Por Acratosaurio Rex
Ahora llega una paloma mensajera de mis agentes en Madrid. Me advierten que hay una convocatoria fascista para el 25 de Septiembre en torno al Congreso de los Diputados, y que no debo acudir a ella bajo ningún concepto. Portentoso mensaje, y yo poniéndome hielo en los testículos inflamados por las porras de la UIP. Hay gente que se admira de que continúe mi camino, inasequible al desaliento, ante tamaña ineptitud. Por tanto, ¿qué ha de hacer un militante si quiere ser tan resistente como el Acratosaurio? Así no más y en pleno desorden de ideas digo:
Primero: huye como de la peste de conflictos internos. Es posible que no puedas acabar con una purga infinita, pero sí puedes evitar hacerla más grande con tu colaboración.
Segundo: las ideas, la militancia, tienen que estar a tu servicio. No al contrario. Militar requiere mucha energía y sacrificio. Así que procura que esa energía te conduzca hacia donde quieres llegar.
Tercero: No pidas peras al olmo, no desees que los demás actúen como a ti te gustaría. Si propones algo y alguien quiere secundarlo, bien. Si nadie lo secunda, bien. No gastes tiempo en reproches. Si te quedas solo y no ves de seguir, a otra cosa mariposa.
Cuarto: Si a alguien no le gusta lo que haces, o piensa que deberías de hacer algo glorioso, que lo lleve a cabo ese cabrón. Es decir, no secundes lo que no te parezca oportuno, así lo haya decidido Durruti.
Quinto: La crítica debe de ser la justa para permitir la reflexión común, y ha de durar unos cinco minutos. Más no. Preferible que sea una crítica general y abstracta para que no recaiga sobre nadie concreto. O sea: que te juntas y te separas de quien te dé la gana.
Sexto: Procura no encabronar actividades ajenas con pendejadas. No vayas donde no te quieran. No es tu problema lo que hagan otros militantes. Tu problema es lo que haces tú. Tus incongruencias tú te las conoces y no necesitas que nadie te las venga a criticar. Si te ponen a caldo, agua de lluvia.
Séptimo: Que no te calienten la cabeza con chorradas. Si el cuento va de organizaciones poderosísimas y misteriosas, y comienza con un “el gobierno no quiere que los ciudadanos sepan…”, echa a correr.
Octavo: desarrolla tu militancia, preferiblemente en tu entorno inmediato. Es absurdo plantar tus miras en cosas muy lejanas, si no eres capaz de cambiar la goma del butano.
Noveno: organízate, únete a tus iguales, toma decisiones colectivas, y una vez adquieras un compromiso concreto, ocupa tu puesto y cumple a muerte lo que haya surgido de tu propia voluntad. No esperes que te aplaudan por ello, porque como esperes elogios vas dao.
Décimo: sigue estos sencillos consejos, ¡y que vivas mil años en la infantería de las luchas sociales! Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
Ahora llega una paloma mensajera de mis agentes en Madrid. Me advierten que hay una convocatoria fascista para el 25 de Septiembre en torno al Congreso de los Diputados, y que no debo acudir a ella bajo ningún concepto. Portentoso mensaje, y yo poniéndome hielo en los testículos inflamados por las porras de la UIP. Hay gente que se admira de que continúe mi camino, inasequible al desaliento, ante tamaña ineptitud. Por tanto, ¿qué ha de hacer un militante si quiere ser tan resistente como el Acratosaurio? Así no más y en pleno desorden de ideas digo:
Primero: huye como de la peste de conflictos internos. Es posible que no puedas acabar con una purga infinita, pero sí puedes evitar hacerla más grande con tu colaboración.
Segundo: las ideas, la militancia, tienen que estar a tu servicio. No al contrario. Militar requiere mucha energía y sacrificio. Así que procura que esa energía te conduzca hacia donde quieres llegar.
Tercero: No pidas peras al olmo, no desees que los demás actúen como a ti te gustaría. Si propones algo y alguien quiere secundarlo, bien. Si nadie lo secunda, bien. No gastes tiempo en reproches. Si te quedas solo y no ves de seguir, a otra cosa mariposa.
Cuarto: Si a alguien no le gusta lo que haces, o piensa que deberías de hacer algo glorioso, que lo lleve a cabo ese cabrón. Es decir, no secundes lo que no te parezca oportuno, así lo haya decidido Durruti.
Quinto: La crítica debe de ser la justa para permitir la reflexión común, y ha de durar unos cinco minutos. Más no. Preferible que sea una crítica general y abstracta para que no recaiga sobre nadie concreto. O sea: que te juntas y te separas de quien te dé la gana.
Sexto: Procura no encabronar actividades ajenas con pendejadas. No vayas donde no te quieran. No es tu problema lo que hagan otros militantes. Tu problema es lo que haces tú. Tus incongruencias tú te las conoces y no necesitas que nadie te las venga a criticar. Si te ponen a caldo, agua de lluvia.
Séptimo: Que no te calienten la cabeza con chorradas. Si el cuento va de organizaciones poderosísimas y misteriosas, y comienza con un “el gobierno no quiere que los ciudadanos sepan…”, echa a correr.
Octavo: desarrolla tu militancia, preferiblemente en tu entorno inmediato. Es absurdo plantar tus miras en cosas muy lejanas, si no eres capaz de cambiar la goma del butano.
Noveno: organízate, únete a tus iguales, toma decisiones colectivas, y una vez adquieras un compromiso concreto, ocupa tu puesto y cumple a muerte lo que haya surgido de tu propia voluntad. No esperes que te aplaudan por ello, porque como esperes elogios vas dao.
Décimo: sigue estos sencillos consejos, ¡y que vivas mil años en la infantería de las luchas sociales! Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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