martes, 8 de noviembre de 2011

El pensamiento liberal es antónimo de igualdad

Es la demasía capitalista cimiento inconfundible de cuantiosos males de nuestra vida diaria. Es el neoliberalismo la atroz bestia que engulle todo derecho fundamental atribuido al hombre.
Es atractivo inconfundible de los proverbios sintetizar en pocas líneas todo un pensamiento, siempre custodiado bajo un contexto determinado. Es por ello comprensible resumir una ideología particular explicando ciertos extractos, a partir de los cuales se podrá analizar con mayor fidelidad y legitimidad su raíz teórica fundamental. Pudiendo interpretarse a través de este último punto los pros y contras de cada pensamiento, aunque siempre desde una perspectiva objetiva y racional. Que sirvan en este caso únicamente como referente e instrucción de breve carcajada.
Comencemos el extenso camino marcado por el liberalismo celebrando su evolución a lo largo de la historia, y por supuesto centrando nuestra vista en la actualidad, por lo que no es desencaminado referirnos a este bajo el título de neoliberalismo. Abre los brazos al capitalismo más sangriento, anteponiendo la libertad individual a la colectiva.
Si para Platón es la democracia la forma menos mala de gobierno, es para los hombres el neoliberalismo el sistema a seguir menos humano. Se antepone el acomodamiento económico a la existencia de cualquier conciencia social.
Se habla de la moral neoliberalista con creciente éxtasis, pues es considerado por sus fieles como símbolo irrefutable de dicha libertad individual. Ya se adelanta desde los moralistas franceses que la única libertad válida es la moral, y ella es únicamente consecuente desde la igualdad económica de las personas, y no desde el ánimo de lucro y la competividad capitalista.
Apreciemos desde cierta mofa despectiva la opinión de uno de los máximos exponentes históricos del neoliberalismo, como es el escritor y cineasta estadounidense Robert A. Heinlein.
Como todo neoliberalista que se precie, excusa la falta de humanismo de la sociedad sometiéndola a la famosa libertad, de ahí que pensase que el derecho más fundamental del hombre es el libre mercado, obviando otros a priori más humanos.
No deja de ser curioso que el propio Heinlein se aventuró con frases épicas  como la que rezaba que el hombre puede ser encadenado, pero nunca domesticado. O su visión del mundo entre los controladores y los controlados, sin entender que las cadenas más firmes y los opresores más avariciosos los forma el propio capitalismo, y están sometidos a su influencia.
Son los pequeños detalles los que forman el mundo, y cada testimonio de un representante predilecto del neoliberalismo se antoja imprescindible para interpretar su evolución histórica. Es incuestionable la importancia y fundamentos otorgados a esta teoría por muchos de sus precursores, aunque no debieron pensar los igualitaristas defensores de este pensamiento su retroceso histórico a lo largo del tiempo.
Es por ello ciertamente ambiguo y carecedor de valor alguno el testimonio de Bentham, y en todo caso sirve para probar que sin una distribución de la renta más justa y humana, el liberalismo no funcionará.
Bajo la égida del liberalismo social, sus defensores intentan hacernos ver que la economía es algo secundario de esta teoría, cuando es el punto fundamental. Sería en la Antigua Grecia ese arkhé o principio inmutable e inmortal, merecedor en todo caso de un culto ciertamente irracional.
Se ataca al socialismo desde autores como Hayek o Hazlitt tachándolo de totalitarista, o de atentar contra las libertades de la gente. Sin querer entrar en un debate teórico, pues carece de todo sentido para cualquier espectador imparcial de la historia, es de suma importancia comprender que la libertad más verdadera de cada persona es la que finaliza donde comienza la de los demás.
Es en este tópico donde se puede entrever uno de las mayores lagunas del pensamiento liberal. Al igual que un Estado socialista carecería de sentido alguno sin una educación y conciencia social previa, es sumamente absurdo el estadio actual del neoliberalismo, pues intentando defender la libertad particular de cada ser humano se está obviando la del conjunto de ellos.
Es además irónico pensar que los más ricos defenderán los intereses de los más pobres, es como si el atleta más aventajado, seguramente mediante la utilización de trampas o artimañas, quisiese esperar en la meta a sus contrincantes. Es una contradicción en sí la solidaridad con la libre competencia, es inútil pensar en un mundo capitalista más humano.
Es el representante de la Ilustración escocesa Adam Ferguson el que intenta sintetizar la tesis liberalista adelantando que la diferencia más importante entre un salvaje y un hombre civilizado es que el salvaje no reconoce los derechos de propiedad, es la descalificación procedimiento habitual de la tesis capitalista como todos sabemos.
No es extraña la evolución hasta el actual neoliberalismo, apoyada por filósofos como Voltaire, Karl Popper, Ortega y Gasset, Rousseau y un largo etcétera de individuos del pensamiento filosófico, pero debe ser entendido por su conocimiento que el liberalismo es el pensamiento del siglo XIX, y sin la ayuda de la burguesía y las clases más altas e interesadas en esa libertad de mercado, en realidad sometimiento al mercado, hubiese decaído y finalmente desaparecido. Es una teoría totalmente obsoleta en los tiempos que corren, y su ambigüedad entra en firma contraposición con la historia contemporánea.
La libertad no sirve de nada si no va acompañada de un condimento moralizante, y su simple mención no hace del neoliberalismo un pensamiento legítimo.
Salgan ahora tachando de neofeudalistas a todo aquel insurrecto con lo estipulado, con lo acordado en las reuniones de marionetas financieras. No es aceptable lo que no es humano en este mundo, y por tanto el capitalismo debe caer por su propio peso.
Son los niños de Somalia fiel reflejo de las consecuencias del neoliberalismo más bestial, llevado al otro mundo. No nos interesa, pues una de las múltiples victorias atribuidas a este pensamiento es la de acabar con toda conciencia social y emular un mundo maravilloso e irreal.
Sabemos que nuestra abundancia es únicamente posible con su miseria, pero no nos importa. Es nuestra libertad individual la que nos permite decidir ¿su futuro?. Nos han nombrado a las fuerzas occidentales jueces del destino del mundo libre, hemos acatado con gusto el poder otorgado por una fuerza superior.
Como monarquía en pleno siglo XXI, es humorístico su papel, tal vez directamente engendrado de algún Dios. Es la televisión la que sustenta el sistema neoliberal, junto a la plancha, el microondas, la lavadora y un largo etcétera de comodidades materiales. Se atribuye su introducción en la vida diaria al capitalismo, y no a la ciencia. Veamos que pensarán cuando no tengan que comer, y desde la caja tonta digan que es una pequeña recesión económica, se darán cuenta del engaño al que han sido sometidos desde el
neoliberalismo más embustero.

No es Grecia la culpable de nuestros problemas, y mucho menos los griegos. Tan siquiera lo son los bancos, los líderes de Occidente y EEUU, el BCE, el FMI o los poderosos de este mundo. Son ellos únicamente guardianes del tesoro más valioso para los que manejan el mundo, el propio capital. Nuestra vida tiene un precio, y en base a esa libertad capitalista no es demasiado alto.
El problema no es de cálculo o estilo, el verdadero inconveniente es el sistema en su totalidad. Tan obsoleto como la pena de muerte, no corresponde a los tiempos que corren. Cuando abras la nevera y la encuentres vacía, piensa en los niños de África que probablemente tengan menos, tal vez te alivies. Pero no te cuestiones el mundo en el que vives, pues ello conlleva un gran trabajo mental.
Raúl López Baelo

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