas de una manera increíble. En definitiva, el espectáculo está ahí para que no nos veamos obligados a reconocernos a nosotros mismos, a aceptar el fraude en que se ha convertido la vida bajo estas condiciones, a no vernos forzados a aceptar la lejanía de esa libertad que decimos poseer.
Nadie es ajeno a esto, cada cual debe hacer sus reflexiones y sacar sus conclusiones. Pero es necesario no dejarse deslumbrar ni guiar por los focos. El potencial de cambio está ahí, latente pero no debemos esperar al iluminado que nos indique la dirección a seguir. Recordad que las luces siempre forman parte del espectáculo y, como ya sabemos, el espectáculo debe continuar.
Desde hace tiempo, la supuesta abundancia y la elección sin fin que el sistema capitalista finge proporcionar, suponen el telón de fondo global para esta mascarada. Andamos tan ocupados deseando lo que no necesitamos y consumiendo lo que no tenemos que no llegamos a darnos cuenta de nada más allá de la inmediata satisfacción de unos apetitos artificiales creados y alentados para reforzar nuestro papel en la trama.
La sociedad de consumo nos ha consumido, ha conseguido trasformarnos en pequeñas máquinas diseñadas para cumplir con nuestro cometido y mantener la eterna función del espectáculo capitalista. Junto a los medios de desinformación masiva y al sistema educativo, nos han conducido por una senda donde lo humano, la esencia de aquello que nos convierte en seres capaces de crear y construir su historia, ha quedado relegado en favor de un triste materialismo que nos obliga a malvivir y dejar a nuestro paso un rastro de destrucción prácticamente irreparable.
Por supuesto, es sólo lo que podríamos llamar el decorado principal de la función. Sin embargo, en función de las peculiaridad de cada zona geográfica, de cada modelo cultural… tenemos muchos otros pequeños decorados que se encargan de animar y renovar espectáculo global. Esto es necesario porque, evidentemente, siempre hay gente que no acaba de integrarse del todo en el modelo y tiene ciertas inquietudes y necesidades acerca de cómo deberíamos vivir. Es innegable que mucha gente se cuestiona aspectos concretos del modelo y siente la necesidad de cambiar el funcionamiento de muchas cosas.
Pero el sistema, también lo tiene todo pensado para ellos, y les ofrece sus propios modelos (o roles) alternativos: culpables, salvadores, independientes, modelos de evasión al fin y al cabo… tiene todos los papeles de la obra repartidos y dispuestos a actuar para que todo continúe según el plan preestablecido.
Así observando en mi entorno inmediato, en los últimos tiempos he visto la irrupción de diferentes tramas dentro de la pantomima capitalista. Por supuesto, que todas estas cuestiones tienen su importancia y hay que saber valorarlas en su justa medida para combatirlas/apoyarlas pero también para no desgastar las energías con ellas más allá de lo que cada uno considere necesario.
Haciendo un pequeño repaso por las tramas que nos ofrecen podemos observar la diversidad de opciones: renovación de la monarquía, independencia de Catalunya, corrupción generalizada, ébola, tarjetas opacas, irrupción de nuevos partidos o plataformas políticas, aparición y desaparición de leyes, justicia a la carta y un largo etcétera de situaciones que los medios se encargan convenientemente de mantener en primer plano o no en función de sus intereses. Y así pasamos el rato participando o simplemente contemplando este espectáculo del que queramos o no formamos parte en mayor o menor medida porque si hay algo en lo que destacan los guionistas de esta farsa es en conseguir no mantener indiferente a nadie. Eso y en fijar la atención de todos lejos de las cuestiones que, en parte o en su totalidad, subyacen en todo este embrollo.
Al fin y al cabo, todo esto sirve para diluir los esfuerzos de la gente que intenta construir nuevas experiencias y aprender, sirve para mantener nuestra atención lejos de los millones de vidas que cada año el capitalismo sacrifica en el altar del beneficio económico, para negar la evidencia del final de este modelo de producción basado en la explotación natural, para que no alcancemos a ver que cada gesto que creemos hacer libremente está condicionado y modelado por el sistema y que en muchas ocasiones tiene consecuencias terribles sobre nosotros mismos y el resto del planeta, para no comprender que vivimos bajo la esclavitud encubierta del salario que nos hace estar sujetos a sus normas de una manera increíble. En definitiva, el espectáculo está ahí para que no nos veamos obligados a reconocernos a nosotros mismos, a aceptar el fraude en que se ha convertido la vida bajo estas condiciones, a no vernos forzados a aceptar la lejanía de esa libertad que decimos poseer.
Nadie es ajeno a esto, cada cual debe hacer sus reflexiones y sacar sus conclusiones. Pero es necesario no dejarse deslumbrar ni guiar por los focos. El potencial de cambio está ahí, latente pero no debemos esperar al iluminado que nos indique la dirección a seguir. Recordad que las luces siempre forman parte del espectáculo y, como ya sabemos, el espectáculo debe continuar.
que paso koan.. porque ya no publicas.. os diste cuenta que no todo lo que publicais no va con tu forma de ser ? o ya habras dao tu brazo a torcer,,,
ResponderEliminarHola amigo anónimo...
EliminarJejeje, pues no, no he dado mi brazo a torcer. Y por el contrario, todo lo que publico esta por alguna razón afin a mi. Es solo que entre en una etapa de autoevaluación de mi coherencia.
Cualquier día de estos retomo...
Saludos y te deseo lo mejor.