martes, 21 de febrero de 2012

Sociedad secuestrada y Síndrome de Estocolmo

Por Acratosaurio Rex

Vaya la tunda (1) que le están dando los antidisturbios a los guajes
valencianos, que piden educación sin corrupción. La foto de una niña de catorce años tironeada y vapuleada, ha dado la vuelta al mundillo.

Resulta que el Código Penal Español castiga con penas duras las
lesiones, agresiones y violencias que se efectúen sobre menores, y
sobre mujeres, con el agravante de pertenecer los agresores a un grupo organizado, movido por intereses económicos (la nómina), con armas, y en presencia de más menores traumatizados. Y más agravante al ser cometidos  por funcionarios públicos esos delitos contra la libertad, de torturas y contra la integridad moral e indemnidad física y síquica, el derecho a la propia imagen y el honor y menoscabo sicológico y violencia habitual de género y exhibición obscena en presencia de menores… Caramba, si echo cuentas, al señor policía golpeador, de ser yo juez le echaba lo menos veinte años de trabajo alicatando cuartos de baño a destajo, a 60 céntimos el metro.

Pero gracias al Orbe, el orden social no se va a ver alterado (de
momento) por este lagarto, y los jundos van a seguir llevando a cabo
su cometido de sacudir la badana a tirillas de cincuenta kilos… Todo
ello para mayor gloria de los recortes sociales, esto es, educación, sanidad, pensiones, subsidios. Bueno, recortes en educación, gruesa cosecha de poli-becerros.

Y, claro, hay quién pregunta… «¿Por qué soportamos esto, con cinco millones y pico de parados, con millones de pobres en danza…?» Muy simple: porque hay veinte millones de currelas cobrando un magro sueldo, tomando la cervecita. Claro, ayer mismo se manifestaron en las
calles cientos de miles de personas: al son de la corneta de los
sindicatos canallescos que llevan treinta años firmando pactos y
reformas laborales, unas veces por activa, otras veces por pasiva.
Pactos que se han traducido siempre en mayor precariedad,
bonificaciones a los empresarios, abaratamiento del despido… Por
primera vez en décadas y décadas, las rentas de los empresarios
superan a las de todos los trabajadores juntos
(2).  Curiosísimo
panorama, que dentro de un mes y pico será enriquecido con la llegada al poder de los populares al bastión andaluz. El sindicalismo
no-canalla, aún no cuaja.

Por si fuera poco, poniendo a prueba mi habitual estoicismo, en el
desfile en el que participé, al final el orador arengó a las masas, y
pidió un aplauso (entre otras peticiones) «a las Fuerzas de Seguridad
del Estado que nos habían acompañado», que fue seguido de palmas, si bien no hubo vítores. Cuando recordé a los presentes que «la gentuza no acompaña, sino que vigila y cobra por ello», hubo discretos aplausos, pero no aclamaciones.

En definitiva, asistimos a episodios masivos de Síndrome de Estocolmo (3), en el que las víctimas colaboran con sus agresores. La desprogramación es compleja, pero no nos arredramos. El arte es largo, la vida breve. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.




NOTAS

(1) http://www.alasbarricadas.org/forums/viewtopic.php?f=17&t=52532

http://www.publico.es/espana/422602/seis-detenidos-y-nueve-heridos-por-las-protestas-del-ies-lluis-vives

http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/19713

(2) http://economia.elpais.com/economia/2012/02/16/actualidad/1329424061_546148.html

(3) Tanto el rehén o la víctima como el autor del delito persiguen la
meta de salir ilesos del incidente, por ello cooperan.
Los rehenes tratan de protegerse, en un contexto de situaciones que
les resultan incontrolables, por lo que tratan de cumplir los deseos
de sus captores.
Los delincuentes se presentan como benefactores ante los rehenes para evitar una escalada de los hechos. De aquí puede nacer una relación emocional de las víctimas por agradecimiento con los autores del delito.
Con base en la historia de desarrollo personal, puede verse el
acercamiento de las víctimas con los delincuentes, una reacción
desarrollada durante la infancia. Un infante que percibe el enojo de
su progenitor, sufre por ello y trata de «comportarse bien», para
evitar la situación. Este reflejo se puede volver a activar en una
situación extrema.
La pérdida total del control que sufre el rehén durante un secuestro
es difícil de digerir. Se hace más soportable para la víctima
convenciéndose a sí misma de que tiene algún sentido, y puede llevarla a identificarse con los motivos del autor del delito.
http://es.wikipedia.org/wiki/Sindrome_de_Estocolmo

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