México es centro de
origen del maíz. Su historia y su cultura han estado desde siempre
ligadas a él. Se le ha considerado incluso como elemento fundamental de
la civilización mesoamericana, pues se sabe que desde el centro de
nuestra patria, y hasta Centroamérica, surgió, se domesticó y se
distribuyó en todo el mundo. Por más de 500 años ha sostenido además la
resistencia de los pueblos indígenas y campesinos que día a día luchan
contra las imposiciones de un sistema basado en la pura lógica del
capital. Es decir, modelos agroindustriales que nada tienen que ver con
nuestras comunidades de maíz.
Aun con la colonización, no se logró borrar la identidad de nuestros
pueblos, arraigada al alimento de nuestros ancestros. Hoy, 29 de
septiembre, las diversas organizaciones que conforman la campaña Sin
Maíz No Hay País celebran al maíz de los pueblos mesoamericanos. Con
ello se hace explícita la necesidad de una amplía protección de nuestro
maíz, y se erige esta fecha para la defensa de nuestras milpas, nuestro
campo y nuestros maíces. Los mismos que usaron los dioses mesoamericanos
para formar a los hombres y mujeres de estas fértiles tierras.Este 2012 el Día Nacional del Maíz tiene un tono de exigencia y de total desacuerdo con las políticas implementadas por el actual gobierno federal, pues se han otorgado permisos, tanto en fase experimental, como en la fase piloto, previa a la fase comercial, para la siembra de maíz transgénico. El gobierno ha sido omiso en su obligación de proteger el derecho de los pueblos a una alimentación adecuada e inocua, ya que el uso de semillas de maíz de transgénico provoca daños irreversibles al medio ambiente y a la integridad física de todas y todos los mexicanos.
Recientemente, en efecto, se publicó un estudio realizado en la Universidad de Caen, Francia, encabezado por el científico Gilles-Éric Séralini, en el que se demostró que el uso de maíz transgénico en la alimentación de organismos vivos es nocivo para la vida. Lo cual fue puesto en evidencia gracias a un experimento realizado con ratas, que después de dos años de ser alimentadas con maíz modificado genéticamente, presentaron tumores irreversibles y murieron. Ello provocó críticas a favor y en contra. La comunidad científica internacional ha pedido que el estudio se repita, lo que implicaría invertir dos años más para su comprobación, pues los críticos de Séralini observan errores en la metodología implementada.
Mientras esto sucede, en México no podemos dejar de mencionar la irresponsabilidad del gobierno al seguir otorgando permisos para la siembra de maíz transgénico, pues mientras no demuestre que no provoca daños a la salud, debe detener y suspender cualquier permiso otorgado. No debe darse la libertad de proceder bajo una racionalidad mercantilista en la alimentación, ni actuar con base en los intereses de grandes corporaciones internacionales que poco a poco buscan dominar la producción de granos en el mundo.
En este escenario el gobierno ha también privilegiado la importación de granos. En lo que va de este año, y haciendo a un lado la producción del campo nacional, se ingresaron a nuestro país 13 millones de toneladas de maíz. Las y los campesinos ven entonces cómo sus cosechas se quedan embodegadas, debido a que no pueden competir ante los grandes capitales agroindustriales. El Gobierno se olvida que el punto clave para lograr la seguridad alimentaria es garantizar que la producción de maíz esté unida al respeto de los pueblos, e incentivar que el campo mexicano produzca los alimentos y el maíz que México necesita. De no ser así, y continuar con la tendencia de liberalizar la siembra de maíces transgénicos, se verán violentados los territorios y pueblos que de manera ancestral han conservado al maíz en el seno de sus culturas, y se violentará también el derecho de todas personas a una alimentación sana y adecuada.
Las más de 300 organizaciones que conforman la campaña Sin Maíz No Hay País buscan en este Día Nacional del Maíz pronunciarse en contra de los transgénicos, en contra del olvido del campo y en contra de la colonización y explotación de la naturaleza. Manifiestan además su respaldo para difundir e implementar modelos agroecológicos basados en el respeto a la tierra, la soberanía alimentaria y el ejercicio de nuestro derecho a la alimentación, plasmado en la Constitución.
El maíz libre de transgénicos es el
manáque nos llega desde los orígenes de América. Es identidad para millones de personas que día a día nos alimentamos de él y nos reconocemos como una gran comunidad, cuando compartimos el tamal y la tortilla. No necesitamos maíz transgénico que dañe nuestra salud, perjudique nuestra tierra, y lance al olvido nuestras tradiciones de conservación y cuidado de la milpa, pequeño ecosistema sustentable y suficiente para la producción de alimentos en México. Es de suma importancia que el Estado cumpla con sus obligaciones de respeto, promoción, protección y garantía del derecho a la alimentación de todas las personas que habitan o transitan por nuestro país.
Fuente:La Jornada
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