martes, 10 de junio de 2014

¿FIN?

Ustedes han arrojado el peor temor/que jamás se pueda lanzar:/temor de traer hijos/al mundo./Por amenazar a mi bebé/aun sin nacer y sin nombrar/ustedes no valen la sangre/que corre por sus venas.
Maestros de guerra, de Bob Dylan, es una condena a quienes lanzan y lucran con las guerras, pero es precisa para los que ahora encabezan la guerra contra la vida del planeta.
El cambio climático no es noticia –no lo ha sido desde hace más de 25 años–, pero ahora el consenso científico es que estamos atestiguando, literalmente, el principio del fin del mundo, resultado, afirman, de la actividad humana. Pero eso implica que la gran mayoría de humanos participa en la catástrofe anunciada. ¿Cuándo nos preguntaron si deseábamos el fin del mundo?
Las noticias sobre la ecología mundial son casi inaguantables. Se derriten los polos, se eleva el nivel del mar, las aguas de los océanos son 30 por ciento más ácidas que hace 40 años, se registran los años más calurosos, desaparecen más especies, sequías cada vez más extremas, inundaciones, huracanes más feroces, etc.
En Estados Unidos el cambio climático, antes considerado un tema para un futuro distante, se ha trasladado firmemente al presente, está detonando impactos amplios en cada región de nuestro país y por toda nuestra economía y estos cambios están asociados con el cambio climático inducido por humanos, sentencia la reciente Evaluación Nacional de Clima, elaborada por más de 300 expertos y considerada el informe más importante sobre el tema en este país. El resumen del informe.
El Panel Intergubernamental sobre Cambio climático de la Organización de Naciones Unidas afirmó en su reciente tercer informe que la trayectoria actual de emisiones de gases de efecto invernadero anuales y cumulativas globales es inconsistente con las metas ampliamente discutidas de limitar el calentamiento global de 1.5 a 2 centígrados arriba del nivel preindustrial. Para lograr la meta, se requiere reducir las emisiones de gas de invernadero por más de una mitad para el año 2050 y mucho más después de eso. Pero tal vez lo más notable es la conclusión de que lograr la estabilidad climática necesaria no implica un costo enorme, sino sólo reducir el crecimiento anual de consumo en este siglo por sólo 0.06 por ciento ante la tasa base de entre 1.6 por ciento y 3 por ciento por año. El informe.
Ante esto, en una movida proclamada como histórica y audaz, el gobierno de Obama acaba de proponer una reducción de 30 por ciento en emisiones de dióxido de carbono por las plantas de energía estadunidenses para 2030 (comparado con su nivel en 2005). La movida fue elogiada por muchos como un gran paso adelante, mientras conservadores y algunos sectores empresariales (sobre todo el del carbono) lo denunciaron como una medida que causará grave daño económico y un abuso del poder gubernamental sobre el libre mercado. Vale recordar que un amplio sector conservador del Partido Republicano aún no acepta el consenso científico mundial, o sea, rechaza que exista un fenómeno de cambio climático.
Pero aunque parece un gran avance, resulta que la propuesta está muy por debajo de lograr lo que la comunidad científica identifica como necesario, y por debajo de lo prometido por Obama en las recientes cumbres mundiales sobre medio ambiente.
No sólo eso, sino que justo, antes de anunciar la iniciativa para reducir las emisiones contaminantes de plantas generadoras, la misma Casa Blanca emitió un informe en el que celebraba la ampliación de la producción de gas y petróleo en el gobierno de Obama.
La esquizofrenia oficial fue capturada perfectamente por el columnista Dana Milbank, del Washington Post, hace un mes, cuando reportó que un día antes de que el gobierno de Obama emitió la Evaluación Nacional del Clima sobre las graves consecuencias del cambio climático, el asesor presidencial John Podesta se presentó en una reunión de la Casa Blanca en la cual festejó que Estados Unidos es el productor más grande de gas natural en el mundo y el productor más grande de gas y petróleo en el mundo.
No es la actividad humana, sino la cúpula económica y política la responsable de llevar al mundo, con sus decisiones, al precipicio. No será ella la que rescatará al planeta.
Bill McKibben, quien se ha convertido en la figura más reconocida en Estados Unidos en la lucha ambiental, escribió en Rolling Stone que la industria de combustible fósil tiene en sus reservas cinco veces el monto de carbono que llevaría a destrozar el planeta. Afirma que la tarea del movimiento sobre el cambio climático es buscar la manera de obligar al sector empresarial energético –tal vez el más rico y poderoso del mundo– y a los gobiernos de países petroleros a abandonar 80 por ciento del carbono que tienen en sus reservas. Alerta que por las tendencias actuales, la industria quemará todo lo que tiene, mientras los gobiernos parecen resignarse a hacer lo mínimo sólo reduciendo el ritmo de la catástrofe. “Un movimiento ruidoso –uno que dé permiso a nuestros ‘líderes’ de verdaderamente ser líderes, y que lideren– es la única esperanza de dar vuelta a esa profecía”.
Noam Chomsky declaró en PEN America el mes pasado: por primera vez en la historia, los humanos están al borde de destruir las perspectivas de una existencia decente, y gran parte de la vida. Agregó que en el cálculo moral del capitalismo estatal actual, las ganancias y bonos del próximo trimestre pesan mucho más que la preocupación por el bienestar de nuestros nietos, y, ya que estas son enfermedades institucionales, no serán fáciles de superar. Si bien mucho permanece incierto, podemos asegurar, con suficiente confianza, que las generaciones futuras no perdonarán nuestro silencio y apatía.

Fuente:La Jornada

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