domingo, 18 de septiembre de 2011

Los gobiernos no son capaces de definir su propia política porque actúan al servicio de los mercados

Pascual Serrano, uno de los fundadores del sitio web Rebelion.org, comparte con el periódico Diagonal su visión crítica sobre la articulación de la democracia dentro del sistema capitalista y el papel que juegan los medios en su consolidación.

¿Con qué principios debería contar un sistema democrático? ¿Es posible en el Estado español?
Debería garantizar una serie de derechos sociales, y sólo después de su cumplimiento podría garantizarse un sistema democrático. Si un ciudadano no tiene garantizado el derecho a la salud, educación, vivienda, trabajo, alimentación…no tiene sentido decir que existe democracia porque se pueda crear un partido político o votar en unas elecciones.
En el Estado español no está garantizada la vivienda, el trabajo o la alimentación. No existe una ley electoral justa, no existe un panorama informativo plural y participativo. Y, por último, ahora vemos que los gobiernos no son capaces de definir su propia política porque actúan dirigidos y al servicio de los mercados. En conclusión, nuestra democracia necesita un gobierno que gobierne, y en nuestro capitalismo los gobiernos solo gestionan las condiciones impuestas por el mercado. A eso hay que añadir la garantía de unos derechos sociales que creasen ciudadanos verdaderamente libres para decidir su futuro. Todas esas cosas deberían cambiarse.

Entonces, ¿considera el sistema político actual como un fraude, donde el Gobierno no representa a la población? ¿Por qué entonces tanta pasividad en la mayoría de los ciudadanos?
Son muchas las razones. Entre otras, porque el ciudadano no sabe cómo articular su indignación. La movilización del 15M es una prueba de indignación, pero también de desesperación por no encontrar vías institucionalizadas para manifestar la disconformidad.
En las dictaduras la disconformidad es reprimida, en nuestro sistema, sencillamente, no se ofrece una vía que desemboque en cambios. Por eso mientras lo mejor de nuestro país se manifiesta en las plazas, organiza marchas de cientos de kilómetros o se organiza para impedir desalojos, el sistema continúa impertérrito su avance, en realidad retroceso, hacia el siglo XIX.
No intento con esto sembrar la desesperanza, al contrario, desearía provocar más indignación al comprobar que el sistema ignora al sumiso, pero también al indignado, lo que indica que es doblemente infame y merece una mayor indignación. También creo que hace falta que se perciba una esperanza, una luz. Estoy convencido de que un pequeño logro, un mínimo avance organizativo u operativo puede tener un efecto multiplicador en la movilización.

Cuando la población se enfrenta al sistema es rechazada por el mismo Gobierno que se dice defensor de los derechos humanos ¿Qué papel juegan los medios en la consolidación del sistema?
Nuestros gobiernos se caracterizan por el mayor de los cinismos. Bombardean países en nombre de la paz, piden a ETA que haga política sin armas mientras ilegalizan partidos políticos, crean las condiciones legales para que el juez que investiga los crímenes del franquismo acabe procesado, condenan en la ONU al único Gobierno del mundo que garantiza el derecho a la alimentación, y cuando comprueban que los bancos privados son los que han provocado la mayor crisis de la historia corren a privatizar las cajas.
La muestra más insultante es ver que el vicepresidente del Gobierno que aprobó todos los atropellos de los derechos sociales dimite para presentarse de candidato a presidente como defensor de esos mismos derechos. Para defender todo eso hace falta un impresionante aparato de convencimiento y mentira.

En su libro “Desinformación”, hace referencia a la manipulación de los grandes grupos mediáticos sobre la población ¿Cree que esto ha contribuido al rechazo que ha expresado el movimiento 15M hacia los medios?
Intento explicar mejor la manipulación. Indagar en la propiedad de los medios para poder comprender el por qué de esa desinformación. Las encuestas han mostrado que los medios de comunicación se encuentran entre los principales motivos de indignación.
Es lógico, el poder de los medios de comunicación, aunque surgieron como control de los otros tres poderes, se han convertido en el más difícil de controlar por el ciudadano. Es el poder que opera con más impunidad y sobre el que no disponemos de ningún método democrático para influir en él.

En su último libro, ¿El mejor de los mundos? Un paseo crítico por lo que llaman “democracia”, parece ir en sintonía con el movimiento 15M al poner en duda el funcionamiento de la democracia dentro del sistema capitalista, ¿Son acaso incompatibles ambos conceptos?
En mi opinión son incompatibles. Básicamente porque el capitalismo se remite al mercado como referente para definir el modelo social, establecer el dinero como elemento directriz de los derechos ciudadanos es un golpe a la línea de flotación de cualquier sistema de justicia social, y la democracia debería ser eso. Todo esto lo desarrollan muy bien Carlos Fernández Liria y Luis Alegre en su libro Educación para la ciudadanía.

Los problemas para dar de baja los servicios telefónicos son un ejemplo que cuenta en su último libro sobre cómo las empresas son capaces anular nuestra capacidad legal. ¿Pueden las grandes corporaciones imponerse al propio Estado?
Hace mucho que lo están haciendo. En algunos casos, como en Estados Unidos, abiertamente a través de los lobbys multinacionales, aquí en la Unión Europea estamos siguiendo por el mismo camino. Hemos creado un sistema político dominado por el dinero, y el dinero lo tienen las grandes empresas, es absolutamente lógico que gobiernen ellas. Al fin y al cabo controlan los medios de comunicación, financian las campañas electorales y manejan el dinero de la deuda pública de los países.

También ha planteado en sus libros que este sistema se nutre de las mismas tragedias humanas de las que el Estado debería salvaguardarnos.
Sí. El ejemplo más elocuente de que este sistema se nutre de la tragedia y del crimen es que el Producto Interior Bruto (PIB) crece con el narcotráfico, la prostitución, las guerras o la reconstrucción tras un terremoto. Es suicida seguir rindiendo culto a un parámetro que va ligado a todo eso. En algún momento debemos plantearnos si queremos seguir celebrando un crecimiento que lo hace a costa de todo eso.

El progreso en el sistema capitalista, es muchas ocasiones a base de la especulación. ¿Cómo afecta esto a la ética del ciudadano?
Sin duda. Eso convierte al ciudadano en ambicioso, individualista y egoísta. Lo que sucede es que ese mismo sistema al final acaba explotando porque termina defraudando también al egoísta.
Un ejemplo son las burbujas inmobiliarias, bursátiles o la política de préstamos de los bancos. Mucha gente lo vivió con alegría a pesar de que seguía habiendo un alto porcentaje de paro, problemas de acceso a la vivienda, pobreza, etc… Ahora han visto que era mentira que su casa valía tanto, que los bancos no les dan préstamos y que ha perdido el dinero fácil que ganó o quiso ganar en la bolsa. También a ellos les ha engañado el capitalismo.

Cuando ejemplifica cómo un brigadista forestal provoca incendios para evitar perder el empleo, ¿Qué es lo que está fallando, el ciudadano o el sistema?
Una de las paradojas sobre las que llamo la atención es que, en el capitalismo, se remunera a personas y empresas para atender unos problemas que, si resolvieran, se terminaría el negocio. Es un sistema perverso por tanto. Por ejemplo, si las empresas farmacéuticas erradicasen una enfermedad sería un desastre para su contabilidad y las empresas de armas no querrán acabar con las guerras.
El ejemplo que yo ponía en el libro era el del guarda forestal pirómano. Una empresa privada de incendios si quiere ser rentable debe conseguir que siempre haya fuegos. En cambio, una empresa pública no. Un hospital privado mejorará sus cuentas si hay una epidemia, en cambio, un hospital público hará unas campañas de prevenciones para evitar tener enfermos. No es un problema del ciudadano, es el sistema que le está diciendo al brigadista forestal que para poder tener un trabajo para dar de comer a su familia debe arder el bosque. Ese sistema es criminal.

El movimiento 15M brota en plena crisis económica, donde las políticas aplicadas por el Gobierno intensifican la brecha entre ricos y pobres ¿esto es casual?
Una de las características de la crisis es que ha terminado dejando en la cuneta a muchos sectores sociales. Incluso, como señalé antes, a quienes creían que este sistema les funcionaba bien. Jóvenes individualistas que pensaban que con su master privado bajo el brazo iban a ganar mucho dinero, pequeños autónomos que ganaron dinero con el boom inmobiliario, ahorradores que pensaban enriquecerse con su especulación en viviendas o en Bolsa. Ahora todo ellos se han visto burlados y en el mismo bando que los sectores más empobrecidos. Esto puede generar una determinada conciencia social y solidaridad que es positiva.

Este verano los vecinos del barrio madrileño de Lavapiés expulsaron a la policía para evitar las redadas contra inmigrantes. La libertad que pregona el sistema democrático ¿a quién se aplica?
En el capitalismo, derechos y libertades van unidos al dinero. Uno puede hacer lo que su cuenta bancaria le permita. Y eso se asume de un modo casi imperceptible. Hemos de empezar a interiorizar que un derecho o una libertad, sólo es real si la podemos ejercer sin dinero. El extranjero marroquí de Lavapiés es pobre, por eso no disfruta de los derechos de un saudí en Marbella. Por tanto, se trata de derechos que no están garantizados por nuestro sistema.
Laura Raíces / Diagonal

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